sábado, 8 de agosto de 2020

LA GENERACION DE JUAN PABLO II

"La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; 
rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies" 
(Mateo 9, 36-38)

Hoy quiero rendir un pequeño homenaje a la llamada "generación de Juan Pablo II", jóvenes a quienes el Santo Padre invitó, en un clima social de escepticismo y materialismo generalizados, a "no tener miedo", a elegir entre el bien y el mal, a sentirse orgullosos de ser católicos, a vivir su fe sin complejos, a renovar la Iglesia, a recristianizar Occidente.
Y muchos de ellos que "quisieron ser como él", sintieron la poderosa llamada de la Gracia de Dios, para forjar una hornada de sacerdotes comprometidos y valientes con tres grandes rasgos característicos: una fuerte conversión que cambió sus vidas por el encuentro transformador con Cristo, un sentido de la vocación sacerdotal fundamentado en la santidad personal y la ortodoxia, y un gran amor por la Virgen Santísima, consagrando su sacerdocio en manos de María.

Muchos de ellos, que nunca habían pensado ser sacerdotes y que se habían alejado del rebaño, incluso, "marchándose a un país lejano", experimentaron una renovación personal tan extraordinaria en sus vidas, que adoptaron una clara disposición a convertirse en instrumentos de Dios para la renovación de Su Iglesia, para servirle y darle gloria.

Jamás pasó por su imaginación llegar a ser sacerdotes "funcionarios" preocupados exclusivamente de las cosas temporales sino "obreros" encaminados a las cosas eternas, en busca de la santidad propia y ajena, y con la misión principal de proclamar la sana doctrina de manos de María.
Tampoco pensaron nunca servir en parroquias "autorreferenciales", o de "mantenimiento", o "ensimismadas", sino en comunidades "misioneras", servidoras de Dios y del mundo, que representaran la auténtica y verdadera identidad de la Iglesia.

Estos jóvenes sacerdotes comenzaron a trabajar en silencio  para la reconstrucción de la Iglesia, convencidos de volver a hacerla viva y floreciente, para hacer de la fe un modo de vida alegre y sin complejos, y para demostrar al mundo que la salvación es posible.

Esta generación de sacerdotes, ahora ya adultos, han demostrado que "sí, se puede". Que se puede ser católico,  dejarlo todo y seguir a Cristo en el mundo actual; que se puede avivar la comunidad eclesial y reconstruirla como era en el primer siglo; que se puede caminar hacia la santidad con fe y perseverancia; que se puede afirmar con rotundidad que Dios "no está pasado de moda"; que se puede "volver a los orígenes", al "Amor primero", a pesar de tener que remar a contracorriente y no sin pocos obstáculos. 

Estos denodados hombres de Dios siguen diariamente al pie del cañón, luchando contra la "dictadura del relativismo" imperante en nuestra sociedad; contra las corrientes actuales que intentan desviarlos del camino correcto y convencerlos de que su vocación no tiene sentido en un mundo sin Dios; contra las miradas furtivas y las afirmaciones difamatorias de quienes les identifican con depredadores por el mal ejemplo de algunos sacerdotes; contra los vicios adquiridos por una feligresía adormecida y aletargada; incluso contra la acedia y cobardía de algunos de sus obispos y hermanos de sacerdocio.

Esta generación de pastores con "olor a oveja" viven su seguimiento de Cristo con coherencia y autenticidad. Son discípulos que se han convertido en "apóstoles de los últimos días", que "salen y hacen nuevos discípulos, formándoles y enseñándoles, y bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".

Doy gracias a Dios y a la Virgen por haber tenido el privilegio de conocer a muchos de ellos, la gracia de haber descubierto y compartir la fe con ellos, y el honor de servir a Dios junto a ellos.

TOTUS TUUS

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