miércoles, 31 de marzo de 2021

JUDAS TADEO, EL DE LAS CAUSAS IMPOSIBLES

 

Hoy, miércoles santo, un grupo de cristianos de la parroquia Beata Maria Ana Mogas, acompañados por nuestro párroco D. Andrés, hemos visitado la parroquia de Santa Cruz en la calle Atocha de Madrid, donde se venera la imagen de San Judas Tadeo, apóstol y patrono de las causas difíciles, desesperadas o imposibles.

Allí le hemos puesto nuestras intenciones a los pies del apóstol, hemos participado en la Eucaristía (una de las seis que se celebran cada miércoles como agradecimiento por su intercesión) y después, hemos intercambiado algunas impresiones con su párroco, D. José Antonio.

La devoción popular a San Judas Tadeo comenzó hace más de treinta años como una reunión el último miércoles de cada mes para pedirle al santo, sobre todo, su intercesión para encontrar trabajo y para tener hijos quienes no pueden ser padres. 

La gran afluencia de personas que acudían a pedir la intercesión de San Judas (habitualmente, entre 7.000 y 15.000 personas cada miércoles) llegó a ser tan numerosa debido a los testimonios de milagros que fue necesario ampliar el rezo al santo a todos los miércoles del año y ubicar una talla más pequeña para que pudiera ser visitada (y tocada).
      
Judas Tadeo, del hebreo, יהודה, Yehuda, que significa alabanzas sean dadas a Dios. "Tadeo", es un término arameo que significa "valiente", "magnánimo", "hombre de pecho robusto". También es llamado "Lebbeo", que significa "hombre de corazón tierno". 

San Jerónimo le llama “Trinomios” que significa “hombre con tres nombres”. En Marcos 3,18 es llamado Tadeo. En Mateo 10,3 es llamado Lebeo. En Lucas 6,16 y Hechos 1,13 es llamado Judas el hermano de Santiago. También llamado Judas el Zelote o "hermano" (primo) del Señor, de Santiago, de José y de Simón (Marcos 6, 13; Mateo 13, 55). 

Hijo de Cleofás (Alfeo) y de María y hermano de Santiago el Menor, vivió en Galilea y predicó en Asiria y Persia, donde murió como mártir. Ocupa el último lugar en la enumeración de los Doce que figura en Hechos 1, 13.
Es considerado como uno de los apóstoles más judaizantes dentro del grupo de "los Doce". Según el Evangelio de Juan, fue testigo privilegiado de la Última Cena, durante la cual tuvo una participación activa explícita al preguntarle a Jesús “¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?” (Juan 14,22), y más tarde, de Pentecostés.

Predicó el Evangelio en Mesopotamia, en Edesa, cerca del Río Éufrates, donde sanó a varios y muchos creyeron. Luego marchó con Simón a Persia, donde ambos sufrieron juntos el martirio.

A menudo, se le representa portando una imagen de Jesús, a veces con forma de medallón, en el pecho, con una llama de fuego sobre su cabeza, significando su presencia en Pentecostés, y un rollo en representación de la carta apostólica que lleva su nombre, en la que se presenta a sí mismo como "servidor de Jesucristo" y "hermano de Santiago" (el Menor). 

Muerte: asesinado en el monte Ararat a manos de sacerdotes paganos que le aplastaron la cabeza con una maza para después, decapitarlo. 

Festividad: 28 de octubre.

Patrono: Armenia.

Patrón: de las causas difíciles.

Símbolos apostólicos: una maza o un hacha, un medallón con la imagen de Jesús, una llama de fuego sobre su cabeza y un rollo en la mano.

JUAN, EL DISCÍPULO AMADO

"Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María,
la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala.
Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería,
dijo a la Madre: 'Mujer, ahí tienes a tu hijo'.
Después dijo al discípulo: 'Ahí tienes a tu madre'.
Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa"
(Juan 19, 25-27)

Juan en hebreo, יוחנן Yohanan ("el Señor es misericordioso"), apodado Boanerges "Hijo del Trueno"hijo de Zebedeo y Salomé, hermano de Santiago el Mayor, discípulo de Juan el Bautista y primo de Jesús, es "el discípulo amado" autor del Cuarto Evangelio, de tres Cartas Apostólicas y del Apocalipsis.

Pescador de oficio, vive en Betsaida, Capernaúm y Jerusalén. Es miembro del Círculo Interno participa con Pedro y Santiago de los episodios más significativos de la vida de Jesús. 
Está con María "junto a la cruz" (Juan. 19, 25-27), y es testigo junto a Pedro del sepulcro vacío: "vio y creyó" (Juan 20, 8). 

Está con Jesús en todas las ocasiones especiales: en la Última Cena con su cabeza recostada en el pecho del Señor (por ello es llamado en griego "Epistehios": el que está sobre el pecho), en la resurrección de la hija de Jairo, en la transfiguración de Jesús, y en el huerto de Getsemaní. También es testigo privilegiado de las apariciones de Jesús resucitado y de la pesca milagrosa en el Mar de Tiberíades.

Está con Pedro: los Hechos de los Apóstoles le nombran siempre muy cercano al apóstol en varias ocasiones en las que ambos aparecen asociados (especialmente su visita al sepulcro vacío de Juan 20, 1-10). Le acompaña tanto en la predicación inicial en el Templo de Jerusalén (donde, apresados, llegaron a comparecer ante el Gran Sanedrín por causa de Jesús), como en su viaje de predicación a Samaria. 
Pablo lo menciona como una de las "columnas de la Iglesia" (Gálatas 2, 9). Es llamado "el Teólogo" por la profundidad de su Evangelio, diferente en muchos aspectos de los sinópticos.

Vive primero en Antioquía y luego en Éfeso. San Ireneo, hacia el año 75 d. C. escribe: "Juan, el discípulo del Señor, el mismo que descansó sobre su pecho, publicó también el evangelio cuando se encontraba en Éfeso"

Predica en las siete iglesias de Asia Menor. Luego viaja a Roma, donde por orden del emperador Domiciano, ya cerca de los noventa años de edad, es arrojado en aceite hirviendo cerca de la Puerta Latina. Sale indemne del suplicio y es desterrado a la isla de Patmos, donde escribe el Apocalipsis. Fallece a finales del siglo I, de muerte natural.

