¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

lunes, 27 de abril de 2020

LA RADICALIDAD DE SER PERFECTO


"Sed perfectos,
como vuestro Padre celestial es perfecto"

(Mateo 5,48)

Algunas personas intentan vivir una vida cristiana sustentada sólo con fe: creen en Dios, creen en los sacramentos, acuden regularmente a misa, se confiesan, creen en sus mandamientos, no matan, no roban... Y, por su puesto, la fe es el primer paso pero por sí sola, no basta.

Si bien es muy cierta la frase que le dice el mismo Jesucristo a San Pablo: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Corintios 12,9), la Palabra de Dios me muestra continuamente cómo Jesucristo me exhorta a una radicalidad que me cuesta entender: "ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mateo 5,48).

Jesús no me dice: "Haz lo que puedas" ni tampoco "Inténtalo". Me "mira fijamente a los ojos" y me dice: "Sé perfecto".

Y yo pregunto ¿qué es ser perfecto? Ser perfecto no es hacerlo siempre todo bien, no es la ausencia de defectos, debilidades, manías o equivocaciones. Ser perfecto como nuestro Padre significa amar, porque Dios es amor (1 Juan 4,8). 

De acuerdo, pero ¿cómo ser perfecto? Ser perfecto requiere pedirle a Dios que me llene de Su Amor, para así, poder amarle y amar a los demás. Ser perfecto implica desear el Amor, supone aprender a amar y exige llegar hasta el extremo del amor. 

Jesucristo es la prueba de la perfección en el amor

Realizó milagros "imposibles" para el pensamiento humano, demostrando que para Dios no hay nada imposible. Su mayor "imposible" fue amar hasta el extremo de dar la vida por mí. Sin embargo, yo, reconociéndome imperfecto e incapaz de amar, trato de excusarme y ¡cuántas veces pienso que es imposible lo que Dios me pide! Ese es mi primer error, pensar que Dios me pide "imposibles". ¡Concédeme Tu gracia, Señor, para que con amor, todo sea posible para llegar a Ti!

Jesucristo es el modelo de la perfección en la obediencia

Vino al mundo para demostrarme que "sí, se puede" cumplir la voluntad de Dios. Su obediencia al Padre quedó fuera de toda duda, cuando acudía siempre a Él para pedirle fuerzas. Sin embargo, ¡cuántas veces digo: "no puedo, me rindo"! Este es mi segundo error, pensar que dependo de mis fuerzas y capacidades. ¡Ayúdame a reconocer mi dependencia de Ti y desde mi pequeñez, obedecerte siempre para ir hacia Ti!

Jesucristo es el camino de la perfección en la perseverancia

Abrió la puerta de la esperanza para que yo empiece a caminar hacia la meta. Su perseverancia fue hasta el final con s
u Pasión y Muerte. Sin embargo, ¡cuántas veces pienso: "estoy agotado, no puedo más! Ese es mi tercer error, pensar que caminar hacia la meta es fácil y cómodo. ¡Ayúdame, Señor, a recorrer con paciencia y perseverancia el camino de la cruz hasta Ti!

¡Señor, ayúdame a entregarme del todo, a no guardarme nada, a renunciar a todo y a dar la vida por los demás! (Génesis 22,16).

¡Concédeme la gracia de aumentar mi fe para dar fruto y ser luz para otros! (Mateo 3,8-10; 5,16; 2 Juan).

¡Ayúdame, Señor, a cumplir tus mandamientos, a responderte siempre "sí" a tu voluntad! (Mateo 19,17; Marcos 10,17-19; Lucas 18,28-20; Romanos 2,13; Santiago 1,22; 2,10).

¡Ayúdame a tener una conciencia limpia para servirte de buena gana y trabajar sin renuncias
hacia la santidad! (Colosenses 3,23; Hechos 24,16; Romanos 6,22; 1 Corintios 15,58).

¡Infúndeme tus dones para vivir la pureza, el apego por las cosas espirituales y la perfección de Tu amor para reflejarlo en el prójimo! (Efesios 5,5; Gálatas 5, 21; Hebreos 10,24).

¡Enséñame a ser diligente, generoso, decente y justo para vivir dignamente (Romanos 12,9-13; 13,13; 1 Corintios 6,9; Colosenses 1,10).

¡Ayúdame a perseverar con paciencia en la prueba y a obrar siempre con coherencia en la vida! (2 Tesalonicenses 1,11; Hebreos 11,17; Santiago 2,14-26; 1 Pedro 1,17; 1 Juan 3,18; Apocalipsis 2,23; 20,12;22,12).

¡Concédeme tu paz, tu amor y tu misericordia para que pueda ayudar a los necesitados, acercarme a los que sufren y socorrer a los abandonados! (Hebreos 12,14; Santiago 1,27; 2,13).

