jueves, 28 de febrero de 2019

EL ANTES, EL DURANTE Y EL DESPUÉS DE UN RETIRO


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"Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré." 
(Mateo 11, 28)

Anunciar y proclamar a Dios es la misión de todo católico. La evangelización es el mandato de Jesucristo a sus discípulos y la razón de ser de la Iglesia y por ello, a lo largo de toda su historia, ha cambiado la vida de millones de personas evangelizando "hasta los confines del mundo", anunciando a Jesucristo y proclamando su mensaje de amor y salvación.

Sin embargo, el anuncio de este acontecimiento, de esta gran noticia, se ha
 descuidado en los últimos tiempos. A veces, porque se anuncia sin ganas; otras, sin saber bien qué se anuncia; y casi siempre, sin conocer lo que implica.

Quizás por eso, hay momentos en la vida en que es necesario pararse para lograr un nuevo despertar o fortalecimiento de nuestra fe y encauzar nuestro camino, hacia un encuentro con nuestro Señor.

Son momentos en los tomamos consciencia de nuestras necesidades espirituales, en los que nuestros ojos miran al cielo y nuestra existencia se funde con la de Dios. Es cuando nos encontramos a Dios, le reconocemos y compartimos la mesa.

Muchas veces vamos por la vida a todo tren, como "pollos descabezados". Nos vemos arrastrados de un lado para otro por las situaciones y las circunstancias. ¡Siempre con prisas! ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida?... ¡Alto! Necesitamos quietud, silencio, escucha, paz y vida interior intensa. 

El sentido de un retiro es pararse a pensar con calma en lo importante, mirar primero hacia el cielo, encontrar a Dios, para volver la mirada hacia el suelo y poner un poco de orden en las ideas. Familia, trabajo, vida, amistades... ¿Está todo en su sitio? ¿Tenemos que cambiar algún aspecto de nuestra vida?

Un retiro hace realidad ese "milagro" de un encuentro íntimo con Dios, proponiéndonos esa pausa que necesitamos en el "ruido diario", para encontrar un momento de descanso y paz, para conocerse a uno mismo y conocer lo que Dios quiere decirnosPara lograrlo, trato de tener en cuenta varias cosas:

Antes de un retiro

La evangelización nunca depende de mi esfuerzo humano. Tampoco un retiro se basa en un desenfrenado activismo que me mantiene demasiado ocupado como para no poder rezar antes. Porque todo es obra de Dios“Muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria…” (Lucas 10, 38).  

Debo tener en cuenta, como dice la encíclica Evangelii Gaudium, que "Jesús es el primero y más grande evangelizador". Y aunque, por puro amor, Dios quiere hacerme partícipe de su obra salvífica y me pide una entrega generosa y desinteresada, no debo caer en el error de entenderlo como un acto heroico y personal o como una necesidad que tiene Dios de mí. La obra es suya, a pesar de que me llama a colaborar con Él. 

Imagen relacionadaNo obstante, saber que todo es obra de Dios no puede servirme como excusa para no hacer nada. A veces, incluso apelo al ¡Me encomiendo a Dios! o ¡Dios proveerá!. Sin embargo, esta también es una actitud incorrecta que me coloca siempre en una zona de confort egoísta y perezosa

Por supuesto que Dios proveerá. De hecho, ya lo hizo cuando me regaló capacidades y talentos, corazón y voluntad para contribuir a su obra. Pero, debo tener mucho cuidado para que no me pase lo que al siervo que enterró sus talentos (Mateo 25, 14). Debo ponerme manos a la obra porque Dios no obra en mi pasividad, sino en mi actividad. 

Todo retiro debe empezar siempre por la oración, que es el medio por el cual Dios actúa, dándonos la fuerza y la capacidad para obrar cuando se la pedimos. Recordemos lo que decía de San Agustín: “Dame, Señor, lo que me pides, y pídeme lo que quieras”.

Tras la oración, debo tener una conversión personal, una adecuada formación y sobre todo, una relación personal e íntima con Jesús, es decir, vida interior. Sólo así es posible evangelizar. Sólo así es posible poder compartirle con otros.

