viernes, 19 de agosto de 2016

¡ROMPAMOS UNA LANZA POR NUESTROS SACERDOTES!


Cada día, nuestros sacerdotes y obispos se enfrentan, dentro de la propia Iglesia, a multitud de situaciones, de "patatas calientes": celebran eucaristías, preparan homilías, administran sacramentos, asisten, escuchan y aconsejan al Pueblo de Dios y mil cosas más. A menudo, tienen la impresión de tener que estar disponibles 24 horas al día, 7 días a la semana.

¡Qué difícil es el sacerdocio! ¡Y qué vulnerable es su ministerio! En los momentos difíciles, siempre sienten que muchas de las personas de la parroquia realmente no les comprenden, posiblemente por el famoso dicho sobre "la soledad del líder". 

Ponen sus corazones, sus dones, sus sentimientos y sus intenciones, su vida para ayudar a la Iglesia, pero a menudo, sus esfuerzos se tornan inútiles o vacíos de sentido.

Esperan que su labor, inmensa y poco valorada, ayude a la gente a madurar, satisfaga sus necesidades, colabore al crecimiento de sus parroquias y, sobre todo, honre a Dios. 

Es posible que se equivoquen también, pues son humanos y pecadores, pero no es nuestra tarea juzgarlos sino quererlos y apoyarlos.

Pero, aún así, siempre hay alguien que no está de acuerdo o critica el desempeño de sus tareas. O sencillamente, no le gusta su forma de ser o de hacer las cosas. 

Entonces es cuando el sacerdote se pone a la defensiva o peor, se "quema". Y cuando eso sucede, todos pierden. El sacerdote se siente atacado y el creyente siente que no es escuchado. Nadie gana.

A continuación, enumero algunas consideraciones sobre su servicio que creo que debemos meditar, todos:

Temen ser irrelevantes

Los temores de un sacerdote no pasan por qué comer, qué vestir, dónde dormir o qué coche conducir. 



Su preocupación persistente es que todo aquello que hacen y dicen sea irrelevante en la vida de los demás. 

Es una realidad verdaderamente frustrante para ellos.

Si tu sacerdote ha influido realmente en tu vida alguna vez, de palabra u obra, por su ejemplo o amistad, sugiero que tomes algún tiempo esta semana para hacérselo saber. No te imaginas de cuanta ayuda será para él.

Son niños de mamá

He leído estudios que muestran que la dependencia de los sacerdotes respecto a sus madres es superior al 80 por ciento del total de ordenados.

Esto tiene muchas implicaciones, y explica por qué es más probable que un sacerdote tome un café con un amigo en lugar de ir de compras, vaya a ver una película en lugar de ver un partido de fútbol; lea un libro en lugar de jugar al mus. 

También define el por qué, a menudo, las mujeres de la parroquia les llaman mucho más la atención que los hombre, e incluso les corrigen, sobre todo, las de más edad.

Cuando estés con tu sacerdote, ten en cuenta que él se sentirá siempre más cómodo, con su madre que con su padre, hablando el idioma del cariño más que el de la disciplina, que optará más por la colaboración sobre la competencia, por el perdón sobre el castigo. Estas no son cosas que aprendió en el seminario, son cosas que aprendió en casa, con "mamá".

Nos ven desde el altar

Algunas personas "de los bancos" piensan que hay un espejo entre ellos y el púlpito, en el que ellos ven al sacerdote, pero el sacerdote no puede verlos a ellos.

Incorrecto. Nos ven bostezar, mirar nuestros relojes o nuestros teléfonos, susurrarle algo al oído a nuestra mujer. Incluso, nos ven dormir. Lo cual nos es reprochable. Probablemente, si estamos haciendo todo eso, es porque la homilía es aburrida o poco interesante.

Pero tengamos en cuenta que ellos nos ven, y que puede llegar a parecer que no estamos interesados en lo que nos dicen, no ya ellos, sino el mismo Dios. Esto también les produce desencanto y desilusión. 

