miércoles, 31 de julio de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (1): ¿HABÉIS ENTENDIDO ESTO?

"En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar 
y recoge toda clase de peces: 
cuando está llena, la arrastran a la orilla, 
se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final de los tiempos: 
saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos 
y los echarán al horno de fuego. 
Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?».
Ellos le responden: «Sí».
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos 
es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí"
(Mt 13,47-53)

Otro año más volvemos a pasear junto a Jesús por la orilla del mar para dejarnos interpelar por su sabiduría, por su luz, por su palabra, de tal forma que, "meditando en chanclas", arda nuestro corazón mientras nos explica las Escrituras a través de parábolas.

La parábola de hoy (recogida sólo por san Mateo) es la conclusión de una serie de ellas sobre el Reino de Dios, y con las que el Maestro nos "abre el entendimiento": el sembrador, la cizaña, el grano de mostaza, el fermento en la masa, el tesoro y la perla encontrados, y finalmente, la red y la pesca.

La historia de hoy les es muy familiar a los galileos ya que son un pueblo de pescadores. Jesús habla de su trabajo. Describe la faena pesada y fatigosa de la pesca, y la consiguiente clasificación de lo obtenido en la orilla. 

Utilizando este símil tan conocido por los discípulos, Jesús se pone en "modo escatológico" para explicar la distinción entre el bien y el mal que sucederá al final de los tiempos. Se lanza la red, se recoge cuando está llena, se lleva a la orilla la pesca y se separa: los peces buenos se colocan en cestos y los malos se tiran al mar.

Nuestra libertad, el precioso don otorgado por Dios, puede convertirnos en peces buenos o malos, en trigo o en cizaña. Es decisión nuestra. Y mientras elegimos, Dios espera pacientemente a que todos lleguemos a la orilla como peces buenos, por eso nos da tiempo. Nunca se cansa de esperarnos. Nunca pierde la esperanza. Nunca deja de amarnos.

La paciencia de Dios es parte importante de su pedagogía divina y vehículo que posibilita nuestra salvación, porque si Dios fuera un Dios irascible e impaciente, castigador y vengativo (como algunos indocumentados creen) ninguno nos salvaríamos. 

Es la propia Palabra de Dios, el propio Cristo quien interpela a cada hombre con su fuego purificador (Lc 12,49) y hace que cada uno se posicione. No es Dios quien juzga ni quien decide quien es pez bueno o malo, trigo o cizaña, sino que es el propio ser humano en el libre uso de su voluntad quien lo determina.

Cuando nos posicionamos y elegimos el bien, cuando nacemos al hombre nuevo y dejamos el viejo atrás, estamos llevando a cabo nuestro propio "fin del mundo".

Cuando abandonamos el mal (el mar, el caos), nos insertamos en la red (la Iglesia) y en la orilla (los sacramentos), nos introducimos en el cesto (de la salvación), estamos anticipando nuestro propio "juicio final". 

La pregunta del millón es ¿qué quiero ser? o ¿qué disposición tengo para llegar a ser un pez bueno? ¿quiero crecer y madurar espiritualmente? o ¿me acomodo y me conformo con ser un pez no apto? ¿selecciono lo que me sirve, lo bueno, y desecho lo malo? o ¿todo me vale?

No puedo ser neutral, ni ambiguo ni tibio ni mediocre: o elijo el bien o elijo el mal (Ap 3,16). Jesús nos insiste: "¿Habéis entendido todo esto?".

Jesús recalca su enseñanza con dos imágenes muy fuertes que los discípulos entendían perfectamente: 
  • Horno de fuego: referencia al "vertedero" con fuego permanente donde se quemaba la basura en las afueras de la ciudad existían.
  • Llanto y rechinar de dientes: referencia a la angustia física y espiritual del pueblo de Israel tras la destrucción de Jerusalén y del Templo, y el exilio a Babilonia (Is 22,12; Lam 1,2.16; 2,11; Sal 112,10). 
Por eso, contestan con un rotundo "sí" a la pregunta de Jesús.

Ambas expresiones son símbolo de desolación y agonía, de impotencia y angustia ante la incapacidad para tomar decisiones por propia voluntad. Son símbolos de destrucción eternasin ninguna posibilidad de resurrección. Pero no son castigos de Dios sino consecuencias del pecado, que nos convierten en peces malos y nos excluimos nosotros mismos, lanzándonos de nuevo al mar, al caos.

Jesús nos insiste: "¿Habéis entendido todo esto?".

Parece que el Señor mira las caras circunspectas de los discípulos (las nuestras) y les (nos) regala otra comparación: la de un converso (escriba) con "un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo"... y ¿qué hace un padre de familiatransmite el "tesoro de la sabiduría familiar" a sus hijos, es decir, la riqueza de la fe, los valores cristianos y las costumbres de la vida que ha recibido y aprendido de sus padres. 

Jesús se está refiriendo también a algo que nuestro hermanos protestantes niegan: la necesidad y la validez de la Tradición de la Iglesia. La Palabra de Dios se hace presente en la Tradición a través del Magisterio de la Iglesia. Lo que hoy es Tradición, mañana es Magisterio. 

Desde el inicio de la Iglesia, los apóstoles y, más tarde, los discípulos de los apóstoles (padres apostólicos, padres apologistas, teólogos...) conservaron, custodiaron y transmitieron la Tradición recibida directamente de Cristo a través del Magisterio, mediante su predicación y enseñanza a todas las iglesias cristianas.

El Señor quiere que sus discípulos seamos pescadores de hombres, que seamos transmisores de su mensaje, que seamos "padres de familia" que enseñen lo antiguo y lo nuevo, la Tradición del pueblo de Dios y la novedad de Cristo, la antigua alianza (Antiguo Testamento) y la nueva y definitiva (Nuevo Testamento).

Así pues, Palabra de Dios, Tradición y Magisterio son las bases de la vida cristiana.  

¿Hemos entendido todo esto?


JHR

domingo, 28 de julio de 2024

¿CÓMO RESPONDER A LOS ULTRAJES Y LAS BLASFEMIAS?

