jueves, 12 de junio de 2025

¿POR QUÉ Y PARA QUÉ EVANGELIZO?


Desde hace doce años, cuando conocí los cursos Alpha y, después, los retiros de Emaús, estoy comprometido con la evangelización, pero reconozco que hasta hace poco no me había planteado el por qué y el para qué de lo que hago.

Fue en una conferencia de una misionera de la caridad de santa Teresa de Calcuta, hermana de un buen amigo de fe, cuando escuché algo que quedó grabado en mi corazón: "todos y cada uno de nosotros tenemos una 'cuota' de almas para llevar al cielo"

Hasta entonces, servía a Dios y al prójimo en la certeza de que es la vocación a la que estamos llamados los cristianos y así lo sentía en mi corazón, pero no me planteaba las razones por las que evangelizaba ni tampoco esa "cuota" de la que soy responsable.

Esta "cuota de almas" está en función de las capacidades que Dios nos ha dado a cada uno y que nos enseña en la parábola de los talentos de Mt 25,14-30 y Lc 19,11-27. Una "cuota" diferente en cada uno de nosotros y que debemos descubrir.

En Emaús tenemos muy interiorizada una oración del cardenal Verdier en la que le pedimos al Espíritu Santo guía para saber lo que debemos pensar y decir, cómo debemos decirlo, lo que debemos callar, cómo debemos actuar y lo que debemos hacer...para la gloria de Dios bien de las almas y mi propia santificación".

Pero ocurre que, a veces, sin meditarlo mucho, nos dedicamos a hacer cosas para Dios sin tener claro cuál es el objetivo o las razones por las que el Espíritu Santo nos ha guía en la gran tarea evangelizadora. Y es en la medida en que uno adquiere ese conocimiento, es capaz de discernir y orientar mejor su vida al cumplimiento de la voluntad de Dios.

Y así, a través de la oración, el Señor nos interpela para que nos preguntemos: ¿evangelizo por una satisfacción personal, o lo hago porque siento la necesidad de llevar almas al cielo? Realmente, ¿tengo una actitud dócil al Espíritu Santo, dulce huésped del alma y protagonista principal de la evangelización, o me creo el protagonista de una tarea que realizo de manera casi automática? ¿Tengo un interés genuino por las almas o sólo "hago cosas" porque es lo que debo hacer? ¿todo lo que hago es para gloria de Dios o para gloria mía?

Ocurre que quizás vemos el "más allá" como algo lejano y obviamos que, si no tenemos muy presente nuestro destino eterno en el cielo, la evangelización no tiene sentido. Y es que muchas veces, aunque pensemos estar sirviendo a Dios, los afanes cotidianos y nuestros orgullos protagonistas (que no celo), nos impiden alcanzar esa trascendencia necesaria para preocuparnos por los bienes eternos y tan sólo nos ocupamos de los aspectos terrenales y presentes, es decir, del "aquí y ahora", o del "yo y mi circunstancia".

Dice san Pablo que "Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (cf. 1Tim 2,3-4) pero también  el propio Jesús nos dice" No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7,21).

Por tanto, sabiendo que la voluntad de Dios es la salvación de todos hombres, nuestra misión (la mía), en palabras de Jesús, es cumplir su voluntad. Entonces, ¿Cómo cumplo yo la voluntad de Dios? ¿Tengo yo también ese celo divino para que todos los hombres se salven o pongo excepciones y excusas? ¿Mi celo depende de mis talentos con los que actúo, o de mi fragilidad, en la que el Espíritu Santo actúa?

Y otra vez, san Pablo, el gran ejemplo evangelizador, vuelve a interpelarme con su propia experiencia: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (1Cor 12,9-10).

Evangelizar significa aceptar mis propias debilidades y limitaciones para que Dios actúe a través mío. 

Cumplir Su voluntad y tener celo por las almas es el resultado de abrazar mi propia fragilidad, mi debilidad, las dificultades e incluso las persecuciones en la certeza de que Dios está a mi lado. 

Sólo así puedo ser capaz de servir, es decir, sólo dejándome "actuar" por el Espíritu, puedo alcanzar ese celo por las almas, configurarme a  Cristo y, en definitiva, amar verdaderamente a Dios y al prójimo.

Entonces...¿Cuál es mi "cuota de almas"? ¿Cuál es mi verdadero celo por las almas?

martes, 3 de junio de 2025

¿EMAÚS PARA SACERDOTES?

 
"Dios no hace acepción de personas, 
sino que acepta al que lo teme y practica la justicia" 
(Hch 10,34-35; cf. Rm 2,11; cf. Gal 2,6)

No se han hecho esperar... ya han llegado a España los retiros de Emaús para sacerdotes, importados de Colombia por el padre Enrique Martín, superior general de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey y por el padre Javier Siegrist, párroco de Santo Cristo de la Misericordia de Boadilla del Monte.

Honestamente, creo los retiros de Emaús para sacerdotes desvirtúan la esencia propia de Emaús a pesar de los buenos motivos esgrimidos para realizarlos: fortalecimiento de vínculos, experiencia fraterna, revulsivo afectivo, recuperación del  gozo ministerial...