No está de más que intentemos alimentar nuestro interés durante la misa y, así apoyarle y darle energía para su tarea. Y quizás, al acabar la misa, podamos acercarnos y charlar con él sobre aquello que nos inquietaba. 

En ocasiones, tirarían la toalla

Hacia afuera, parecen incansables pero de puertas adentro, la mayoría de los sacerdotes , si pudieran, dimitirían, tirarían la toalla.

Su trabajo es tan duro que las personas que nunca hemos ejercido el sacerdocio (ni pretendemos) no logramos llegar a entender. Es agotador. No sólo físicamente, sino también, emocionalmente. 

A veces, es lógico que se les pase por la cabeza, retirarse a un convento o dejar el sacerdocio. Humanamente no compensa. Es sólo por su compromiso y su "sí" a Dios, y por tanto, por su sentido de amor y servicio a los demás, que continúan "al pie del cañón". Seamos amable, sensibles y agradecidos por ello.

No pueden hacer cosas que nosotros hacemos

Imagino que a veces, les gustaría poder maldecir o desvariar, hacer alguna "locura" de vez en cuando o incluso enfadarse sin salir en los periódicos. Supongo que les gustaría poder expresar públicamente algunas de sus ideas o de sus convicciones fuera de la fe sin que la gente levantara las cejas. Pero no lo hacen. 

¿Queremos que sean humanos, pero no demasiado humanos? ¿Espirituales pero no demasiado elevados? ¿Cercanos pero no demasiado alocados? Ellos lo saben. Pero lo mejor que pueden hacer es dar un buen ejemplo, porque si no, su ministerio no tiene sentido. 

A veces desfallecen espiritualmente

Probablemente el secreto mejor guardado entre los sacerdotes es como, en ocasiones, muchos están espiritualmente vacíos, "secos".

Al igual que un trabajador de una fábrica de dulces es probable que ya no le haga tanta gracia el sabor del caramelo, a los sacerdotes, en ocasiones, los asuntos espirituales pueden parecerles que carecen de cierto sentido. No lo justifico,pero es humano.

El culto, los sacramentos, etc. son tareas que deben organizar y ejecutar. 

Para ellos, es trabajo, es "lío", son complicaciones. Y encima, lo que hacen no es para ellos. Es para nosotros. Y cuando están en sus horas libres, seguramente, la última cosa que quieren hacer es algo espiritual. Porque les recuerda al trabajo.

Leen la Biblia y otros tantos libros espirituales meditando ideas para las homilías. Rezan pensando en oraciones motivadoras. Atienden a las personas de la iglesia sin hablar de ser compensados. Y seguramente, preferirían descansar en una hamaca, montar en bici, hacer deporte o ver la televisión, o cualquier otra cosa.

No todos, no siempre. Algunos. A menudo.

Son pecadores, igual que nosotros

No se limitan a pensar y a hablar acerca del pecado. No sólo están tentados a pecar. Cometen pecados. Pecan, como tú y como yo.

Si alguna vez, has escuchado a un sacerdote en misa divagando sobre las tentaciones y el pecado, es posible que pienses: "¿Y el qué sabrá?". Pues sabe, porque peca. Y lo que está diciendo proviene de su propia vida, de su propia experiencia, no sólo de un libro.

Dios nos llama a ser misericordiosos. Seamos también misericordiosos con nuestros curas pecadores.

Están más solos "que la una"

Los sacerdotes a menudo tienen problemas de confianza. No tienen a nadie a quién contar en confianza sus penas y sus problemas salvo, lógicamente a su confesor, director espiritual y, por supuesto, a Dios.

Me refiero a que, muchas veces, se encuentran ante encrucijadas y decisiones... y están solos! 

Llega el final del día y nadie les espera en casa con una cena caliente, un beso y una ración de ánimo a la par que reconocimiento. 

No tienen a nadie en quien apoyarse, a quien pedir consejo, aunque sea sobre nimiedades. A nadie!

Así que cada vez que se relacionan con nosotros, incluso en un grupo de oración o en algún ambiente más íntimo, no exponen al 100% su confianza. No pueden permitirse ese lujo.