“El mal no puede crear nada nuevo, 
solo corromper o arruinar 
lo que las fuerzas del bien 
han inventado o construido” 
(J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos)

Tras el infame, lamentable y provocador espectáculo que protagonizaron unos seres híbridos, grotescos y llenos de prejuicios ideológicos en la inauguración de los juegos olímpicos de Paris, cristianos de todo el mundo nos sentimos ultrajados y no sabemos muy bien cómo responder a esta provocación blasfema, inaceptable y fuera de toda justificación.

Sabemos que es un acto de cobardes atacar a quien se sabe que no se defenderá, de la misma forma que sabemos que es un hecho inaceptable hacer "bullying" a otros, sobre todo, a quien se sabe que pondrá la otra mejilla. 

Sabemos que este "espíritu blasfemo y antidivino" se justifica amparando sus múltiples ultrajes en la "libertad de expresión", pero sus actos infames no son de libertad sino de ofensa deliberada a los sentimientos religiosos.

Sabemos que estos actos rebeldes y deliberados del Enemigo de Dios vienen envueltos en un "humo" de engaño y mentira, que utiliza y seduce a los hombres con muchas falsedades como la libertad, la fraternidad y la igualdad, la tolerancia y la inclusión... ("la marca de la Bestia"), para embestir ("acción de una Bestia") y atacar despiadadamente a todo lo sagrado, para ridiculizar y corromper todo lo divino. Es, sin duda, el Anticristo en plena acción.

Sabemos que el mal es incapaz de defender ninguna postura sin insultar o vituperar, sin imponer u obligar, sin adoctrinar o aleccionar. Es la impronta de su ser rebelde y orgulloso, tiránico y deformado. Es la marca del 666.

Entonces, ¿cómo responder ante estos ultrajes y blasfemias?

San Pedro (el apóstol impulsivo que con su espada le cortó una oreja a un guardia en Getsemaní) nos enseña cómo debe un seguidor de Cristo actuar ante los agravios y las faltas de respeto: 

Si tuvierais que sufrir por causa de la justicia, bienaventurados vosotros. Ahora bien, no les tengáis miedo ni os amedrentéis.

Más bien, glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo.
(1 Pe 3,14-16)
San Judas Tadeo (santo de las causas difíciles y desesperadas) nos muestra el camino a seguir ante una ofensa o una burla:
"Sodoma y Gomorra (...) por haberse prostituido y por haber practicado vicios contra naturaleza, quedan ahí como muestra, padeciendo la pena de un fuego eterno (...)

Manchan la carne, rechazan todo señorío y blasfeman contra seres gloriosos. Blasfeman contra todo cuanto no conocen, e incluso se corrompen en lo que se aprende por instinto como los animales.

¡Ay de ellos! Porque tomaron el sendero de Caín (...) Estos, que banquetean sin recato y se apacientan a sí mismos (...) mueren por segunda vez (...) Ellos son murmuradores y amigos de querellas que proceden como les da la gana y hablan pomposamente adulando a la gente en beneficio propio.

En cambio, vosotros, queridos míos, acordaos de las predicciones de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; pues os decían que en el tiempo final habrá gente burlona que actuará conforme a los propios deseos de impiedad. Son estos los que crean discordias, animales que no tienen espíritu.

En cambio, vosotros, queridos míos, basándoos en vuestra santísima fe y orando movidos por el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna.
Tened compasión con los que titubean, a unos salvadlos arrancándolos del fuego, a otros mostradles compasión, pero con cautela, aborreciendo hasta el vestido que esté manchado por el vicio"
(Jud 1, 7-22)
San Pablo (perseguidor de cristianos, primero, y apóstol de Cristo, después) reprendía a los judíos, quienes por sus pecados, daban motivos a que los gentiles blasfemaran contra Dios y se burlaran de su ley:
Pues los hombres serán egoístas, codiciosos, arrogantes, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, crueles, implacables, calumniadores, desenfrenados, inhumanos, enemigos del bien.

Traidores, temerarios, envanecidos, más amantes del placer que de Dios, guardarán ciertos formalismos de la piedad pero habrán renegado de su verdadera esencia. Apártate también de estos.
(2 Tim 3, 2-6)
Alzar la voz con calma pero con rotundidad puede ayudar a corregir al que se equivoca, pero lo más eficaz, sin duda, es alejarse de ellos, rezar por ellos y no responder con la misma moneda como también nos aconseja san Pablo: 
A nadie devolváis mal por mal. Procurad lo bueno ante toda la gente. En la medida de lo posible y en lo que dependa de vosotros, manteneos en paz con todo el mundo.

No os toméis la venganza por vuestra cuenta, queridos; dejad más bien lugar a la justicia, pues está escrito: Mía es la venganza, yo daré lo merecido, dice el Señor.
(Rom 12,17-19)
A veces, el silencio humilde es más elocuente que la dialéctica humillante, como nos mostró el propio Jesús cuando fue calumniado e insultado: "Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca" (Is 53,7), y cuando no respondió a las injurias y perdonó a sus agresores: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen(Lc 23,34).

No responder a un ultraje es precisamente salir de lo humano para alcanzar lo divino. Es difícil pero no imposible. Cristo, verdadero hombre, nos demostró aquello del "Yes, we can" que algunos políticos le usurparon como lema de su campaña o como nombre de su partido.

Sin embargo, también quiero unirme a las plegarias de los santos y mártires, a las oraciones de los degollados por causa de la Palabra de Dios, que suben como incienso hasta Su trono y que tendrán respuesta: 
¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin vengar nuestra sangre de los habitantes de la tierra?
(Ap 6,10)

 

sábado, 27 de julio de 2024

EL ESPÍRITU DEL MUNDO ES UNA CIFRA HUMANA

"Y hace que a todos, pequeños y grandes, 
ricos y pobres, libres y esclavos, 
se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, 
de modo que nadie pueda comprar ni vender 
si no tiene la marca o el nombre de la bestia. 
Aquí se requiere sabiduría. 
El que tenga inteligencia, cuente la cifra de la bestia, 
pues es cifra humana. 
Y su cifra es seiscientos sesenta y seis"
(Ap 13,16-18)

El "espíritu del mundo", profetizado por san Juan en su Apocalipsis, adopta una apariencia de verdad y progreso, seguridad y bienestar, de paz y libertad pero lo cierto es que esclaviza a quien lo sigue y mata a quien lo rechaza. 