¡Dame un corazón humilde para dar testimonio de tu verdad, un corazón benigno para hacer el bien y un corazón modesto para darte gloria! (1 Pedro 2,12; Romanos 2,10;11,22; Gálatas 6,9; Efesios 6,8; 1 Timoteo 6,18-19; Tito 3,8; Hebreos 13,16).

sábado, 25 de abril de 2020

LOS CATÓLICOS NO PODEMOS CALLAR


"Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; 
pero el que persevere hasta el final, se salvará... 
No les tengáis miedo, 
porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; 
ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. 
Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, 
y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. 
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, 
pero no pueden matar el alma. 
No; temed al que puede llevar a la perdición
alma y cuerpo en la gehenna."
(Mateo 10,22 y 26-29)

En España, creíamos vivir en un país católico, por historia y por tradición. Pero como ya veíamos venir y lo anticipamos, la persecución no era cosa de países tercermundistas, islámicos, comunistas o lejanos. En España, a diario se suceden continuos ataques a la Iglesia que hacen peligrar esa percepción de tierra cristiana. 

Es verdad que ataques al cristianismo, siempre ha habido, desde su inicio. También en España, sobre todo durante la guerra civil. Pero ahora, en esta desconocida democracia española y con este gobierno ateo y anticristiano, los ataques se han tornado mucho más virulentos y se producen con mayor asiduidad y sin ningún pudor.

Comenzaron profanando iglesias, a la vez que aleccionaban su ateísmo laicista en los medios, en los colegios y en las instituciones. Más tarde, fueron las leyes (de género, aborto, etc.) y las prohibiciones de signos religiosos en espacios públicos (aulas, juramentos de gobierno, etc.). 

Hace poco, el pasado año, sin ir más lejos, el gobierno enmascaró vilmente su intención real y anticatólica con respecto al Valle de los Caídos, queriendo convertirlo en un asunto de justicia política y social: la exhumación de los restos de Francisco Franco, cuando el objetivo final no era otro que el ataque a la fe cristiana. 

Como católicos sabemos que el mal nunca descansa, y menos, ante el espanto que le produce la Cruz de Cristo. Este episodio del Valle sólo fue el comienzo de otra nueva batalla espiritual del Enemigo contra Dios. 

Prueba de ello, es la última andanada de su odio endémico y de su actitud intolerante a todo lo cristiano. Su actual y malévolo propósito se encamina a elaborar una proposición de ley para llevar a cabo la "demolición" de todo el conjunto arquitectónico del Valle de los Caídos, incluidas la Abadía benedictina, la Basílica y la Santa Cruz. 

Es la guerra del Dragón Rojo, que lucha denodada e implacablemente contra la descendencia de la Mujer y que trata de imponer su "verdad".

Al mismo tiempo y durante el confinamiento forzoso, este gobierno, ideologizado por su maligno pensamiento único y por su enfermizo odio anti católico, aprovecha la oportunidad, con nocturnidad, alevosía y sin resistencia, para maquinar una voraz persecución de nuestra fe católica española: allanamientos de catedrales y parroquias en plena Eucaristía, prohibiciones de misas, vetos a sacerdotes y fieles, injurias a obispos y priores opositores a la dictadura atea...Algo que no ocurre, por ejemplo, hacia los musulmanes.

Se veía venir. Era cuestión de tiempo. Reconozco que, como católico y español, me duele profundamente decir lo que voy a decir. Estoy seguro que me llamarán radical o riguroso. Pero si no es cierto lo que creo, le pido a Dios me perdone. 
Callar de los pícaros es encubrimiento

Sin duda, la causa principal de estas nuevas y continuas agresiones no es otra que la actitud pasiva, el silencio complaciente y la omisión traicionera de la Conferencia Episcopal Española y de la alguna parte del clero español, ante los numerosos ataques que la Iglesia recibe y ante los que jamás defiende con la valentía de la Verdad. Quizás, amparados en la falta de opinión (o de decisión) del Santo Padre al respecto.

Es ese mutismo cobarde de quienes, en palabras del cardenal Sarah, se han convertido en Judas, han vuelto la espalda a Dios y han traicionado al Señor por treinta monedas. Los mismos que le niegan antes de que cante el gallo: "Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos" (Mateo 10,33)

Los mismos adúlteros que pretenden salvar su vida y se avergüenzan de Cristo ante los ojos del mundo. "Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles" (Marcos 8,38).

Los mismos que se creen justos, pero callan y miran hacia otro lado, desatienden al rebaño que administran, cuidan y alimentan para Dios, para compartir mesa con los lobos. "Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios" (Lucas 16,15).

Los mismos asalariados a quienes no les importan las ovejas, los malos pastores que abandonan a sus ovejas a merced de los lobos. 
"El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas (Juan 10,11-13).

Lo
s mismos falsos profetas, lobos con piel de oveja que permiten, consienten y transigen el adoctrinamiento social de la ideología de género, la imposición del pensamiento único y ateo, la islamización de España y el fin de todo vestigio católico en España. "Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7,15-16).

No podemos callar. No debemos callar. "Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído" (Hechos 4,20). 

Obedecemos a nuestro Señor. Defendemos a nuestro Maestro. Los discípulos no somos más que el maestro. 

Es Jesucristo quien sustenta la Iglesia y quien nos manda decirlo a la luz, pregonarlo desde la azotea. Incluso hasta la muerte.  

Es el mismísimo Dios quien nos anima a no tener miedo porque nadie puede quitarnos la vida a quienes se la hemos entregado a Cristo. Y porque "la Verdad no puede ser nunca encadenada" (2 Timoteo 2,9).

Cristo debe ser proclamado. Si nuestros pastores no lo hacen, tendremos que ser nosotros, las ovejas, quienes lo hagamos. Y que Dios les perdone...


"¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, 
vas a estar sin hacer justicia 
y sin vengar nuestra sangre 
de los habitantes de la tierra? "
(Apocalipsis 6,10)

jueves, 23 de abril de 2020

VOLUNTARIAMENTE CONFINADOS

Dominicana Conversations: In Medio Ecclesiae | Dominicana
"Marta, Marta, 
andas inquieta 
y preocupada con muchas cosas;
solo una es necesaria." 
(Lucas 10, 41-42)

Se me hace muy difícil el confinamiento. Me cuesta mucho elevar mi disposición cuando me levanto cada mañana temprano sin nada que hacer, porque... me vence el desánimo y la desesperación. 

Este forzado encarcelamiento ha quebrado mis anhelos, me ha dejado sin actividad, sin trabajo, sin perspectivas... incluso después de que todo esto pase. 

Mi vida exterior se ha desvanecido. Todos mis planes, proyectos y propósitos se han esfumado.  Le doy mil y una vueltas al futuro, y me hundo en mis pérdidas...

Reconozco que me solivianto al escuchar las noticias y confieso que me hostiga la incapacidad notoria del gobierno de mi país para hacer frente a esta situación. Será porque en el fondo, espero y confío en una solución humana al problema...

Y es cuando, de repente, desnudo y frágil, escucho cómo Dios me habla y me invita a ir a lo esencial, a centrarme en lo importante.

Es entonces, cuando mi corazón se cuestiona ¿para qué hacer planes? ¿para qué pensar en el día de mañana? ¿puedo yo cambiar algo? ¿depende mi futuro de mí? ¿por qué me preocupo del mañana en lugar de vivir el presente? ¿sé realmente si voy a seguir viviendo mañana?

Es entonces, cuando mi mente se acuerda de todas las personas de vida contemplativa, tan olvidadas por todos los que vivimos en la prisa y el caos.

Es entonces, cuando mi imaginación elucubra sobre la vida diaria de esos casi nueve mil religiosos y consagrados que han elegido un confinamiento voluntario, dentro de los cerca de ochocientos monasterios españoles.

Son buscadores de Dios que, libre, deliberada y voluntariamente se han retirado del mundo y, confinados, se han entregado por completo a la búsqueda de su Señor, a la escucha y meditación de su Pala
bra, aumentando su fe, saboreando su esperanza, paladeando su amor. 

Son exploradores de Dios que viven con coherencia la fe, sabiendo que su identidad como seguidores de Cristo no es la cruz, sino el amor que se desprende de ella, y con alegría, viven el sufrimiento y el aislamiento sin inquietud ni preocupación, sencillamente, enamorados de Él.

Son seguidores de Dios que han entendido el misterio de no desanimarse ni de preocuparse por el qué comerán, o por el qué harán, que comienzan y terminan el día agradeciendo al Señor y que llenan sus horas con oración, contemplación y meditación, mientras los demás casi nunca agradecemos, casi nunca rezamos, casi nunca contemplamos o meditamos la Palabra de Dios.
Vida contemplativa en el Año de la fe: centinelas de la oración
Son consagrados a Dios que han encontrado el secreto de saber parar, de salir de la espiral de ocupaciones y preocupaciones, de no dejar espacio al ruido para así dejar tiempo al silencio, mientras los demás andamos enfrascados en torbellinos de inquietudes e intranquilidades, en una frenética vida ruidosa y bulliciosa.

Son discípulos de Dios que han aprendido a ser pacientes y perseverantes, a valorar las pequeñas cosas, a apreciar los mínimos detalles, a mirar siempre "hacia arriba", mientras los demás somos impacientes y ávidos por las "grandes cosas", perdiéndonos los detalles y mirando siempre "hacia abajo".

Son hijos de Dios que han hallado en la contemplación la alternativa al vacío existencial del hombre, una oportunidad de descubrir el sentido trascendental de su vida, mientras los demás tratamos de buscarlo en las cosas vanas y efímeras que nos ofrece el mundo.

Son enamorados de Dios que han descubierto en la meditación el camino de la autenticidad y la coherencia, y que escuchan con pureza de intención, como María, a los pies del Maestro, mientras los demás, como Marta, "andamos inquietos y preocupados con muchas cosas", afanados en las preocupaciones de la vida.

Con todo ello, me muestran la sabiduría para hallar la esencia de esa semilla que tengo adormecida y aletargada en mi corazón, esperando que eclosione: el amor trinitario que habita en mi interior. 

Y sólo a través de Dios puedo encontrar una solución a mi angustia, rezando con fe, viviendo con plena confianza, paciencia y perseverancia en el cumplimiento de sus promesas de amor.

martes, 21 de abril de 2020

UN RESETEO PARA ACTUALIZARNOS

Javier Andres Muñoz | Santidad Extrema… | Página 6
"Desde los tiempos de vuestros antepasados 
os habéis rebelado contra mis mandatos y no los cumplís. 
Volveos a mí y yo me volveré a vosotros, 
dice el Señor del universo."
(Mal 3,7)

Hoy se cumplen cuarenta de confinamiento. Los mismos que duró el diluvio (Gn 7,12), los mismos que estuvo Moisés en el monte Sinaí antes de recibir las Tablas de la Ley (Ex 24,18; Dt 9, 9-11), los mismos que pasaron desde el nacimiento de Jesús hasta su presentación en el Templo (Lc 2, 22), los mismos que estuvo en el desierto (Mt 4, 2), los mismos que estuvo apareciéndose a sus discípulos desde su Resurrección hasta su Ascensión (Hch 1,3). 