Si mi corazón no arde por el amor de Dios en mi vida, no podré hacer que el corazón de otros se incendie. Como dice el Papa Francisco: “Si en nuestro corazón no existe el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros, pobres pecadores, enardecer el corazón de los demás?” (Homilía 13 Septiembre 2013).

Imagen relacionadaOtro gran error, es la falta de coherencia: decir una cosa y hacer otra. Sin un testimonio de vida coherente, no puedo evangelizar. La evangelización exige una vida coherente. Sin coherencia de vida, el mensaje no sólo no es creíble o no llega, sino que incluso genera rechazo. Y, sobre todo, si no me dejo guiar por la gracia de Dios, no podré ser nunca luz del mundo.

Desde luego, ninguno somos perfectos cristianos (yo, tampoco) pero no se trata de cuidar las apariencias como fariseos y llevar una doble vida como sepulcros blanqueados. Se trata de ser auténtico, de mostrarme sin doblez, sin máscaras, de ser sincero con Dios, conmigo mismo y con los demás. 

Durante un retiro

Además de todo lo anterior, durante el retiro es necesario ser cuidadosos para que, tanto servidores como líderes, seamos capaces de llevar a las personas a un encuentro real con Jesús.

Si soy servidor, debo:

Resultado de imagen de servidor y lider- Lo primero, orar para dejar que Dios me suscite lo que quiere de mí y abandonarme en sus manos, para servirle como Él quiere, en lugar de como a mí me apetece.

-Servir con alegría, en lugar de hacerlo  con "cara de acelga", a desgana o con "peros".

Acoger, escuchar y ayudar a todos los demás, en lugar de intentar "convencer" o "contar mi película".

-Ponerme a disposición de los demás con obediencia y humildad.

Si doy testimonio, debo:

- Exponer mi mensaje de una forma sencilla, clara y cercana, desde el corazón, con valentía y con fuerza, en lugar hacerlo de forma aburrida y tediosa, leyendo en exceso, o relatando sólo hechos… 

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- Testimoniar cómo Dios ha obrado y obra en mi vida, en lugar de hablar de otros temas o "enrollarme" demasiado.

- Proclamar y servir a Di
os con mi ejemplo de vida, con mi testimonio personal.

- No ser demasiado elevado o demasiado infantil, con lo que solamente busque hacer llorar o hacer reír.

- Enfocarme sólo en anunciar y participar en el plan de Dios, en lugar de buscar la aprobación o el beneplácito de mi audiencia.

- Tener muy presente que tanto el contenido (el qué) como la manera de decirlo (el cómo) tienen una importancia vital para llegar a los corazones de quienes me escuchan.



Si soy líder, debo:

- Orar cualquier decisión o dificultad y ponerme a disposición de la gracia.

Resultado de imagen de liderar-Estar más pendiente del amor con el que hago todo en lugar de preocupados en cómo se deben hacer las cosas.

- Liderar con caridad, con generosidad y humildad.

- Escuchar atentamente, acoger a todos con sinceridad y honestidad, tanto hacia los servidores como a los asistentes.

- Considerarme el primero y el último de los servidores.


Después del Retiro

Tras el retiro, no podemos bajar la guardiaDebemos seguir acogiendo y acompañando a las personas que se han encontrado con Dios. Toda la gracia derramada en un retiro puede echarse a perder una vez que haya concluido, si pensamos que el fin último es el retiro.

Es importante dar
 seguimiento al retiro. Si lo vivido en el retiro no arraiga, se seca. Recordemos la parábola del sembrador (Mateo 13, 1-9). Nuestro servicio al Señor incluye el llamado al crecimiento y madurez en la fe, según nos dice la Escritura: "enseñándoles a observar todo lo que os he mandado" (Mateo 28,20).
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Por tanto, mi servicio a Dios antes, durante y después de un retiro debe estar dirigido también a construir un camino de formación y de maduraciónPor eso, debo tomarme muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene para ella. (Evangelii Gaudium, No. 160).

