Tras la escandalosa noticia de siete décadas de abusos sexuales en la Iglesia de Pensilvania, trescientos agresores, más de mil víctimas y con el conocimiento del Vaticano desde hace más de sesenta años, todos en el pueblo de Dios estamos tristes, dolidos e indignados.
Es una catástrofe moral de proporciones gigantescas. Una perversión de la Iglesia y una humillación a Dios. Quienes debieran ser modelos de entrega a los demás, se entregan a crímenes contra niños indefensos. Quienes debieran ser educadores morales utilizan su posición para abusar de la confianza de padres que dejan a sus hijos en sus manos, para también abusar de ellos. Quienes debieran ser “guías de almas” y "buenos pastores" para conducir al rebaño a la salvación del cielo, mancillan su inocencia, su cuerpo, pervierten sus conciencias y los conducen a la perdición del infierno junto a ellos.
Muchos católicos nos preguntamos ¿cómo siguen ocurriendo casos así? ¿cómo es posible que ocurran durante años con el beneplácito de los superiores eclesiásticos? ¿Por qué no se toman medidas inmediatas, cuando se tiene sospechas fundadas y definitivas, cuando se tiene conocimiento de tales actos? ¿Por qué ese silencio malvado?
La jerarquía de la Iglesia viene manteniendo a lo largo de mucho tiempo una política de disimulo, encubrimiento y ocultación de las tendencias (homosexualidad), prácticas (inmoralidad) o abusos sexuales (pederastia) ocurridos dentro de la Iglesia. Un silencio cómplice que clama al cielo.
Muchos católicos prefieren guardar silencio, mirar hacia otro lado, esconder la cabeza en el suelo...pero nada de esto soluciona el problema. El mal sigue ahí.
Muchos católicos prefieren guardar silencio, mirar hacia otro lado, esconder la cabeza en el suelo...pero nada de esto soluciona el problema. El mal sigue ahí.
Desde el sentido común, silenciar, ocultar o minimizar los abusos sexuales en la Iglesia es la peor forma de solucionarlos.
Desde el sentido disciplinario, es la peor manera de evitar la reincidencia y la erradicación de los problemas presentes y futuros.
Desde el sentido moral, es la peor forma de servir, honrar y dar gloria a Dios.
Desde el sentido disciplinario, es la peor manera de evitar la reincidencia y la erradicación de los problemas presentes y futuros.
Desde el sentido moral, es la peor forma de servir, honrar y dar gloria a Dios.
Un cambio de parroquia multiplica exponencialmente el problema
Con la falaz excusa de no crear escándalo, se han ocultado maliciosamente estos hechos dando pie a que los abusadores se sientan tranquilos, seguros y, hasta respaldados por sus superiores, sabiendo que lo más grave que les puede ocurrir es que les trasladen a otra parroquia, donde poder seguir con sus tendencias, prácticas y abusos.
Ni tan siquiera reciben una corrección fraterna que les mueva al arrepentimiento.
Ni tan siquiera reciben una corrección fraterna que les mueva al arrepentimiento.
Cambiarles de parroquia no es ni siquiera una solución "a medias" puesto que un "cambio de aires", no solo no soluciona el problema de raíz sino que expone a la nueva parroquia a la que se les traslada y la convierte en otro "campo de tiro" para estos depredadores, en otro "coto de caza" para estos lobos con piel de oveja.
Las personas, las familias y los niños a las que se envían a éstos agresores sexuales se convierten en presas fáciles, pues nadie les advierte de su peligro.
Las personas, las familias y los niños a las que se envían a éstos agresores sexuales se convierten en presas fáciles, pues nadie les advierte de su peligro.
Un lenguaje engañoso oscurece la Verdad
Otro intento de ocultar la verdad y encubrir la maldad se encuentra en un lenguaje "buenista" eclesial, propio del más ridículo "politicocorrectismo", que utiliza eufemismos para evitar decir palabras duras.
