"Después de esto, miré y vi una puerta abierta en el cielo;
y aquella primera voz, como de trompeta,
que oí hablando conmigo, decía:
Sube aquí y te mostraré lo que tiene que suceder después de esto."
(Apocalipsis 4,1)
Continuamos leyendo y meditando el libro de Apocalipsis, que es la "gran liturgia" y en el que San Juan, tras dirigirse a las iglesias, es arrebatado en espíritu y tiene una visión mística del cielo, a donde es transportado:
El Trono
Capítulo 4, 2-11
El ángel del Apocalipsis, de pie al lado de la puerta
abierta, le ordena subir al cielo para contemplar en visión los acontecimientos
futuros. Acto seguido, el vidente tiene la sensación de ser transportado
corporalmente al cielo. Pese a la invitación, no le es posible entrar, sino
sólo mirar dentro a través de la puerta abierta. Desde allí ve la sala del
trono y la corte de Dios.
El Trono que ve San Juan en el cielo y a uno sentado en él representa a Dios, Señor de la historia, y a su corte celestial. Pero no se da su nombre y se describe su figura como de aspecto a un diamante y cornalina, símbolo de pureza y dureza, y un arco iris semejante a una esmeralda, símbolo de la Alianza de Dios y los hombres.
Dios, en efecto, es invisible, y hasta los serafines deben cubrirse el rostro en presencia de Él. De ahí que el vidente no pueda mirarlo, sino sólo percibir su resplandor. Desde el Trono se juzga al "Imperio" del mal.
Alrededor del trono de Dios hay veinticuatro tronos, que representan una posición de autoridad y preeminencia donde se sientan quienes gobiernan.
Los veinticuatro ancianos que están sentados en estos tronos (visión tomada de 1 Crónicas 24, donde se establecían los 24 turnos de servicios sacerdotales que tenían como misión adorar y servir a Dios constantemente), representan la totalidad de la vocación sacerdotal, al pueblo fiel, personificados en las doce tribus de Israel (los patriarcas y los profetas), y en los doce apóstoles ("los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos, Mateo 19,28).
-con vestiduras blancas, revestidos de Cristo, resucitados y que han alcanzado la pureza y santidad, y coronas de oro, símbolo de autoridad y de liturgia. No se trata de ángeles, porque los no pueden ser "ancianos" porque no les afecta el tiempo, y porque además, en ninguna parte de la Palabra de Dios, los ángeles se sientan en tronos.
Uno de estos veinticuatro ancianos (y no un ángel, que normalmente son los mensajeros de Dios) dará luego al vidente la explicación de cuanto tiene a la vista. Esto se explica porque los ancianos son los que vienen de la Gran Tribulación... han experimentado la salvación y la santidad.
También, alrededor del trono hay cuatro vivientes, (visión tomada de Ezequiel 1 y de Isaías 6), y representan a serafines que, constantemente (día y noche) dan alabanza al único Señor de la historia: "Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso; el que era y es y ha de venir". El canto de los cuatro Vivientes, réplica del trisagio de los serafines de Isaías 6, glorifica a Dios como santo, omnipotente y eterno, o, en otros términos, realza su misteriosa naturaleza.
Con ojos por delante y por detrás, están continuamente en Su presencia, por lo que tienen sabiduría y conocimiento plenos.
Con ojos por delante y por detrás, están continuamente en Su presencia, por lo que tienen sabiduría y conocimiento plenos.
Según San Victorino y San Ambrosio, estos cuatro vivientes, que están al mismo tiempo en el centro del trono (donde está Dios) y alrededor del trono (donde están las criaturas) y que dirigen la Liturgia Celestial, simbolizan a Jesús desde el punto de vista de la Creación y por eso, también representan a los cuatro Evangelios, que hablan de su vida terrenal.
Representan cuatro rasgos de Jesús: León, como Rey; Toro, como ofrenda de sacrificio; Hombre, como Hijo del Hombre; Águila, como elevado al cielo.
Por eso, también, el de rostro semejante a un león, podría simbolizar alegóricamente a los apóstoles y misioneros, el de rostro semejante a un toro, a los mártires, el de rostro de hombre, a los padres y doctores de la Iglesia y el de rostro semejante a un águila, que simbolizarían a los místicos y consagrados.
Representan cuatro rasgos de Jesús: León, como Rey; Toro, como ofrenda de sacrificio; Hombre, como Hijo del Hombre; Águila, como elevado al cielo.
Por eso, también, el de rostro semejante a un león, podría simbolizar alegóricamente a los apóstoles y misioneros, el de rostro semejante a un toro, a los mártires, el de rostro de hombre, a los padres y doctores de la Iglesia y el de rostro semejante a un águila, que simbolizarían a los místicos y consagrados.
Las seis alas representan a los ángeles de más alto rango, los serafines:
-Dos alas les cubren su rostro, que simbolizan respeto a Dios, a quien nadie puede mirar.
-Dos alas les cubren sus pies, que simbolizan humildad y amor a Dios.