Hombre de acción, de temperamento explosivo y corazón intolerante. De familia prominente, su padre contrataba sirvientes en su negocio pesquero (Marcos 1,20)
Muerte: Natural.

Festividad: 27 de diciembre.

Patrono: Turquía.

Patrón: libreros, escritores, editores, encuadernadores y teólogos.

Símbolo apostólico: un cáliz con una serpiente, un libro, un águila, una esmeralda. 

lunes, 29 de marzo de 2021

PEDRO, PIEDRA DE LA IGLESIA

"Jesús les preguntó: 'Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?'.
Pedro contestó: 'Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo'. 
Jesús le replicó: 'Dichoso eres, Simón, 
porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, 
sino mi Padre que está en los Cielos. 
 Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro, 
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; 
los poderes de la muerte jamás la podrán vencer. 
(Mateo 16, 15-18)

Simón Pedro, hijo de Jonás y hermano Andrés, casado y pescador de oficio (1 Corintios 9,5), es el miembro más destacado de los doce amigos íntimos de Jesús. Nace en Betsaida y se establece en Capernaúm, donde vive con su suegra

Galileo de rasgos rudos, barba corta y tupida, y pelo ensortijado. Pescador de carácter recio y brusco, a la vez que sencillo generoso. Su temperamento impulsivo e impetuoso le ocasiona algunas reprimendas del Maestro y, aunque tiene momentos de debilidad, es siempre leal e íntegro, lo que le hace ganarse una especial predilección por parte de Jesús. 
Conocido por tres nombres: en el idioma común (griego) fue Simón, πέτρος, Petra (Marcos 1,16; Juan 1,40, 41), mientras que el idioma familiar (hebreo) fue Cefas, ܟ݁ܺܐܦ݂ܳܐ, Keepa (1 Corintios 1, 12; 3,22; 9,5 y Gálatas 2,9). Cuando la Biblia se traduce al latín, su nombre queda definido como PedroPetrus. Los tres nombres significan "roca"o "piedra". 

Líder y portavoz de los apóstoles durante los quince años posteriores a la muerte de Jesúses también conocido como el "Príncipe de los apóstoleso "Pescador de hombres", en razón de la misión que le confía el propio Jesucristo. Es el primero que confiesa a Jesús declarándolo Hijo del Dios VivoEs quien pregunta al Maestro el significado de la parábola en Mateo 15,15, sobre cuánto debemos perdonar o cuál es la recompensa para todos aquellos que siguen a Jesús. 

Pedro es testigo de la Transfiguración en el monte Tabor, del lavatorio de los pies durante la Última Cena, de la resurrección de la hija de Jairo, de la agonía del Señor en Getsemaní, de la desaparición del cuerpo de Jesús del sepulcro en Su Resurrección y de la llegada del Espíritu Santo en Pentecostés. 

Es el primero a quien se le aparece Jesús resucitado y también está presente en Su Ascensión a los cielos. Niega al Señor tres veces y es a quien Cristo le pregunta tres veces si le ama, entregándole las llaves del Reino. 

Es el primer apóstol que realiza un milagro público: la curación de un hombre a las puertas del templo de Jerusalén (Hechos 3,1-10) y en otra ocasión, la resurección de una mujer (Hechos 9,36-43).

Conoce a Pablo, apóstol de los gentiles, cuando éste visita Jerusalén durante quince días (Gálatas 1,17-18)En el 42-44 d.C. es encarcelado por el rey Herodes Agripa I y liberado milagrosamente por un ángel. Huye de Jerusalén para marcharse a "otro lugar" (Hechos 12,1-18), donde continúa su apostolado por Siria, Asia Menor y Grecia. En Antioquía funda una Iglesia de la que es Obispo (Juan 21, 15-19).

En el año 50-51 d.C. asiste, junto con Pablo y Santiago, al Concilio de Jerusalén (Hechos 15, 1-11) y más tarde, se traslada a Roma para continuar su apostolado y establecer la futura sede del Papado. Allí, en la capital imperial, mientras Lucas recoge los viajes apostólicos de Pablo, que luego sería el libro de los Hechos de los Apóstoles, Marcos recoge la predicación de Pedro, que luego sería el Evangelio de San Marcos.

Es, a todos los efectos, el Primer Papa de la Iglesia Católica y Apostólica (Mateo 1, 18-19) y se le representa con una cruz a modo de báculo pastoral, tradición que explica Santo Tomás de Aquino: "el Romano Pontífice no usa báculo, porque Pedro lo envió para resucitar a uno de sus discípulos, que después fue consagrado obispo de Tréveris. Y también para manifestar que no tiene una potestad restringida, lo cual significa la curvatura del báculo" (Suma Teológica, Parte III, cuestión XL, artículo VII, respuesta a la objeción 8ª). 
A menudo, la iconografía representa a Pedro (con las llaves) junto a Pablo (con espada), con quien tiene varias controversias y con quien, a su vez, comparte la fiesta del 29 de junio, cuyo origen es el tralado de los restos de ambos apóstoles a un mismo lugar de culto, en la Vía Appia, hacia el año 254, antes de que cada apóstol tenga su propio templo (primero, Pablo en la Vía Ostiense y luego, Pedro en la Colina Vaticana). 
Ambos mueren mártires en Roma prácticamente a la vez, hacia el año 67 d. C., en tiempos del emperador Nerón. Mientras que Pablo es decapitado, Pedro es condenado al suplicio de la cruz, pero considerándose indigno de ser crucificado como su Maestro, pide ser martirizado cabeza abajo. 
Su tumba se encuentra debajo del Altar de la Confesión, en la Basílica de San Pedro, erigida en el siglo IV por el emperador Constantino.

Escribe las dos epístolas del Nuevo Testamento que llevan su nombre en las que existe una gran similitud de modos, expresiones y enseñanzas con las cartas de San Pablo: concisas y elevadas, enérgicas y vehementes, densas en sentencias y dulces a la vez:

-La 1 Pedro está escrita en griego (hacia el 64 d. C.) y es una exhortación dirigida a los judíos del Ponto, de Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. En ella habla sobre la vocación y dignidad del cristiano, sobre la obediencia y respeto debidos a las autoridades, sobre el amor entre hermanos y hacia los enemigos; sobre la pureza y santidad del cristiano en general, y del pastor en particular. Aunque Pedro dice escribirla desde Babilonia, se refiere (como Juan en el Apocalipsis), a Roma. 