Mientras los "adoradores del Cordero" se postran libre y gozosamente ante su Señor y llevan la marca de la Cruz como un signo de libre pertenencia, los "adoradores de la Bestia" lo hacen obligados y amenazados, y son marcados en la mano derecha o en la frente por su amo, como signo de esclavitud:
  • en la mano derecha: porque todo lo que hacen lleva la impronta de la Bestia (actos, movimientos y leyes) 
  • en la frente: porque todo lo que piensan está subordinado a la Bestia (identidad, aspecto y pensamiento).
El pensamiento único es de obligado cumplimiento: nadie pueda comprar ni vender si no tiene la marca o el nombre de la bestia , es decir, quien no lo sigue, queda excluido, proscrito o señalado.

La intención de este adoctrinamiento coercitivo es generar sustitutos humanos de la fe/religión, es imponer sucedáneos mundanos a los valores divinos, y con los que prometen engañosamente al hombre  una sociedad de libertad y felicidad. 
Es la misma rebelión del Diablo, Satanás, contra el designio divino: "Y hubo un combate en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón, y el dragón combatió, él y sus ángeles. Y no prevaleció y no quedó lugar para ellos en el cielo. Y fue precipitado el gran dragón, la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el que engaña al mundo entero; fue precipitado a la tierra y sus ángeles fueron precipitados con él" (Ap 12,7-9)

Es el mismo engaño de la serpiente antigua a nuestros primeros padres en el Edén: "No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él se os abrirán los ojos, y seréis como Dios" (Gn 3,4-5).

Es el "apocalíptico" número "humano" de la bestia señalado por san Juan en Ap 13,18: el 666 , es decir, hombre-hombre-hombre (el número seis, en la Biblia, representa al hombre, puesto que fue creado el 6º día).

El "espíritu del mundo" invade todo, ocupa absolutamente cualquier ámbito de la sociedad y gobierna por completo nuestro mundo. Se trata de la imposición de un pensamiento único que es filosóficamente relativista, espiritualmente gnóstico, socialmente marxista, económicamente capitalista y psicológicamente freudiano". Estos son los sustitutos humanos de la fe que conforman el "ateísmo" de nuestro siglo XXI:
Relativismo filosófico ("mi propia verdad") 
Parte de una actitud antimetafísica que niega la existencia de verdades absolutas: el bien y el mal son conceptos relativos y subjetivos porque están influenciados por la historia, la cultura, las circunstancias concretas y las ideas preconcebidas.

La verdad depende del sujeto que la experimenta y no tiene por qué ser compartida por el resto de los seres humanos. Hablamos de subjetivismo y de escepticismo que lleva al hombre a buscar su "propia verdad", a recelar de la del otro (polarización), a descartar la verdad divina y a prometer un paraíso del "estado de bienestar”, basado en la ciencia y el progreso tecnológico.

Dos ejemplos son: el relativismo lingüístico y relativismo cultural que niegan la existencia de valores, juicios morales y comportamientos con valor absoluto y de carácter universal, lo que conduce tanto a la deconstrucción del idioma como de la cultura, y por tanto, a la transformación forzosa de la sociedad.

Espiritualidad gnóstica ("mi propio dios") 
No se trata de un concepto nuevo ni de un invento actual sino que procede del sincretismo y de la heterodoxia de sectas judeocristianas que surgieron a partir del s. I. d. C., que afirma la presencia en el hombre de un "espíritu divino interior", el "yo" humano, frente a un Dios maléfico responsable del universo material, creado defectuoso y hostil. 

Asumido por espiritualidades orientales (budismo, hinduismo, panteísmo...) y prácticas esotéricas (espiritismo, tarot, mindfulness...), afirma que el mal y la perdición están ligados a la materia, mientras que lo divino y la salvación pertenece al ámbito espiritual e individual de la persona. 

La salvación se alcanza por el conocimiento (gnosis) directo e introspectivo de ese "yo divino" ("seréis como Dios") que se obtiene a través de de la "iluminación" individual, sólo al alcance de unos pocos "elegidos o iluminados", y por tanto, niega la intervención de Dios en el mundo material (encarnación, muerte y resurrección de Cristo) para la salvación universal.

Socialismo marxista ("mi propia ideología") 
Es una teoría sociopolítica (también económica) e intervencionista que aspira a la igualdad social a través de la eliminación de toda característica diferencial entre las personas. Es una ideología con "apariencia" de libertad pero que dicta todo tipo de prohibiciones y conculca todo tipo de derechos a través de la "educación programada” y del “control de la información”

Niega todo tipo de religión para concebir un “universo ateo”, una "anti-creación surgida por casualidad y al azar, en el que todo es laicismo, la "religión civil" ("mi propia religión"), y afirma el comunismo social y político ("mi propia ideología"), defiende la “vida natural” y reniega de la sobrenatural

Sus variantes son: el materialismo histórico ("mi propia historia") y el materialismo dialéctico ("mi propia razón"). 

Capitalismo económico ("mi propia libertad") 
Es un sistema fundamentalmente económico y mercantilista (aunque también social, político y jurídico) basado en el llamado laissez faire ("dejar hacer, dejar pasar"), un concepto sin normas ni principios ("todo vale").

Basado en el "vales lo que tienes" o "eres lo que posees", actúa en su propio beneficio a través de la imposición de un “mercado global”, despersonalizado y competitivo que destruye el sentido de comunidad y construye un concepto utilitarista y despersonalizado, que considera a las personas "mercancías" o "productos de consumo". Su único objetivo es la mayor ganancia posible: "Lo que hace libre al hombre es el dinero".

Su principal variante es el capitalismo corporativo ("mi propio mundo") caracterizado por una sociedad individualista” que excluye y destruye al resto, y por el dominio de grandes corporaciones jerárquicas, burocráticas y supranacionales (imperialismo globalizador) que crea una “cultura del consumismo” de personas prescindibles y mercancías en serie (o viceversa).

