miércoles, 13 de mayo de 2020

EL LIBRO DE JOSUÉ: UNA GUÍA A LA SANTIDAD


"¡Ánimo, sé valiente! 
que tú repartirás a este pueblo la tierra 
que prometí con juramento a sus padres."
(Josué 1,6)

Hoy nos adentramos en el libro de Josué, el sexto libro del Antiguo Testamento que completa el relato del Pentateuco y que fue escrito en el siglo VI a.C., siete siglos después de los hechos narrados en él y su género literario es el épico.

El nombre de Josué o Joshúa Yehoshúa, significa “Dios salva” o “Yahveh salva” o “Salvador”, y es el mismo nombre de Jesús, y por tanto, Josué es tipo o prefigura de Cristo.

Todos los libros históricos de la Biblia, desde Josué hasta Macabeos, narran durante doce siglos (1.200 - 150 a. C.), el modo en el que Dios va preparando e instruyendo progresivamente a su pueblo escogido de Israel, para que le reconozca como el único Dios verdadero y para que, después de ser anunciado por los profetas más adelante , pueda encarnarse en él, como el Mesías.

Dios, en su Palabra, nos está hablando también a nosotros.  Haciendo viva su Sagrada Escritura y proyectándola en nuestras vidas, nos prepara para que le acojamos como el Dios verdadero y el Rey de nuestra existencia.

Estructura

Podemos dividir el libro de Josué en cuatro partes:

- Prólogo, en el que se condensa el mensaje teológico del libro:

-la continuidad de la misión de Moisés por Josué, como mediador entre Dios y el pueblo, que representa también hoy lo que llamamos la Tradición de la Iglesia.

-la unidad del pueblo, a través de la conquista de la Tierra Prometida por todas las tribus de Israel, que representa también hoy lo que llamamos la Comunión de los Santos.

-Conquista y toma de posesión de la Tierra Prometida (1230-1210 A.C.) por Josué, siervo escogido de Dios, tras la muerte de Moisés a los 120 años en el monte Nebo (Moab), como sucesor y líder de los israelitas, y como cumplimiento de Su promesa a Abrahán.

-Reparto y distribución de la Tierra Prometida entre las doce Tribus de Israel, como don recibido de Dios, que implica fidelidad y adhesión incondicional al Dios de Israel y que exige abstenerse de la contaminación de los cananeos, no mezclarse con ellos y limar cualquier diferencia entre las tribus para actuar como una sola voz.

-Epílogo en el que recalca el mensaje teológico del libro de continuidad y unidad, que simboliza también la expansión del Evangelio en la tierra.

En este artículo, nos centraremos en la primera parte del libro, es decir, en el prólogo, dejando para otros artículos la conquista, el reparto y el epílogo.


Prólogo

Josué 1,1

Comienza el libro con los elogios de Dios a Moisés que, tras su muerte, le denomina su “siervo del Señor”, para seguir con el nombramiento de Josué como sucesor de Moisés, y por tanto, también “siervo del Señor”, para conducir al pueblo de Israel a la Tierra Prometida.

Según Orígenes, padre de la Iglesia, este libro no nos indica tanto las gestas y hazañas de Josué y del pueblo de Israel, sino que, poniéndose al servicio del Señor para guiar a su pueblo hacia la tierra prometida, nos dibuja a Dios Padre como autor de la historia de la salvación, a Jesucristo como guía y mediador entre el Padre y el pueblo, y a nosotros, pueblo escogido, como protagonistas de la historia.

El libro de Josué es una guía de servicio a Dios para nosotros, para quien escucha al Señor y cumple su voluntad.

La historia de Josué es la historia que, en Jesucristo, se hace mía, y se convierte en mi historia como un camino para la santidad, que el Señor quiere darme en propiedad. Una misión particular mía, que Dios me ha confiado desde la eternidad y que sólo la puedo llevar a cabo yo.

Nosotros, para ser servidores de Dios, al igual que San Miguel arcángel, tenemos que decir “Serviam”, al contrario que hizo Lucifer, cuando se negó a ser siervo de Dios diciendo “Non serviam”.

Un servidor de Dios es quien escucha a Dios y cumple su voluntad

Un servidor de Dios es quien guía y conduce a otros a la santidad

Josué 1,2-5

-Os voy a dar toda la tierra en la que pongáis la planta de vuestros pies. Dios pone a nuestra disposición todos los medios para entablar nuestra batalla espiritual contra el Enemigo y la alcanzar la victoria.

-desde el desierto hasta el Líbano, y desde el gran río Éufrates hasta el Mar Grande, ofrece la salvación a todos, desde los que tienen un corazón árido, seco y duro hasta los que están llenos de vida, a todos los hombres desde el Paraíso hasta la Nueva Jerusalén.

-estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré, promesa renovada por Jesús a sus discípulos cuando los envía a evangelizar el mundo “yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mateo 28,20).

Josué 1,6-9

-¡Ánimo, sé valiente!, para cumplir toda la ley que te dio mi siervo Moisés, Dios nos da ánimo y nos pide valentía espiritual para cumplir su voluntad y dar testimonio de su siervo Jesucristo.

-que tú repartirás a este pueblo la tierra que prometí con juramento a sus padres. Dios nos exhorta a conquistar la santidad y a repartirla con los nuestros, con nuestra comunidad cristiana, pero también con el resto del mundo, que también es pueblo de Dios, aunque le haya sido infiel.

-no te desvíes a derecha ni a izquierda y tendrás éxito en todas tus empresas. Dios mismo nos dice que nos mantengamos firmes y fieles en cualquier ámbito de nuestra vida, y alcanzaremos el premio. Es palabra de Dios.

-Que el libro de esta ley no se te caiga de los labios; no dejemos de leer y proclamar su Palabra.

-medítalo día y noche, para poner por obra todo lo que se prescribe en él; así tendrás suerte y éxito en todas tus empresas. Meditarla siempre para ponerla en práctica y tendremos recompensa.

Lo que yo te mando es que tengas valor y seas valiente. No tengas miedo ni te acobardes, que contigo está el Señor, tu Dios, en cualquier cosa que emprendas. Lo manda directamente Dios: que tengamos valor, que no tengamos miedo ni nos amedrentemos porque nada menos que Dios Todopoderosos está con nosotros para triunfar.

Estas mismas palabras son las que le dirige el Señor a San Pablo para impulsar su trabajo apostólico en Corinto “No temas, sigue hablando y no te calles, pues yo estoy contigo” (Hechos 18, 9-10).


Josué 1,10-18

Josué, después de haber hablado con Dios, se dispone a obedecerle para entrar y tomar posesión de la tierra que el Señor les va a entregar y se dirige a los responsables de Israel  (a nosotros) dándoles una orden:

-Abasteceos de víveres, preparar lo necesario para la misión que nos encomienda Dios: la Sagrada Escritura, la oración, los sacramentos, etc.

-porque dentro de tres días pasaréis el Jordán, para ir a tomar posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, os da en propiedad. Esta hazaña no consiste solamente en cruzar el río Jordán sino que es una continuación del paso por el Mar Rojo, antes como hijos de Israel y ahora como pueblo de Dios, prefiguración de la Iglesia que cruza el umbral a una nueva vida.

- A los de Rubén, Gad y media tribu de Manasés. Tribus que ya habían tomado posesión de sus tierras en Transjordania con Moisés.

-les dijo: Acordaos de lo que os mandó Moisés, siervo del Señor. Un pueblo que debe vivir de una manera santa, una Iglesia que tiene que regirse por las normas de su Dios.

- pero vosotros, los soldados, pasaréis el Jordán en orden de batalla, al frente de vuestros hermanos, para ayudarles, hasta que el Señor les dé el descanso, lo mismo que a vosotros, y también ellos tomen posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, les va a dar. Entonces volveréis a la tierra de vuestra propiedad. Sólo en unidad se puede vivir en la tierra prometida. Por eso, los que ya han tomado posesión de su tierra y están descansando (los santos en el cielo, la Iglesia Triunfante) tienen que ayudar al resto de sus hermanos intercediendo con sus oraciones por ellos, hasta que éstos tomen posesión de la suya y puedan descansar. 

Sólo en unidad se puede vivir dentro del pueblo de Dios (la Iglesia Militante), custodiando el alma de nuestros hermanos, rezando, acompañándoles y evangelizándoles para ayudarles a entrar en el Reino de Dios.

-Haremos lo que nos has ordenado, iremos adonde nos mandes; te obedeceremos a ti igual que obedecimos en todo a Moisés. Basta que el Señor, tu Dios, esté contigo como estuvo con él. El que se rebele y no obedezca tus órdenes, las que sean, que muera. ¡Tú, ten ánimo, sé valiente!  Es lo que nosotros debemos responder en obediencia a los mandamientos de Cristo y hacer lo que nos diga que hagamos. Y, como estuvo con Él, estará a nuestro lado para darnos fuerza y valor.

Orígenes nos da la clave para entender todos estos versículos y todas estas palabras con las que Dios nos llena con su amor:

“En sentido alegórico, los habitantes de la tierra representan las poblaciones diabólicas de los vicios que hay que vencer. Se trata por tanto, de un viaje místico hacia la heredad de la sabiduría prometida por Dios”.

La conquista de la Tierra Prometida es la victoria sobre todos nuestros vicios y pecados interiores, y sobre todos los exteriores donde reinen el odio, el egoísmo, el mal...


Bibliografía:

-"La Tierra Prometida" (Beatriz Ozores, Radio María)


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