También,
es debo dar a conocer las dificultades que nos vamos a encontrar al salir de un retiro y mostrar cómo perseverar. El mundo sigue girando y los problemas no se han esfumado después de un retiro. Siguen ahí pero debemos tener presente y explicarles a los demás que Dios está con nosotros siempre, y eso es lo que hace la diferencia de una nueva vida con los problemas del mundo: “Sólo el que persevere hasta el fin se salvará” (Mateo 10,22).

Como conclusión, a mi me ayuda mucho tener muy presente un pensamiento que me acompaña siempre que sirvo a Dios y a los demás: "Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los que elige".

No obstante,
 Dios también quiere que seamos responsables con la tarea que nos encarga. Nos invita a cooperar con Él y dar lo mejor de nosotros para poder compartir este regalo con los demás, con la alegría y toda la fuerza que viene de su Espíritu Santo que nos impulsa ( 1 Juan 1, 1).


lunes, 18 de febrero de 2019

ESCUCHANDO LA VOZ DE DIOS

"Mis ovejas escuchan mi voz. 
Yo las conozco y ellas me siguen" 
(Juan 10, 27)

Escuchar a Dios en nuestra vida no es nada fácil. En nuestra cotidianidad existe mucho ruido, mucha perturbación que nos impide estar atentos. 

Escuchar Su voz requiere, ante todo, ser ovejas suyas, ser parte de su rebaño, de su Iglesia. Escuchar a Dios exige fe. Y esfuerzo.

A Dios le escuchamos en la oración, en la Adoración y en la Eucaristía, a través de la Palabra. Pero no necesariamente es siempre así. Si aprendemos a escuchar su voz en nuestra vida, en nuestro entorno, en nuestros seres queridos, en las personas y situaciones que nos encontramos, podremos tener la seguridad de que también escucharemos su voluntad, el amor que nos tiene y cómo nos cuida.

Pero lo maravilloso es que Dios no sólo existe, sino que interviene en nuestras vidas de múltiples maneras: a través de situaciones, personas y circunstancias. Pero es necesario que seamos sensibles a Su voz, tener todos nuestros sentidos abiertos a Él, abrir nuestros ojos y oídos a sus inspiraciones y susurros. 

Dios, a través de su Espíritu Santo, nos revela continuamente sus planes, sus deseos y sus propósitos para nuestra vida. Desea comunicarse en cada momento con nosotros a través de su creación. Y para ello, lo primero que hay que hacer es ser receptivo para escuchar y sensible, para después, discernir y entender lo que nos quiere decir, que no siempre es fácil, pero puede entrenarse.

¿Qué necesito para escuchar la voz de Dios?

En primer lugar, para escuchar la voz de Dios, necesitamos un corazón abierto y humilde:"Me buscaréis y me hallaréis, porque me habréis buscado de todo corazón. Yo me dejaré encontrar por vosotros" (Jeremías 29, 13-14).

Resultado de imagen de riposa in paceEn segundo lugar, necesitamos hacer silencio exterior. Debemos ponernos en situación, es decir, buscar el silencio del cuerpo y para ello, evitar los "ruidos exteriores".

Es muy difícil (yo diría que imposible) escuchar a Dios si estamos en un estado o en un ambiente agitado, ruidoso y disperso: "Tú, cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está presente en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mateo 6, 6). 

Es, por tanto, imprescindible mantenernos sosegados, serenos, tranquilos y en paz.

En tercer lugar, y una vez conseguido el silencio exterior, necesitamos hacer silencio interior, debemos buscar el silencio del alma para encontrarnos con el Señor. Debemos aprender a reconocer y superar los "ruidos interiores” silenciosos y sutiles que se encuentran en la profundidad de nuestro corazón y que nos impiden "conectar" con Dios.

¿Qué me impide escuchar la voz de Dios?

Los ruidos interiores que me impiden escuchar la voz de Dios son:

Odio. Si mi corazón está lleno de odio hacia otros, la comunicación con Dios se hace inviable: “Todo el que aborrece a su hermano es un asesino” (1 Juan 3, 15).