Freudianismo psicológico ("mi propia sexualidad") 
Basado en el estudio de la mente humana, afirma la influencia del subconsciente en el comportamiento, los pensamientos y las emociones, sobre todo, sexuales, y en los procesos de represión/liberación de las emociones y deseos.

Una variante es el hipersexualismo ("mi yo satisfecho"): la exaltación del cuerpo frente a la continua degradación del almael culto al placer y al ocio que rechaza al sufrimiento y el esfuerzo, la autodeterminación de la libertad sexual, el deseo de satisfacción sexual de cualquier forma y medio, la sustitución del amor por el placer, que en la mayoría de las ocasiones, conducen desgraciadamente a sucesos de violencia sexual.

Esta es la radiografía de la cifra humana del Anticristo que san Juan profetizó hace dos mil años. Se requiere inteligencia y sabiduría para calcularla, nos dice el discípulo amado de Jesús. Es preciso discernir los signos de los tiempos bajo la guía del Espíritu Santo porque el humo de Satanás lo envuelve todo en tinieblas para confundir, desviar a todos y conducir al hombre a su propia destrucción..



martes, 23 de julio de 2024

SIMBOLISMO DE LAS ÁGUILAS EN "EL SEÑOR DE LOS ANILLOS"

"Voy a enviarte un ángel por delante, 
para que te cuide en el camino 
y te lleve al lugar que he preparado"
(Ex 23,20)

Retomamos, como en otras ocasiones, el universo de Tolkien y su gran obra,"El Señor de los Anillos", impregnada de gran simbolismo cristiano: la lucha espiritual entre el bien y el mal, la caída del hombre, el mal, la salvación, la conversión, la Eucaristía, el Mesías, la Gracia, el triunfo de la humildad sobre la soberbia y el orgullo, la Virgen María, la renuncia a uno mismo, la cruz de cada día, la perseverancia en las pruebas, el valor de la fraternidad y la comunidad, etc.

Hoy, en concreto, nos fijamos en la figura de las Grandes Águilas de las Montañas Circundantes que fueron creadas, antes del despertar de los Hijos de Ilúvatar, por Manwë, Señor de los Valar, y tenían como misión principal ser sus mensajeras, aunque también realizaban tareas de protección y lucha contra los poderes oscuros de la Tierra Media

Dirigidas en la Primera Edad, por su señor Thorondor y, después, en la Tercera Edad, por su descendiente Gwaihir, ya como las Grandes Águilas de las Montañas Nubladas, algunas de sus principales acciones fueron:
  • en la Primera Edad: salvar a los hermanos Húrin y Huor de los orcos y llevarlos a Gondolin ("Los Hijos de Húrin"); proteger la ciudad de Gondolin de los espías de Morgoth ; rescatar a Beren y Lúthien de Angband; proteger a Tuor, Idril y los supervivientes de Gondolin cuando huyeron de la ciudad; derrotar (con Eärendil) a los dragones alados en la Gran Batalla ("El Silmarillion").
  • en la Segunda Edad: volar desde el oeste a Aman o Tierras Imperecederas, morada de los Valar y de los Elfos para advertir a Númenor, morada de los Dúnedain, de su destrucción inminente.
  • en la Tercera Edad: salvar a hobbits y enanos (Bilbo, Thorin...) de los huargos y orcos de Moria en las Montañas Nubladas, combatir en la Batalla de los Cinco Ejércitos en la Montaña Solitaria de Erebor ("El Hobbit"), liberar a Gandalf sacarlo del pico de Zirak-Zigil después de la Batalla con el Balrog ("La Comunidad del Anillo") y de su prisión en Orthanc, la torre de Isengard ("Las Dos Torres"), luchar contra los Nazgul en el asedio de Minas Tirith y salvar a Frodo y Sam de morir en el Monte del Destino ("El retorno del Rey").
  
La Grandes Águilas eran criaturas majestuosas, poderosas e inmortales. Protectoras y custodios de los habitantes de la Tierra Media en la lucha contra el mal, cuya presencia y capacidad para volar extensas distancias a gran velocidad y rescatar a sus protegidos en momentos de peligro para llevarlos a lugares inaccesibles, son símbolo de esperanza y salvación en momentos oscuros. 

Pero la cuestión de hoy es ¿por qué por qué Gandalf, Frodo y el resto de la Compañía del Anillo no recurrieron a las Águilas para llevar el "Único" a Mordor y cumplir la misión de destruirlo de una forma más rápida y sencilla

La razón más evidente era para no llamar la atención del Enemigo, ya que adentrarse en Mordor suponía una tarea que solo podía realizarse de forma sigilosa. Gandalf sabía que necesitaba actuar en secreto para tener éxito en su misión, por lo que optó por utilizar otros medios y mantener a las águilas como último recurso.

Por ello, fueron unos hobbits, Frodo y Sam, los seres más pequeños de la Tierra Media (la mitad de la estatura de un hombre y algo menos de la estatura de un enano)los encargados por voluntad propia de llegar hasta el Monte del Destino sin ser detectados. Si hubieran llegado volando a lomos de las Águilas, Sauron y sus huestes maléficas los hubieran descubierto de inmediato y se hubieran reducido las posibilidades de éxito.
Otra razón es que las Águilas eran criaturas que no intervenían directa y activamente en los conflictos y asuntos de otras razas de la Tierra Media, apareciendo y actuando en ocasiones contadas y no por decisión propia, sino enviados por Alguien. 

Y la última razón podría ser que las Grandes Águilas, al igual que los 5 "Istari" o "Maiar" (seres espirituales o magos como Saruman el blanco, Gandalf el gris, Radagast el pardo o Alatar y Pallando los azules) se mantenían alejados de Mordor y del poder tentador del Anillo Único para no sucumbir al Mal.

Pues bien, el paralelismo entre las Águilas de la Tierra Media y los ángeles de Dios es más que evidente: ambos simbolizan la intervención y el poder de Dios en la lucha contra el Mal.
Al igual que las Grandes Águilas fueron creadas, antes del despertar de los Hijos de Ilúvatar, por Manwë, Señor de los Valar, los "Grandes Ángeles" fueron creados por Dios antes del despertar de los Hijos de hombre.