"Cuarenta", un número que aparece a menudo en la Escrituras y que simboliza un tiempo de "preparación" y de "prueba", de "dificultad" y de "juicio", pero también de "cambio" y de "renovación".

Aún retumban en mis oídos las palabras del sacerdote el miércoles de Ceniza: "Convertíos y creed en el Evangelio" o las del Domingo de Resurrección: "Era verdad, Jesucristo ha resucitado".

Han sido cuarenta días de preparación y prueba: durante la Cuaresma, hemos ayunado, hemos penitencia y hemos rezado, para cuestionarnos nuestras vidas.

De dificultad y juicio: durante la Pasión, hemos agonizado en nuestro jardín, hemos sido flagelados, "coronados" de espinas, crucificados, para morir a nuestro "hombre viejo".

De conversión y renovación: durante la Resurrección y Pascua, hemos resucitado y transformado nuestros corazones, para vivir a un "hombre nuevo".


Nuestro "equipo" nos advertía constantemente de la necesidad de un reiniciado completo, aunque sin formateado de disco. Pero nosotros no queríamos o temíamos hacerlo por falta de espacio. 

Nuestro "procesador" nos notificaba un "refresco", aunque sin un "borrado" completo. Pero nosotros lo evitábamos o lo aplazábamos por falta de tiempo.

Por ello, Dios ha 
"reiniciado" nuestro disco duro", deteniendo el mundo, el tiempo y el espacio, para acortar la distancia entre nuestro pecado y su gracia; para que que pasemos de nuestra autosuficiencia a Su dependencia.

Dios ha "reseteado" nuestro "sistema operativo", frenando la prisa y silenciando el ruido de la tierra, para que resucitemos del sepulcro a la vida; para que pasemos del "confinamiento" al "confinamiento".

Dios ha "actualizado" nuestros "programas de trabajo", ofreciéndonos una inmunidad al mal, un "antivirus" contra el "malware", para que volvamos a ser como en el inicio, para que volvamos al "Amor primero".

Mientras se restablece el programa de fábrica, el cielo observa a la espera de nuestro "re-inicio".

lunes, 20 de abril de 2020

LA CASA DE DIOS NO ES UN CLUB SOCIAL

Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía.
No es sino la casa de Dios y la puerta del cielo.
(Génesis 28, 16-17)

Escuchaba esta semana a D. Jorge Ordeig, sacerdote y párroco de la parroquia de San Ildefonso (Granada) una acertadísima reflexión sobre la irrupción de la policía durante una Eucaristía en la Catedral de Granada y posterior desalojo ilegal de las personas que allí se encontraban. 

Este buen sacerdote no abunda tanto en el hecho ilegal del desalojo (que también) sino que más bien, nos invita a nosotros, los católicos, a reflexionar y preguntarnos cómo estamos trasladando al mundo el significado de lo que es una iglesia y de lo que allí ocurre.

No puedo estar más de acuerdo con D. Jorge y, de hecho, hace algún tiempo, he escrito varios artículos sobre este asunto. Es normal que aquellos sin fe o que se proclaman ateos puedan tener una visión distorsionada de lo que es una iglesia, puesto que para ellos no es más que un sitio de reunión social como lo puede ser un bar, un estadio o una sala de cine, y por tanto, si éstos están cerrados por causa del covid, lo tenga que estar también una iglesia.

De hecho, algo que repiten hasta la saciedad es que a las iglesias sólo asisten "ancianitas vestidas de negro". Por eso, en teoría, dejar que las iglesias estén abiertas no debería ser un problema para quienes no creen.

Sin embargo, una iglesia no es un sitio de encuentro social. Es la casa de Dios, una casa de oración, en palabras del propio Jesucristo. Es el lugar a donde vamos los cristianos para encontrarnos con Dios, y al que todos tenemos el derecho de acudir cuando lo necesitemos o deseemos

Se trata de un derecho fundamental que está amparado por la Constitución y que, en ningún caso, ha sido prohibido por el Real Decreto sobre el estado de alarma .

Por tanto, el problema es más nuestro, de los cristianos, que de los que no creen. Se trata más un problema propio de pereza y de tibieza, de dejadez apática y de falta de perseverancia, una forma equivocada de cómo vivimos nuestra fe. 

Antes incluso del estado de alarma que nos confinaba en nuestras casas por ley, ya vimos como, por desgracia, muchas diócesis se precipitaban (a mi juicio) en adoptar medidas excesivamente apresuradas y enmarcadas en un inane "buenismo", en una falsa bondad, que no se corresponde con la manera cristiana de vivir la fe.

En multitud de ocasiones, somos los católicos quienes damos mal ejemplo al mundo,  quienes dejamos de testimoniar el mensaje divino de amor, quienes vaciamos de esencia y de sentido trascendental la fe de Jesucristo. 

