lunes, 22 de julio de 2019

MARTA Y MARÍA: CUESTIÓN DE PRIORIDADES

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"Camino adelante, llegó Jesús a una aldea; 
y una mujer, de nombre Marta, lo recibió en su casa. 
Marta tenía una hermana llamada María, 
la cual, sentada a los pies del Señor, 
escuchaba sus palabras. 
Marta, que andaba afanosa en los muchos quehaceres, 
se paró y dijo: 
"Señor, ¿te parece bien que mi hermana me deje sola con las faenas? 
Dile que me ayude". 
El Señor le contestó: 
"Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras por muchas cosas, 
y sólo es necesaria una. 
María ha escogido la parte mejor, y nadie se la quitará".
(Lucas 10, 38-40)

Ayer, escuchábamos el conocido pasaje del Evangelio de San Lucas, que nos narra la visita de Jesús a Betania, a casa de Marta y María, hermanas de Lázaro. Los tres hermanos fueron muy amigos del Señor.

María se sienta a los pies de Jesús para escucharlo, porque “no quiere perderse ninguna de sus palabras” mientras Marta “los quehaceres la afanan”. María "vivía" para Jesús y Marta se "desvivía" por Jesús.

Jesús, alabando el comportamiento de María, nos dice a cada uno de nosotros que no nos dejemos abrumar por nuestros quehaceres, que no nos afanemos por las cosas que tenemos que hacer. Cristo no dice: "no lo hagas" sino "no te agobies".  
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Y para no agobiarnos, nos dice: "Venid a mí todos los que estáis cansados y oprimidos, y yo os aliviaré." (Mateo 11, 28). 

El Señor nos invita a escucharle, ante todo, para hacer "silencio", para encontrar paz y serenidad. Porque sólo así, podremos hacer las cosas cotidianas con eficacia.

Cuando el Señor viene a visitarnos a nuestra casa, es decir, a nuestra vida, ninguna ocupación o preocupación puede ni debe mantenernos alejados de Él. Nada debe distraernos ni nada debe llenar nuestro corazón de queja o resentimiento. 

Cuando dejamos que el rencor y la envidia anide en nuestro corazón, no somos capaces de escuchar atentamente a Cristo. Incluso, tampoco de reconocerle, como les ocurrió a los dos de Emaús. Y es que, a veces, los árboles no nos dejan ver el bosque. 

Sin embargo, nuestro Señor no pretende condenar la actitud de servicio de Marta, sino la ansiedad con la que la vive. En ocasiones, esa ansiedad y preocupación desmesuradas por los detalles, nos hacen caer en un insano "activismo" que nos impide escuchar a Dios, incluso aunque estemos trabajando para Él.

Marta no era sospechosa de negligencia. Ella fue quien recibió a Jesús, ella fue su anfitriona, quien se ocupó de su bienestar, quien hizo sentir a Cristo "como en casa". A Marta la encontramos en varios pasajes del Evangelio, siempre "trabajando", siempre "sirviendo" (Lucas 10, 38-40; Juan 11, 1-45; 12,2).

Marta era una mujer de gran fe y amaba tanto como su hermana a Jesús. Debió ser una mujer "de armas tomar", clara y directa. 
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Marta dio siempre el primer paso y puso los medios a su alcance para que el encuentro con Jesús pudiera producirse. Su actitud era y es necesaria en todo cristiano. Asimismo, tenía tal confianza e intimidad con el Señor como para hablarle con toda franqueza. 

Lo hizo en este pasaje y cuando su hermano Lázaro murió, algún tiempo después (Juan 11, 21-24) .

Y Jesús no se enfada, porque conoce el corazón de Marta, porque sabe que la actitud de Marta es noble y sincera, y humanamente, comprensible y hasta, justificable. Lo que Jesús corrige con mucho cariño y dulzura, es la agitación, la ansiedad y la preocupación de Marta. Corrige su "falta de enfoque". 

No tenía paz. Estaba inquieta y turbada. Jesús parece decirla: "Marta, estás dividida y ansiosa interiormente, con la mente en un sitio y el corazón en otro. Estás agitada y desconcertada porque quieres hacer muchas cosas, que no se pueden hacer todas a la vez"

Jesús la hace ver que Él está allí, que no debe preocuparse, y le dice que su hermana María ha hecho la elección adecuada: la escucha de la palabra de Dios que trae la paz. Nos invita a elegir nuestras prioridades.

Es paradójica la semejanza con otra una respuesta de Jesús, cuando parece reprender a su Madre, la Virgen María, en las bodas de Caná. En ambas escenas, nuestro Señor, que comparte y anima la virtud del servicio a los demás, nos enseña que, en nuestro corazón, no debe haber espacio para la preocupación. Sólo espacio para Él. Él es nuestra prioridad.

Además, Cristo nos enseña que la corrección es necesaria y que no tiene por qué ser algo violento. En este caso, Su sabia corrección nos anima a combinar el corazón de María (la contemplación) y las manos de Marta (la acción).

Jesús nos enseña a enfocarnos, no tanto en todas las cosas que necesitamos o que debemos hacer, sino en Él. 

Nos lo dice también en la parábola del sembrador: "Lo sembrado entre zarzas es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de esta vida y la seducción de la riqueza ahogan la palabra y queda sin fruto" (Mateo 13, 22).

Por tanto, ¿cuál es mi prioridad?

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