Reproche. Si mi corazón está lleno de reproches a Dios por lo malo que me pasa o por lo que veo, me distancia de nuestro Señor y elimina toda posibilidad de diálogo con Él. "He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con galeras, has hecho matar para él el becerro gordo" (Lucas 15, 29-30)

Resultado de imagen de ruido interiorRencor. El resentimiento por algo o contra alguien daña mi salud física y psicológica. Si mi corazón no esta reconciliado con Dios o con mis hermanos, no existe "cobertura" para escucharle: "Por tanto, si al llevar tu ofrenda al altar te recuerdas allí que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y vete antes a reconciliarte con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda"(Mateo 5, 23-24).

Orgullo. Si mi corazón alberga cualquier tipo de egoísmo o exceso de amor propio, jamás estará necesitado de Dios, por lo que no estaré interesado en escucharle. "Los soberbios no resisten delante de tus ojos, aborreces a todos los malhechores" (Salmo 5,6).

Envidia. Si mi corazón es envidioso, negará toda acción de Dios en mi propia vida y creará tensión entre Él y yo. "No tengas envidia de los pecadores, antes bien, teme siempre al Señor" (Proverbios 23, 17)

Miedo. Si mi corazón está atemorizado, me impedirá confiar en Dios y en su providencia. Incluso me hará creer que no le importo. "No temas, porque yo estoy contigo; no te asustes, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerza, soy tu auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa" (Isaías 41, 10).

Inquietud. Si mi corazón está sumergido en la preocupación y en la angustia exageradas, si me mantiene ensimismado en mis cosas, toda mi atención desaparecerá y me impedirá acercarme a Dios. "No os inquietéis por cosa alguna, sino más bien en toda oración y plegaria presentad al Señor vuestras necesidades con acción de gracias" (Filipenses 4, 6).

Resultado de imagen de ruido interiorDebilidad. Si mi corazón se instala en la impotencia, si creeo que no es posible la conversación con Dios, o que es ineficaz o inútil, si no sé qué hacer o decir, seguramente prefiera no escuchar ni hablar con Dios. "Mi cuerpo y mi corazón ya languidecen; el sostén de mi corazón, mi patrimonio, es Dios por siempre" (Salmo 73, 26).

Pecado. Si no estoy en gracia, o si me encuentro acomodado o complacido en el pecado, será imposible sintonizar con Dios porque estaré muy alejado de Él. Y cuando uno está alejado de alguien, ni puede escucharle ni puede hablarle. "Si decimos: No tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: No hemos pecado, le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros" (1 Juan 1, 8-10).

Mundanidad. Si mi corazón está inclinado o amoldado a la mentalidad del mundo, a sus anhelos y a sus frivolidades, será inviable prestar atención a Dios, pues todo ello acaparará mi atención y hará que considere la comunicación con Dios como algo no prioritario en mi vida. "No atesoréis en la tierra, donde la polilla y el orín corroen y donde los ladrones socavan y roban. Atesorad, más bien, en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen, ni los ladrones socavan ni roban; porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón" (Mateo 6, 19-21).

Nostalgia. Si mi corazón está anclado en los errores o circunstancias del pasado en lugar de ver mi destino final futuro, me será imposible mantener una relación o una experiencia con Dios. "El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios" (Lucas 9, 62).

Sentimentalismo. Si mi corazón está ensordecido con el ruido de las fantasías, los sentimientos y la imaginación desbordada, seré incapaz de escuchar la voz de Dios. "Ansiedad en el corazón deprime al hombre, pero una palabra buena le causa alegría" (Proverbios 12, 26).

¿Cómo sé si lo que escucho es la voz de Dios?

Si lo que escucho, me despierta y me saca de la mediocridad, si me compromete y complica mi vida, pero la llena y da sentido..., es voz de Dios.

Resultado de imagen de voz de diosSi me hace salir de mi zona de confort y me lanza al mundo entero..., es voz de Dios.

Si me llama al servicio, al amor, a la generosidad, a la valentía..., es voz de Dios.

Si me invita a ser profundamente feliz y a hacer felices a los demás... si habla el lenguaje de la confianza..., es voz de Dios. 

Si me descubre mi pequeñez, mi realidad, mi pobreza ("Solo no puedo", "No soy capaz"), pero que todo lo que puedo con su ayuda..., es voz de Dios. 