-La 2 Pedro, escrita unos meses después (o quizás uno o dos años más tarde), es continuación de la primera y dirigida a los mismos destinatarios, aunque aporta mayor impetuosidad, belleza literaria y riqueza en metáforas. Recuerda los principios generales de la doctrina recibida, exhorta a la práctica de las virtudes, condena a los falsos maestros y acusa a los que buscan desacreditar el Evangelio de Cristo.

Es el apóstol más citado en el Nuevo Testamento, tanto en los Evangelios como en las cartas de San Pablo y en los Hechos de los Apóstoles.

Patronazgo: Patrono de los pescadores, de constructores y fabricantes de ladrillos, porteros, fabricantes de llaves y relojeros. Patriarca de la Iglesia Católica.

Santuario: Basílica de San Pedro, Ciudad del Vativano.

Símbolos apostólicos: Triple tiara con las llaves cruzadas (dorada, representando el cielo y plata, representando la tierra) que conforma el escudo papal. También con una Cruz invertida y llaves cruzadas, o con un Gallo y llaves cruzadas:
  

sábado, 27 de marzo de 2021

¿PARA QUÉ LEER LA BIBLIA?

"Toda Escritura es inspirada por Dios 
y además útil para enseñar, 
para argüir, para corregir, para educar en la justicia, 
a fin de que el hombre de Dios sea perfecto 
y esté preparado para toda obra buena" 
(2 Tim 3,16-17)

Dice el apóstol San Pablo que la Palabra de Dios es útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar...¿para qué? Para que seamos perfectos y obremos el bien.

Dice el profeta Isaías que no temamos, porque Dios está con nosotros para fortalecernos, auxiliarnos y sostenernos (Is 41, 10). 

¡Qué alivio! No estamos solos. Dios está con nosotros. ¿Dónde? En su Palabra. ¿Cómo? Con su Espíritu. Así pues, la Sagrada Escritura nos ha sido legada con el propósito de escuchar lo que Dios nos quiere decir a cada uno de nosotros de forma individual, y a la Iglesia, de forma comunitaria.

Así pues, continuamos en este segundo artículo sobre la Palabra de Dios, sumergiéndonos en los 73 libros canónicos establecidos por la Iglesia Católica como inspirados por Dios: 46 corresponden al Antiguo Testamento y 27 al Nuevo Testamento

Su estructura puede establecerse en función de los períodos históricos, de las alianzas de Dios con los hombres y del contenido de sus libros. Hoy, nos centraremos en el contenido de cada uno de los libros, ofreciendo una pequeña sinopsis que nos motive a profundizar en su lectura de forma individual.

El contenido de los libros bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, se estructuran en cuatro grandes temas: Ley, Historia, Sabiduría y Profecía. Esta clasificación, como norma general, no sigue una linea temporal correlativa sino que se refiere a su disposición y orden en la Biblia Católica.

Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento, también llamado "Antigua Alianza" o "la Ley y los Profetas" es un conjunto de libros inspirados por Dios al pueblo de Israel y de valor permanente, que narran la historia del camino hacia la salvación desde lo orígenes del universo hasta la plenitud del tiempo con la Encarnación de Jesucristo.

El propósito del Antiguo Testamento es preparar la venida de Cristo, el Mesías.
-Ley (5): 
Génesis: Creación del mundo y nacimiento del pueblo de Israel (Abrahán y las 12 tribus).
Éxodo: Huída de Israel de Egipto y su paso por el desierto hacia la Tierra Prometida, las leyes de Dios (10 Mandamientos) y la infidelidad del pueblo judío.
Levítico: Las leyes de observancia religiosa, el culto y el sacerdocio.
Números: El censo de las tribus de Israel, los 40 años de su peregrinaje por el desierto y la constante infidelidad y rebelión a Dios.
Deuteronomio: Nuevas leyes a adoptar en la Tierra Prometida, nueva constitución del pueblo de Israel y el itinerario profético de su historia.

-Historia (14): 
Josué: Comienzo de la conquista de la Tierra Prometida que durará 50 años (1.100-1.50 a.C.).
Jueces: Relato de la conquista de Canaán, las continuas infidelidades del pueblo de Israel y sus caídas en manos de sus enemigos. Cada vez que se arrepienten, Dios les envía un juez para guiarles y salvarles. 
Rut: Historia de una mujer extranjera que se convierte a Dios. Su biznieto David será el rey de Israel, línea genealógica de Jesucristo.
1 Samuel: Comienzo de la monarquia en Israel (1.050 a. C.): la trágica historia de Saúl, 1º rey de Israel y ungido por el profeta Samuel, que desobedece a Dios y lleva a Israel a una larga guerra civil contra David, su sucesor (1.010 a. C.).
2 Samuel: Continúa la historia de David (y sus pecados) y la alianza perpetua de Dios con él. Convierte a Israel en una nación poderosa y a Jerusalén en el centro religioso del mundo.
1 Reyes: Reinado de Salomón (970 a. C.) quien convierte a Israel en un poderoso imperio, construye el templo y cae en la idolatría. Dios envía profetas para corregirles (Elías, 930 a.C.).
2 Reyes: División de Israel en dos reinos, Judá e Israel, alejamiento de Dios. Son conquistados y el templo destruido por los asiriros (930-587 a.C.).
1 Crónicas: Historia de 1 y 2 Samuel: destaca el aspecto religioso del reino de David.
2 Crónicas: Repite algunos acontecimientos de 1 y 2 Reyes: destaca el reino de Judá.
Esdras: Vuelta a Jerusalén de un "resto" del exilio en Babilonia (537-442 a. C.), los preparativos para la reconstrucción del templo y la restauración del culto a Dios.
Nehemías: Reconstrucción de Jerusalén en sus memorias como gobernador (515 a. C.).
Tobías: Relata la vida de un hombre piadoso que cumple, en el exilio, la Ley de Dios (700 a. C.).
Judit: Narra la historia de una mujer heróica que salva a Israel por su confianza en Dios durante la cautividad en Babilonia (587-539 a. C.).
Ester: Cuenta la historia de otra mujer judía heróica que se convierte en reina de Persia y salva a los judíos.
1 Macabeos: Narra la revuelta de los Macabeos (167-134 a. C.) contra el imperio macedonio desde un punto de vista histórico.
2 Macabeos: Relata la misma historia de la revuelta pero desde un punto de vista religioso.