Y lo hacemos, por ejemplo, cuando asistimos a la iglesia por tradición, por cumplimiento o por obligación; cuando asistimos a misa porque es lo "que toca" antes del aperitivo; cuando convertimos un bautizo, una comunión, una boda o un funeral, en un acto social de reunión sin más, en el que hablamos de "nuestras cosas"; o cuando obviamos o no le damos la importancia al hecho de Quien habita en ella.

¿Qué visión estamos dando al mundo de lo que es la casa de Dios? ¿a qué vamos nosotros a la iglesia? ¿creemos realmente que es una casa de oración para hablar con Dios o la hemos convertido en un club social donde nos reunimos para charlar de asuntos intrascendentales?
Momento Devocional IPCC – Gratidão pela família de Deus - Igreja ...
Todos los católicos estamos llamados a dar un ejemplo de fe y de perseverancia que abra los ojos al mundo. Pero poco testimonio daremos si nuestros propios ojos están cerrados, si nuestra sal se ha vuelto sosa o si nuestra luz ha dejado de brillar.

Si realmente creemos que Dios habita en la Iglesia, si realmente creemos en su presencia real en la Eucaristía, si creemos que es Dios quien nos sustenta en los momentos de dificultad, no podemos cerrar las puertas de nuestros templos al mundo; no podemos cerrar las puertas de Dios a nuestra sociedad; no podemos cerrar las puertas de la Esperanza al mundo.

Si realmente creemos que la Iglesia es la Casa de Dios, no podemos llevar una vida cristiana incoherente y mundana; no podemos dejar de defender y reclamar nuestro derecho a estar con Dios; no podemos dejar que nadie nos impida acudir a un momento de intimidad, de cercanía y de comunión con nuestro Padre.

Si realmente creemos en Jesucristo, no podemos restar de importancia a nuestro seguimiento cristiano; no podemos restarle valor a nuestra asistencia a la Eucaristía; no podemos cambiar nuestras oraciones por aplausos; no podemos cambiar nuestras súplicas por minutos de silencio o canciones populares. 

Si realmente creemos en Dios, no podemos permitir ningún abuso en su casa, ningún atropello a la Liturgia, ninguna ofensa a Dios, ningún sacrilegio; no podemos permanecer "pasivos" por miedo a las autoridades o a las enfermedades; no podemos amoldar nuestra fe a las leyes humanas.

La Iglesia es una casa de oración, no un club social.

CUEVAS DE LADRONES

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"¿No está escrito que mi casa es casa de oración para todas las naciones? 
Pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones" 
(Marcos 11, 17)

Jesús subió a Jerusalén durante la Pascua y al entrar en el templo se quedó horrorizado (Juan 2,13-17). ¡Los mercaderes se habían apoderado de la casa de Dios!

Tal y como estaba escrito, “El celo por tu casa me devorará” (Salmo 69,10), Jesús con un látigo en la mano, espantó a los animales, tiró las mesas de los cambistas, y las monedas rodaron por el suelo. Sin duda, esta santa indignación generó más odio hacia Él y fue lo que, posiblemente, precipitó su crucifixión.

Muchos católicos, igual de horrorizados, sienten una santa indignación por la confusión que, por desgracia, predomina en algunas parroquias de nuestra España católica, que han convertido los templos en plataformas de soflamas y reivindicaciones políticas, sociales e incluso, sexuales.

Algunos sacerdotes, en sus homilías, apelan a los sentimientos y a las ideologías de las personasHan pasado del “alabado sea Dios....” al “quiero, siento, necesito..." ; han pasado de tener a Dios en el centro para poner al "yo"; han pasado de una alabanza a Dios a un culto a los placeres personales, a las ideas políticas, a las propias tendencias desordenadas...

Han sacado a Dios de los templos para apropiarse de los lugares y de los símbolos sagrados, vaciándoles de significado sobrenatural. Son personas que sólo buscan sus propios intereses y no están dispuestas a alabar el nombre de Dios, y mucho menos a recibir su corrección y enseñanza. 

Algunas parroquias se han convertido en cuevas de ladrones que han robado la gloria a Dios para dársela a los individuos: permitiendo urnas, lazos amarillos, banderas esteladas o banderas arco iris. 

Imagen relacionadaLa Casa de Oración se ha convertido en una Iglesia absolutamente desamparada del poder eclesiástico, con unos obispos que se colocan de perfil, anclados en el "buenismo" y la "misericorditis", y más preocupados por evitar el "escándalo" en los medios que en los corazones, mientras que su rebaño se siente despreciado por unos pastores que permiten la utilización política, reivindicativa  y partidista de los templos. 

Cuando nuestros altos dignatarios religiosos facilitan y permiten esa invasión del espacio religioso, cuando amparan con misas, vigilias, oraciones y plegarias a los políticos presos, a los llamados "exiliados", a los homosexuales y al lobby LGTBI, a una opción política determinada, parece que estén enviando el mensaje de que Dios está con ellos y no con aquellos que no están de acuerdo. 

Sabemos positivamente que a varios de nuestros obispos y sacerdotes les preocupa esa apropiación de los símbolos y espacios religiosos. Pero no hacen nada. Permanecen oficialmente mudos. Tienen miedo a significarse. Tienen miedo al escándalo. Callan...y otorgan.