Al igual que las Águilas, los ángeles están al servicio de su Señor y de los hombres: son mensajeros portadores de buenas noticias, soldados del ejército celeste, protectores y custodios del hombre.

Al igual que las Águilas, los ángeles son reservados para misiones sigilosas, misteriosas y significativas aunque manteniendo oculta su identidad. En la Sagrada Escritura encontramos cerca de 300 apariciones angélicas, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.

La presencia de ángeles en la Biblia nos sirve de recordatorio constante de la intervención de Dios en la vida de los creyentes y de la conexión especial entre el cielo y la tierra, que nos brinda consuelo, guía y protección a quienes buscamos hacer Su voluntad.

Pero también hay un presencia angélica tutelar en nuestras vidas, son nuestros ángeles custodios o ángeles de la guarda, a quienes no vemos, a quienes muchas veces olvidamos pero a quienes debemos pedir ayuda, guía y protección para nuestra alma: "Cuán grande es la dignidad del alma, ya que cada uno tiene desde su nacimiento un ángel encargado de custodiarla" (san Jerónimo).

Y por supuesto, no olvidemos pedir su intercesión ante Dios (cf. Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). Son ellos, nuestros ángeles, los que elevan nuestras plegarias al cielo como incienso agradable a Dios:

Ángel del Señor 
que por orden de la piadosa providencia divina,
eres mi guardián
guárdame en este día,
ilumina mi entendimiento,
dirige mis afectos,
gobierna mis sentimientos
para que yo jamás ofenda al Dios y Señor.
Amén.


jueves, 18 de julio de 2024

¿CÓMO GESTIONAR LOS FRUTOS ESPIRITUALES DE UN RETIRO?

"No temas, porque yo estoy contigo; 
no te angusties, porque yo soy tu Dios. 
Te fortalezco, te auxilio, 
te sostengo con mi diestra victoriosa"
(Is 41,10)

Desde hace ya unos años, vivimos una gran efusión de Espíritu Santo que se derrama a través de retiros y encuentros espirituales de nueva evangelización como Emaús, Effetá, Alpha, Cursillos o Seminarios de Vida en el Espíritu, en los que las personas descubren o redescubren a Dios y salen transformadas.

Sin embargo, muchas de ellas no terminan de arraigar en parroquias o en movimientos eclesiales, bien por falta de compromiso o por exceso de individualismo, que tan habitual es en nuestra sociedad posmoderna (también en las parroquias). Otras, se unen a una comunidad, a un movimiento o a un servicio pero mantienen una mentalidad inmadura, de consumidor, y de poco avance espiritual. 

Disfrutan de una misma comida una y otra vez, pero con poco provecho y escaso desarrollo. Repiten un mantra una y otra vez (y muchos tópicos espirituales) sin saber lo que significa o el motivo por el que lo hacen. Y así, su vida espiritual se convierte en una espiral de repeticiones agradables pero carentes de verdadero sentido cristiano.

Tienen maravillosas experiencias de Dios, es cierto, pero son pasajeras. Se sienten muy cómodos y a gusto ejerciendo como buenos cristianos en un ambiente favorable y cómodo, pero por un tiempo limitado, con escaso crecimiento y con limitado compromiso.
Por ello, todos los que nos encontramos inmersos en estos métodos de primer anuncio nos enfrentamos ante el reto de dar respuesta al avivamiento de todas estas personas que llegan o que vuelven a la Iglesia para que sigan (sigamos) el camino y no desvíen (desviemos) la mirada de nuestro Señor. 

Indudablemente, todos estos métodos de evangelización mencionados anteriormente funcionan porque son obra de Dios, pero surge la gran pregunta de siempre: ¿y después qué? ¿qué debemos hacer a nivel individual y comunitario?

En mi opinión y por propia experiencia, lo primero que debemos plantearnos es cómo gestionar el fruto que estos métodos producen. Se trata de evitar la dispersión en experiencias de fin de semana, los activismos interminables, con escasos compromisos personales y comunitarios, y, en la mayoría de las ocasiones, con limitado o nulo crecimiento espiritual.

Creo que nos encontramos ante un momento de transformación parroquial donde sacerdotes y laicos debemos remar juntos y al unísono para generar nuevas y auténticas comunidades cristianas, que no se parezcan en nada a las existentes, de mucho cumplimiento y poco entusiasmo, de mucho pasado y poco futuro (por desgracia), y que recuperen el fervor y la unidad de las primeras comunidades cristianas.

Es preciso plantearse, de un modo serio, esta renovación parroquial y encontrar los procesos que la lleven a cabo de verdad, analizar los que funcionan y los que no, tanto de forma individual como comunitaria, estar pendientes a lo que el Espíritu Santo nos suscita y no a lo que, desde un razonamiento humano, nos parece que tenemos que hacer. 

Estoy hablando de discipulado, de formación, de compromiso, de servicio, de acogida...de discernir y comprender cuál es el rol que cada uno debe desempeñar dentro de la Iglesia y que, desde luego, no es un invento nuevo sino que lleva escrito más de dos mil años. 

Se trata de plantearse no tanto qué puede hacer la parroquia (o Dios) por mí sino qué puedo hacer yo por la parroquia (o por Dios). O mejor dicho...de preguntar: "Señor ¿qué quieres de mí?".
Como ya he mencionado en otros artículos, para construir comunidades cristianas auténticas, vivas, comprometidas y en continuo crecimiento es necesario que todas las personas que las integren tengan una misma visión, misión y pasión, un mismo corazón y un mismo espíritu. Algo que tampoco es nuevo ni original puesto que las iglesias cristianas del primer siglo tenían precisamente todo eso pero que, desgraciadamente, hemos perdido con el paso de los siglos.

Un cristiano que ha tenido un encuentro real con el Señor y que quiere ser un verdadero discípulo de Cristo, debe crecer y madurar en la fe, convertirse continua y diariamente, formarse en el discipulado, mientras se compromete en la comunidad y sirve en la misión.