-Sabiduría (7): 
Job: Describe un largo poema y un gran debate sobre por qué Dios permite el mal.
Salmos: La mayor colección de 150 poemas o cantos religisos atribuidos al Rey David.
Proverbios: Colección de dichos sabios y verdades atribuidas al Rey Salomón.
Eclesiastés (Qohélet): Larga meditación sobre la vanidad del mundo.
Cantar de los Cantares: Poema de amor entre la Esposa (Iglesia) y el Esposo (Cristo).
Sabiduría (de Salomón): Alabanza a la sabiduría y a la paciencia de Dios con el hombre.
Eclesiástico (Sirácida): Libro sobre cómo vivir en el mundo una vida recta de fe en Dios.

-Profecía (20): 
Isaías: Contiene las profecías más claras sobre la venida del Mesías. La 1ª parte advierte de desgracias y la 2ª parte promete la redención del pueblo pecador.
Jeremías: Anuncia la destrucción de Judá e invita al arrepentimiento.
Lamentaciones: Libro de poemas (atribuido a Jeremías) que lamentan la destrucción de Jerusalén, utilizado en las ceremonias celebradas sobre las ruinas del templo destruido por los babilonios.
Baruc: Discípulo de Jeremías que profetiza (en Babilonia) la Nueva Alianza (y perpetua) con el pueblo de Israel. Contiene también una serie de sabios consejos. 
Ezequiel: Visiones y descripciones simbólicas (contemporáneo de Jeremías) que anuncian destrucción de Jerusalén por Babilonia (587 a. C.) pero cuyo mensaje es de esperanza.
Daniel: Profecía y extrañas visiones de un alto cargo de la corte de Babilonia durante el exilio.
Oseas: Profecías y vicisitudes de su matrimonio como metáfora de la relación de Dios (que perdona las infidelidades y rescata) con Israel (esposa infiel y vendida como esclava).
Joel: Anuncia el terrible juicio sobre Judá y también que el Espíritu de Dios se derramará sobre el pueblo.
Amós: Severa llamada al arrepentimiento a pesar del esplendor del reino del Norte y profecia sobre la restauración del reino de David.
Abdías: El libro más corto del Antiguo Testamento que anuncia la derrota de Edom, tradicional enemigo de Israel.
Jonás: Narra la historia de un profeta reacio a cumplir la voluntad de Dios, que pretende huir de Él y entiende que no se puede escapar de Dios. 
Miqueas: Juicios contra los corruptos y los explotadores. Predice la venida de un Salvador para Israel que nacerá en Belén.
Nahum: Profetiza la caída de Nínive, capital del imperio asirio.
Habacuc: Juicios contra los malvados y esperanza para los justos.
Sofonías: Anuncia el juicio de Dios contra toda la tierra y también un mensaje de alegría.
Ageo: Narra sus esfuerzos en la reconstrucción del templo de Jerusalén y las críticas al pueblo por llevar una vida lujosa mientras la casa de Dios está en ruinas.
Zacarías: Contemporáneo de Ageo, trabaja también en la reconstrucción del templo. En sus visiones, ve la llegada de un nuevo rey a Sión montado en un borrico.
Malaquías: Advierte sobre la hipócrita forma externa de culto y predice la llegada del mensajero del Señor.

Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento es la "Nueva Alianza" de Dios con los hombres, y al igual que el Pentateuco contenía la Ley antigua, los cuatro Evangelios comprenden la Nueva Ley. Así como a partir del libro de Josué se narraba la historia del pueblo de Dios, los Hechos de los Apóstoles relatan los comienzos de la Iglesia de Cristo a partir de su Ascensión al cielo. 

De la misma forma que los libros sapienciales del Antiguo Testamento enseñaban a vivir como buenos hijos de Israel, las veintiuna cartas de los apóstoles dirigidas a la Iglesia nos enseñan a vivir como verdaderos cristianos. Así como en la antigüedad, Dios envió profetas para advertir y guiar a su pueblo, el Apocalipsis es una profecía sobre la Iglesia y el Cordero, sobre la Esposa y el Esposo que se ha cumplido, se cumple y se cumplirá.

El propósito del Nuevo Testamento es dar cumplimiento (plenitud) a las promesas (alianzas) del Antiguo Testamento en Cristo, Redentor Universal.
-Ley (4):
Mateo: Representado por un hombre, está dirigido a los judíos para decirles que Jesús es el verdadero heredero del reino de David, el Mesías. Y para ello comienza con una elaborada genealogía. Es el evangelista que más "deja" hablar a Jesús: el Sermón de la Montaña ocupa tres capítulos.
Marcos: Representado por un león, está dirigido a los cristianos de Roma para enfatizar a Jesús como el líder de un nuevo Éxodo. Discípulo de Pedro, escribe el Evangelio más breve en el que narra la vida de Jesús de una forma sencilla. Incluye un relato peculiar que no aparece en los demás: un joven con una sábana que seguía a Jesús (posiblemente él mismo). Su palabra favorita es "Enseguida", utilizada 40 veces.
Lucas: Representado por un toro, está dirigido a los cristianos procedentes del paganismo para destacarles la universalidad del ministerio de Cristo. Incluye detalles íntimos de la anunciación, concepción y nacimiento de Jesús, en Belén, la adoración de los pastores y sus enseñanzas en el templo que no aparecen en los demás evangelios, posiblemente, asesorado por la Virgen María (Lc 2,19). Hombre culto, médico y autor de Hechos, Lucas acompañó a Pablo en muchos de sus viajes. Subraya la acción del Espíritu Santo y la oración en el ministerio de Cristo.
Juan: Representado por un águila, está dirigido a los judíos, con muchas alusiones al Antiguo Testamento. "El discípulo amado" recuerda que Jesucristo es el Verbo de Dios Encarnado, y destaca nuestra nueva humanidad en Cristo.
 
-Historia (1):
Hechos de los Apóstoles: Lucas escribió este libro como continuación a su Evangelio. Es la única historia sobre el comienzo de la Iglesia y que escribe asesorado por Pablo y también como testigo ocular (ej: cuando cambia "ellos" por "nosotros" para indicar su presencia).