Los retiros de Emaús no nacieron para fortalecer vínculos (aunque lo hacen) ni para ofrecer una experiencia de fraternidad (aunque lo es) ni un revulsivo afectivo (aunque lo proporcionan) ni para revivir el gozo del servicio/ministerio sacerdotal (aunque lo reviven), sino como una obra de evangelización, de primer anuncio (kerigma) y de conversión ante la crisis de fe existente en la sociedad actual y ante el paulatino alejamiento de creyentes de la Iglesia.

Creo que este interés en hacer retiros de Emaús para sacerdotes parte de un error de concepto a causa de un tópico que se toma como excusa para realizarlos según la vocación a la que cada uno es llamado por Dios: "Emaús es un retiro de laicos para laicos". Es una frase que se repite insistentemente pero que no refleja la verdadera realidad de estos retiros.

Aunque es cierto que está organizado por laicos (también, los retiros de sacerdotes, lo están), no es "de laicos", pues están siempre bajo el auspicio y el acompañamiento de una parroquia y, por tanto, de sacerdotes. 

Tampoco es un retiro "para laicos", puesto que está abierto a todas la personas que deseen asistir (laicos, sacerdotes, vida consagrada). Prueba de ello es que han participado cientos de sacerdotes y de consagrados/as, que se han reencontrado con el amor de Dios y han vivido una experiencia de comunión con el pueblo de Dios.

Creo que es más acertado decir que Emaús es un retiro suscitado y guiado por el Espíritu Santo para toda la Iglesia. Y su mensaje podría resumirse así: "que los que están dentro, salgan y los que están fuera, entren".

Los retiros de Emaús no hacen acepción de personas, ni distinción alguna por su estado espiritual o por su posición social, laboral o vocacional, algo que sí parecen pretender los retiros de Emaús exclusivos para sacerdotes

Los retiros de Emaús tienen una sola diferenciación: por género. Es decir, existen para hombres y para mujeres. Los motivos están más que justificados dada la diferencia emocional, identitaria, psicológica, cognitiva, expresiva o lingüística entre hombres y mujeres, pero que no existe entre laicos y sacerdotes aunque sus realidades sean, ciertamente, diferentes.

Si un laico desea hacer un retiro mixto tiene a su disposición un gran abanico de retiros de silencio, cuaresmales, ignacianos, de Proyecto Amor Conyugal (PAC) o de Effetá. De la misma manera, si un sacerdote o consagrado desea hacer un retiro específicamente para consagrados, tiene también a su disposición retiros de silencio, cuaresmales, formativos, ignacianos, etc.

Pero colocar la etiqueta de "Emaús" (que tanto "vende") con el objetivo de hacer "excepciones" y/o "acepciones" en estos retiros (que son de conversión y anuncio), desvirtúa su esencia, denota una cierta discriminación e insinúa un cierto clericalismo, esa peligrosa tentación eclesial que tanto denunciaba el papa Francisco y que es absolutamente contraria al Espíritu Santo y a la Palabra de Dios.
Si entramos en esta espiral distintiva, no sería descabezado (a la par que irónicamente absurdo) que los obispos comenzasen a reclamar retiros de Emaús exclusivos para el orden episcopal, o que los laicos reclamasen retiros de Emaús en virtud de su posición/condición social/laboral, de su situación existencial o de sus preferencias o gustos: retiros exclusivos para abogados, para políticos, para aficionados al fútbol, para amigos...¿Absurdo, vedad?

Creo que la asistencia de sacerdotes o consagrados a los retiros de Emaús tal y como fueron concebidos desde el principio, no sólo crea vínculos entre ellos y el pueblo de Dios, sino que además los acerca más a las realidades de esta sociedad en la que permanecen un tanto "al margen" y a la que tienen un acceso limitado, a través del sacramento de la confesión.

Además, si lo que estos retiros de sacerdotes pretenden es una renovación personal pero no va acompañada de una renovación pastoral y ministerial del sacerdocio (y, recordemos que Emaús no es formativo), la experiencia se queda (como muchas veces ocurre por desgracia) en un "subidón espiritual" que no es duradero ni plenamente fructífero.

Incluso, este intento de "segregación" de los pastores del rebaño tienen un consecuencia negativa: les hace perder ese "olor a oveja" que tanto mencionaba el papa Francisco. Y los pastores deben estar junto al rebaño, no aparte.
Por otro lado, cuando el apóstol Pedro dice "también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo", no se está refiriendo exclusivamente a los sacerdotes ministeriales sino a todos los creyentes, a todo el "linaje elegido, el sacerdocio real, la nación santa, el pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa" (1 P 2,5-9).

Por tanto, las "piedras vivas" de la Nueva Jerusalén no solo están formadas por las vocaciones sacerdotales sino también por las laicales. Pretender apoderarse de la gracia de Dios es tremendamente perjudicial tanto para unos como para otros. 

Es bueno recordar que en el Padrenuestro pedimos "venga a nosotros tu reino", pero no con el objetivo de acapararlo o adueñarnos de él, sino con el propósito de que todo el pueblo de Dios, es decir, todos los bautizados, vivamos en unidad y armonía (en este caso, en forma de retiro). 

Para concluir, sólo dos cosas: dejemos que el Espíritu Santo sea quien guíe a la Iglesia y dejemos a Dios ser Dios. A veces, no empeñamos tanto en personalizar "las cosas de Dios" que olvidamos al "Dios de las cosas".

JHR