Pero llegará el día en que tendrán que hacer algo porque el escándalo ya está en los corazones de muchos fieles. Muchos católicos están cansados de permanecer en silencio e indignados  mientras se ocupa la casa de Dios por quienes, vestidos de amarillo o de arco iris, pretenden destruirla.

Y de la misma forma que se ha dejado de lado la alabanza a Dios, también se ha dejado de lado la verdad, cambiándola por razonamientos humanos, doctrinas de hombres, de la misma manera que los fariseos habían dejado de lado la Palabra en los tiempos de Jesús (Mateo 15,7-9). Así como la alabanza a Dios se ha transformado en alabanza al hombre, la Palabra de Dios ha sido reemplazada por palabras de hombres

Algunos sacerdotes predican lo que algunos quieren escuchar y no lo que Dios quiere decir. Han convertido la casa de oración, el templo de Dios en una cueva de ladrones donde actúan equivocadamente, donde niegan el pecado, donde se cobijan teológicamente, donde garantizan su vanidosa seguridad humana, donde refuerzan sus falsas doctrinas, para vivir una fe a la medida de todos aquellos que quieren rebelarse.

Es muy triste comprobar la situación actual de algunas iglesias, donde no existe integridad ni verdad, donde se llama tolerancia a la cobardía, donde se blasfema sin pudor, donde se encubren pecados bajo una supuesta "misericorditis", donde existe connivencia con el Enemigo y donde cientos de ovejas se despeñan, siguiendo los consejos y enseñanzas de falsos pastores, lobos con piel de oveja.

Cuevas de ladrones tentados por la mundanidad que tratan de recomponer una nueva moral cristiana del siglo XXI, una fe de "sí, pero...", una Iglesia-Mundo que se adecue a los tiempos, un templo que de cabida a "mercaderes" que trafican con sus intereses.

Cuevas de ladrones tentados por el "buenismo" que prescinden de la doctrina de Cristo para dar paso a un "todo vale" si es por amor,  un "vive y deja vivir" que los define como "hacedores del bien", pendientes de lo externo, de lo superfluo, de lo efímero.

Cuevas de ladrones tentados por el "victimismo" que culpabilizan al justo y elevan a mártir al pecador, defienden a las minorías y atacan a las mayorías, se "andan por las ramas" sin profundizar en las raíces, realizan gestos y alardes de falsa espiritualidad pero juzgan a quienes se oponen a sus malas prácticas.

Cuevas de ladrones tentados por el "sentimentalismo" que mantienen a los creyentes en eternos "bebés espirituales", seducen con afectos vanos y superficiales para crear una comunidad ficticia basada en una imaginaria fragilidad que no avanza hacia ningún lugar y guiada por un hedonismo sensiblero.

domingo, 19 de abril de 2020

LA FE, AFECTADA Y MALENTENDIDA

Aprende cómo hacer ORACIÓN A JESÚS PARA EL TRABAJO de mi hijo
"Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, 
viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. 
Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa 
el que escucha la palabra 
y la acepta enseguida con alegría; 
pero no tiene raíces, es inconstante, 
y en cuanto viene una dificultad 
o persecución por la palabra, 
enseguida sucumbe. 
Lo sembrado entre abrojos significa 
el que escucha la palabra; 
pero los afanes de la vida 
y la seducción de las riquezas 
ahogan la palabra y se queda estéril. 
Lo sembrado en tierra buena significa 
el que escucha la palabra y la entiende; 
ese da fruto
y produce ciento o sesenta o treinta por uno."
(Mateo 13, 20-23)

En el capítulo 13 del Evangelio de Mateo, el apóstol desarrolla la parábola del sembrador y nos da la explicación de por qué Jesús nos habla muchas veces a través de ellas: "porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender...porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure" (Mateo 13,13).

"Miramos sin ver y oímos sin entender". Cristo nos vuelve a "regañar" (como a los dos de Emaús, a quienes llamó "necios" y "torpes") llamándonos "ciegos y sordos", porque no queremos entender. "Porque está embotado nuestro corazón". Porque no tenemos amor y humildad para convertirnos y dejar que Cristo nos sane.

Jesús, en toda su Palabra, desde el Génesis al Apocalipsis, nos está hablando a nosotros, su Iglesia. Nos invita a no tratar de interpretar la fe según nuestro criterio, a perseverar, a no mezclarla con las ideas "mundanas" ni a acomodarla nosotros. Nos avisa de los peligros tanto externos como internos y continuamente nos exhorta a la conversión y a la perseverancia. ¿Cómo? ¡Escuchando y entendiendo!

Sin embargo, parece que no escuchamos ni entendemos (o no queremos). Una y otra vez tratamos de actualizar la fe a nuestros tiempos, acomodarla a nuestras circunstancias y adaptarla a nuestros deseos. Prueba de ello, es una peligrosa tentación interna de la Iglesia de Occidente a la que podríamos denominar como la "fe del afecto"

Fe emotiva vs. Fe racional | UniversalEsta "fe afectada", mueve a algunos católicos a la exaltación de sentimientos intensos que derivan en una infantilización de la doctrina apostólica y de relevancia limitada para sus vidas.

El sen
timentalismo que, por desgracia, afecta a gran parte de la Iglesia tiene que ver con la disminución de la rigurosidad y de la claridad de la fe cristianaEl Dios plenamente revelado en Cristo es misericordioso, pero también es justo y claro en sus expectativas de nosotros porque nos toma en serio y con rigor. 

