martes, 23 de septiembre de 2025

LA FE: DON GRATUITO Y RESPUESTA LIBRE

"Bendito quien confía en el Señor 
y pone en el Señor su confianza"
(Jr 17,7)

Los cristianos (los creyentes) confesamos nuestra fe en el Credo y afirmamos "creo en Dios" pero... ¿Qué significa realmente para nosotros esta afirmación"? 

La carta a los Hebreos (Hb 11,1-40) nos muestra el significado de la fe y cómo se ha desarrollado a lo largo de la historia de la salvación: "La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve".

La fe es un don gratuito, un regalo que Dios hace al hombre y que el hombre puede recibir o rechazar, en el uso de su libertad. Es un acto personal de la voluntad, una respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios, una confianza puesta en las promesas divinas aunque no se hagan realidad en la vida terrenal (Hb 11,39).

Santo Tomás de Aquino (Summa Teológica Pt. II-II, q. 1 sobre la fe) nos muestra tres tipos de fetres maneras de creer: 

Credere Deum: creer que Dios existe. Es la fe sensitiva que recibimos a través de los sentidos y por la que creemos que Dios existe. Es la fe impresa en nuestros corazones y de la que el apóstol Santiago nos habla: “Tú crees que hay un solo Dios. Haces bien. Hasta los demonios lo creen y tiemblan” (Stg 2,19).

Credere Deo: creer a Dios. Se trata de la fe intelectiva que recibimos a través de la razón y por la que creemos que lo que Dios dice en su Palabra es verdad. Es la fe revelada a la que se refiere el apóstol san Pablo: "La fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo" (Rom 10,17).

Credere in Deum: confiarse a Dios. Se trata de la fe auténtica que recibimos a través de la gracia divina, que engloba y supera a las dos anteriores. Es la fe como don gratuito para participar de la vida divina que nos mueve a realizar, con el asentimiento de la inteligencia y el consentimiento de la voluntad, un acto libre por el que nos comprometemos, nos entregamos y nos abandonamos a Dios. 
Santo Tomás de Aquino nos enseña que la fe es una virtud infundida por Dios en el alma, pero también presupone la libertad y la razón humanas: creer no es renunciar al entendimiento, sino elevarlo para que conozca la Revelación. 

San Agustín (Confesiones) y san Anselmo nos muestran que la fe abre la inteligencia del creyente a la verdad divina: “Creo para comprender”, "La fe que busca entender(“fides quaerens intellectum”). Es decir, dejarnos primero atraer por Dios (aceptar su palabra) y luego poner la inteligencia a trabajar para profundizar, explicar y vivir esa verdad.

Es la fe vivida con obras, a la que se refiere el apóstol Santiago: "¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? La fe: si no tiene obras, está muerta por dentro" (Stg 2,14. 17.26).

Es la fe confiada de Abel y de Henoc, de Noé y de Abrahán, de Isaac y de Jacob, de José y de Moisés, de los jueces y de los profetas, de los mártires y de los santos (Hb 11,4-37) que involucra toda la persona: "Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia inteligencia; cuenta con él cuando actúes, y él te facilitará las cosas" (Prv 3,5-6); "Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará" (Sal 37,5).

Es la fe obediente de María: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá" (Lc 1, 38. 45).

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