“La luz ha venido al mundo y los hombres han preferido la oscuridad”.
( Juan 3, 19 )
Día tras día, no dejo de sorprenderme de lo que veo a mi alrededor. Y lo que veo es oscuridad, tinieblas...incluso dentro de la Iglesia. Nuestro mundo está sumido en la oscuridad. Ha elegido vivir sin Dios. ¡Un mundo sin Dios es un mundo de oscuridad!¡Un mundo en tinieblas!
Ante este panorama, ¿quién llevará a este mundo a la luz?
"Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". (Juan 8, 12). Dios vino a nosotros, se hizo hombre para darnos la luz de la fe … ¡pero preferimos la oscuridad!
Antes de volver al Padre, nos dio una misión: "Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". (Mateo 28,19; Marcos 16,15; Lucas 24, 47-48)
Y para ello y tras Pentecostés, nos envió al Espíritu Santo para iluminarnos y para ser luz para otros:"Vosotros sois la luz del mundo (...)Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos". (Mateo 5, 14-16).
Cristo nos exhorta a proclamar al mundo su luz! ¡Nos insta a ser luz en la oscuridad! ¡No podemos guardar silencio! ¡Despertemos! ¡No podemos tener miedo de llevar la luz de Cristo a este mundo!
¿Cómo? El Evangelio nos dice: “El que obra según la verdad sale a la luz”. Dejemos que la luz del Espíritu Santo ilumine nuestras vidas y actuemos según la verdad que recibimos de la Eucaristía, permitiéndonos saborear la presencia silenciosa y trascendente de Dios y volvernos hacia la luz del Señor.
Luz desde nuestras vocaciones
Pero ¡Cuidado! Existe el peligro de que el sacerdote se considere como “auto portador de luz“. Entonces, no trae la Luz de Dios al mundo, sino su propia luz. Lo que el mundo espera del sacerdote es Dios y la luz de su Palabra proclamada sin ambigüedad ni falsificación.
Acudamos a Dios en una celebración litúrgica llena de respeto, silencio y santidad. No inventemos nada en la liturgia. Recibamos todo de Dios y de la Iglesia. No busquemos espectáculo o éxito. No busquemos hacer política social ni reivindicativa.
Ser sacerdote no es hacer muchas cosas. Ser sacerdote no equivale a ser activista sino a estar con el Señor, en la Cruz.
La liturgia es el lugar donde el hombre se encuentra con Dios cara a cara. Es el momento más sublime en el que Dios nos enseña a “conformarnos a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8, 29).
La liturgia no es y no debe ser motivo de dolor, lucha, reivindicación o conflicto. Lo esencial es volverse hacia Cristo, nuestra única luz, nuestra única reivindicación, nuestro único objetivo.
Ser sacerdote no es hacer muchas cosas. Ser sacerdote no equivale a ser activista sino a estar con el Señor, en la Cruz.
La liturgia es el lugar donde el hombre se encuentra con Dios cara a cara. Es el momento más sublime en el que Dios nos enseña a “conformarnos a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8, 29).
La liturgia no es y no debe ser motivo de dolor, lucha, reivindicación o conflicto. Lo esencial es volverse hacia Cristo, nuestra única luz, nuestra única reivindicación, nuestro único objetivo.
Pudiéramos caer en la tentación de fabricar un sacerdocio de acuerdo a nuestra dimensión humana, sin perpetuar, sin extender el sacerdocio de Cristo, obediente, pobre y humilde. En realidad el sacerdote no es solo un “alter Christus”, sino que es verdaderamente “ipse Christus”, ¡él es Cristo mismo! Y es por eso que, siguiendo a Cristo y a la Iglesia, ¡el sacerdote siempre será un signo de contradicción en medio del mundo!
¡Actuemos todos de acuerdo con la Verdad! También nosotros como laicos, en nuestra familia, profesión, entorno social, económico, político, ¡que Cristo sea nuestra Luz! ¡No tengamos miedo de testificar que nuestra alegría proviene de Cristo! ¡No escondamos la fuente de nuestra esperanza! ¡Por el contrario, proclámemosla! ¡Testifíquemosla! ¡Evangelicemos! ¡La Iglesia nos necesita! ¡A todos!
