jueves, 26 de noviembre de 2015

HÉROES DEL AMOR RESTAURADO


"Morir de amor es morir por dentro, 
quedarme sin tu luz, perderte en un momento...
¿Cómo decirte que lo siento, que tu ausencia es mi dolor, 
que yo, sin tu amor me muero"

Morir de amor, Miguel Bosé, 1980


Hubo un tiempo en que no me sentía llamado a nada ni por nadie. Mi vida no era ni mucho menos plena, se basaba en una continua pero estéril búsqueda, sin horizonte, sin propósito, en una queja constante, en un "sin vivir" vacío. Eso no era "vida", ahora lo sé.

Comencé a vivir de verdad cuando mi Padre me vio llegar de lejos con la cabeza agachada, me tendió sus brazos amorosos y me besó, perdonó todos mis desordenes sin reproche, me acogió en su casa "haciendo fiesta" y me devolvió mi dignidad de hijo suyo.

Me brindó su casa y su familia para descansar, no para acomodarme ni para llevar una vida plácida, sin más. Primero me acogió, me sanó y me restauró. Ahora me pide todo lo que sabe que puedo dar, y me dice cómo y dónde darlo.

Su petición es una llamada a ser discípulo suyo en mi propia realidad, a ser apóstol en mis circunstancias, a ser misionero en mi camino. El campo de siembra es un espacio multifocal que se desarrolla en mi propia casa, en mi familia, en mi matrimonio, en mi círculo de amigos, en mi ambiente laboral o en mi vecindad.

La plenitud de mi vida no depende de la dificultad  de las circunstancias o la complejidad de los problemas a los que me enfrente, sino de mi actitud interior, derivada de un amor infinito, seguramente inmerecido, pero por el que me entrego por completo, con sumisión y obediencia, diciéndole a Dios que sí a todo y en todo momento, rogándole: cúmplase tu voluntad, no la mía.

Mi ministerio consiste en dar sin esperar, en servir a otros hasta que duela, en ser pequeño, incluso en ser el último, en despojarme de toda arrogancia y vanidad.

Mi servicio busca pasar desapercibido, no busca reconocimiento, huye del mérito propio y no lleva cuenta del esfuerzo ni deja espacio a la queja. 

Mi labor sigue el ejemplo de Aquel que me amó primero, de Aquel que murió y resucitó por mi, de Aquel que vino a servir y no a ser servido, de Aquel a quien ahora conozco personalmente y a quien no puedo dejar de dar gracias y amar.

Amar y servir son las prioridades en mi vida. Todo lo demás, me viene por añadidura. ¿Quién puede cansarse de dar amor? ¿Quién puede vivir sin servir?¿sin amar?