-Sabiduría (21):
Compuestos por las cartas apostólicas: las cartas paulinas, escritas por Pablo y dirigidas a las iglesias y comunidades que iba fundando; y cartas católicas, escritas por otros apóstoles como Pedro, Juan, Santiago o Judas y dirigidas a la Iglesia universal.

Cartas Paulinas
Romanos: Dirigida a la Iglesia de Roma. Escrita desde Corinto (56 d. C.), su tema principal es que "todo hombre es pecador, pero a través de la fe en Cristo, el hombre puede ser justificado a los ojos de Dios y recibir la salvación y la vida eterna".
1 Corintios: Dirigida a la Iglesia de Corinto. Escrita desde Éfeso (54 d. C.) con instrucciones específicas debido a la difícil situación de esa comunidad (divisiones internas, corrupción, idolatría, incestos, pleitos, inmoralidad, cultos indignos, etc.) y como respuesta a distintos temas (matrimonio y celibato, consumo de animales impuros, dones del Espíritu Santo, amor al prójimo, resurrección de los muertos, etc.) así como una petición de colecta para la Iglesia de Jerusalén.
2 Corintios: Dirigida a la Iglesia de Corinto tras dos visitas anteriores. Escrita también desde Éfeso (57 d. C.) y entregada por Tito, se trata de una carta apologética acerca del ministerio y la autoridad de Pablo, así como un llamamiento a la solidaridad ante la falta de generosidad corintia.
Gálatas: Dirigida a la Iglesia de Galacia. Escrita desde Corinto (55-60 d. C.), es una defensa de Cristo y de la justificación por la fe frente a la secta judaizante (falsos maestros) que se había mezclado con la cristiana para hacerles volver a la ley mosaica, así como la vindicación del apostolado de Pablo.
Efesios: Dirigida a la Iglesia de Éfeso. Escrita desde Roma durante su primer encarcelamiento (62 d. C.) se trata de una carta doctrinal, pastoral y exhortativa de la Iglesia como Cuerpo de Cristo y de la salvación ofrecida a los pecadores
Filipenses: Dirigida a la Iglesia de Filipos. Escrita desde Éfeso (54-55 d. C.) o desde Roma (63 d. C.) como agradecimiento a su amor y solidaridad con el apóstol.
Colosenses: Dirigida a la Iglesia de Colosas. Escrita desde Roma (57-62 d. C.), es una doctrina moral sobre la conducta para su aplicación en todas las áreas de la vida cristiana y de como Cristo suple todas las necesidades. También es una apologética contra las herejías gnósticas y filosofías griegas surgidas en esa comunidad. 
1 Tesalonicenses: Dirigida a la Iglesia de Tesalónica. La primera carta escrita por Pablo desde Antioquía de Siria (50-51 d. C.) es una exhortación a poner en práctica las exigencias del Evangelio, así como instrucciones sobre la muerte y la actitud de espera para el regreso del Señor.
2 Tesalonicenses: Dirigida a la Iglesia de Tesalónica. Escrita poco tiempo después de la primera, posee un gran paralelismo con ella, pero desarrolla más ampliamente el regreso del Señor.
1 Timoteo: Dirigida a su discípulo Timoteo. Escrita posiblemente desde Macedonia después de su primera encarcelación en Roma (61 d. C.) y junto a su 2ª carta y la de Tito son llamadas "cartas pastorales" en las que advierte de las falsas doctrinas y la apostasía, instruye sobre la oración, los requisitos de los obispos y diáconos y los deberes como ministro de Cristo, la piedad y el servicio a los demás.
2 Timoteo: Dirigida a su discípulo Timoteo. Escrita durante el mandato de Nerón y su encarcelamiento en Roma (65-67 d. C.), Pablo escribe a su discípulo una especie de testamento ante la proximidad de su muerte: exhortación a no avergonzarse del evangelio y a estar dispuesto a morir como "un buen soldado de Cristo".
Tito: Dirigida a su discípulo Tito. Escrita desde Nicópolis-Macedonia (66 d. C.) para animar a su discípulo, que dirigía la Iglesia de Creta, y para instruirle en las cualidades de un buen líder cristiano, sobre la pureza de intención y sobre la manera de vivir de acuerdo con la fe de Cristo.
Filemón: Petición en favor de Onésimo, esclavo de Filemón. Escrita desde Roma, es la carta más breve y personal de Pablo en la que pide que perdone a su esclavo que se había fugado y cuya pena era castigada con la muerte, y que le acoja ahora como hermano en la fe.
Hebreos: De autor desconocido, algunos piensan que puede ser un discípulo de Pablo. Escrita desde/o dirigida a Italia (60-70 d. C)., muestra cómo el Antiguo Testamento se cumple en la persona de Jesucristo. Habla del nuevo pacto, del sacrificio de Cristo una vez y por todas y cómo debe ser la vida del cristiano.

Cartas Católicas:
Santiago: Escrita antes del 50 d. C. y dirigida a los judíos esparcidos por varias regiones, es una carta pastoral sobre la esencia del Evangelio desde un punto de vista práctico: exhorta a "poner en práctica la Palabra y no sólo a escucharla". 
1 Pedro: Escrita desde Roma (65-68 d.C.) y dirigida a los creyentes dispersados y perseguidos, exhortándoles a mantenerse firmes en la fe en medio del mundo hostil.
2 Pedro: Escrita también desde Roma al final de su vida (65-68 d. C.) y dirigida a los cristianos para advertirles de los falsos profetas y para que recuerden la Palabra de Dios y su promesa del regreso de Jesucristo.
1-3 Juan: Escritas posiblemente desde la isla de Patmos (85-90 d. C.) y dirigidas a los cristianos de Asia Menor, son una advertencia sobre el peligro de los falsos maestros y los gnósticos. Hablan del deber cristiano  de la caridad.
Judas: Escrita desde Palestina es una advertencia contra las herejías y las falsas doctrinas y muy similar a la 2 de Pedro.

-Profecía (1):
Apocalipsis: Escrita por Juan desde la isla de Patmos (90-100 d. C.) y dirigida a los cristianos de Asia Menor, es un manual de resistencia y de esperanza cristiana. El protagonista es Jesucristo, Rey y Señor de la historia.
Todos nosotros, Iglesia de Cristo y a quien se dirige la Sagrada Escritura, estamos llamados a experimentar el gozo de comprobar como el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos a través de su Palabra inspirada. 

