¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

lunes, 29 de mayo de 2017

"CORAM DEO": VIVIR EN PRESENCIA DE DIOS



A menudo, escucho a algunas personas decir: "yo sólo voy a esa parroquia porque el cura es un crack; porque me transmite mucho; porque me gusta lo que dice y cómo lo dice. La mayoría de los sacerdotes no me dicen nada".

Esta actitud me lleva a reflexionar: cuando acudo a misa, ¿sé realmente a lo que voy? ¿voy a escuchar lo que quiero escuchar o lo que Dios quiere decirme? ¿voy a escuchar las anécdotas y la vida de un sacerdote o el mensaje evangélico de Dios por boca de su ungido? 

Acaso ¿sigo a un hombre o a Cristo? ¿intento hacerme un cura a la medida, una iglesia a la medida, una fe a la medida?

Como seguidor de Cristo, debo resistir la tentación de creer que la iglesia es un lugar donde puedo encontrar algo que se acomode a mí, a mis gustos y preferencias, un espacio donde "consumir" lo que me apetece, un lugar de "confort". 

Una iglesia no es una sastrería, donde elegir un traje a la medida, ni restaurante, donde comer a la carta.

Un cura no es un sastre, aunque me tome medidas y arregle mis descosidos; tampoco es un camarero que está para complaciente, aunque me atienda amablemente y me traiga alimento. 

El sacerdote es un pastor de Cristo llamado a ser su embajador en un mundo que le ha vuelto la espalda. Es un servidor de Dios que ejerce las competencias y habilidades de su vocación y que caracterizan su vida y su cuidado pastoral. Es su portavoz y su representante en la tierra.

En una ocasión, durante una homilía, un sacerdote me interpeló con la siguiente pregunta: "¿Cuál es la idea principal de nuestra fe? ¿Por qué hacemos todo lo que hacemos? ¿Para qué?".
"Para llevar a las personas a Cristo -dijo. "Para conducirlas a un encuentro personal con Él"- insistió.

Mi fe me dice con certeza que en la Eucaristía, estoy en presencia real de Cristo. Si no creo eso, ¿en qué creo? ¿para qué voy?
Al hilo de esa gran verdad, me pregunto: ¿cuál es el objetivo primordial y último de mi vida como cristiano? 

“La gran idea de la vida cristiana es lo que se llama "Coram Deo". Esta expresión, literalmente, hace referencia a algo que se lleva a cabo en la presencia de, o ante la presencia de Dios. 

Vivir "Coram Deo" es vivir siempre en la presencia de Dios, bajo la autoridad de Dios, para la gloria de Dios.

Vivir en la presencia de Dios es entender que todo cuanto hago como cristiano es actuar bajo la mirada de Dios. Dios es omnipresente. No existe un lugar donde pueda escapar a su mirada penetrante. No basta con pensar que sólo en misa está Dios. Cristo es real. Ha resucitado y está vivo y presente en mi vida.

Vivir en su presencia es también ser muy consciente de Su soberanía, de que Dios es Dios, el Creador y Rey del Universo. Vivir bajo la soberanía divina implica algo más que una sumisión motivada por el temor al castigo. Se trata de reconocer que no hay una meta más alta que ofrecer el honor y la gloria a Dios. Mi vida debe ser sacrificio vivo, oblación ofrecida hasta el extremo, en un espíritu de adoración y gratitud. Eso es lo que Cristo hizo.

Vivir "Coram Deo" es vivir una vida de integridad. Es una vida de plenitud, que encuentra su unidad y coherencia en la majestad de Dios. Por el contrario, una vida fragmentada es una vida desintegrado y caracterizada por la inconsistencia, la falta de armonía, confusión, conflicto, contradicción. En definitiva, el caos.

Si soy un cristiano tibio que separo mi vida en dos, lo religioso y no religioso, no he comprendido el mensaje.  La gran idea es que o todo es fe o nada es fe. "No puedo servir a dos señores" (Mateo 6,24) y Dios es claro a este respecto: "te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3, 16).

Es vivir con un modelo de coherencia; el mismo dentro y fuera de la parroquia. Es vivir abierto a Dios y delante de Dios, y todo lo que hago, es por y para DiosEs una vida vivida por convencimiento, no por conveniencia; por humildad a Dios, no por orgullo propio. 

Coram Deo… estar ante el rostro y la mirada de Dios. Esa es la gran idea. Junto a esta idea, mis propósitos personales, mis intenciones profundas y mis egoístas ambiciones no tienen cabida.

El Apóstol Pablo le dijo a Timoteo: "Que nadie menosprecie tu juventud, sino que sea un ejemplo para los creyentes en la palabra, en la conducta, en el amor, en el espíritu, en la fe, en la pureza" (1 Timoteo 4,12). 