Es así. No tiene fácil solución, pero en nuestra mano está mostrar la comprensión y la compasión por ese hombre que nos ama y que nos sirve día a día, semana tras semana, año tras año. 

Mostrar aprecio y consideración por ese "hombre de negro" que nos orienta, que escucha nuestras confesiones (una tras otra, miles, todos los días, sin desfallecer...), y sin embargo, a menudo, no tiene a dónde ir para conseguir la misma curación y similar alivio .

Su servicio es un trabajo duro

A veces se dice como una broma, a veces se dice con maldad, que los curas "sólo trabajan una hora a la semana", los domingos; que su trabajo es muy cómodo y sin estrés. 

Absolutamente falso. La mejor manera que se me ocurre para explicar por qué su ministerio es tan difícil, es compararlo con el padre de un niño pequeño. Desde el exterior, podría no parecer una gran cantidad de "trabajo", pero desde el interior, ser padre de un bebé es lo más agotador del mundo.

No se trata sólo de la cantidad de cosas que hacen, es el desgaste emocional al que están continuamente expuestos. Y no son "súper-hombres"

Es agotador estar durante todo el día, todos los días, encargado de todas las tareas, pendiente de todas las personas, de todos los programa, de todas las actividades parroquiales y no sentirse nunca realmente liberados.

Debe ser una sensación de frustración "estar nadando continuamente en una pecera, sin llegar a ningún destino, con cientos de ojos observándoles a todas horas y en realidad, nunca saber lo que los demás están pensando de ellos (a menos que se quejen, cosa que algunos hacen con regularidad)".

Debe ser una sensación de vacío aunque finjan sentirse llenos. Porque la iglesia siempre espera de...y el sacerdote se expone ante cientos de personas, varias veces a la semana, para ser evaluado, y con frecuencia no obtener retro-alimentación excepto tal vez, alguna "crítica constructiva". Y después de años de esto, mirar a la gente de la parroquia y comprobar poco o ningún cambio. 

Son más sensibles de lo que pensamos

Los curas de algunas parroquias tienen siempre una o varias personas en sus filas que les envían mensajes  o les abordan en cualquier ocasión para quejarse de cosas o de alguien.

Aunque, por supuesto, siempre hay un puñado de ángeles que les abrazan, les apoyan, les dan cariño y les alientan.

Pero mira por dónde, las personas que se quejan son específicas y persistentes, aunque duras, son las voces que los mantienen en vilo, aun sintiéndose mal con ellos mismos, preguntándose si será cierto o no, y a veces, considerando esas quejas.

La mayoría de nuestros sacerdotes tienen la piel mucho más delicada, son mas sensibles de lo que nosotros pensamos. Y, desde mi punto de vista, tiene que ver con el punto anteriormente expuestos: son "hijos de mamá". 

Ellos "tienen que ser abiertos y sensibles hacia nosotros, porque estamos a su cuidado. Nosotros, no necesariamente". Esto es un gran error en la Iglesia.

Si tenemos que criticar a nuestros sacerdotes de algo, por favor, seamos conscientes de que también tienen corazón y sufren. Pisemos con cuidado, con mucho amor y aprecio por su vulnerabilidad. Nadie está por encima en la corrección fraterna pero hagamos un esfuerzo extra para envolverlo con tanto cuidado como nos sea posible.

Se preocupan de nosotros más de lo que imaginamos

Basta con ser miembro de un consejo parroquial para comprobar el grado de preocupación que tienen los sacerdotes por nosotros, los fieles. 

Basta reunirse con ellos para cerciorarse de lo mucho que sus corazones se rompen por nosotros, la cantidad de tiempo y energía emocional que dedican a querer ayudarnos.

Este es su gran punto de santidad y caridad de su sacerdocio, porque pueden tener todas las razones y excusas para despreocuparse por los demás, para no atenderles al teléfono, incluso para tener un cierto grado de resentimiento. Y, sin embargo, a pesar de todo, al final de cada día, todavía se preocupan, a veces hasta el punto de derramar lágrimas. Es posible que no tengamos ni idea de cuánto.



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