Dios nos llama ¿le escuchamos?




JHR


Fuente: "Comprender las Escrituras" (Scott Han, La Didajé, Midwet Theological Forum)

viernes, 26 de marzo de 2021

¿CÓMO LEER LA BIBLIA?

"La palabra de Dios es viva y eficaz, 
más tajante que espada de doble filo; 
penetra hasta el punto donde se dividen 
alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; 
juzga los deseos e intenciones del corazón. 
Nada se le oculta;
 todo está patente y descubierto a los ojos 
de aquel a quien hemos de rendir cuentas" 
(Hb, 12-13)

A la hora de abordar la Palabra de Dios y sumergirnos en su contenido, los cristianos nos hacemos siempre la misma duda: "¿Por dónde empezar a leer la Biblia?". Algunos empiezan por el principio (Génesis) y otros por los Evangelios (Mateo o Lucas); unos, por los Hechos de los Apóstoles y otros, por las cartas paulinas (Romanos o Corintios); y posiblemente, casi nadie por el final (Apocalipsis).

Sin embargo, no es tan importante por dónde empezar sino cómo leer la Biblia

Lo primero que debemos saber es que la Sagrada Escritura es la revelación de Dios a los hombres, en Jesucristo y por el Espíritu Santo. Dios nos habla de Cristo a través de su Espíritu, es decir, nos encontramos ante la Trinidad, y por tanto, debemos acudir a Ella con el máximo respeto y veneración.

En segundo lugar, es importante acercarse a ella con el mismo Espíritu que fue escrita, es decir, en oración, o dicho en lenguaje bíblico, "arrebatados en espíritu", y para ello, es conveniente leerla en comunidad, bien sea en la Eucaristía o en un grupo de Lectio Divina.

Aunque toda la Palabra de Dios describe personas y acontecimientos literales o reales, su lectura es espiritual, y comprende tres sentidos:

-alegórico o típico. Las personas y los acontecimientos se muestran como ejemplos que remiten a épocas venideras.

-moral o tropológicoLas personas y los acontecimientos son modelos de aplicación a nuestras vidas, personal o comunitariamente.

-anagógicoLas personas y los acontecimientos que vemos nos hacen comprender lo que no vemos (el cielo). 

En tercer lugar, toda la Biblia es Palabra de Dios y, por tanto, debemos tomarla como un "todo". Todos sus libros son importantes y tienen validez permanente porque Dios lo ha querido así y no podemos decidir que hay libros más importantes y otros, prescindibles. Además, su interpretación está sujeta al Magisterio de la Iglesia y no se puede interpretar libremente.

Y para concluir este "cómo leer la Biblia", a modo de comparación y salvando las distancias, podríamos decir que la Biblia no se lee como una novela, comenzando por el inicio y acabando por el final. Más bien, su utilización se asemeja a la que hacemos con un listín telefónico o con un diccionario: se extrae la información que se necesita en el momento en que se necesita

Como sabemos, la Palabra de Dios es la historia de la salvación escrita a lo largo de 1.000 años (entre el 900 a. C. y el 100 d. C.) pero es también una carta de amor de Dios al hombre donde el Señor nos muestra cuánto nos ama y las alianzas que ha hecho con el hombre a lo largo de la historia.

Está estructurada en dos grandes partes: Antiguo Testamento, en el que Dios nos cuenta desde los orígenes del mundo hasta el año 400 a.C., y el Nuevo Testamento, desde el 4 a.C. hasta el fin de los tiempos. El período comprendido entre el 400 a.C. y el 4 a.C. se conoce como período intertestamentario.

Período intertestamentario
Se extiende desde la época del profeta Malaquías hasta la predicación de Juan el Bautista. Llamado por algunos como “los 400 años de silencio”, es un período de grandes cambios políticos, religiosos y sociales en Israel, predichos por el profeta Daniel (Dn 2, 7, 8, y 11). 

Hasta el año 332 a.C., Israel está bajo el control de imperio persa, un tiempo de relativa paz en el que se permite reconstruir el templo y tener adoración en él (2 Cro 36,22-23; Esd 1,1-14). Alejandro Magno derrota a Darío de Persia, y aunque sigue permitiendo la libertad religiosa a los judíos, ordena la traducción del Antiguo Testamento en hebreo al griego, conocida como la Septuaginta.

Tras la muerte de Alejandro, Judea es gobernada por una serie de reyes decadentes que culmina en Antíoco Epífanes, quien deroga la libertad religiosa para los judíos, la legítima línea del sacerdocio, profana y contamina el templo (ver Mc 13,14 para un evento similar que tendrá lugar en el futuro), lo que provoca el levantamiento de la resistencia judía, liderada por Judas Macabeo y los asmoneos, quienes restauran el linaje sacerdotal y purifican el templo. Es un período de guerra, violencia y luchas internas.

Hacia el año 63 a.C., Pompeyo de Roma conquista Israel para el Imperio romano pero nombra a Herodes como rey de Judea para cobrar impuestos y controlar a los judíos.

Como consecuencia de esta mezcla de culturas romana, griega y hebrea aparecen dos importantes grupos político-religiosos: los fariseos que añadieron sus propias leyes (estrictas y poco compasivas) a la ley de Moisés (ver Mc 7,1-23), y los saduceos que ejercían el poder a través del Sanedrín, rechazaban todos los libros del Antiguo Testamento excepto los mosaicos, no creían en la resurrección y eran generalmente proclives a los griegos.
Todos estos sucesos, que agotan la esperanza y debilitan la fe del pueblo judío, preparan el escenario ideado por Dios para la llegada de Cristo: el pueblo ya está listo para el Mesías, los romanos han construido caminos (que ayudarán a difundir el evangelio), todos tienen un idioma común (que facilitará la comprensión del evangelio), el griego koiné (el idioma del Nuevo Testamento) y existe una cierta paz, la pax romana.

“Los 400 años de silencio” del periodo intertestamentario llegan a su fin mediante la más grande historia jamás contada: ¡el Evangelio de Jesucristo!