Si me libera de la esclavitud de mis cosas, de mis egoísmos, de mis mismo; si rompe mis planes (como se los cambió a la Virgen Santísima)..., es voz de Dios. 

Si me hace permanecer en este mundo como levadura, sal, luz..., es voz de Dios. 

Si me invita a acercarme, a estar y a sentir a los más pobres, a dar vida, alegría, esperanza, plenitud, sentido..., es voz de Dios. 

Resultado de imagen de voz de diosSi no me avasalla, si no me presiona, si no me llena de planes, sino que, en ocasiones, calla y hace silencio invitándome a la reflexión, a la búsqueda humilde y a la oración paciente.... es voz de Dios. 

Si me invita a centrarme en Cristo, a seguirlo, a convivir con Él, a ser su amigo..., es voz de Dios. 

Si no puedo sacármelo de la cabeza, si le veo en cualquier situación, circunstancia o persona..., es voz de Dios. 

Si me invita a extender su Reino, a mejorar el mundo, a hacerlo más humano, a anunciar a Cristo y su Buena Nueva, y no a mi mismo..., es voz de Dios. 

Si soy más feliz escuchando y siguiendo su llamada..., es voz de Dios.


domingo, 17 de febrero de 2019

EL SIGNO DE CANÁ

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"Tres días después hubo una boda en Caná de Galilea, 
en la que estaba la madre de Jesús. 
Invitaron también a la boda a Jesús y a sus discípulos. 
Se terminó el vino, y la madre de Jesús le dijo: 'No tienen vino'. 
Jesús le contestó: '¿A ti y a mí qué, mujer? Mi hora todavía no ha llegado'. 
Su madre dijo a los sirvientes: 'Haced lo que él os diga'. 
Había allí seis tinajas de piedra de unos cien litros cada una 
para los ritos de purificación de los judíos. 
Jesús les dijo: 'Llenad de agua las tinajas'. Y las llenaron hasta arriba.
Añadió: 'Sacad ahora y llevárselo al maestresala'. Y se lo llevaron. 
Tan pronto como el maestresala probó el agua convertida en vino
 (sin saber de dónde era, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), 
llamó al novio y le dijo: 'Todos sirven primero el vino mejor; 
y cuando se ha bebido en abundancia, el peor. 
Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora'. 
Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus milagros, 
manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él."
(Juan 2, 1-11)

Hoy, recordaba el Evangelio de San Juan donde, el apóstol narra el primer signo portentoso de Jesucristo, su primer milagro: la conversión del agua en vino. 

El comienzo de la vida pública de Jesús acontece en una fiesta de bodas, momento de mucha alegría y de mucha esperanza. En la Biblia, el matrimonio es la imagen que simboliza la realización de la perfecta unión entre Dios y su pueblo. 

Por tanto, las bodas Bodas de Caná contienen un gran significado simbólico: el amor esponsal de Dios. Simbolizan que Jesús es el verdadero esposo que llega portando un vino excelente y abundante. Estas bodas definitivas están descritas con bellas imágenes en Apocalipsis 19,7-8; 21,1; 22,5.

Para descubrir la dimensión más profunda sobre el misterio de la persona y/o del mensaje de Jesús en las Bodas de Caná, San Juan se centra especialmente en las actitudes/comportamientos de las personas, y sobre la falta/abundancia que aparecen en la escena. 

Nos narra los hechos de la vida de Jesús haciendo, al mismo tiempo, una fotografía (los hechos en sí, tal como aparecen delante de nuestros ojos) y una radiografía (la dimensión simbólica, invisible a nuestros ojos, que la fe nos revela):

Juan 2, 1-2: Fiesta de bodas. María presente, Jesús invitado.

FotografíaPara los judíos del Antiguo Testamento, una boda simbolizaba el amor de Dios a su pueblo y la esperanza de un futuro. La Madre de Jesús se encontraba en la fiesta. Jesús y sus discípulos eran invitados.
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Radiografía: Dios comienza y termina todo con una fiesta en la que María y Jesús, junto a todos los santos, están siempre presentes. La Madre de Jesús es parte de la fiesta. 

