miércoles, 27 de noviembre de 2019

LA VERDADERA TRANS-FORMACIÓN ESPIRITUAL


Transformación, del vocablo latino transformatĭo, es una acción o proceso mediante el cual algo se modifica, altera o cambia de forma, manteniendo su identidad. Es el paso de un estado físico o espiritual a otro.

Transformación espiritual es conversión. Convertirme es cambiar de vida, dar un giro radical y tomar un rumbo diferente, salir de una situación egoísta para adoptar una actitud confiada en Dios.

La transformación espiritual (del prefijo "trans", 'más allá de', 'al otro lado de', 'través de', y del sustantivo "formación", 'adquirir conocimientos') es la búsqueda de una mayor profundidad en mi relación con Dios, a través de la oración, la lectura de la Palabra, los sacramentos, etc., que me invitan a una vida coherente con la voluntad de Dios. 

Es la conversión del corazón y de la mente, por la gracia del Espíritu Santo, que me lleva del "yo" ensimismado y hedonista, a un "sí" rotundo a Dios y a los demás, en un camino de madurez continua, hacia mi destino final: el cielo.

Significa reconocerme débil y necesitado de Cristo, para que se manifieste en mi vida. Significa revisar mi existencia, para ver cómo la he vivido y cómo la vivo. Significa empeñarme en buscar a Dios cada día.
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No se trata de un cambio cosmético, ni se produce como consecuencia de mis propias fuerzas, ni por asistir a la iglesia los domingos, ni por llevar una "vida de cumplimiento" o de tradiciones, creencias y costumbres, sino con el encuentro con Cristo Resucitado.

No se produce como consecuencia de los cambios externos en mi ser. Se trata de un cambio, no de afuera hacia dentro, sino de adentro hacia fuera, donde habita el Ser trinitario. 

No se trata de tener una fe "descafeinada o light", ni una dependencia del "sentir" o del "consumir", ni del modelo de "hacer-ser", que me propone el mundo, y que me lleva por un sendero seco, sin sentido y sin frutos. Es un proceso continuo de aprendizaje, de "reseteo" para volver mi mirada a Dios, para cambiar mi antiguo paradigma en uno nuevo: "ser-hacer".

Significa establecer un estilo de vida de acuerdo con el propósito de Dios para mí. Un compromiso de vida coherente con la manera de pensar, sentir y actuar de Jesús, que se someta al poder del Espíritu Santo, para llegar a una íntima relación con el Padre.

La verdadera conversión es radical y compromete toda mi vida, no con una doctrina ni con una estructura, sino con una persona: Dios. Y no puede existir radicalicalidad, sin confianza y obediencia total. 
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Pero este camino, que no es fácil, no lo recorro solo, sino en compañía de Jesús, que prometió estar con nosotros todos los días de nuestra vida, con la guía del Espíritu Santo para llevarme a la comunión con el Padre

Esta firme convicción y este compromiso adquirido es lo que transformará mi forma de ser y hacer. 

Pero para iniciar este proceso de transformación por el Espíritu, es necesario vincularme a una comunidad, donde existan espacios de crecimiento integral y donde se establezcan relaciones significativas, es decir, a la Iglesia.

Y en ello estoy...

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