Muchos católicos han cedido a la cultura a la que el mundo occidental nos invita: a ser susceptibles a la emotividad, al sentimentalismo y a la corrección política. Eso es especialmente cierto cuando éstas conducen a transformar el cuerpo místico de Cristo en una ONG mundana sin trascendencia.

El significado de la fe cristiana ha derivado principalmente en esta afectación de la fe en términos de "quiero sentir lo que Dios hace por mí, por mi bienestar y por mis preocupaciones". Es la "fe del yo" que subordina la Verdad a sus estados emocionales, instrumentaliza a Dios y le quiere poner a su disposición.

Esta "fe afectada" trata de sumar esfuerzos que conduzcan a la degradación y distorsión de la fe verdadera de Dios. Por ejemplo: la búsqueda de un sacerdote o de una Iglesia que les "haga sentir bien" y a gusto o el cumplimiento de un servicio personalizado, sin demasiados compromisos, sin excesivas incomodidades. 

En definitiva, una fe que no discierne, que no distingue el bien y el mal, que no persevera...

Uno de los síntomas más comunes es el uso generalizado de un lenguaje alternativo con el que se pretende negar el pecado y reemplazar las palabras utilizadas por Cristo y sus apóstoles, por otras más "mundanas". Por ejemplo: se utiliza el ‘dolor’ o el ‘error’ para evitar decir ‘pecado’.

Otro síntoma es el juicio sumatorio a quienes defienden la doctrina verdadera y a quienes se tilda de "rigurosos", con el que se la pretende "descafeinar" toda la radicalidad que nos enseñó nuestro Señor, desoyendo la invitación de Jesús a transformar nuestras vidas, abrazando la integridad de la verdad, para colocarse en una cómoda tibieza de "cada uno tiene su propia verdad".

Otro es la omisión de la corrección fraterna, que no debe ser expresada ni siquiera en privado, con el objetivo de no herir los sentimientos de alguien, murmurando "¿quien soy yo para juzgar?", animando "a hacer lo que sientas que es mejor" y desoyendo la indicación de Jesús: "Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano" (Mateo 18,15).
Անառակաբարո գործողություններ ...
Otro es la negación del castigo divino con el que pretenden diseñar un nuevo Dios "blando" y "permisivo", invitando a "ser fiel a uno mismo" y obviar la Palabra de Dios cuando nos muestra la expulsión de Adán y Eva del paraíso, el diluvio universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra o la de Satanás en el fuego eterno.

Otro es la negación del infierno para aquellos que mueren sin arrepentirse, animando a no tener miedo porque la misericordia de Dios les garantiza el cielo, hagan lo que hagan, pase lo que pase. No escuchan los gran cantidad de pasajes en los que Jesús habla de los que no heredarán el Reino de los Cielos (1 Corintios 6,9; Mateo 5,28-29; Mateo 7,13-14; Mateo 7,20-23; Mateo 13,41-42; Mateo 24,36-44; Mateo 25,10-13; Marcos 16,15-16; Lucas 21,34- 36; Juan 8,21-24; Apocalipsis 22,12-16).

La solución a est
e problema no pasa por rebajar la importancia de las emociones, afectos o sentimientos, puesto que corresponden a nuestra naturaleza humana, sino de integrarlos en una vivencia auténtica y coherente de la fe cristiana y la razón humana, según la voluntad de Dios, no de la nuestra.

La fe no es algo que dependa de los sentimientos 
sino una actitud responsable y razonada.

La fe no es una opinión personal subjetiva 
sino que nace de la acción de Dios en nosotros.

La fe no es una costumbre o tradición 
sino una decisión personal de cada uno.

La fe no es una receta moral 
sino amor a Dios y compromiso.

La fe no es un “tranquilizante” para los momentos difíciles 
sino un estímulo para vivirlos con coherencia.

sábado, 18 de abril de 2020

DELIRIOS DE INDEPENDENCIA

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"Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. 
Si alguien escucha mi voz y abre la puerta,
 entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo."
(Ap 3,20)

Me apasiona leer y escuchar al Cardenal Robert Sarah. Le conocí personalmente el año pasado y puedo afirmar con rotundidad que es un hombre santo, un hombre de Dios. Por ello, siempre medito atentamente sus palabras y reflexiones, para hacerlas mías. En relación a la situación actual, Sarah habla sobre el rechazo del hombre a ser dependiente a Dios.

Nuestra naturaleza humana se vio gravemente dañada por el pecado original. Una gran mancha nos sumió en la oscuridad y en la tiniebla, en el caos y la confusión, en la enfermedad y la muerte.

El gran pecado del hombre ha sido siempre, desde el inicio, el rechazo a la dependencia. Y más grave aún, a una dependencia de amor. El hombre se ha rebelado contra su filiación divina y ha preferido elegir libremente un individualidad radical. El hombre siempre ha querido ser como Dios. Mejor dicho, siempre ha querido ser Dios.

Sin embargo, su delirio materialista que le hacía creerse todopoderoso, su ilusorio bienestar que le hacía sentirse seguro de sí mismo, su inane orgullo que le hacía creerse invulnerable y su insano hedonismo que le hacía sentirse satisfecho... se han desmoronado.