María simboliza el Viejo Testamento y con su actitud, ayudará al paso del Viejo al Nuevo Testamento.

Jesús y sus discípulos no son parte de la fiesta, no forman parte del Viejo Testamento. Junto a sus discípulos, Jesucristo es el Nuevo Testamento, que está llegando. 

Juan 2,3-5: Jesús y su Madre ante la falta del vino.

Fotografía: En el momento más álgido y alegre de la fiesta, se termina el vino. La Madre de Jesús reconoce sus límites (los del Antiguo Testamento) y toma la iniciativa para que se manifieste Jesús (el Nuevo Testamento). Se acerca a Jesús y constata un hecho: ¡No tienen vino!
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La Madre de Jesús, atenta siempre a las necesidades de sus hijos, se da cuenta de que la falta de vino arruinaría la fiesta. Por eso, se lo dice a su Hijo.

Radiografía: Es entonces cuando se nos revela la profunda relación entre el Antiguo Testamento (la Madre de Jesús) y el Nuevo Testamento (Jesús).

La frase ¡No tienen vino! proviene de la necesidad del Antiguo Testamento y propicia el nacimiento del Nuevo. Jesús contesta de un modo que parece "arisco", como si no fuera con ellos esa necesidad, como si no fuera de su incumbencia: "Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti?". Sin embargo, se refiere a cuál es el nexo de unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Jesús dice: "Todavía no ha llegado mi hora" y su Madre, lejos de entender la respuesta como una negativa, comprende que antes de ofrecer su sangre por los "invitados", hay tarea que hacer. Por eso les dice: "Haced lo que él os diga".

Jesús muestra que su hora, que da paso del Antiguo al Nuevo Testamento es su pasión, muerte y resurrección. El milagro de la conversión del agua en vino es un símbolo anticipado del Nuevo Testamento.

Juan 2,6: Las tinajas de la purificación estaban vacías.

Resultado de imagen de las bodas de canaFotografía: Se trata de un pequeño detalle, muy significativo. Las tinajas solían estar siempre llenas, sobre todo durante una fiesta. ¡Aquí están vacías! ¿Por qué? 

Radiografía: La observancia de la ley de la pureza, simbolizada en las seis tinajas, ha agotado todas sus posibilidades. 

La antigua ley ha conseguido ya preparar a la gente a poder estar en unión de gracia y de justificación delante de Dios. ¡Las tinajas, la antigua alianza, están vacías! Están agotadas. Ya no pueden generar una vida nueva.

Juan 2,7-8: Jesús y los sirvientes.

Fotografía:  La recomendación de la Madre de Jesús a los sirvientes es la última gran orden del Antiguo Testamento: “¡Haced lo que Él os diga!” 
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Radiografía: El Viejo Testamento mira a Jesús. De ahora en adelante, las palabras y los gestos de Jesús marcarán la voluntad de Dios. Jesús llama a los sirvientes y les ordena verter agua en las seis tinajas. ¡En total, más de seiscientos litros! 

Luego, ordena sacar y llevar las tinajas al maestresala. 

Esta iniciativa de Jesús sucede sin que los dueños de la fiesta intervengan. Ni Jesús, ni su Madre, ni los sirvientes eran los dueños obviamente. Ninguno de ellos fue a pedir permiso a los dueños.

Juan 2,9-10: Descubrimiento del signo por parte del dueño de la casa

Imagen relacionadaFotografía: El maestresala prueba el agua transformada en vino y dice al esposo: “Todos sirven al principio el vino bueno. Tú, sin embargo, has conservado hasta ahora el vino bueno!” 

Radiografía: El maestresala, el Antiguo Testamento, reconoce públicamente que el Nuevo es mejor. Donde antes había agua para los ritos de la purificación de los judíos, ahora hay vino abundante para la fiesta. ¡Mucho vino! ¡Más de seiscientos litros, y la fiesta estaba terminando! 

¿Cuál es el sentido de esta abundancia? ¿Qué pasa con el vino sobrante? ¡Lo estamos bebiendo hasta hoy!

Juan 2,11: Comentario del evangelista.

