domingo, 28 de agosto de 2016

¿POR QUÉ VIVIR EN COMUNIDAD CRISTIANA?


 


Muchos cristianos tienen una verdadera lucha interior cuando se trata de asistir a la parroquia  o crear comunidad. Piensan que la fe es algo particular, individual e íntimo. ¡Gran error!

Por supuesto, esto no es un problema nuevo. Desde el comienzo del cristianismo, los primeros líderes tuvieron que luchar contra esta forma de actuar, diciendo: "sin abandonar vuestra propia asamblea, como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animándoos: tanto más, cuanto que veis que se acerca ya el Día" (Hebreos 10,25).

Un popular eslogan cristiano dice: "Dios no nos llama a ir su iglesia, sino a ser su iglesia." Si realmente somos "su iglesia", con seguridad, nos reuniremos con otros cristianos regularmente. No podemos "ser" la iglesia, si no "vamos" a la iglesia.

La "iglesia" no tiene connotaciones individuales, ni se compone de llaneros solitarios o cristianos francotiradores. 

La "iglesia", por su propia naturaleza, se compone de una comunidad cristiana donde está Dios (Mateo 18,20).

Esto es a la vez el modelo bíblico e histórico establecido para nosotros por los primeros seguidores de Jesús y padres de la Iglesia. Ellos se reunían semanalmente para adorar a Dios juntos, y en ocasiones incluso a diario. Compartirían comunidad juntos en sus respectivos hogares. Las cartas de Pablo, Juan, Pedro y de otros apóstoles fueron escritas y enviadas a las comunidades cristianas de distintas ciudades, para, reunidas éstas, leerlas en voz alta. 

La iglesia significa el espacio donde los cristianos se reúnen para adorar a Dios, y escuchar las Escrituras juntos, animándose y apoyándose unos a otros en la fe. No podemos reducir la iglesia a un lugar donde vamos sólo a "recibir". Es mucho más que eso. Es la comunidad donde adoramos a Dios con otros, oramos a Dios por otros, nos animamos con otros, donde servimos a otros, donde nos comprometemos con Dios y con otros.

Disponemos de muchas opciones para ir a la iglesia. Podemos buscar una parroquia que sea de nuestro agrado, donde nos sintamos a gusto, pero el objetivo es reunirse con otros cristianos regularmente para adorar a Dios, escuchar las Escrituras, recibir los sacramentos y servir a otros.

Aquí hay cuatro poderosas razones por las que debemos asistir a la iglesia semanalmente, y por qué no, diariamente y por las que la asistencia a la iglesia puede cambiar nuestras vidas:

Dios lo manda

Dios nos dice en Su Palabra que "no dejando de congregarnos" (Hebreos 10,25).

La Biblia incluso va tan lejos: llama a la iglesia, la "novia de Cristo." ¿Qué mujer no va allí donde está su amado o viceversa? Si amas a Jesús, amarás las cosas que Él ama e irás donde esté Él.

Dios no nos ha llamado para que nuestras reuniones o adoraciones sean una carga para nosotros, sino para bendecirnos cuando asistimos a la iglesia.

Dios está ahí

Jesús vive dentro de nosotros por su Espíritu, esto es una verdad  insondable! Pero también hay algo muy importante al reunirnos en comunidad: "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18,20). 

Así que Dios no sólo vive en nosotros por el Espíritu, sino que está en "medio" de nosotros cuando nos reunimos en la iglesia.

Lo necesitamos

Todos nosotros hemos sido creados para vivir en sociedad, en comunidad. Dios nos ha dado este regalo de reunirnos en la iglesia y en grupos pequeños, para animarnos unos a otros y estar realmente involucrados en las vidas de los demás y comprometidos con sus dos mandamientos (Lucas 10,27; Mateo 22, 36-40).

Podemos leer libros cristianos, acudir a conferencias sobre asuntos de fe, estudiar teología, etc., para desarrollarnos espiritualmente pero nada de eso puede sustituir a la comunidad cristiana de la iglesia.

Crecemos juntos 

Puede resultar un poco incómodo entrar en la vida del otro. Todos somos humanos, y nadie es perfecto, por lo que requiere esfuerzo y compromiso.

Reuniéndonos regularmente con otros hermanos en la fe, asistimos a un proceso de mejora y crecimiento espirituales al ayudarnos unos a otros, al orar unos por otros y al animarnos mutuamente a querer seguir a Cristo cada día más.

No permitamos que las excusas se interpongan en el camino al que Dios nos está llamando. Dios nos fortalecerá y nos dará la capacidad de hacer lo que Él nos ha llamado a hacer. 




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