Antiguo y Nuevo Testamento
La Biblia es la revelación progresiva de Dios a los hombres y, por tanto, no puede comprenderse el Nuevo Testamento sin entender el Antiguo Testamento, ni viceversa.

Los libros del Antiguo Testamento nos muestran la historia del camino hacia la salvación: todas sus promesas se dirigen y se cumplen en el Nuevo Testamento. Por tanto, el Nuevo Testamento no anula el Antiguo sino que lo completa. Jesús mismo lo dice: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud" (Mt 5,17).

San Ireneo dice que "la Ley es profecía y pedagogía de las realidades venideras" y San Agustín, que "el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo y que el Antiguo se manifiesta en el Nuevo". 

La Ley antigua o Antiguo Testamento es una preparación para el Evangelio, para la venida de Cristo que da testimonio de la pedagogía divina y del amor salvífico de Dios. Nos muestra cómo es Dios, cómo es su sabiduría y su justicia para, finalmente, mostrarnos su misericordia con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Sin el Nuevo Testamento, el Antiguo sería tan sólo una colección de historias trágicas y de promesas incumplidas.

En un segundo artículo, detallaremos la clasificación y el contenido de cada libro de la Palabra de Dios.


JHR



Fuente: "Comprender las Escrituras" (Scott Han, La Didajé, Midwet Theological Forum)

martes, 23 de marzo de 2021

HOGAR, DULCE HOGAR

"Cada uno dé como le dicte su corazón:
no a disgusto ni a la fuerza,
pues Dios ama al que da con alegría.
Y Dios tiene poder para colmaros de toda clase de dones,
de modo que, teniendo lo suficiente siempre y en todo,
os sobre para toda clase de obras buenas"
(2 Co 9,7-8)

Si echamos un vistazo a nuestras parroquias, comprobamos que, cada día en la Iglesia, sucede la parábola del hijo pródigo: los bautizados, los hijos de Dios, se han alejado del amor del Padre, tanto los que se han ido como los que se han quedado. 

Por un lado, los "hermanos menores" exigen su herencia, su libertad, y abandonan la casa del Padre para irse a un “país lejano”, engañados por sus falsas seducciones. Y por otro, los "hermanos mayores" están en el campo, cerca de la casa del Padre, ocupados en sus cosas y cumpliendo sus rutinas por obligación o por costumbre, pero no por amor al Padre. 

Y ocurre que cuando algún "hijo menor" regresa, hastiado y desencantado del "país lejano", el Padre sale a su encuentro y lo abraza. La vida y la alegría vuelven a Su casa porque su hijo estaba muerto y ha revivido. Lo viste y celebra una fiesta. 

Sin embargo, los "hijos mayores" se indignan al escuchar la "música y la danza", se molestan al ver "alegría", se irritan porque quieren seguir manteniendo su casa en silencio y sin "fiesta". No quieren que ocurra "nada", no quieren "líos". Exigen al Padre "sus" derechos y critican su forma de actuar. "Se van sin irse",  "mueren sin morir" , "abandonan a Dios sin marcharse".

Desgraciadamente, la Iglesia en general ha dejado de ser una comunidad dinámica, motivada y apasionada. Ha perdido la alegría, la vitalidad y el compromiso para convertirse en una casa triste, indiferente y de cumplimiento de normas. Se ha vuelto rutinaria, poco acogedora y nada hospitalaria.
 
La cuestión es: ¿Es esa la casa que Dios quiere? ¿Cómo regresar al proyecto original de Dios para su Iglesia?

Una casa compartida
Dios quiere celebrar fiesta cada día con sus "dos" hijos a su lado. Quiere verles alegres y compartiendo el amor fraternal y filial. Quiere que constituyan una comunidad unida, acogedora, hospitalaria y vital. Una casa de todos y para todos, donde se comparta la alegría y también la administración.
En la mayoría de las ocasiones, es el párroco quien carga sobre sus espaldas todo el peso de la gestión de las "actividades pastorales" y termina agotado. Aunque cuenta con la ayuda del consejo parroquial, lo cierto es que, en muchas ocasiones, está y se siente sólo.

Pero hay motivos para la esperanza. El primero es obvio y sencillo: tan sólo tiene que "Mirar" a los bancos de la parroquia y “Buscar” esas “piedras vivas” que precisa para construir el templo espiritual que Dios quiere. No se trata tanto de encontrar recursos humanos como de las personas adecuadas para las funciones concretas

Lo siguiente es “Descubrir” los dones y talentos que Dios suscita en su pueblo y ponerlos a trabajar, ponerlos a rendir. El párroco, como administrador fiel, no puede ni debe enterrar esos talentos en la tierra mientras espera la llegada de su Señor.

A continuación, es necesario “Motivara los que viven en la Hogar Común para que interioricen y asuman un sentido de pertenencia, es decir, que se sientan “en casa”, que se sientan "en familia".

Por ello, se requiere “Ser” un buen líder y un buen comunicador, y con el ejemplo, "Inspirara soñar; "Mostrar" la visión y la misión de la parroquia, lo que ésta ofrece y lo que pide; "Animar" a buscar más, a hacer más, a ser más.

Estamos hablando de poner en práctica el liderazgo compartido y capacitador que Cristo nos enseñó al elegir y delegar la Iglesia en sus apóstoles. Este liderazgo consiste en una administración y dirección parroquial que:

-fomente la colaboración y participación efectiva de todos en la gestión y gobierno de la parroquia, aportando cada uno, todos sus dones, capacidades y cualidades al servicio del Reino. El párroco no “lleva” la parroquia, la “lidera”... y sólo interviene cuando es necesario.

-quite presión al párroco, quien, al apoyarse en otros, tenga tiempo para sus tareas fundamentales (administrar sacramentos, dirigir espiritualmente, etc.) y para sí mismo (rezar, recogerse, cuidarse, descansar, etc.). Una menor implicación del sacerdote en ciertas tareas posibilita un mejor servicio en otras más importantes. 

-gestione eficientemente el tiempo y el servicio, permitiendo a los laicos participar activamente y comprometerse en el acompañamiento y la formación de otros. Un buen pastor conoce y escucha la voz de sus ovejas. Es más, un pastor "pastorea pastores".
-haga uso de los talentos y de la generosidad que Dios suscita entre su pueblo, con respeto y unidad en el proceso de decisión y gestión parroquial, delegando responsabilidad y ofreciendo apoyo, ánimo, motivación y libertad. Abierto a la colaboración compartida y a la confianza en el rebaño.

