Los métodos evangelizadores son medios que utiliza Dios, a través del Espíritu Santo, para hacernos copartícipes de su mensaje de amor, mostrando a otras personas a su hijo Jesucristo, por quien hace todo, y suscitando conversiones extraordinarias.
Tras algunos años implicado en la evangelización, sirviendo a Dios y al prójimo a través de varios métodos (cenas Alpha, Emaús, Efettá, Proyecto Amor Conyugal, y otros...) creo que Dios, haciendo gala de sus renglones torcidos, nos ha parado de golpe en esto del apostolado.
Bueno, nos ha parado en esto y en todo. Y creo que lo ha hecho para que meditemos, para que discernamos...sobre qué hacemos, interior y exteriormente. O mejor dicho qué somos. Creo que nos ha frenado en seco para hacernos ver que ahora nuestra evangelización está dirigida a nosotros mismos, y que quiere decírnoslo a través de la oración.
Meditando sobre los distintos métodos de evangelización que conozco, no dejo de cuestionarme ¿hacia dónde vamos? ¿tenemos claro el objetivo? ¿son eficaces? o ¿estaremos perdiendo el tiempo? ¿estaremos instrumentalizando a Dios? ¿estaremos desvirtuando su propósito?
Tengo la seguridad de que son experiencias impactantes y novedosas, que se producen pequeños grandes milagros, que Dios actúa poderosamente. Pero, con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que pierden eficacia...quizás ¿Por qué no hay un después?...o quizás ¿por qué no hay un antes? No lo sé...
Me he dado cuenta de que no se trata de ver milagros ni de hablar de lo maravilloso que es siempre un retiro, sino de comprender lo grandioso que es Dios, hablando con Él, dejándonos conducir y guiar por el Espíritu, para discernir hacia dónde y cómo quiere que evangelicemos.
Me he dado cuenta de que muchas veces "obligamos" a las personas a escuchar nuestra "fórmula secreta", les "imponemos" la "necesidad" que tienen de vivir un retiro "que les cambiará la vida" y les convencemos para que acudan...y después ¿qué?
Me he dado cuenta de que, aunque Dios derrama siempre sus gracias en estos retiros, quizás confundimos el medio con el fin, la visión con la misión, el hecho con el resultado, al no dejar espacio a Dios para ser Dios, y al Espíritu Santo para obrar.
Me he dado cuenta de que quizás no se trata de que busquemos en qué tipo de retiro especializado encajamos y donde estamos más cómodos, para así tener una ocupación espiritual que acalle nuestra mala conciencia.
Me he dado cuenta de que quizás no se trata de que busquemos en qué tipo de retiro especializado encajamos y donde estamos más cómodos, para así tener una ocupación espiritual que acalle nuestra mala conciencia.
Me he dado cuenta de que quizás estamos poco dispuestos a acoger a las personas que se han encontrado con Jesús, y de que estamos aún menos disponibles para acompañarlos en su camino de fe.
Me he dado cuenta de que quizás estamos haciendo un uso ineficaz de los métodos, "vacunando" a la gente contra Cristo y su Iglesia, de que quizás estamos abusando de la dosis correcta y eficaz de medicamento, y que estamos creando resistencia, inmunidad y anticuerpos con tanto retiro.
Me he dado cuenta de que quizás estamos haciendo un "brindis al sol", o "vendiendo la idea" de una casa maravillosa en el "piso piloto" que es un retiro, pero que luego, no cumple las expectativas creadas.
Me he dado cuenta de que quizás estamos obligando a las personas, con nuestra reiterada invitación, a acudir a una casa en la que no les apetece estar, por mucho que nos empeñemos. O si les apetece estar, sea por un rato, para cumplir y por compromiso.
Me he dado cuenta de que es prioritario asentar y cuidar lo que ya tenemos. De que es necesario crear una sólida y atractiva comunidad, que "sin hacer", atraiga. O mejor dicho... que "siendo", contagie.
Me he dado cuenta de que el activismo nos descabeza y nos impide tener visión a largo plazo. Multiplicamos iniciativas, ideas y actividades que tienen un origen bienintencionado, un camino articulado, pero un sentido cortoplacista y una meta errónea.
Me he dado cuenta de que quizás nos falta esa disposición a escuchar tan difícil para muchos de nosotros. De que necesitamos pararnos a pensar en que "si no vamos a mejorar el silencio, no lo rompamos", de que debemos callarnos un poco y escuchar. Porque la gente se da cuenta de cuándo escuchamos y cuándo sólo oímos.
Quizás les escuchamos durante el retiro, pero y ¿luego? ¿escuchamos sus inquietudes? ¿atendemos sus necesidades? ¿procuramos resolver sus problemas?
En cualquier caso y como conclusión, lo que tengo muy claro es que el Espíritu Santo es el único capaz de transformar un corazón, no los métodos. Y que éstos no son una "varita mágica"... ni nosotros "magos".
Por eso, ahora que tenemos todo el tiempo del mundo para reflexionar, busquemos en nuestro confinamiento casero, resguardados del ruido exterior y en comunicación con Dios, su respuesta a nuestras preguntas.
Y así, como los apóstoles encerrados en casa, dejarnos sorprender por un nuevo y particular Pentecostés.
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