sábado, 5 de diciembre de 2020

UNA VOZ QUE GRITA EN EL DESIERTO

"¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; 
¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; 
¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? 
y ¿cómo anunciarán si no los envían?" 
(Rom 10,14-15)

Dios, a través de su Palabra, la Sagrada Escritura, nos exhorta a los cristianos a ser profetas como Juan el Bautista, antecesores y precursores de Cristo. Nos invita a cada uno a ser “una voz que grita en el desierto" que prepare los corazones para acoger al Señor

Esta frase que, en principio, podría parecernos chocante, inútil o absurda - gritar en el desierto ¿qué, para qué y a quién? - sin embargo, encierra la importante vocación, la misión profética y evangelizadora a la que todos los cristianos somos llamados.

El desierto

Ir al desierto significa salir de la esclavitud de Egipto, de la servidumbre al mundo, y adoptar un modo de vida nada seductor, carente de atractivos, de halagos y de confort: el modo de vida cristiano. Un desierto de silencio y soledad donde encontramos una misión dura y difícil... pero que nos conduce a la Tierra Prometida, a la vida eterna. 
El desierto es el lugar donde:

- somos llevados por el Espíritu Santo, donde somos tentados y probados por Satanás (Mt 4,1) y donde oramos al Padre (Lc 5,16).

- nos vestimos con "piel de camello y correa de cuero", es decir, en el que nos convertimos de una vida de pecado a una una vida, austera y humilde, de amistad con Dios (Mc 1,6).

- nos alimentamos del "maná" que cada día viene del cielo, es decir, de la Eucaristía, donde Jesucristo se hace presente como "pan de vida"  (Ex 16,4), y de "saltamontes y miel silvestre", es decir, de la fe del Magisterio y la Tradición de la Iglesia, y de la Palabra de Dios (Mc 1,6).

- se manifiesta la voz de Dios y nos revela su "nombre", es decir, donde nos revela, a través de Su Palabra, su voluntad (Ex 3,14) y respondemos: "Aquí estoy, Señor, mándame" (Is 6,8-11).

La voz

Gritar a pleno pulmón, como sonido de trompeta (Ap 1,10), significa que Dios pone Su Voz en nuestras bocas y Su Espíritu en nuestras almas (Is 51,16; 61,1) para que pidamos la conversión de los pecadores (Is 58, 1).
La voz que grita en el desierto es la voz:

- que clama el alma enamorada de Dios (Cant 8,5).

- que no puede ser callada, distorsionada o manipulada (Hch 4,20).

- que prepara el camino al Señor, testificando la Verdad del Evangelio (Is 40 3,5: Jn 1,23).

- que anuncia a toda la humanidad que el protagonismo es de "Uno más fuerte que viene detrás de nosotros, al que no merecemos desatarle las sandalias", a Jesucristo (Mc 1,6-7).

- que proclama la grandeza de Dios en el desierto de un mundo inhóspito, árido e infértil hasta los confines de la tierra (Mc 16, 15-18).

- que rompe el silencio del desierto de las desesperanzas y las dificultades. y proclama una promesa de salvación para todos (Hch 4,12).

- que ilumina a las naciones, que están en tinieblas (Is 49, 6) y atrae a todas las personas a la luz, a la salvación (Is 499). 

San Pablo, en Rom 10, 14-15, nos exhorta mediante cuatro preguntas de sentido común a anunciar a Cristo sin dilación, a hablar de Él a quienes no ha oído hablar de Él, a quienes no creen en Él, a quienes no le aman. Y lo hace porque nadie puede experimentar el amor de Cristo si nadie es enviado, si nadie habla de Él. 

¿He escuchado la voz del Señor en el silencio del desierto? Si es así, ¿a qué espero para ser la voz que grita y anuncia a Cristo? ...¿a que las condiciones me sean favorables?... ¿a que sea un momento oportuno? ... ¿ a estar preparado?... ¿a tener ganas o fuerzas?

Es muy fácil ser "voz" en un retiro, es muy cómodo estar en un "monte Tabor" donde Dios se transfigura y nos habla, y donde el Espíritu Santo derrama toda su gracia y poder. ¡Qué fácil es ser cristiano allí!
Pero necesito cuestionarme: ¿me he acostumbrado a proclamar a Cristo solamente en un ambiente favorable y "cuesta abajo"? ¿Sirvo a Dios solamente en un retiro? ¿Confundo el monte con el desierto? 

Aunque el desierto puede también tener algunos montes, normalmente, no suele estar muy lejos de nosotros: el desierto es nuestra propia casa, nuestros propios hijos, padres o hermanos, nuestros propios amigos o compañeros de trabajo. 

Allí es donde hemos sido enviados. Allí es donde estamos llamados a ser realmente "una voz que grita en el desierto"...aunque no sea fácil, aunque nos resulte incómodo, aunque no sea el momento, aunque no tengamos ganas o aunque nos dé vergüenza...

"Una voz que grita en el desierto" no siempre necesita de palabras. A veces ese "grito" es silencioso. Un silencio que trabaja con coherencia y humildad en el ejemplo diario, en el servicio cotidiano, en la "soledad" de la oración contemplativa, en la entrega altruista diaria, sin halagos, sin reconocimientos, sin "medallas". 

¿Soy voz que grita en el desierto o que calla en el oasis?

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