-valore el trabajo en equipo, la cooperación y el consenso. El párroco no “micro gestiona” ni controla de manera excesiva sino que escucha y apoya las decisiones de sus líderes de confianza. El pastor deja "pastar" a sus ovejas .

-busque nuevas perspectivas y opiniones distintas, que reúna información, abra el debate y tome decisiones, adoptando una "cultura del invitar", de bienvenida y acogida por parte de los laicos, primer contacto de todos los que llegan a la parroquia: "Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor" (Jn 10,16).

El liderazgo compartido produce un alto sentido de pertenencia comunitaria, de compromiso en el servicio y un crecimiento espiritual de toda la parroquia de una forma natural y no forzada.

Frente al viejo guion parroquial de “reza, paga y obedece” se establece uno nuevo: “reza, participa y oblígate”. 

Los laicos le dicen al párroco: “Déjanos ayudarte”, y el párroco, al “dejarse ayudar”, permite que los laicos pongan en acción su fe y su potencial, haciendo que la parroquia se redefina a sí misma: "Teniendo dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado, deben ejercerse así: la profecía, de acuerdo con la regla de la fe; el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a la enseñanza; el que exhorta, ocupándose en la exhortación; el que se dedica a distribuir los bienes, hágalo con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace obras de misericordia, con gusto" (Rom 12, 6-8).

El liderazgo compartido produce un “efecto dominó” en toda la comunidad, potenciando una mayor implicación de todos, favoreciendo la multiplicación de las actividades pastorales y por tanto, consiguiendo la vitalización de la parroquia.

El liderazgo compartido establece un equipo de líderes gestores unido, fiel al Evangelio y a la Iglesia, capaz de contagiar a toda la comunidad parroquial. Invita, forma, compromete y responsabiliza a todos en la edificación del Reino de Dios en la tierra.

Una comunidad de servicio
Existen muchos desafíos que el liderazgo compartido debe gestionar en cuanto a la economía, la evangelización, la comunidad, la liturgia, el discipulado, etc.
No se trata tanto de “hacer cosas” como de “hacer discípulos” para llevarlos a una relación más profunda con Cristo. Discípulos que pongan en práctica sus dones y talentos al servicio de la parroquia y de su pastoral.

Dos buenas sugerencias para comenzar a hacer discípulos son:

-Servicio: enfocar las habilidades de los laicos como “donativos” a la Iglesia. Los talentos puestos al servicio de la parroquia redundan, por sí mismos, en un sentido de compromiso con el prójimo y con Dios, construyendo una auténtica comunidad fraterna: "El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo" (Mt 20,26-27).

-Comunidad: generar un sentido de pertenencia a la parroquia y a la casa de Dios, para "contagiarlo" a otros mediante la acogida que, por sí misma, produce un sentido de “hogar”, favoreciendo el discipulado: "Fijémonos los unos en los otros para estimularnos a la caridad y a las buenas obras; no faltemos a las asambleas, como suelen hacer algunos, sino animémonos tanto más cuanto más cercano veis el Día" (Hb 10,24-25).

Con estas dos sugerencias se consigue acercar a todos al corazón de Cristo sin que el párroco tenga que hacer "casi nada”.

De esta forma y con el paso del tiempo, se consigue dar a luz una comunidad en armonía y unidad que, de forma automática, suscitará “vocaciones”. No es posible la existencia de vocaciones sin una comunidad de las que nazcan: "Así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros cumplen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada cual existe en relación con los otros miembros" (Rom 12, 4-5).

Una escuela de discipulado 

Para que conseguir una gran comunidad se requiere establecer un plan, una visión que desarrolle la formación/discipulado mediante distintas herramientas: grupos pequeños, catequesis, métodos, retiros, convivencias, peregrinaciones, actividades comunes, etc. 

Estas mismas herramientas sirven, a su vez, para llevar a cabo la evangelización de nuevas personas que, de forma automática, se unen a ellas para convertirse en nuevos discípulos y volver a comenzar este proceso continuo.

Además, es preciso construir un liderazgo orgánico que identifique lo que hace falta cambiar o modificar; que descubra lo que funciona o no funciona y por qué; que señale lo que se hace bien o mal.

Se trata de una evaluación continua de los 5 pilares básicos de la parroquia (Liturgia, Comunidad, Servicio, Discipulado y Evangelización) que requiere la formación continua de líderes comprometidos.

El liderazgo compartido servirá también para ver las necesidades presentes y futuras, y que, ante un posible cambio del párroco, la comunidad pueda seguir funcionando con normalidad.

La sucesión del párroco es una cuestión en la que no se piensa pero es importante tenerla en cuenta ya que la parroquia no pertenece al párroco sino a los parroquianos. Es necesario que exista un diálogo permanente entre parroquia y diócesis que detecte las necesidades de una y de otra. Esto es labor del párroco junto con el arcipreste y el vicario episcopal.

Además, es recomendable establecer un plan de sucesión y un equipo de transición pastoral de la parroquia para salvaguardar los avances realizados en materia de liderazgo que implique, prepare, guie y apoye a nuevos líderes laicos, lo que facilitará la integración del nuevo párroco, cuando se produzca.

Una renovación espiritual

La misión del cristiano es desarrollar un corazón para Jesús que le dé siempre el primer lugar. Comienza siempre por la conversión individual, es decir, por la relación amorosa con Dios que despierta la fe y enardece el corazón, que lo transforma de uno de piedra a uno de carne.

La conversión individual da paso a la mistagogia o madurez espiritual, un tiempo de profundización en su compromiso de ser y vivir como un hombre nuevo. Es un largo camino en el que Jesús nos acompaña y que se realiza mediante la vida interior, la oración, la meditación, los sacramentos, la lectura espiritual, la vivencia de la fe, el discipulado, etc.
Una vez producida la conversión personal y a través del liderazgo compartido, ésta se prolonga a toda la comunidad, es decir, la gracia suscita la conversión pastoral de la parroquia, renovándola y convirtiéndola en luz para el mundo, como consecuencia de la acción del Espíritu Santo que se derrama sobre la Iglesia de Cristo.