Un virus microscópico, silencioso y desconocido ha confinado en casa al hombre orgulloso y engreído, que se contemplaba a sí mismo, enardecido por su rebeldía. Ha puesto de rodillas al hombre vacío e intrascendente, que se adoraba a sí mismo, satisfecho de su prolongado deicidio. Ha postrado en la cama al hombre lujurioso y lascivo que se complacía a sí mismo, ebrio de su constante obscenidad. Ha sepultado en una fosa de desolación al hombre ufano y vanidoso que se henchía a sí mismo, saciado de su persistente egoísmo.

El hombre, como hicieron nuestros primeros padres Adán y Eva hace miles de años, ha seguido prefiriendo comer del árbol de la independencia y de la libertad. 

El hombre ha negado su sometimiento a las leyes naturales, su acatamiento a las leyes morales, su dependencia de los vínculos familiares y sociales, y lo más trascendental, su sumisión a Dios. 

Radicalidad y Resistencia: LA RAIZ DEL PECADO: DECLARAR ...El hombre ha querido concebirse, "crearse" a sí mismo sin depender de nadie, sin pertenecer a una herencia o una filiación. Ha decidido ser libre e independiente.  

Y le ha llegado la muerte física. Y lo que es peor, la muerte espiritual.

De súbito, su desnudez ha quedado al descubierto por el virus. Quizás, ha silenciado parte de su rebeldía y se ha escondido (confinado) cuando ha escuchado una Voz que le ha preguntado: ¿dónde estás? ¿quién te ha dicho que estás desnudo? ¿qué has hecho? ¿es que has comido del árbol prohibido?

Al comer del árbol de la libertad, el ser humano ha tomado conciencia de la muerte, de que realmente existe, de que no es algo lejano o que hay que ocultar. Su prioridades anteriores han quedado en un segundo plano y... se esconde, consciente de que ya nada volverá a ser como antes...

Al comer del árbol del conocimiento, el ser humano ha tomado conciencia de cuán infundado, fútil e inconsistente era su deseo de sabiduría y su anhelo de autonomía, de cuán frágil, débil y vulnerable es su naturaleza, alejado e independizado de su Creador...

Cuando todo se cae y se muestra la desnudez, el ser humano se queda solo, aislado y asustado. Descubre, entonces, que depende de otros, que existen unos lazos invisibles que le unen con otros y le conectan a través del matrimonio, familia, amigos, sociedad, país, mundo. Descubre que está sujeto a unas leyes dictadas por Alguien superior.

La cuestión es... ¿se excusará y culpará a otro de sus faltas, como hicieron Adán y Eva? o ¿volverá la mirada a Dios y le pedirá perdón por sus culpas? ¿hablará con Dios?

Renunciar a la evidencia de que somos el resultado de un deseo amoroso de Dios, hará que toda esta situación sea mucho más dura y sin sentido. 


Negar la certeza de que Dios es amor y que no es indiferente a nuestro sufrimiento, hará que caigamos en la desesperación.

Apartar nuestra mirada de un Dios dispuesto a perdonar, hará que no encontremos la solución que necesitamos hallar.


Dios, que se compadece de nuestra vulnerabilidad, nos mira como un padre mira a un hijo que sufre, y se inclina hacia nosotros para abrazarnos con su misericordia.

Jamás abandona a un hijo suyo, aunque le haya dado la espalda. Si es preciso, deja a todos y sale al encuentro del perdido. Si le ve volver, deja todo y sale corriendo a abrazarle.

Ha quedado demostrado que el hombre no puede ampararse en la falsa libertad que nos ofrece el Tentador. El consumismo descontrolado, el falso bienestar basado en el materialismo, los intereses egoístas y los placeres individuales no son sino una dependencia de Aquel mal amo que nos hace esclavos y que nunca nos hará libres.

El Mentiroso, aquel que aseveró "Non serviam", nos ha confundido y engañado, ofreciéndonos su malévola quimera con mentiras como "hay más felicidad en ser servido que en servir", o "es mejor ser un lobo que una oveja", o "comiendo del árbol no moriréis sino que llegaréis a ser como Dios."

Sin embargo, de improvisto, en este momento de prueba hemos dejado de idolatrar a los "lobos" a quienes servir, para admirar y aplaudir a las "ovejas", los que sirven, a los "héroes de la puerta de al lado", "a los que dan la vida por los demás."


Imagen relacionadaDetrás de todos ellos, es Cristo quien se nos aparece en ellos, en su servicio, en su dedicación. Está de pie, llamando a nuestra puerta.

Dios no es una cuestión íntima, no es una convicción privada. Dios es de todos y para todos.

¿Qué haré? ¿seguiré buscando mi libertad aún a costa de mi propia vida? ¿volveré a caer en los mismos errores? 
¿seguiré comiendo el árbol prohibido u optaré por alimentarme del árbol de la vida? ¿seguiré poniendo excusas y culpando a otro o adoptaré una actitud de arrepentimiento, abandono y escucha a Dios? ¿le abriré la puerta de mi corazón?

Todo depende del uso que haga de mi libertad. Aquella a la que Dios, por amor, ha querido someterse.

"De la oración nacerá la unidad, surgirá la verdad"
(Cardenal Robert Sarah)