Un sacerdote, pastor de la Iglesia de Cristo debe tratar cada parte de su vida y de su ministerio con el máximo cuidado espiritual. Debe vigilar sus formas y sus mensajes (1 Timoteo 4,16). Y sobre todo, pensar, hablar y actuar "coram Deo". Lo mismo que un laico.

El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que "prestara atención a la lectura, a la exhortación, a la doctrina" (1 Timoteo 4,13). Esto es, sin duda, un toque de atención tanto para los laicos como para los sacerdotes, una advertencia para no dejarnos guiar por nuestras preferencias sino por la voluntad de Dios y dejarnos guiar por la acción del Espíritu Santo.

Algunas personas no son capaces de discernir la importancia ni la necesidad de que el sacerdote tenga que ser riguroso y pulido en su homilía y en su servicio. Y, sencillamente, están absortos a la elocuencia, la simpatía o la retórica del sacerdote.

Un pastor del pueblo de Dios debiera esforzarse por eliminar cualquier parte de su discurso que distraiga a los oyentes de recibir lo que Dios quiere decirnos (1 Corintios 2, 1-2).

Dios no ha llamado a sacerdotes para que demuestren lo majos o simpáticos que son, sino para comunicar las verdades inmutables escritas en Su Palabra. Ni tampoco nos pide a nosotros que busquemos comodidad en su Iglesia. En todo caso, nos exhorta a cargar con nuestra cruz y seguirle.

De un sacerdote puede venir mucha gracia y también puede hacer mucho daño. Debiera tratar de ser consejero sabio y escrupuloso con respecto al cuidado espiritual del pueblo de Dios, siempre a la luz de la acción del Espíritu de Dios. 

Debiera buscar consejo y sabiduría en las Sagradas Escrituras, en la doctrina de la Iglesia o en otro sacerdote u obispo más experimentado.

El sacerdote es el pastor; las ovejas haremos lo que él nos diga, sin pensar. Por eso es tan importante que un sacerdote viva "Coram Deo" porque si no es así, descarriará a muchas ovejas y serán presa de los lobos.

Si la responsabilidad de la estructura y desarrollo de la pastoral de una parroquia recae en el párroco y en el vicario, el resto de la comunidad debemos prestar la debida atención a otros ministerios como la acogida, el acompañamiento, la evangelización, las finanzas, etc.

Por ende, debiera ser absolutamente necesario que los sacerdotes tengan un gran cuidado en la supervisión y conocimiento de los diversos ministerios y servicios de sus parroquias. Y siempre en "oración", es decir, en presencia de Dios.

Si un sacerdote no es capaz de explicar la visión y contagiar el compromiso de la parroquia con el Evangelio y con la voluntad de Dios, la comunidad no podrá evangelizar,  ni discipular,  ni acoger, ni acompañar ni realizar ningún otro servicio a Dios. Tan sólo será una visión reduccionista y disminuida de la primacía del "coram deo". 

Cuando esta clase de visión disminuida de Dios impregna la parroquia, el resultado es que la parroquia desarrolla una corriente de auto-justificación y de auto-consumo, que intenta "espiritualizar" su propia falta de pasión por la gloria de Dios.

A menudo escucho afirmaciones como "debemos esperar porque necesitamos orarlo y pensarlo antes". Eso podría ser cierto, pero también podría ser debido al hecho de que somos algo perezosos y muy cómodos, y que nuestro servicio a Dios carece de compromiso integral para vivir "coram deo", en cada rincón de la parroquia, en cada minuto de nuestro tiempo. 

Es posible, que mi ímpetu me lleve, en ocasiones, a impacientarme. O también, puede que mi ardor por Cristo me abrase y me lleve a precipitarme. Es posible. Soy un "poco Pablo".

Pero lo que quiero decir, cuando hablo de la necesidad de que los sacerdotes y las parroquias nos transformemos y re-descubramos nuestra identidad, es que deberíamos mostrar "una cierta locura" que nos haga ser apóstoles audaces y valientes, en lugar de parapetarnos en "una cierta sensatez", que nos paralice y nos mantenga en una situacion de desmotivación, convirtiéndonos  en meros funcionarios de la fe.

Estamos llamados a ser sacerdotes reflexivos y visionarios, apasionados y comprometidos con la oración, con la proclamación de la palabra de Dios, con la correcta administración de los sacramentos y con el rigor en las ceremonias de la parroquia. Estamos delante de Dios!!!

Estamos llamados a ser laicos comprometidos y dispuestos a realizar cualquier ministerio al servicio de Dios, de su voluntad y para su gloria. Estamos delante de Dios!!!

Seamos obedientes y serviciales a Dios, no a nuestro propio interés, y digamos: "Praesto sum". 

Estamos delante de Dios!!!