domingo, 9 de octubre de 2016

UN SACERDOTE NO ES UNA "CELEBRITY" NI UN SÚPER HÉROE

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"Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres 
y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios 
para ofrecer dones y sacrificios por los pecados;
y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, 
por estar también él envuelto en flaqueza.
Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer
 por los pecados propios igual que por los del pueblo".
(Hb 5, 1-3)

La Biblia dice que, antes que nada, el sacerdote es un hombre. Un hombre que siente, que llora, que tropieza, que ríe. Un hombre con su historia personal, con sus dones y carismas, con sus capacidades y limitaciones, con sus  “afectos y defectos”. 

Un hombre que decidió decir “Sí” a la llamada del Señor, que decidió “dejar todas las cosas” para seguir a Jesús, ocupándose de sus hermanos “a tiempo completo”. Un hombre configurado con Cristo, Cabeza de la Iglesia, Pueblo de Dios, en cuyo nombre actúa: es “otro Cristo”.

Esta realidad sobrenatural reclama, en el sacerdote, un “nuevo estilo de vida” (Mt 11, 28-29). El sacerdote está comprometido, de una manera especial, en buscar la perfección moral y la santidad.

Sin embargo, una tentación habitual en las parroquias suele ser elevar al sacerdote como si fuera un súper-héroe, una celebridad o un director general de una empresa, creando una cultura de encumbramiento del sacerdote.

Cuidado. La tendencia de muchas personas les lleva a idolatrar al sacerdote, haciéndose un flaco favor así mismas y a él. Querer a un sacerdote es comprensible, adorarle, no. 

La actitud que debemos adoptar con los sacerdotes debe alejarse del halago y de la adulación continuados. Cristo nos enseñó la actitud correcta cuando les dijo a sus discípulos que había venido a servir y no a ser servido.

Aún así, nuestros sacerdotes no son súper-héroes ni deben ni pueden serlo, porque "también están envueltos en flaqueza". Aunque, a veces, lo parezca por todo lo que "tienen encima"

Mientras que un director general o una celebridad son encumbrados deliberadamente en una empresa o en la sociedad, un sacerdote debe humillarse deliberadamente en su parroquia o comunidad. 

Ningún sacerdote es más importante para Dios que cualquier otra persona 
Existe un aura de importancia en este tipo de sacerdotes famosos que, en muchos casos, les hace nada accesibles. Dios les ha dotado de alma de líderes pero no son más importantes que cualquier otra persona en la iglesia. Su labor, sí.

Ningún sacerdote es infalible
No importa cuán capacitado sea el sacerdote para comprobar que también puede equivocarse y cometer errores.

Esta idea de que una sola persona está capacitada para evaluar todo lo que pasa en la iglesia es bastante errónea. Es necesario aprender a delegar y diferir asuntos a personas más capacitadas, según qué temas.

La idea de "celebridad" es contraria al papel de un sacerdote
Una celebridad es encumbrada deliberadamente en la sociedad, a veces, casi hasta el punto de darle culto. Un sacerdote debe humillarse para modelarse en la misma actitud de Jesús. Jesús fue a la cruz y murió por toda la humanidad. Se humilló hasta lo sumo. No vino para ser famoso sino para servir.
Pablo les dice a los corintios que la sabiduría de Dios es "locura para el mundo". Se puede poner en práctica todos los principios empresariales del mundo que desee en la dirección de la iglesia, pero muchos de esos principios han sido diseñados para progresar en el mundo, y a los individuos se les permite construir tanto poder terrenal como poder económico. Pero Jesús no atesoró ni riqueza ni poder terrenal.

Nuestras iglesias necesitan un cambio cultural: una transformación que, en lugar de elevar a los sacerdotes en un pedestal, éstos sirvan y se humillen delante del personal a su cargo, de la comunidad y, sobre todo, delante de Dios. Igual que hizo Jesucristo.

Eso sí, recemos por nuestros sacerdotes continuamente. Y para que surjan vocaciones.

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