jueves, 28 de julio de 2016

GETSEMANÍ ES DECIRTE SÍ HASTA EL FINAL



"Mas allá de mis miedos, 
mas allá de mi inseguridad 
quiero darte mi respuesta. 
Aquí estoy para hacer tu voluntad 
 para que mi amor sea decir que si 
hasta el final."


Cuando llega la hora señalada por Dios para salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado, contemplamos a Jesucristo solo en el huerto de Getsemaní, postrado en tierra, sufriendo dolorosamente, derramando su desesperación, quebrantado por cargar con todos nuestros pecados.

Así, durante tres horas, en una agonía de sangre, sudor y lágrimas pero aceptando el sacrificio que el Padre le reclama, causa del anonadamiento de su alma, y aún así, amando a los hombres. 

En nuestro día a día, todos todos nosotros experimentamos momentos difíciles (que no tienen comparación con los que vivió el Señor), pero la cuestión no es preguntarse a qué se deben, sino cómo enfrentarse a ellos.

El pecado nos aleja y nos separa del Padre, como también a Jesús en Getsemaní. Para acercarnos a Él, tenemos la oración. 

Debemos hacer de la oración, un estilo de vida y practicarla en todo momento, abriendo nuestro corazón en la presencia de Dios, sin condiciones y sin límites, en comunión con Él, abandonándonos a Su voluntad y confiando en su poder sobrenatural. 

Dios está ahí siempre con nosotros, en medio de la prueba para ayudarnos a soportarla (1 Cor. 10,13) Siempre nos da una salida, nos sostiene y nos ayuda. Y siempre responde, aunque no siempre sea para que se cumpla nuestra voluntad.

La obediencia y fidelidad a Dios trae sufrimiento en un mundo caído y como consecuencia, la burla y la oposición de familiares, el desprecio y la crítica de compañeros y amigos, y también, el insulto y la persecución de los que nos ven diferentes. 

Pero no estamos solos. Jesucristo que oró, suplicó y rogó con sangre, sudor y lágrimas, nos entiende y nos socorre. Precisamente porque sufrió como nadie, porque sufrió por todos los hombres a la vez, porque lo hizo por amor, nos muestra su infinita Misericordia, abrazándonos en el sufrimiento.

Por eso, nuestro Getsemaní particular es decirle sí hasta el final. Él nunca nos abandona. Nunca nos deja solos. Y de la misma forma que Él doblegó su voluntad a la del Padre, nosotros tenemos la certeza de que si nos abandonamos a Él y a su voluntad, nos recompensará. 

Se trata de un triunfo que, a ojos humanos, parece una derrota: "dar la vida para ganarla". Pero Cristo dio su "sí" hasta el final, dio su vida y triunfó sobre la muerte. Resucitó y ocupa el lugar que le corresponde en el cielo, a la derecha del Padre.

Sean cuales sean nuestros problemas, unidos a Jesús en nuestro propio jardín de Getsemaní particular, podemos resolverlos con el Padre en oración. ¡Esto es un verdadero privilegio!

Yo quiero ser copartícipe de ese triunfo sobre la muerte y por eso, mi "sí" es hasta el final.



"Señor, abrázame, consuélame, cobíjame
Yo sólo no puedo, ayúdame,

llena mi sufrimiento de tu luz, 
llena mi vida con tu presencia.

Ayúdame a recordar, 
que no existe mayor poder que el tuyo,
que por amor a mí diste tu "sí" hasta el final.

Impúlsame a ser buen discípulo tuyo, 
a actuar dignamente en todo cuanto digo, pienso y hago.


Ayúdame a reconocerte en todas las situaciones de la vida, 
en las alegrías y en las penas, 
en el gozo y en el sufrimiento,
en la felicidad y en la adversidad.

Llévame oh Señor a comprender 
que tú puedes convertir el mal en bien, 
la derrota en victoria, 
y el fracaso en triunfo 
para gloria y honra de tu santo nombre.

Enséñame a confiar en ti, 
 sabiendo que no importa el camino que tenga que recorrer,
 entre rosas o entre espinas, 
si Tú a mi lado estás, mi triunfo estará asegurado. 

Ayúdame Señor a serte fiel hoy, mañana y siempre,
a darte mi "sí" hasta el final".


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