-Dos alas les permiten volar, que simbolizan rapidez y elevación espiritual.
Los cuatro vivientes son quienes, cuando se abran los primeros cuatro sellos, enviarán a los cuatro Jinetes a la tierra, que responden a su poderosa voz, cuando les ordenan a cada uno:"Ven". Uno de ellos desencadenará las últimas siete plagas de la ira de Dios (Apocalipsis 15,7).
Del trono divino proviene un gran ruido e incesantes relámpagos y truenos, símbolo del poder y la majestad de Dios cuando se revela, y que recuerda la promulgación de la ley en el Sinaí y la aparición de Dios en Ezequiel 1,13.
Ante el trono de Dios, arden siete antorchas, que representan a los siete espíritus (dones) de Dios. Si estos siete espíritus simbolizan el Espíritu septiforme de Dios, su representación en forma de antorchas, significa que nada en el mundo escapa a la mirada del Señor.
Los veinticuatro ancianos, postrados en tierra, en señal de profunda reverencia, y despojados de sus coronas, en reconocimiento de que su gran dignidad la deben a Dios, se unen al canto de los Vivientes con uno propio, para rendir homenaje a Dios como Creador de todas las cosas, a quien corresponde alabanza, honor y poder sobre todas las criaturas. Juan habla de lo que constituye la ocupación de la corte divina: ofrecer incesantemente homenajes a Dios.
El vidente refiere incluso las palabras con que se expresan esas alabanzas. El canto de los cuatro Vivientes, réplica del trisagio de los serafines de Isaías 6, glorifica a Dios como santo, omnipotente y eterno, o, en otros términos, realza su misteriosa naturaleza.
Este cántico resonará de nuevo cuando llegue el fin.
El Libro
Capítulo 5,1-5
El Libro representa el plan de Dios, el proyecto de Dios sobre la historia y la humanidad.
Simboliza también la Palabra de Dios, el Evangelio.
En la diestra de Dios, abierta y extendida, San Juan ve un pergamino sin tapas ni hojas como nuestros libros, escrito por dentro y por fuera. Una parte se ve y la otra no. Designa la riqueza de su contenido y cerrado herméticamente con siete sellos (sucesos que han de acontecer).
Simboliza también la Palabra de Dios, el Evangelio.
En la diestra de Dios, abierta y extendida, San Juan ve un pergamino sin tapas ni hojas como nuestros libros, escrito por dentro y por fuera. Una parte se ve y la otra no. Designa la riqueza de su contenido y cerrado herméticamente con siete sellos (sucesos que han de acontecer).
Mientras San Juan aguarda, impaciente, a ver qué sucede, oye cómo un ángel, con voz potente que se difunde por todo el orbe, pregunta a la creación entera quién es digno de abrir el libro y de poner en marcha el curso de los acontecimientos escatológicos, es decir, el contenido del libro. Pero, en los tres reinos (Dios, hombre y Satanás) en que está dividido el universo, nadie es capaz de hacerlo, y esto arranca al vidente, lágrimas de amargura.
Uno de los Ancianos reanima al evangelista y le comunica que hay uno digno de hacerlo: el León de la tribu de Judá, el Vástago de David, dos títulos mesiánicos provenientes del Antiguo Testamento. El primero se lee en Génesis 49,9, y designa al Mesías como al ansiado rey de la tribu de Judá; el segundo, tomado de Isaías 11,1 y 10, como al vástago de la estirpe de David.
Así pues, se trata de Jesucristo, cuyo derecho y dignidad para abrir el libro no los obtiene en virtud de sus relaciones especiales con Dios ni de la perfección de su vida terrena, sino por la victoria sobre Satanás y sobre el mundo a éste sometido, alcanzó con su muerte de cruz.
Gracias a ella, liberó al género humano de la sujeción al enemigo de Dios y conquistó para sí un pueblo santo, escogido de entre todas las naciones; gracias también a ella, se hizo posible el juicio contra las potencias hostiles a Dios y se echaron las bases para la fundación del reino escatológico.
Gracias a ella, liberó al género humano de la sujeción al enemigo de Dios y conquistó para sí un pueblo santo, escogido de entre todas las naciones; gracias también a ella, se hizo posible el juicio contra las potencias hostiles a Dios y se echaron las bases para la fundación del reino escatológico.
Todo esto es el objeto del designio divino contenido en el libro sellado. Por eso el crucificado, el Cordero degollado, es el único digno de recibir el libro y de romper sus sellos.
El Cordero
Capítulo 5,6-14
Las palabras de aliento del Anciano llevan al vidente a fijarse en la presencia de una figura que evidentemente no ha notado aún: un Cordero que se presenta como degollado, es decir, que muestra en el cuello las señales de la herida que le produjo la muerte.
Es Cristo resucitado y triunfante, el Cordero degollado en el Sacrificio de la Cruz, que está de pie, signo de su triunfo por su Resurrección.