Y el primer paso está en nuestras familias. Ser padre y madre en el mundo de hoy es una aventura llena de sufrimiento, obstáculos y preocupaciones. Tengamos el coraje de educar a nuestros hijos a la luz de Cristo. A veces tendremos que luchar contra el viento dominante y soportar la burla y el desprecio del mundo. ¡Pero no estamos aquí para complacer al mundo! “Proclamamos un Cristo crucificado, un escándalo para los judíos y una locura para los gentiles” (1 Corintios 1, 23-24)
Luz desde nuestra misión
¡No temamos! ¡No nos rindamos! La Iglesia, a través de la voz de los Papas y de la tradición de la Iglesia, nos confía una misión profética: testificar ante todos sobre nuestra confianza plena y gozosa en Dios.
Odiemos el mundo oscuro de Satanás y sus ideologías, que niegan la naturaleza humana y destruyen la familia, que imponen una nueva moral individual, hedonista y global y nos sumergen en la oscuridad más absoluta. No podemos "adaptarnos" al espíritu de los tiempos, al relativismo, al conformismo.
Thomas Stearns Eliot, poeta británico, dijo: “En un mundo de fugitivos, la persona que tome la dirección opuesta parecerá huir”. ¡Seamos de aquellos que tomamos la dirección opuesta! ¡Atrevámonos a ir contra! Para nosotros, cristianos, la dirección opuesta no es un lugar, es una Persona, es Jesucristo, nuestro Amigo y nuestro Redentor.
Thomas Stearns Eliot, poeta británico, dijo: “En un mundo de fugitivos, la persona que tome la dirección opuesta parecerá huir”. ¡Seamos de aquellos que tomamos la dirección opuesta! ¡Atrevámonos a ir contra! Para nosotros, cristianos, la dirección opuesta no es un lugar, es una Persona, es Jesucristo, nuestro Amigo y nuestro Redentor.
Dios quiere que le necesitemos, ¡qué gracia! ¡qué alegría! Occidente ha sido evangelizado por los Santos y los Mártires. ¡Nosotros, hijos de la luz, seremos los santos y los mártires que las naciones están esperando en una Nueva Evangelización! ¡Nuestro mundo está sediento de Cristo! ¡No le decepcionemos!
Respondamos a la llamada de Dios para seguirlo, dejarlo todo por él, por su luz. ¡Dios es el único amigo que nunca nos decepcionará! Cuando Dios llama, es radical. Significa que va todo el camino hasta la raíz. ¡No estamos llamados a ser cristianos mediocres a ser católicos tibios! ¡No, Dios nos llama a todos al regalo total, al martirio del cuerpo o del corazón!
¡Fueron hombres y mujeres, como nosotros, los que aceptaron seguir a Jesús hasta el final, radicalmente, los que construyeron la civilización cristiana.
¡Regresemos a la Fuente! ¡Seamos audaces! En este mundo de fealdad, mentira y maldad, de tumulto y tristeza, seamos dignos representantes de la belleza, de la verdad y la bondad!. Y así, experimentar la única alegría que no pasa, la única felicidad que permanece.
¡Regresemos a la Fuente! ¡Seamos audaces! En este mundo de fealdad, mentira y maldad, de tumulto y tristeza, seamos dignos representantes de la belleza, de la verdad y la bondad!. Y así, experimentar la única alegría que no pasa, la única felicidad que permanece.
Pidamos a la Santísima Virgen María saber decir “fiat”, es decir, sí, plenamente, como ella, para recibir la luz del Espíritu Santo como lo hizo ella…
… pidamos a Nuestra Santísima Madre tener un corazón como el suyo, un corazón que no le niega nada a Dios, un corazón ardiente con amor por la gloria de Dios, un corazón ardiente para anunciar a los hombres las Buenas Nuevas, un corazón generoso, un corazón tan abundante como el corazón de María, tan abundante como el de la Iglesia, y tan rico como el del Corazón de Jesús ! ¡Que así sea!
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