Fotografía: En el Cuarto Evangelio, el primer milagro se produce para ayudar en la reconstrucción de la familia de Dios, del pueblo, de la comunidad, para restablecer las relaciones entre las personas. A éste, le seguirán otros signos. 
Radiografía: Juan no usa la palabra milagro, sino la palabra signo. La palabra signo indica que las acciones de Jesús en favor de las personas tienen un valor profundo, que sólo se descubre con los ojos (rayos-x) de la fe. 

La pequeña comunidad que se ha formado en torno a Jesús aquella semana, viendo el signo, estaba ya preparada para percibir el significado más profundo: “Vieron su gloria y creyeron en Él”.

miércoles, 13 de febrero de 2019

EL USO MAGISTRAL DE LAS PARÁBOLAS


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"Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; 
al sembrar, algo cayó al borde del camino, 
vinieron los pájaros y se lo comieron. 
Otra parte cayó en terreno pedregoso, 
donde apenas tenía tierra; 
como la tierra no era profunda, brotó enseguida; 
pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. 
Otra parte cayó entre abrojos;
 los abrojos crecieron, la ahogaron, y no dio grano. 
El resto cayó en tierra buena: 
nació, creció y dio grano; 
y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno'.
Y añadió:El que tenga oídos para oír, que oiga".
(Marcos 4, 3-23)

Reconozco que me fascina la forma de enseñar de Jesús. Nos instruye con autoridad, de forma sencilla y directa, y a veces, de manera enigmática y provocativa. La más habitual es a través de parábolas.

Utilizando parábolas, Cristo compara cosas conocidas de nuestra vida y visibles a nuestros ojos, para explicarnos las cosas invisibles y para que comprendamos más fácilmente las cosas desconocidas del Reino de Dios.

El uso magistral que Jesús hace con las parábolas nos llevan a darnos cuenta de que no dicen todo inmediatamente ni completamente, es decir, que revelan y esconden a la vez. De esta manera, nos mueve a pensar y a descubrir su significado desde nuestra propia experiencia, suscitando en nosotros la creatividad y la participación. 

Hoy quiero detenerme a meditar sobre la parábola del sembrador. En palabras del propio Jesucristo, la parábola revela a “los de dentro”, a los que aceptan a Jesús, a sus discípulos. Por eso, comienza diciendo: Escuchad!" y termina diciendo: ¡El que tenga oído para oír, que oiga”! (Marcos 4,3).  El camino para llegar a comprender la parábola es la búsqueda: “¡Tratad de entender!” 

En esta parábola, Jesús se muestra enigmático y provocador. Parece darnos a entender que aunque Él está enseñándonos, no quiere que aprendamos; aunque estamos escuchando no quiere que le entendamos; aunque estamos mirando, no quiere que veamos...

Y es que Jesús, en cierto modo, nos "provoca", nos "pone en juego", nos "mueve a la acción", nos interpela. La enorme maestría con la que las utiliza nos ayuda a intuir el camino que Él mismo traza. Sólo si abrimos nuestro corazón a Dios, tendremos “oídos para oír” y "ojos para ver". Si nos cerramos en nosotros mismos, nuestro esfuerzo por entender y por ver será inútil…
Cuando Jesús nos enseña, no nos proporciona agua embotellada y etiquetada, sino que nos muestra la fuente. Y así todos podemos ir a buscarla, acercarnos y beber de ella.

En este caso, a instancias de los discípulos, el propio Jesús nos explica el significado de la parábola y pone la atención en el sembrador que es Dios, que "esparce" su Palabra, que es el propio Jesucristo. 

Los que están al borde del camino, le escuchan, pero inmediatamente, Satanás los aparta. Los del terreno pedregoso, le acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución, en seguida sucumben. Los que reciben la semilla entre abrojos, escuchan pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros que reciben la semilla en tierra buena, escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha abundante.

Dios mismo nos enseña que aunque Él "siembra" no toda la semilla da fruto; aunque Él nos llama a todos, no todos respondemos; aunque Él nos busca, no todos nos dejamos encontrar.

Y no toda semilla da fruto porque Dios nos da libertad. Nos deja elegir que tipo de terreno ser. ¿Qué tipo de terreno quiero ser?