domingo, 11 de diciembre de 2016

LOS CUATRO DOGMAS MARIANOS



La gracia es la presencia personal y viva de Dios en la vida de una persona y es incompatible con el pecado. Y así, María brilla como la “llena de gracia”, escogida por Dios desde la eternidad para ser la Madre del Salvador.

María es la “mujer” de la promesa del Génesis : “establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón” (3,9-15.20). 

La Virgen María, Madre de Dios, la Inmaculada, la llena de gracia, se convierte así en la “nueva Eva”, madre de la “nueva humanidad” inaugurada en Cristo. Como nos dice San Ireneo: “Eva, por su desobediencia, creó el nudo de la desgracia para la humanidad; mientras que María, por su obediencia, lo deshizo…”

Y siendo tan vital la figura de María en la fe católica, la Iglesia establece 4 dogmas sobre ella.

Los dogmas son verdades de la fe, reveladas por Dios, transmitidas desde los Apóstoles, a través de la Escritura o la Tradición y propuestas por la Iglesia para su aceptación por parte de los fieles.

 Los dogmas marianos son todas las verdades sobre la Santísima Virgen María, que todos los cristianos creen y aceptan:

La Maternidad Divina

La Virgen María es verdadera Madre de Dios. 

Virgen de la Silla .Rafael. Palacio PittiComo respuesta a la herejía de Nestorio, quien decía que María sólo es Madre de Jesús en cuanto hombre, este dogma fue solemnemente proclamado por el Papa San Clementino I en el Concilio de Efeso el 22 de junio de 431 y definió a la Theotókos:

“No decimos que la naturaleza del Verbo, transformada se hizo carne; ni tampoco que se transmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; afirmamos, más bien, que el Verbo, habiendo unido consigo, según hipóstasis o persona, la carne animada del alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado Hijo del hombre, no por sola voluntad o por la sola asunción de persona. Y aunque las naturalezas sean diversas, juntándose en verdadera unión, hicieron un sólo Cristo e hijo, no porque la diferencia de naturalezas fuese suprimida por la unión, sino porque la divinidad y humanidad, por misteriosa e inefable unión en una sola persona, constituyeron un solo Jesucristo e Hijo. Porque no nació primeramente un hombre cualquiera de la Virgen María, sobre el cual descendiera después el Verbo, sino que, unido a la carne en el mismo seno materno, se dice engendrado según la carne, en cuanto que vindicó para sí como propia la generación de su carne... Por eso (los santos Padres) no dudaron en llamar Madre de Dios a la Santísima Virgen”(Theotókos D III a).
Tiempo después, fue proclamado por los Concilios de Calcedonia y de Constantinopla:

"Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema."

El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:

"Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66).

El Papa Pío XI, en 1931, al conmemorarse el XV Centenario del Concilio de Éfeso instituyó en su honor la fiesta de María, Madre de Dios.


La Solemnidad de María, Madre de Dios se celebra el 1  de Enero.

La Inmaculada Concepción

La Virgen María fue concebida sin mancha de pecado original. 


El dogma de la Inmaculada Concepción fue definido y proclamado solemnemente el 8 de Diciembre de 1854 en la Plaza de San Pedro del Vaticano, en la Bula "Inefabilis Deus" por el Papa Pío IX, quien añadió a las Letanías "Reina concebida sin pecado original": 

"Declaramos, pro
nunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles."


Anteriormente el Papa Alejandro VII en la Bula Sollicitudo omnium Eccl., del 8 de diciembre de 1661 dijo:


(§ 1) Existe un antiguo y piadoso sentir de los fieles de Cristo hacia su madre beatísima, la Virgen María, según el cual el alma de ella fue preservada inmune de la mancha del pecado original en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo, por especial gracia y privilegio de Dios, en vista de los méritos de Jesucristo Hijo suyo, Redentor del género humano, y en este sentido dan culto y celebran con solemne rito la festividad de su concepción; y el número de ellos ha crecido [siguen las Constituciones de Sixto V, renovadas por el Concilio de Trento 734 s y 792] … de suerte que… ya casi todos los católicos la abrazan...

(§ 4) Renovamos las constituciones y decretos… publicados por los Romanos Pontífices en favor de la sentencia que afirma que el alma de la bienaventurada Virgen María en su creación e infusión en el cuerpo fue dotada de la gracia del Espíritu Santo y preservada del pecado original…

Las Santas Escrituras lo señalan:

 “Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha en ti” (Cantar de los Cantares 4, 7), “Es un hábito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla” (Sabiduría 5, 25), “Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado,...” (Sabiduría 7, 22)

En la Anunciación, cuando el ángel San Gabriel enviado por el Altísimo saluda a la Virgen de parte del Señor: “Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo” (Lucas 1, 28).

Desde los comienzos de la Iglesia, los Santos Padres también se pronunciaron sobre tan admirable privilegio: San Efrén y San Basilio fueron los primeros en llamarla con el título de “Virgen siempre pura, siempre inmaculada”.

