viernes, 31 de julio de 2020

SERVIR A DIOS EN TIEMPOS DE PANDEMIA

"Marta, Marta, andas inquieta 
y preocupada con muchas cosas; 
solo una es necesaria." 
(Lucas 10,41)


Reflexionábamos en el post anterior Y el retiro...¿pa cuando? sobre cómo Dios, que ha permitido esta pandemia, nos llama a hacer silencio, a discernir y a escuchar Su voluntad en la oración, en los Sacramentos y en la Palabra. 

Dios no necesita que nosotros hagamos "cosas" para Él. Sólo quiere que estemos cerca de Él, que le amemos y le glorifiquemos

Sin embargo, en ocasiones, caemos en la tentación de nuestra lógica humana y creemos que Dios "nos necesita". Entonces, queremos "coger las riendas" y muchas veces, nos dividimos pensando cada uno la mejor solución. 

Como servidor de Emaús desde hace ya algunos años, he sido testigo de las abundantes gracias que el Espíritu Santo derrama en los retiros; de los milagros que Dios hace con todos nosotros; del maravilloso encuentro y diálogo íntimo con Dios en el Santísimo de un retiro; de cómo el amor de Cristo inflama nuestros corazones y transforma nuestras vidas.

Y también, he comprendido que Dios "quiere necesitarnos", quiere hacernos partícipes de su Amor y colaboradores de su Plan de salvación, quiere que seamos herramientas en sus manos. Pero porque Dios "quiere", no porque nosotros queramos o porque pensemos que Él nos "necesita".

El servicio a Dios

En tiempos de pandemia, servir a Dios no consiste en "coger las riendas", en "hacer o planificar cosas" ni en "pensar, organizar o decidir cosas" sino en escucharle como hacía María, y "no andar inquietos y preocupados con muchas cosas" como hacía Marta, "porque solo una es necesaria".

Nada de nuestro servicio a Dios puede ser producto de nuestras capacidades personales o de un "cristianismo aburguesado" de fin de semana, como decía Benedicto XVI. Tampoco pretender que nuestras obras sean eficaces, evaluadas y cuantificadas. Ese es el criterio del mundo. Tampoco manifestar nuestras opiniones personales o hablar de nuestros sentimientos sino para anunciar el misterio de Cristo. 

Si llenamos nuestro corazón de deseos, actividades, opiniones y sentimientos, no dejamos espacio en él para Dios.
Es tiempo de "contemplar" para realizar una aparente "inactividad" sin la cual no es posible seguir a Cristo. La contemplación da sentido y eficacia al servicio a Dios, convirtiendo éste en oración, en un "dejarse guiar" por el Señor, que conoce el pasado, el presente y el futuro.

Es tiempo de "arrodillarse" para penetrar en el misterio y aferrarnos al corazón de Cristo; para que se convierta en nuestra fuerza, nuestro sostén, nuestra seguridad. En palabras del cardenal Robert Sarah: "el cristiano es un hombre que reza".

Es tiempo de "mascarillas" para mantener nuestra boca tapada y que Jesús, como hizo con los dos discípulos, nos hable en una Lectio Divina por excelencia: "Cristo comentado por Cristo", "Cristo explicado por Cristo", "Cristo meditado por Cristo".

Es tiempo de "punteras blancas" porque sin la unión con Dios, cualquier iniciativa es inútil y, antes o después, terminamos abandonando las "cosas de Dios" para hacer "muchas cosas" o peor, para hacer "nuestras cosas".

Una llamada comunitaria

En estos tiempos de prueba, Cristo nos llama a ser Su Iglesia más que nunca: una comunidad que reza, que escucha y que medita. Un pueblo que vive los sacramentos con celo y devoción, que le da gloria y alabanza, y que persevera. 

En estos monumentos de incertidumbre, Dios nos llama a ser Su Iglesia tal y como la pensó: unida en la diversidad, caritativa en el compartir, acogedora con los más vulnerables, con los que más sufren, con los que más necesitan.

En estos momentos de inseguridad, el Señor nos llama a ser Su Iglesia de puertas giratorias: un cuerpo de discípulos misioneros que proclaman que Cristo vive. Pero no se trata sólo de salir, sino también de entrar para discipular. Discípulos que forman a otros discípulos, para que ellos también salgan y hagan más discípulos. 

Una llamada personal

En el capítulo 12 del Evangelio de San Lucas, Cristo nos da algunas claves sobre cómo los cristianos debemos actuar y nos dice:

"No tengáis miedo"
Dios nos anima y nos inspira coraje, repitiendo 366 veces la frase "a lo largo de su Palabra, porque Él todo lo puede y no se olvida de los suyos. 

Él está con nosotros, en medio de la pandemia, en medio de la tempestad, en nuestra barca, la Iglesia. sólo hay que escucharle.

"No os preocupéis haciendo planes"
Dios nos quita presión y nos dice que que no nos preocupemos sobre qué debemos decir o hacer "porque el Espíritu Santo nos enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir (o hacer)". 

Dios nos llama la atención a no hacer nuestros planes, a no inquietarnos ni agobiarnos por lo que no depende de nosotros, porque ni siquiera podemos "añadir una hora al tiempo de nuestra vida". 

"No confiéis en vuestras fuerzas"
Dios nos exhorta a "vender nuestros bienes y a dar limosna", es decir, a dejar a un lado nuestras ideas y seguridades, y entregarnos a los demás. Lo importante no son las ideas, las ganas o las intenciones que tengamos, sino el amor que mostremos. 

Pero también, nos dirige unas duras palabras: "Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?", para que no creamos que las cosas dependen de nosotros y que sabemos perfectamente lo que hay que hacer. 

"Estad preparados y alerta"
"Haceros bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón." Dios nos llama a tenerle como un tesoro en nuestro corazón. 

"Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas". Dios nos llama a formarnos en la fe y a prepararnos en el Amor, nos invita a estar atentos a lo que el Espíritu Santo nos suscite, estar vigilantes con el mal y siempre dispuestos a servirle allí donde nos llame.

Pero como en el relato de Emaús, antes de volver a Jerusalén para compartir la noticia, debemos estar más cerca de Cristo, aprender más acerca de Él, invitarle a que entre en nuestro corazón, reconocerle en los sacramentos y acompañar a los que han venido a Su casa, para que, juntos y en comunidad, perseveremos en la fe y crezcamos en el amor. 

Por ahora, sólo una cosa es necesaria: estar muy cerca de nuestro Señor. En esto consiste nuestro servicio a Dios. 

"Estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, 
ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, 
ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura 
podrá separarnos del amor de Dios 
manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor."
(Romanos 8, 35-39)


JHR

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