Cristo ha vencido, no con las armas del dragón, sino con el poder de su martirio. Y a eso estamos llamados todos nosotros.
-Tenía siete cuernos, símbolo de la plenitud del poder y siete ojos, los siete espíritus de Dios, símbolo de la plenitud del conocimiento.
Es el Cordero quien recibe el Libro y el único que puede abrir los sellos y revelar el plan de Dios, el sentido profundo de la historia.
La figura del cordero es una reminiscencia de la profecía del siervo sufriente de Dios, “conducido al sacrificio como un cordero”, de Isaías 53,7. La visión de Jesús como Hijo de hombre del capítulo 1, 12-20 está tomada de los libros de Daniel 10 y de Enoc 46.
San Juan describe a Cristo haciendo uso de comparaciones para que el cuadro exprese el mayor realismo posible:
-Ceñido con un cinturón de oro alrededor de su pecho, símbolo del sacerdocio.
-Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve, símbolo de sabiduría y eternidad.
-Sus ojos, como una llama de fuego, símbolo de su celo y vigilancia por su Iglesia.
-Sus pies, como el bronce fundido a fuego, símbolo de firmeza en su reinado.
-Su voz, como el rumor de aguas caudalosas, símbolo de poder de su Palabra.
-Su cara era como el sol que brilla en todo su esplendor, símbolo de que Cristo es la luz, del mundo, es la verdad que ilumina a todos.
-A su alrededor hay 7 candelabros de oro, personificados en las 7 iglesias, símbolo de la Iglesia de todas las épocas, purificada y refinada como el oro.
-En su mano derecha tiene siete estrellas, personificados en los ángeles y símbolo de la Iglesia triunfante.
- y de su boca salía una espada aguda de dos filos, símbolo del Evangelio, la Palabra de Dios.
- y de su boca salía una espada aguda de dos filos, símbolo del Evangelio, la Palabra de Dios.
Cristo termina diciendo:
-No tengas miedo, símbolo de confianza y fe.
-Soy yo, el primero y el último, el viviente, símbolo de eternidad.
-Estuve muerto, pero ya estoy vivo por los siglos de los siglos, símbolo de resurrección.
-Tengo las llaves de la muerte y del abismo, símbolo de potestad, dominio y control de la muerte y el Hades.
-No tengas miedo, símbolo de confianza y fe.
-Soy yo, el primero y el último, el viviente, símbolo de eternidad.
-Estuve muerto, pero ya estoy vivo por los siglos de los siglos, símbolo de resurrección.
-Tengo las llaves de la muerte y del abismo, símbolo de potestad, dominio y control de la muerte y el Hades.
El Cordero recibe ahora de manos de Dios el libro sellado, para abrirlo y dar así cumplimiento a los derechos de Dios. El solemne acontecimiento es celebrado por toda la creación con cantos de júbilo.
Los primeros en presentar sus homenajes al Cordero son los cuatro Vivientes y los Ancianos, es decir, los más próximos al trono.
Los Ancianos, que tienen en la mano cítaras, el instrumento propio de la liturgia para acentuar la alegría y con el que se acompañaba el canto de los salmos.
- y copas de oro llenas de perfumes, o incienso perfumado, símbolo de las oraciones de los santos, de los fieles creyentes de la tierra que siempre son escuchadas y que constituyen una súplica por la pronta realización de los misteriosos designios de Dios, escritos en el libro.
Es un "cántico nuevo" porque hasta ahora no había llegado la ocasión de ensalzar la obra redentora de Cristo.
-Con su sangre, el Cordero ha adquirido para Dios hombres. El verbo "adquirir" se traduce como "sacar de la plaza del mercado", donde se vendían a los esclavos, es decir, que nos hace libres.
Jesucristo ha creado el nuevo pueblo de Dios, que proviene de todos los pueblos de la tierra, sin distinción de lengua ni de raza y los ha reunido a fin de constituir el reino eterno de Dios y los ha elevado a la dignidad sacerdotal. Nos invita a participar de la liturgia celeste mediante la oración y el sacrificio.
El vidente oye otra multitud de seres celestiales, los ángeles en número incalculable, que colman el espacio en torno a los veinticuatro Ancianos y que rinden homenaje al Cordero con los siete títulos, símbolo de la plenitud de gloria y de poder que recibió el Cordero como premio eterno por ser el autor de la redención y los frutos que ella ha producido para el bien de los hombres.
Toda la creación prorrumpe en exclamaciones de alegría, porque, con la apertura del libro sellado, llegará el momento en que también ella se verá libre de la antigua maldición y tendrá parte en la revelación de los hijos de Dios. Con este grandioso homenaje de toda la creación a Dios y al Cordero comienza la apertura de los sellos como parte de la liturgia celestial.
Bibliografía
-“Los símbolos del Apocalipsis” (Ignacio Rojas Gálvez, Editorial Verbo Divino).
-"El Apocalipsis de San Juan" (Emilio Aliaga Girbés, Editorial Verbo Divino)
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