España se ha distinguido siempre por su gran amor y devoción a la Santísima Virgen, como proclaman los numerosos templos, capillas y monumentos que se alzan en todo el territorio nacional:

En 1489, la Beata Doña Beatriz de Silva funda el primer convento de las Concepcionistas, primeras religiosas instituidas bajo el nombre de la Purísima, cuyo hábito blanco y azul es, por cierto, igual que la imagen de Lourdes.

Tras el ataque protestante del Concilio de Trento (1545-63) la Virgen queda desterrada.

En 1615 los hermanos de la cofradía del Silencio de Sevilla sellaron mediante "voto de sangre" defender que María había sido concebida sin mancha de pecado original. A este voto sevillano le siguieron otras ciudades y universidades. Se convirtió en una verdadera cuestión de Estado y no sólo por la devoción sincera de los monarcas sino por razones de orden público: estallaban tumultos cada vez cada vez que un incauto afirmaba lo contrario. Los caballeros de las Ordenes Militares (Santiago, Calatrava, Alcántara, Montesa) se unieron a este voto desde 1652.

La Monarquía también expresó su fervor mariano, desde Felipe II y Felipe IV, enviando embajadas al Papa para proclamar el dogma. Carlos III reunió las Cortes del reino en Madrid en 1760 y declaró la Inmaculada como Patrona de España, junto a Santiago.

El gran defensor y propagador de la Concepción Inmaculada de María, que facilitó la definición del Dogma, fue el Beato Juan Duns Escoto, Doctor Sutil, llamado también Doctor Mariano, Doctor de la Inmaculada. Su célebre argumento se resume en tres palabras:

Pudo Dios preservar a la Virgen de contraer la mancha original, porque es omnipotente.
Convenía que lo hiciera, pues se trataba de la excelsa dignidad de su Madre.
luego lo hizo, pues Dios hace siempre lo más conveniente”.

La Solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra el 8 de diciembre.

La Perpetua Virginidad

María fue Virgen antes, durante y perpetuamente después del parto. 

Natividad de Correggio"Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emanuel" (Isaías 7, 14; Miqueas 5, 2-3; Mateo 1, 22-23) 

El Papa San Martín I definió el dogma en el Concilio de Letrán, celebrado en el 649:


“Si alguno, de acuerdo con los Santos Padres, no confiesa que María Inmaculada es real y verdaderamente Madre de Dios y siempre Virgen, en cuanto concibió al que es Dios único y verdadero -el Verbo engendrado por Dios Padre desde toda la eternidad- en estos últimos tiempos, sin semilla humana y nacido sin corrupción de su virginidad, que permaneció intacta después de su nacimiento, sea anatema”.

El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:

"La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 55 - Concilio Vaticano II).

La Solemnidad de Santa María, siempre Virgen se celebra el 2 de julio.

La Asunción de María

La Virgen María, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.

El término Asunción proviene del vocablo latín "assumi", que significa ser llevada

Este Dogma afirma la glorificación corporal de María y fue definido y proclamado por el Papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:

"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".

El Concilio Vaticano II nos enseña que María fue “enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores, y vencedor del pecado y de la muerte” (Lumen Gentium 59). 

En la cultura y tradición judía, el lugar de la Reina era ocupado por la madre del rey, la “Reina Madre”. La Reina Madre era reconocida como la abogada del pueblo. Todo el que quería lograr un favor del rey, recurría a la Reina Madre, quien siempre tenía el oído del rey. Los judíos se referían a ella como Gabirah, que quiere decir “gran señora”.
La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos: "En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas" (Tropario en el día de la Dormición de la Bienaventurada Virgen María).

Habiendo Jesús ascendido en cuerpo y alma a los cielos luego de su gloriosa resurrección, y siendo Él el último rey del linaje de David (Lucas 1,32), el lugar que corresponde a María, como Reina Madre, es en un trono a la derecha de su Hijo (1 Reyes 3,19). Su Hijo no podía esperar hasta la resurrección de los muertos en el día del juicio final. Por eso dispuso que su Madre fuera “asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste”, lo que enfatiza el carácter totalizante y completo de su glorificación y encuentro definitivo con su Hijo.

Por otro lado, teniendo un cuerpo glorificado al igual que su Hijo, María puede continuar manifestando su maternidad divina a través de las múltiples apariciones, cuando su Hijo así lo permite, haciendo posible que los videntes puedan percibirla con características étnicas que les resultan familiares.

María vive ya plenamente lo que nosotros aspiramos a vivir un día en el cielo. Representa para nosotros un signo de esperanza. Ella es nuestra meta y nuestro ejemplo; nos conduce de su mano hacia su Hijo, que es su razón de ser, con quien aspiramos un día compartir su victoria sobre la muerte. ¡A Jesús por María! Ella es también nuestra Gabirah, nuestra abogada, la Reina Madre que intercede por nosotros ante su Hijo, Jesucristo Rey.

La Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen se celebra el 15 de agosto.

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