Un verdadero discípulo tiene una identidad, un sentido de "pertenencia", de "corresponsabilidad" con una comunidad, grupo, carisma, espiritualidad o movimiento que le capacita para el compromiso y para priorizar lo importante.

Un auténtico seguidor de Cristo reza continuamente, vive eucarísticamente y camina escuchando la Palabra de Dios. No valen excusas ni pretextos para no crecer o madurar: el cristianismo es una forma de vida no un pasatiempo del que disfruto de vez en cuando.

Son sólo algunas ideas...hay más... pero, ante todo y lo primero que debemos preguntarnos ¿para qué hago lo que hago? ¿a quién sirvo? ¿a Dios y al prójimo? o ¿a mi mismo y a mi conciencia?

JHR


martes, 16 de julio de 2024

ANALFABETISMO BÍBLICO

"Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo"
(San Jerónimo)

Con demasiada frecuencia me encuentro a muchos hermanos de fe decir que no leen la Biblia porque les cuesta dedicarle tiempo, porque no son capaces de ponerse a ello, porque dicen no entenderla, porque no saben por dónde empezar, porque les da pereza o porque no lo ven necesario. 

Sin embargo, estos mismos que ponen esa gran cantidad de "peros" para leer la Palabra de Dios, reconocen leer innumerables libros espirituales, sobre la vida de santos, sobre revelaciones particulares... o incluso afirman estar "enganchados" a series o películas sobre la vida de Jesús, porque les resulta más cómodo que leer la Biblia...

No cabe duda que vivimos en un mundo saturado de información, en una sociedad de la inmediatez, del "aquí y ahora" y del "mínimo esfuerzo". Y cuando no entendemos algo o nos cuesta, sencillamente, lo abandonamos: o nos lo ponen fácil o tiramos la toalla, o "nos lo cuentan" de forma rápida y sencilla o "pasamos del tema".

Muchas veces me he preguntado el por qué de este "analfabetismo bíblico", el por qué los católicos tenemos esta asignatura pendiente y no somos capaces de poner los medios para aprobarla.

Pero algo sí es evidente: si no leemos y escuchamos la Palabra de Dios, no podemos considerarnos verdaderos cristianos porque no conocemos realmente a Cristo. Tampoco madura nuestra fe y nos quedamos en un infantilismo espiritual. San Jerónimo es tajante cuando dice que "ignorar la Biblia es ignorar a Cristo" porque como afirma Hugo de san Víctor: "toda la Escritura habla de Cristo y se cumple en Cristo".

Dios se "ha molestado" en dejarnos a nuestra disposición un testamento de su alianza, un legado de su amor, en el que nos cuenta todo lo que necesitamos saber sobre Él, todo lo que debemos hacer para ser felices. Además, la Iglesia se "ha preocupado" de custodiarla, interpretarla y explicarla durante más dos mil años, pero nosotros quizás no lo valoramos suficientemente.

No me imagino a los herederos de una gran fortuna dejando de acudir a la lectura de un testamento con la excusa de no entender el lenguaje jurídico o con el pretexto de no tener tiempo para esas cosas.
Quizás es que no consideramos a la Palabra de Dios como un gran tesoro. La Escritura es la historia de la relación entre Dios y su pueblo, entre el Creador y sus criaturas, entre Cristo y su Iglesia. Es el testimonio del amor de Dios por el hombre y, sin embargo, con nuestras acciones demostramos que ese amor no es recíproco.

San Jerónimo nos recuerda que "nunca podemos leer solos la Escritura porque encontramos demasiadas puertas cerradas y caemos fácilmente en el error", refiriéndose a que no debemos realizar interpretaciones libres y personales de la Biblia como les pasa a muchas otras denominaciones cristianas. 

Es importante leer la Biblia a la luz del Magisterio de la Iglesia, en comunidad sí, pero no sólo limitarnos a escucharla en misa. Por eso, siempre es conveniente formar grupos de Biblia en las parroquias, aunque pocas lo tienen entre sus programas pastorales, quizás por falta de interés. 

No diremos que no leer la Biblia es pecado. Sin embargo, como dice el apóstol Santiago: "el que sabe cómo hacer el bien y no lo hace, ese está en pecado" (Stg 4,17). Y seguramente, si no escuchamos lo que Dios nos dice en su Palabra, estemos incurriendo en un pecado de omisión.

Además, san Pablo nos exhorta a "empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios (Ef 6,17). Y yo me pregunto, ¿cómo vamos a dar testimonio de nuestra fe y de Cristo si no empuñamos la "espada del Espíritu"? ¿cómo vamos a llamarnos cristianos si no conocemos a Cristo? ¿cómo vamos a razonar nuestra fe con nosotros mismos o con otros si no creemos o no confiamos en la Escritura?
Desde mi experiencia personal, la Palabra de Dios despierta nuestra sed de Dios, acrecienta y madura nuestra fe, ilumina nuestro camino, fortalece nuestra esperanza en las promesas que contiene y enardece nuestro corazón como les ocurrió a los dos de Emaús. No puede haber madurez espiritual si se desconoce la Escritura, no puede haber cristiano auténtico si se es un analfabeto bíblico.

Cuando profundizas en la Palabra de Dios se produce un resultado impresionante: ¡quieres conocer más a Dios! ¡Te enamoras más y más del Señor! ¡Quieres más y más de Él! Pero explicar con palabras esta sensación es imposible. Es preciso experimentarla.

Me uno a la pasión del profeta Jeremías cuando escribe: "Si encontraba tus palabras, las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón" (Jer 15,16). Y por supuesto, a las del mismo Jesucristo: "Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y guardan lo que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca" (Ap 1,3).

Os invito a escuchar una preciosa canción que habla de la Palabra de Dios: Word of God

Y, desde luego, os animo a crear grupos parroquiales de Biblia para leerla y meditarla. Estoy seguro de que la disfrutaréis a medida que escuchéis lo que Dios quiere deciros.

miércoles, 10 de julio de 2024

QUÉ HACER Y QUE NO HACER CUANDO EVANGELIZO

"Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo"
 (Jn 20,21)

Nuestra misión como cristianos es evangelizar porque somos miembros de una "Iglesia en salida" a través de la cual, Cristo nos envía la mundo. Sin embargo, en ocasiones, no tenemos muy claro lo que debemos o no debemos hacer.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que el Señor no nos envía para que tengamos éxito porque el resultado no depende de nosotros. No busca nuestra propia eficacia porque nosotros no convertimos. Nos envía a proclamar su mensaje de amor.

