martes, 2 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (3): MUJER, QUÉ GRANDE ES TU FE

"Ten compasión de mí, 
Señor Hijo de David"
(Mt 15,22)

Jesús, con su magistral pedagogía, nos muestra hoy en el evangelio, al menos, tres enseñanzas. 

La primera es la universalidad de su Iglesia. El cristianismo no es un grupo "estufa" de amigos ni un circulo cerrado ni un club privado para unos pocos. La casa de Dios está abierta de par en par a todos los hombres de todas las naciones, de todas las culturas y de todos los ámbitos porque Su misericordia no entiende de límites ni de fronteras sino que está abierta a la fe firme y confiada en Dios.

Sin embargo, llama la atención la aparente indiferencia con la que responde Jesús con su silencio a la cananea desesperada, y después, la insultante brusquedad de su doble negativa, a los discípulos y a la mujer. Sólo ante la perseverante insistencia (incluso "cansina" y desesperada) de ésta, es cuando la gracia actúa y obra el milagro. 

Es la segunda enseñanza del pasaje de hoy, que nos conduce y nos guía en nuestro camino de fe para comprender la voluntad de Dios. Hablamos de la mayéutica divina (término que procede del griego "maietikos", que significa “ayudante en el parto"), una metodología que se utilizaba también en la antigüedad (Sócrates) y que más que dar respuestas, suscita interrogantes y cuestiones, para que la persona persevere y saque a relucir conceptos latentes en su corazón.

Dios utiliza la mayéutica con frecuencia, pero sobre todo, cuando rezamos y no recibimos respuesta alguna. En ocasiones, Dios calla y guarda silencio. Y casi nunca lo entendemos. Es como si asistiera al parto pero esperase a que "empujásemos" nosotros, para finalmente, actuar y dar luz. Dios quiere provocar nuestra reacción, quiere que hagamos una confesión de fe perseverante, humilde, sincera y confiada, para actuar.

La tercera enseñanza de Jesús es la objetividad de los contenidos de la fe, cuando afirma que la revelación plena de Dios, es decir, la auto donación amorosa de Dios a todos los hombres, sucede en el seno de Israel, el pueblo elegido de Dios, y en concreto, en la persona de Cristo: "Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel". Será misión de sus apóstoles, llevar la salvación al mundo gentil.
De un hombre proviene la salvación de todos. La cananea así lo confiesa: "Señor, hijo de David...tienes razón...pero ayúdame". Le reconoce como el Mesías prometido, y evoca la respuesta de los discípulos en el evangelio de ayer: "Realmente eres Hijo de Dios".

Es entonces cuando Jesús responde: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas". Una fe que mueve la compasión divina ante todo sufrimiento humano y que no conoce límites.

Ante las angustias, problemas y necesidades que experimento en mi vida, mi alma grita desesperada ¡Ten compasión de mí, Señor!, buscando una respuesta inmediata y una solución definitiva que no llega...y me pregunto ¿Por qué parece que no me escuchas? ¿Por qué parece que mis problemas te son indiferentes?

Señor, aunque me desconciertas, sé que tu propósito es purificar mi intención. Quieres que yo mismo compruebe cuán grande es mi fe y que crea en Ti, porque "sin fe es imposible complacerte, pues el que se acerca a Dios debe creer que existe y que recompensa a quienes lo buscan" (Heb 11,6). 




JHR

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