"La acción es una oración con hechos!
¡Cuantas veces hemos hablado en "petite comité" sobre qué es más importante, la oración o la acción! ¡Cuántas veces hemos defendido qué va antes, la una o la otra!
Sin embargo, ambas no sólo no son contrapuestas ni excluyentes, sino que son absolutamente complementarias y dependen la una de la otra. Es como preguntarse ¿qué fue antes el huevo o la gallina?
El Papa Francisco hace poco, decía: "La escucha de la palabra del Señor, la contemplación y el servicio concreto al prójimo no son dos comportamientos contrapuestos, sino, al contrario, son dos aspectos ambos esenciales para nuestra vida cristiana; aspectos que no van nunca separados, sino vividos en profunda unidad y armonía. Oración y acción están siempre profundamente unidas. Una oración que no lleva a la acción concreta hacia el hermano pobre, enfermo, necesitado de ayuda, en dificultad, es una oración estéril e incompleta. Pero del mismo modo, cuando en el servicio eclesial se está atento solo al hacer, se da más peso a las cosas, a las funciones, a las estructuras, y se olvida de la centralidad de Cristo, no se reserva tiempo para el diálogo con Él en la oración, se corre el riesgo de servirse a sí mismo y no a Dios presente en el hermano necesitado."
De la oración brota la fuerza sobrenatural que hace eficaz la acción apostólica y de la acción brota la comunicación con Dios para saber cuál es su voluntad en cada actividad, en cada momento.
Sin oración, la evangelización se convierte en mero activismo sin sentido sobrenatural, sin alcance redentor.
Sin acción, la contemplación se convierte en mero ensimismamiento sin sentido natural, sin alcance apostólico.
El camino de la oración lleva necesariamente a la acción, y esta acción será más fecunda, mientras más intensa sea la vida de oración.
Es cierto que los "activistas" o defensores de la acción, pudieran ver la oración como una pérdida absoluta de tiempo. ¿Por qué rezar en lo escondido cuando pueden estar transformando el mundo?
Como también es cierto que muchos de los "orantes" o defensores de la oración, pudieran ver la acción como una pérdida impulsiva de energías. ¿Por qué hacer cosas en un mundo agitado cuando pueden estar en la tranquila presencia de Dios?
Es cierto que los "activistas" o defensores de la acción, pudieran ver la oración como una pérdida absoluta de tiempo. ¿Por qué rezar en lo escondido cuando pueden estar transformando el mundo?
Como también es cierto que muchos de los "orantes" o defensores de la oración, pudieran ver la acción como una pérdida impulsiva de energías. ¿Por qué hacer cosas en un mundo agitado cuando pueden estar en la tranquila presencia de Dios?
Y yo me pregunto, ¿hay una posición intermedia? ¿es posible hallar un equilibrio entre oración y acción?
Para la mayoría de nosotros, el equilibrio es un problema. Tendemos a pensar en términos de blanco y negro; de bueno y malo; de correcto y incorrecto; de importante y urgente.
Pero Dios, en su Palabra, nos muestra que en la vivencia de la fe cristiana, en la vida espiritual, existe un equilibrio perfecto entre oración y la acción:
Moisés escuchó la llamada de Dios en la soledad del desierto para, luego, cumplir Su voluntad, de regreso a Egipto y liberar a Su pueblo.
Jesús anunció el mensaje de Amor después de salir de la soledad del desierto, para luego, mantener un ritmo de acción y oración, moviéndose del mundo al Padre, y del Padre al mundo, una y otra vez.
Los apóstoles, después de la llegada del Espíritu Santo en oración, explotaron en acción.
San Pablo fue un denodado hombre de acción orante.
Henri Nouwen, reconocido autor cristiano, dijo: “La vida cristiana no es una vida dividida entre tiempos para la acción y tiempos para la contemplación. No. La acción social real es una forma de contemplación, y la contemplación real es el núcleo de la acción social. . . La vida espiritual no nos aleja del mundo, sino que nos lleva a profundizar en él ”.
Nuestra vida de fe y servicio a Dios y a los hombres, gracias a la providencia divina, crea un espacio para que Dios trabaje en nuestro día a día.
Pasamos tiempo en silencio, Dios habla; Ayunamos, Dios nos llena; Adoramos, Dios nos habla; Hacemos una pausa, un retiro, Dios nos envía.
El Espíritu de Dios se mueve en, a través y alrededor de nosotros. Es entonces, cuando ocurre la verdadera transformación. Pero primero tenemos que hacer espacio para Dios.
Una vez transformados por su Gracia, trabajamos con una fuerza sobrenatural para renovar el mundo, pero no depende de nosotros.
Para la mayoría de nosotros, el equilibrio es un problema. Tendemos a pensar en términos de blanco y negro; de bueno y malo; de correcto y incorrecto; de importante y urgente.
Pero Dios, en su Palabra, nos muestra que en la vivencia de la fe cristiana, en la vida espiritual, existe un equilibrio perfecto entre oración y la acción:
Moisés escuchó la llamada de Dios en la soledad del desierto para, luego, cumplir Su voluntad, de regreso a Egipto y liberar a Su pueblo.
