domingo, 28 de julio de 2024

¿CÓMO RESPONDER A LOS ULTRAJES Y LAS BLASFEMIAS?

“El mal no puede crear nada nuevo, 
solo corromper o arruinar 
lo que las fuerzas del bien 
han inventado o construido” 
(J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos)

Tras el infame, lamentable y provocador espectáculo que protagonizaron unos seres híbridos, grotescos y llenos de prejuicios ideológicos en la inauguración de los juegos olímpicos de Paris, cristianos de todo el mundo nos sentimos ultrajados y no sabemos muy bien cómo responder a esta provocación blasfema, inaceptable y fuera de toda justificación.

Sabemos que es un acto de cobardes atacar a quien se sabe que no se defenderá, de la misma forma que sabemos que es un hecho inaceptable hacer "bullying" a otros, sobre todo, a quien se sabe que pondrá la otra mejilla. 

Sabemos que este "espíritu blasfemo y antidivino" se justifica amparando sus múltiples ultrajes en la "libertad de expresión", pero sus actos infames no son de libertad sino de ofensa deliberada a los sentimientos religiosos.

Sabemos que estos actos rebeldes y deliberados del Enemigo de Dios vienen envueltos en un "humo" de engaño y mentira, que utiliza y seduce a los hombres con muchas falsedades como la libertad, la fraternidad y la igualdad, la tolerancia y la inclusión... ("la marca de la Bestia"), para embestir ("acción de una Bestia") y atacar despiadadamente a todo lo sagrado, para ridiculizar y corromper todo lo divino. Es, sin duda, el Anticristo en plena acción.

Sabemos que el mal es incapaz de defender ninguna postura sin insultar o vituperar, sin imponer u obligar, sin adoctrinar o aleccionar. Es la impronta de su ser rebelde y orgulloso, tiránico y deformado. Es la marca del 666.

Entonces, ¿cómo responder ante estos ultrajes y blasfemias?

San Pedro (el apóstol impulsivo que con su espada le cortó una oreja a un guardia en Getsemaní) nos enseña cómo debe un seguidor de Cristo actuar ante los agravios y las faltas de respeto: 

Si tuvierais que sufrir por causa de la justicia, bienaventurados vosotros. Ahora bien, no les tengáis miedo ni os amedrentéis.

Más bien, glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo.
(1 Pe 3,14-16)
San Judas Tadeo (santo de las causas difíciles y desesperadas) nos muestra el camino a seguir ante una ofensa o una burla:
"Sodoma y Gomorra (...) por haberse prostituido y por haber practicado vicios contra naturaleza, quedan ahí como muestra, padeciendo la pena de un fuego eterno (...)

Manchan la carne, rechazan todo señorío y blasfeman contra seres gloriosos. Blasfeman contra todo cuanto no conocen, e incluso se corrompen en lo que se aprende por instinto como los animales.

¡Ay de ellos! Porque tomaron el sendero de Caín (...) Estos, que banquetean sin recato y se apacientan a sí mismos (...) mueren por segunda vez (...) Ellos son murmuradores y amigos de querellas que proceden como les da la gana y hablan pomposamente adulando a la gente en beneficio propio.

En cambio, vosotros, queridos míos, acordaos de las predicciones de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; pues os decían que en el tiempo final habrá gente burlona que actuará conforme a los propios deseos de impiedad. Son estos los que crean discordias, animales que no tienen espíritu.

En cambio, vosotros, queridos míos, basándoos en vuestra santísima fe y orando movidos por el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna.
Tened compasión con los que titubean, a unos salvadlos arrancándolos del fuego, a otros mostradles compasión, pero con cautela, aborreciendo hasta el vestido que esté manchado por el vicio"
(Jud 1, 7-22)
San Pablo (perseguidor de cristianos, primero, y apóstol de Cristo, después) reprendía a los judíos, quienes por sus pecados, daban motivos a que los gentiles blasfemaran contra Dios y se burlaran de su ley:
Pues los hombres serán egoístas, codiciosos, arrogantes, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, crueles, implacables, calumniadores, desenfrenados, inhumanos, enemigos del bien.

Traidores, temerarios, envanecidos, más amantes del placer que de Dios, guardarán ciertos formalismos de la piedad pero habrán renegado de su verdadera esencia. Apártate también de estos.
(2 Tim 3, 2-6)
Alzar la voz con calma pero con rotundidad puede ayudar a corregir al que se equivoca, pero lo más eficaz, sin duda, es alejarse de ellos, rezar por ellos y no responder con la misma moneda como también nos aconseja san Pablo: 
A nadie devolváis mal por mal. Procurad lo bueno ante toda la gente. En la medida de lo posible y en lo que dependa de vosotros, manteneos en paz con todo el mundo.

No os toméis la venganza por vuestra cuenta, queridos; dejad más bien lugar a la justicia, pues está escrito: Mía es la venganza, yo daré lo merecido, dice el Señor.
(Rom 12,17-19)
A veces, el silencio humilde es más elocuente que la dialéctica humillante, como nos mostró el propio Jesús cuando fue calumniado e insultado: "Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca" (Is 53,7), y cuando no respondió a las injurias y perdonó a sus agresores: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen(Lc 23,34).

No responder a un ultraje es precisamente salir de lo humano para alcanzar lo divino. Es difícil pero no imposible. Cristo, verdadero hombre, nos demostró aquello del "Yes, we can" que algunos políticos le usurparon como lema de su campaña o como nombre de su partido.

Sin embargo, también quiero unirme a las plegarias de los santos y mártires, a las oraciones de los degollados por causa de la Palabra de Dios, que suben como incienso hasta Su trono y que tendrán respuesta: 
¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin vengar nuestra sangre de los habitantes de la tierra?
(Ap 6,10)

 

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