Así en lugar de abusos, se habla de prácticas desordenadas; en lugar de violaciones, de contactos inapropiados; en lugar de depredadores sexuales, de víctimas del pecado...
Un lenguaje que intenta elevarse para dar a entender que se está cerca de Dios cuando en realidad, es todo lo contrario. Así en lugar de corregir se transige con el pecado apelando a u falso concepto de misericordia divina que todo lo perdona.
Así en lugar de abusos, se habla de prácticas desordenadas; en lugar de violaciones, de contactos inapropiados; en lugar de depredadores sexuales, de víctimas del pecado...
Un lenguaje que intenta elevarse para dar a entender que se está cerca de Dios cuando en realidad, es todo lo contrario. Así en lugar de corregir se transige con el pecado apelando a u falso concepto de misericordia divina que todo lo perdona.
Un lavado de cara casero no elimina la suciedad
Otra práctica "ocultista" es "dejar en casa" todas estas tendencias, prácticas y abusos para esconderlas en un cajón, ya que se trata de asuntos personales que no deben trascender.
Pudiera ser una sugerencia efectiva para "lavar los trapos sucios en casa", pero lo cierto es que lavar, no se lavan.
Como mucho, la recomendación más habitual es guardar silencio o no llevar a cabo investigaciones serias sino asignar una comisión de sacerdotes que, pretendiendo dar una apariencia de integridad, evalúen discretamente la situación pero sin dar solución alguna.
Pudiera ser una sugerencia efectiva para "lavar los trapos sucios en casa", pero lo cierto es que lavar, no se lavan.
Como mucho, la recomendación más habitual es guardar silencio o no llevar a cabo investigaciones serias sino asignar una comisión de sacerdotes que, pretendiendo dar una apariencia de integridad, evalúen discretamente la situación pero sin dar solución alguna.
Un agresor nunca es inocente, ni una víctima culpable
Sin embargo, la práctica más grave es la "victimización del agresor". En primer lugar, negando los hechos; en segundo lugar, matando al mensajero; y en tercer lugar, escudándose en que las denuncias son ataques a los sacerdotes, a la parroquia o a la propia Iglesia Católica, cuando en realidad, son acusaciones de hechos deleznables y probados que sí han ocurrido...
La única solución real para extirpar de una vez para siempre a estos "depredadores" del Pueblo de Dios es denunciar la situación pública e inmediatamente, "airearla", expulsarlos de la Iglesia y entregarlos a los tribunales. Nada soluciona un problema como el escarmiento público.
La Iglesia debe pasar del silencio encubridor de tendencias, prácticas y abusos sexuales a su denuncia. Es absolutamente necesario que colaboren con los sistemas judiciales de los distintos países del mundo, al margen de las medidas disciplinarias de orden interno que apliquen.
El reto actual de la Iglesia pasa por:
- dejar de escudar a los agresores para proteger a las víctimas.
- dejar de pecar por omisión ante casos de tal gravedad.
- reconocer los hechos, reaccionar inmediatamente y denunciarlos públicamente.
- aplicar medidas de control y prevención de amenazas o situaciones de riesgo.
- combatir la impunidad, evitar el "escándalo de los corazones" y la "perdición de las almas".
- no aplicar paños calientes, no minimizar los hechos, ni trasladarlos a otro lugar.
- evitar la complicidad a favor del abusador por un falsa defensa de la Iglesia.
Dios es misericordioso y compasivo con el pecador pero no con el pecado. Pero también es justo y firme. El que no está con Dios está contra Él.
La misericordia de Dios no tapa el pecado, no oculta la verdad, no disimula la maldad...sino que transforma, purifica y nos lleva a un nacimiento nuevo, despojándonos del hombre viejo.
No podemos convivir con el pecado, omitirlo u obviarlo y pretender estar cerca de Dios. No se puede estar en gracia y en pecado a la vez. Es imposible.
El pecado es el alejamiento de Dios. Dios nunca está allí donde existe pecado. Y si en la Iglesia existe connivencia con el pecado, ¿está Dios allí?
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