Jesús anunció el mensaje de Amor después de salir de la soledad del desierto, para luego, mantener un ritmo de acción y oración, moviéndose del mundo al Padre, y del Padre al mundo, una y otra vez.
Los apóstoles, después de la llegada del Espíritu Santo en oración, explotaron en acción.
San Pablo fue un denodado hombre de acción orante.
Henri Nouwen, reconocido autor cristiano, dijo: “La vida cristiana no es una vida dividida entre tiempos para la acción y tiempos para la contemplación. No. La acción social real es una forma de contemplación, y la contemplación real es el núcleo de la acción social. . . La vida espiritual no nos aleja del mundo, sino que nos lleva a profundizar en él ”.
Nuestra vida de fe y servicio a Dios y a los hombres, gracias a la providencia divina, crea un espacio para que Dios trabaje en nuestro día a día.
Pasamos tiempo en silencio, Dios habla; Ayunamos, Dios nos llena; Adoramos, Dios nos habla; Hacemos una pausa, un retiro, Dios nos envía.
El Espíritu de Dios se mueve en, a través y alrededor de nosotros. Es entonces, cuando ocurre la verdadera transformación. Pero primero tenemos que hacer espacio para Dios.
Una vez transformados por su Gracia, trabajamos con una fuerza sobrenatural para renovar el mundo, pero no depende de nosotros.
Oramos por los problemas del mundo, pero luego debemos comprometernos en las soluciones. Pedimos la intervención de Dios, pero Él quiere "necesitarnos". ¿No deberíamos, por lo tanto, orar mientras servimos? o ¿servir mientras oramos?
Por tanto, la oración es necesaria antes de la acción. Y durante y después de la acción, es también necesaria la oración.
La oración es comunicación, pero es mucho, mucho más. La oración nos conecta con el creador del universo, el Rey eterno. La oración alinea nuestros pensamientos y acciones con el Espíritu Santo, y entre nosotros.
El poder de la oración, une al pueblo de Dios con los propósitos de Dios, y puede cambiar el mundo. La oración llena nuestros corazones, nuestras manos, nuestras palabras y nuestras vidas con poder y significado. Cada movimiento que hacemos es una alianza con Dios, llena de oración, llena de esperanza y de fe en la voluntad de Dios. Cada palabra que oramos se combina con el poder del Espíritu Santo en una acción santa.
San Juan Pablo II dijo: “La misión sigue siendo siempre, primariamente, obra de Dios, obra del Espíritu Santo, que es su indiscutible ¡protagonista!”, recordándonos que por muy necesarios que sean los esfuerzos humanos, el éxito no depende de nosotros, pues la misión es “obra de Dios”.
La Madre Teresa de Calcuta, sobre "rezar el trabajo" dijo: “Nuestra actividad será verdaderamente apostólica en la medida en que dejamos que Dios sea quien trabaje en nosotros y a través de nosotros. Así, mientras más recibimos en la oración de silencio, más podemos dar en nuestra vida activa, en nuestra labor”.
Dios siempre toma la iniciativa. No somos nosotros quienes damos el primer paso. Pero sí quienes nos comprometemos cuando escuchamos la voz de Dios.
Esta es la idea: dejar a Dios ser Dios, dejar que Dios actúe mientras nosotros pedimos y servimos. No somos nosotros actuando; es Dios actuando a través nuestro. El éxito y la gloria son de Dios.Oremos y escuchemos mientras Dios actúa a través de nuestro servicio. San Benito decía: "Ora et labora", y yo creo que se refería a realizar ambas a la vez.
Ni podemos sólo quedarnos en la oración, pretendiendo que lo haga Él todo, ni salir a la acción sin conocer la voluntad de Dios, pretendiendo arreglar el mundo por nuestra cuenta.
Debemos vivir, servir y orar en un perfecto equilibrio, el que Jesús nos enseñó: "oración en acción", o lo que es lo mismo, un servicio centrado en la voz de Dios y en la atención al hombre.
San Juan Pablo II, dijo: "La oración debe ser cada vez más el medio primero y fundamental de la acción misionera en la Iglesia” porque “la auténtica oración, lejos de replegar al hombre sobre sí mismo o a la Iglesia sobre ella misma, le dispone a la misión, al verdadero apostolado”.
Benedicto XVI, sobre la Nueva Evangelización, dijo:“Todos los métodos están vacíos si no tienen en su base la oración. La palabra del anuncio siempre debe contener una vida de oración. Jesús predicaba durante el día y de noche rezaba”.
Oración franciscana
Que Dios me bendiga con incomodidad
en respuestas fáciles, medias verdades y relaciones superficiales,
para que viva en lo profundo de mi corazón.
Que Dios me bendiga con santa indignación
ante la injusticia, opresión y explotación de las personas,
para que pueda trabajar por la justicia, la libertad y la paz.
Que Dios me bendiga con lágrimas
por los que sufren dolor, rechazo, hambre y guerra
para que pueda extender mi mano para consolarlos
y convertir su dolor en alegría.
Y que Dios me bendiga con suficiente insensatez
para creer que puedo hacer una diferencia en el mundo,
para que pueda hacer lo que otros dicen no se puede hacer,
traer justicia y bondad a todos nuestros pequeños y pobres.
Amén
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