Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás
y lanzándome hacia lo que está por delante, c
orro hacia la meta, hacia el premio,
al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús"
(Flp 3,13-14)
La Sagrada Escritura nos muestra cómo a lo largo de toda la historia de la salvación, Dios ha suscitado líderes para guiar a su pueblo. Eligió patriarcas (Abrahán, Moisés), jueces (Sansón, Gedeón), reyes (David, Salomón), profetas (Isaías, Daniel)...y, todos, de una forma u otra, no supieron o no pudieron gestionar su liderazgo conforme a la misión que el Señor les encomendó.
Por eso, tuvo que encarnarse, en la segunda persona de la Trinidad, para mostrarnos a los hombres el perfecto liderazgo cristiano, el cual no tiene nada que ver con el poder, el mando, la fuerza o una autoridad mal entendida. Cristo es la idea de Dios para el "ser" del hombre.
Entonces, ¿qué tipo de autoridad o poder debe ejercer un líder cristiano?
Se trata de una autoridad que viene "de lo alto", un don recibido e inmerecido de Dios para ponerlo a Su servicio como hizo Cristo, en la certeza de que Dios nos capacita para aquello que nos encarga.
Se trata de poner todas nuestras cualidades y talentos al servicio de la comunidad, de los hermanos y no al de uno mismo, en la plena seguridad de que Dios nos acompaña en cada momento.
Los apóstoles también tuvieron sus problemas a la hora de gestionar posibles liderazgos, cuando discutían sobre quien de ellos era el mayor (Lc 22,24).
Jesús les reprende y les hace entender que quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos (Mc 9,35). Además, les recuerda que sin Él, ellos no pueden nada (Jn 15,5).
El Señor nos enseña que el liderazgo cristiano es servicio, no mando ni poder. No es gloriarse de una posición (que es delegada y temporal) sino ponerse a disposición de los demás con humildad y caridad. No es "mandar" sino "servir".
El líder cristiano lidera sirviendo y sirve liderando. Y es así porque el liderazgo no es un fin en sí mismo sino un medio para amar a Dios y al prójimo.
Entonces ¿qué cualidades o actitudes debe cultivar el líder cristiano?
Internas
Humildad. Es la esencia de un corazón "quebrantado" y servicial, que no puede ser impostada. Se trata de sencillez, de serenidad, de "ser" no de "aparentar", de dejarse aconsejar.
Responsabilidad. Es el compromiso adquirido y consciente de las obligaciones adquiridas y de la repercusión de sus decisiones, palabras o acciones. Se trata de esfuerzo, voluntariedad, diligencia, cuidado.
Integridad. Es la actitud coherente, congruente y auténtica entre lo que dice y lo que hace, entre sus palabras y actos. Se trata de ser constructivo y honesto, no popular o "bien visto".
Seguridad. Es la plena convicción de lo que Dios le ha encargado: visión y misión. Se trata de generar tranquilidad y confianza en los demás.
Santidad. Es la más alta y fundamental cualidad cristiana a la que todos estamos llamados: a separarnos del pecado y consagrarnos a Dios. Se trata de albergar principios evangélicos y valores cristianos. Supone "ser y dar ejemplo", y no sólo predicar, porque representamos y mostramos a nuestro Señor, el único que es Santo.
Externas
Amabilidad. Es el modo de expresarse agradablemente con los demás. Un líder "intratable" no motiva a nadie y ni siquiera se aguanta a sí mismo. Se trata de buena actitud, respeto, empatía, "química relacional".
Sensibilidad. Es la forma de comportarse comprensivamente, como hace una amigo con otro, o como hace un padre con sus hijos. Se trata de no ser complaciente con lo malo, con el error o con el pecado. Se trata de corregir, no para hundir al hermano sino para ayudarle, porque le ama.
Equidad. Es la manera de actuar con justicia, con imparcialidad, con neutralidad, sin hacer acepción de personas por los motivos que sean. se trata de ser recto y no moverse por "amiguismos", intereses o conveniencias.
Sinceridad. Es la cualidad de la verdad, de la franqueza, de lo correcto. Se trata de no ser hipócrita, ni falso, de no engañar o mentir para cumplir objetivos.
Unidad. Es la actitud integradora, fraterna y unánime que crea comunión, paz y armonía. Se trata de no generar división, contienda o discordia sino de buscar soluciones mediante la mediación, la intercesión y la conciliación.
Ninguno nacemos líderes, nos hacemos...
Ninguno nacemos cristianos, nos hacemos.
Ninguno nacemos santos, nos hacemos...
Y todo por la gracia y misericordia de Dios... y para su gloria...
JHR
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