domingo, 24 de mayo de 2020

BAALITAS: LOS PERVERTIDOS DE HOY

"Las obras de la carne son conocidas: 
fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, 
hechicería, enemistades, discordia, envidia, 
cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, 
rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo. 
Y os prevengo, como ya os previne,
 que quienes hacen estas cosas 
no heredarán el reino de Dios"
(Gálatas 5,19-21)

La Biblia define a los baalitas como adoradores de Baal Zebul, "príncipe de la Tierra", o "jinete de las nubes", dios del sol, de la lluvia y de la fertilidad, representado como un joven guerrero o como un becerro. 

En Mateo 12,27, Jesús llama a Satanás "Beelzebú", y antes de que el pueblo de Israel entrara en la tierra prometida, Dios les advirtió contra la adoración de los dioses de Canaán y la idolatría a Baal (Deuteronomio 6,14-15), pero Israel no escuchó.

Fue Jezabel, de Sidón, mencionada en 1 y 2 de Reyes y en Apocalipsis, casada con el rey Acab, del Reino el Norte (Israel) quien le alejó de la adoración al único Dios verdadero e introdujo la idolatría a Baal (Melkart, dios fenicio de la fecundidad) y a Ishtar (Astartea, diosa babilónica del placer) en la capital israelita Samaria en el siglo IX a.C. 

Dios confrontó directamente esta idolatría a través de Su profeta Elías (1 Reyes 17,1; 18,29) que suponía, fundamentalmente, una manifestación pecaminosa y una perversión sexual: prostitución y orgías en los templos, lujuria, inmoralidad, promiscuidad, etc.  (1 Reyes 14,23-24; 2 Crónicas 28,2-3). 
El espíritu de Jezabel (segunda parte) » entreCristianos
También exigía sacrificios humanos, fundamentalmente niños, (Jeremías 19,5) y desenfreno: gritos eufóricos y auto lesiones (1 Reyes 18,28). Además, los Baalitas sentían fascinación por el ocultismo y espiritismo, la brujería y hechicería.

San Pablo, dirigiéndose a los Gálatas define sus obras y avisa que, quienes se dejen llevar por las obras de la carne, no heredarán el reino de los cielos.

Dios nos exhorta, como a los israelitas, a no mezclarnos con ellos para no caer en sus prácticas. No hay mayor enemigo de la fe que la pasión desordenada. El Demonio que es Seductor, sabe que el hombre es débil por la carne y le tienta con la sensualidad. Trata de ofrecernos inmoralidad para que desechemos moralidad.

En nuestro mundo permisivo de hoy, no es difícil encontrar la exaltación baalita del sexo y la pornografía, de la inmoralidad y la lujuria, de la perversión y el libertinaje por todos los lugares: en el lenguaje, en la educación, en los medios de comunicación, en la televisión, el cine, el teatro y, sobre todo, en Internet. 

Tampoco hoy es difícil encontrar manos manchadas de sangre por sacrificios humanos, en el lucrativo negocio de la "carnicería abortiva", que se ha diseminado por todos los países del mundo, o en el detestable incremento de la pederastia, o de la pornografía infantil.

El baalita del siglo XXI es un animal "carnívoro" que se alimenta de todo tipo de "carne", la propia o la ajena; es un monstruo "carnal" que se deja arrastrar con frenesí por la sensualidad y la morbosidad de toda índole, conformándose con un deseo instintivo y fugaz, con un placer orgánico y efímero, en lugar de buscar una felicidad natural y eterna.

Hoy, en medio de una crisis existencial, los baalitas adoran al dios del placer sexual, que les invita a "liberarse" y a "burlarse" de toda norma moral, y a no justificarse por la búsqueda de experiencias sexuales intensas, deseos concupiscentes y prácticas desordenadas de cualquier tipo.

Los baalitas postmodernos han perdido su memoria, su proyecto de vida y han apartado su mirada del único Dios verdadero, para abandonarse a los "dominios de la carne", prostituirse con el "desenfreno de los sentidos" y se han dado al "consumo de sexo", ya sea "hetero u homo", ocasional o desmedido.
Características del espíritu de Jezabel
Han deformado el mandato divino de fecundidad por el de obscenidad; han pervertido la misión de fertilidad por esterilidad en favor del placer. Ya no importa procrear, es decir, participar del don creador de Dios; más que ser fecundos, se trata de ser promiscuos.

Han optado por el placer porque no conocen el amor. Han elegido la posesión porque no conocen la donación. Y así, cuando el objeto de su deseo ha sido poseído, lo desechan y siguen adelante en busca de "carne fresca" y de nuevas experiencias sexuales.

El baalita actual, poseído por una sensualidad desmedida, intenta identificarse con la naturaleza y la ecología, con la meteorología y la astrología para actuar como un ser "natural" sólo movido por impulsos y apetitos sexuales más "animales" que "humanos", más "oníricos" que "reales", más "vacíos" que "plenos".

Los baalitas, buscadores del "amor libre y sin límites", no admiten dirección ni orientación moral alguna fuera de sus inclinaciones espontáneas y de sus sensaciones placenteras inmediatas, preocupándose sólo por el cuerpo y destruyendo por completo el espíritu.

El baalita, depravado y desenfrenado, ha formado una nueva tribu semita que adora al "señor del mundo", "encarnado" en un dios sexual y ávido de sangre que exige sacrificios y víctimas humanas para consumar sus crueles deseos de complacencia y excitación, y así, destruir lo creado por el Dios verdadero.

Los baalitas han creado un "mercado de la perversión", donde todo se compra y todo se vende. Han edificado un "templo de la carne", donde idolatrar a un "dios vicioso y viciado", que devora y consume, que promete una falsa fertilidad que no produce vida, sino que conduce a la desintegración natural, a la muerte definitiva del hombre. Aquella que no tiene resurrección.

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