Cosas que sí
1. Escuchar, pero de verdad. Es más importante que entendamos realmente lo que las personas opinan sobre alguna cuestión, que tratar de encontrar la respuesta perfecta sobre algo que ni siquiera se plantean. Y para ello, es importante saber hacer las preguntas correctas: "Que toda persona sea pronta para escuchar, lenta para hablar y lenta a la ira" (Stg 1,19).

2. Mantener la calma. Nadie se acercará a Jesús si nos alteramos y si queremos imponer nuestra opinión. Además, se nota. Es mejor que pongamos pasión en amar a los demás, y no en demostrar que tenemos razón: "Respuesta amable calma la cólera, palabra áspera excita la ira" (Pro 15,1).

3. Confiar en que Dios actúa en nuestras carencias. Todo lo que tenemos que ofrecer son nuestras pobrezas. No somos perfectos, pero damos lo que tenemos. Dios es el único que puede convertir a otra persona. Nosotros somos sólo el instrumento (imperfecto) para ello: "No es que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos nada como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios" (2 Co 3,5).

4. Decir la verdad… pero por las razones correctas. La mejor razón para decir la verdad debe partir de un amor auténtico por la otra persona y por su bien. No para demostrar que está equivocado: "Dejaos de mentiras, hable cada uno con verdad a su prójimo , que somos miembros unos de otros" (Ef 4,25); "Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no" (Mt 5,37).

5. Ser amables. Ser amable no significa siempre ser simpático. La amabilidad busca el bien del otro, la simpatía, el propio: Estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza, pero con dulzura y respeto y manteniendo una buena conciencia” (1 Pe 3, 15-16). 

6. Hacer preguntas inteligentes. No sólo intentemos averiguar qué piensan, sino llegar a donde queremos ir. Es lo que se denomina “método socrático” de diálogo. Consiste en plantear preguntas con sagacidad para conducir a la otra persona hacia la verdad: "Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá" (Mt 7,7).

7. Ser caritativos. Intentemos siempre pensar en lo bueno de la otra persona, no en sus errores. Caritativo es, por ejemplo, otorgarle al otro el beneficio de la duda: "Acoged al débil en la fe, sin discutir sus razonamientos" (Rom 14,1).

8. Construir sobre la fe y la bondad que la persona nos manifieste. No nos dedicamos a destruir a los demás, sino a ayudarles a crecer: "Que cada uno de nosotros busque agradar al prójimo en lo bueno y para edificación suya" (Rom 15,2).

9. Rezar con ellos. Preguntar si tienen alguna intención por la que rezar y si quieren rezar justo en ese momento y lugar. Rezar con alguien es un testimonio convincente: "Rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo" (Stg 5,16).

10. Ser auténticos. Evangelizar significa ser un amigo auténtico de la otra persona. Así pues, quedar a comer puede ser más valioso incluso que invitarles a ir a misa o a leer la Biblia. Es una prueba de que nos preocupamos por la persona, no solo por una misión: "El amigo ama en todo tiempo, el hermano nace para el peligro" (Pro 17,17).

11. Compartir nuestro testimonio: contarles cómo impactó Dios en nuestra vida. Esto es algo que la otra persona no puede rebatir: cómo Dios nos ha cambiado. Todos necesitamos ver ejemplos del amor de Dios: "Con la ayuda de Dios, me he mantenido firme hasta hoy dando testimonio a pequeños y grandes" (Hch 26,22).

12. Evangelizar evangelizando. No creamos que necesitamos que alguien nos “entrene” para ser mejores apóstoles. Ni tampoco que necesitamos estar "formados"para amar a los demás: "Así nos lo ha mandado el Señor: Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra" (Hch 13,47).

13. Rezar. El poder de convertir corazones y vidas solo está en Dios. Nosotros mismos debemos acudir continuamente a ese poder mediante la oración: "Sed constantes en la oración; que ella os mantenga en vela, dando gracias a Dios" (Col 4,2;1 Tes 5,17; Rom 12,12).

14. Predicar la Buena Nueva. El mensaje evangélico es muy sencillo:
-Dios nos creó para que vivir en comunión con Él (Ef 2,10-14)
-Nosotros rompimos esa relación rechazando Su amor (Is 59,2)
-Nosotros no podíamos restaurar esa relación por nosotros mismos (Sal 51,12; 80,3:85,4)
-Dios Padre envió a Jesús para hacerlo en nuestro nombre (Jn 3,16)
-Es decisión nuestra aceptar este regalo de amor que Jesús nos ofrece (Mt 19,21)

Cosas que no
1. No tratar de ganar una discusión. En cierta ocasión, el arzobispo Fulton J. Sheen dijo: “Discusión que ganas, alma que pierdes”.

2. No divagar de un tema a otro. Quedémonos con el tema hasta que lo agotemos. Si nos salimos del camino, no dudemos en redirigir la conversación al tema original. “No puedes hacer grandes cosas si estás distraído por cosas pequeñas”.

3. No alterarse. Puede que bullan nuestras emociones, pero si permitimos que un tercero perciba frustración, ira, etc., le perderemos. 

4. No permitir que el orgullo pueda con nosotros. Aunque parezca que no tenemos respuesta, que sepamos que la Iglesia sí la tiene o que necesitan seguir creciendo en conocimiento. La humildad es un don. 

5. No hablar de lo que desconocemos.No lo sé” es una gran respuesta. Pero es importante darle continuidad al tema, invitándoles a volver a quedar y hablar una vez que hayamos investigado el asunto.

6. No perder la esperanza. Nuestros tiempos no son siempre los tiempos de Dios. La otra persona siempre tiene libre albedrío. Respetar su libertad para decir “no” o “no sabe, no contesta”. No creamos que Dios quiere esa conversión menos que nosotros.

