Todos buscamos una fórmula secreta para subir a nuestra parroquia al siguiente nivel, ya sea espiritualmente, numéricamente, personalmente, o todo lo anterior.
Si bien el trabajo duro es imprescindible, se me ocurren algunas ideas fáciles de implementar en nuestra parroquia y que nos ayudarán a subir al siguiente nivel de desarrollo parroquial.
1. Orar continuamente
Independientemente de lo grande o pequeño que sea nuestro servicio o tarea, debemos orar diariamente para encontrar la guía de Dios. Las oraciones concretas, específicas y directas pueden parecernos duras o intimidatorias, pero el Dios al que servimos es concreto, específico y directo. Siempre nos responde.
2. Obedecer a Dios
Una vez que Dios nos responde, debemos obedecer. No tengamos miedo a ensayar esa nueva canción para el coro; no dudemos en lanzar ese servicio de atender a los que sufren y que nos saca de nuestra zona de confort; no demoremos el esfuerzo por ser más acogedores con las personas que nos visitan; no temamos establecer nuevos grupos de discipulado o titubeemos al renovar nuestros métodos evangelizadores.
3. Confiar en Dios
Incluso si algo no va tan bien como esperamos, Dios premiará nuestros esfuerzos. La gente de la parroquia necesita ver líderes que no tienen miedo a fallar o a equivocarse. Nuestra confianza en Dios siempre dará fruto, aunque no sea de la manera que nosotros esperemos.
4. Ser valientes
¿Queremos llegar a más personas? Probemos cosas nuevas. Si queremos resultados distintos, debemos probar cosas distintas. Hagámoslo aunque fallemos; Intentémoslo aunque nos cueste. Mostremos a todos que no tenemos miedo.
5. Abandonarse al Espíritu Santo
Dejarse llevar, abandonarse al Señor y a Su Espíritu son las claves para llevar a nuestra parroquia al siguiente nivel de desarrollo. No se puede controlar cada área de la parroquia (es extremadamente difícil, si no imposible). Sólo Dios puede.
Debemos escuchar y responder en la dirección que sopla el Espíritu Santo tan ciega y desinteresadamente como nos sea posible. Surfear las olas espirituales que Dios nos envía.
6. Delegar
Formar líderes y delegar en otras personas la autonomía para tomar decisiones, y apoyarlas, independientemente de que sean "exitosas", creará personas capacitadas que confiarán en nuestros sacerdotes como líderes de la parroquia y los respetarán. Guíarlos, no controlarlos; formar discípulos, no seguidores; desarrollar personas en lugar de dirigirlas, y luego dejarlos ir y verlos volar.
Nos sorprenderemos al ver cómo esto llevará no sólo a las personas, sino también a nuestra parroquia al siguiente nivel de desarrollo. Dejemos el control al Espíritu Santo y no a nuestra propia voluntad.
7. Comprometernos
Las únicas maneras de que cualquier plan de desarrollo de la parroquia sea exitoso son el seguimiento persistente y el compromiso.
Necesitamos comprometernos realmente y comprometer a otros a vivir con estos principios y a desarrollarlos dentro de la parroquia. Las personas apreciarán y respetarán nuestro deseo de crecer y nuestra responsabilidad por hacer desarrollar la parroquia, y estarán siempre a nuestro lado cuando las cosas se pongan difíciles. Porque, sin duda, habrá momentos difíciles.
Confiar en el líder de adoración para que elija las canciones apropiadas para una determinada homilía puede resultar en algo inesperado.
Creer en el líder de acogida para que elija nuevas técnicas de saludo y recibimiento de las personas puede acabar con el temor de alguien a venir a misa.
Delegar en el líder de evangelización para optar por nuevos métodos y programas puede dar un fruto mayor del que imaginamos.
Facultar al líder de discipulado para optar por nuevas maneras y formas de dirigir las catequesis pueden involucrar más aún a los asistentes.
No dejemos que estas cosas nos asusten. Dios dice: "No temas, estoy contigo".
Proporcionemos pautas para el crecimiento y establezcamos espacios para la crítica constructiva. Permitamos que otros desarrollen sus dones y habilidades de liderazgo. Veamos estos momentos difíciles como oportunidades para todos crezcamos y nos desarrollemos.
Proporcionemos pautas para el crecimiento y establezcamos espacios para la crítica constructiva. Permitamos que otros desarrollen sus dones y habilidades de liderazgo. Veamos estos momentos difíciles como oportunidades para todos crezcamos y nos desarrollemos.
Cuando hagamos todo esto, en plena faena, es seguro que habrá momentos de debilidad, desesperación o fracaso. Pero como todo en la vida, no dejemos que estos pequeños contratiempos nos desanimen y eviten nuestra proposición de intentarlo.
Se necesita mucha valentía y coraje para salir y hacer lo que el Señor hizo y nos llama a hacer: hacer todo nuevo.
Se necesita práctica para aprender a dejarse llevar por Dios y a delegar en otros.
Se necesita fortaleza para hacer nuevas cosas cuando los acontecimientos se vuelven en nuestra contra.
Pero no nos arrepintamos de hacer ninguna de estas cosas. Sin duda, nos llevarán a todos nosotros y a nuestra parroquia al siguiente nivel. Y estaremos más cerca de Dios y de su voluntad.
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