7. No nos expliquemos demasiado. Demasiado de algo bueno sigue siendo demasiado. Muchos creen que el argumento “correcto” y la aproximación “correcta” resolverán el problema y cambiarán la mente de alguien. No caigamos en esa trampa.

8. No utilicemos jerga clerical o elevada. Intentemos explicar todo con nuestras propias palabras, incluso aquellas más básicas que podríamos suponer que los demás conocen (como fe, esperanza, caridad, gracia, salvación, paz, salvador, oración, etc.)

lunes, 8 de julio de 2024

Y LA CASA SE LLENÓ DE LA FRAGANCIA DEL PERFUME

"María tomó una libra de perfume de nardo,
-auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies
y se los enjugó con su cabellera.
Y la casa se llenó de la fragancia del perfume"
(Jn 12,3)

Los cuatro Evangelios (Mc 14,1-9; Mt 26, 6-13; Lc 7,36-48; Jn 12, 1-9) narran la unción de Jesús en una casa con un perfume muy caro de nardo por una mujer, aunque los detalles difieren en los relatos:

  • Mismo escenario: una casa para una comida, una mujer, y el perfume caro que se vierte sobre Jesús a lo que alguien se opone.
  • Ubicación: Todos la identifican con Betania (aldea próxima al Monte de los Olivos, entre Jerusalén y Jericó), excepto Lucas que la sitúa en Galilea.
  • Anfitrión: cuatro personajes diferentes: Mateo y Marcos hablan de la casa de Simón el Leproso; Lucas 7 dice que es la casa de un fariseo llamado Simón en Galilea, durante un banquete; Lucas 10 dice que es en casa de Marta; Juan dice que es en casa de Lázaro de Betania.​
  • Descripción de la mujer: Juan la identifica con María de Betania, Lucas con una mujer de esa ciudad que vivió una vida pecaminosa (generalmente se ha interpretado como una prostituta), Mateo y Marcos sólo dicen una mujer.
  • Donde se vierte: sobre la cabeza según Marcos y Mateo, o los pies según Juan y Lucas, secándolos con su propio pelo. Marcos añade que rompió el frasco.
  • Comentarios de Jesús: Mateo, Marcos y Juan utilizan expresiones similares aunque ligeramente diferentes que Lucas omite. 
  • Valor del perfume: Marcos valora el perfume en 300 denarios (un año de salario)
  • Indignados: Mateo afirma que son los discípulos, mientras que Juan dice que es Judas el más ofendido. 
Perfume y Frasco
La unción honorífica con perfume era una acción frecuente en Israel para embalsamar los cuerpos antes de enterrarlos. Sin embargo, usar el pelo para secar los pies de Jesús, como narran Juan y Lucas, no se registra en ninguna otra parte . Marcos añade que rompió el frasco y lo derramó sobre la cabeza.
Usar el pelo para secar los pies de Jesús es un gesto excepcional con el que María muestra el gran amor que siente por Él. Romper el frasco y derramar el caro perfume es un gesto de desapego a las cosas materiales e interés por las espirituales. 

Marta y María
Tanto María como Marta aman a Jesús. Pero mientras María escucha y contempla a Cristo, la Palabra de Dios, Marta trabaja y se afana por agradarle, pero sólo oye. Mientras María encuentra la paz en Cristo, Marta la pierde por Él. Mientras María lo acoge en su corazón, María lo hace en su mente, porque ha perdido el amor primero (Ap 2,2-4).

La gran enseñanza de este pasaje es ¿cómo acojo yo al Señor? ¿estoy apegado al frasco? o ¿atento al perfume? ¿estoy más pendiente del continente, de lo superficial, del cumplimiento? o ¿del contenido, de lo esencial, del seguimiento de Cristo?

El frasco simboliza mi fe en Cristo, la "forma" de mi vida espiritual. 
El perfume representa mi amor a Cristo, el "fondo" de mi vida espiritual. 

Es necesario que rompa el frasco para no limitar el amor de Cristo. Es preciso que quiebre el "molde" del formalismo para percibir la fragancia del perfume y dejar que llene mi "casa" (mi vida) de amor.

Todos los cristianos queremos agradar y acoger a Cristo  pero ¿lo hago en mi mente o en mi corazón? ¿me afano en cumplir con lo que "yo creo" que es la Ley o amo como Dios me dice que debo amar? ¿trato de corregir al Señor porque mi autosuficiencia me impide comprender cual es el principal de los mandamientos? o ¿me abandono en Él?
Ocurre que todos queremos a Dios...pero quizás le queremos mal, de un modo imperfecto y humano. El Señor nos llama a ser como Él, a divinizarnos, a ser perfectos en el amor.

Ocurre que todos conocemos a Dios...pero quizás le conocemos mal, de un modo intelectual y distante. El Señor nos llama a entrar en comunión con Él de un modo íntimo y personal.

Ocurre que los hombres somos más de "frasco" que de "perfume". Somos más de "materia" que de "espíritu". Somos más de lo que "vemos" que de lo que "contemplamos".

Ocurre que somos más de querer a Dios con limitaciones y cicatería que con derroche y generosidad. Somos más de "oír" que de "escuchar". Somos más de "ver" que de "contemplar".

Ocurre que le damos al Señor más el tiempo que nos sobra que el que necesitamos. Somos más de la "parte interesada" que de la "mejor parte".

Ocurre que nos empeñamos más en "hacer" que en "ser". Somos más de "sacrificios" que de "misericordia".
Contemplemos, como hizo María, a Cristo en la cruz para abrirnos al misterio del amor de Dios, que rompió su "frasco" y derrochó toda su "fragancia", llenando la tierra de amor.

Derrochemos, como hizo María, la fragancia del amor a Dios y al prójimo y no estemos tan pendientes de su coste y de su utilidad.

Seamos generosos en lo esencial, que es el amor (el "ser") y sí, atentos pero no afanados, en lo superficial, que son las obras (el "hacer").

Rompamos el frasco (nuestra autosuficiencia) y llenemos la casa (el mundo) de la fragancia del perfume (el amor).