sábado, 16 de enero de 2021

¿TE HE DICHO ALGUNA VEZ QUE TE QUIERO?

"Salió de nuevo a la orilla del mar; 
toda la gente acudía a él y les enseñaba. 
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, 
sentado al mostrador de los impuestos, 
y le dijo: 'Sígueme'. 
Se levantó y lo siguió"
 (Marcos 2, 13-14)

Meditando hoy el conocido pasaje del evangelio de San Marcos, cuando Jesús le dice a Mateo "Sígueme", me ha hecho recordar el momento, hace algo más de cinco años, en el que escuché "la pregunta". 

Fue en un retiro cuando Cristo, que "paseaba por la orilla de mi mar", me miró con ternura y me preguntó: ¿Te he dicho alguna vez que te quiero?...Fue su forma de decirme: "Sígueme".

Desde que escuché esa pregunta retórica, ya nada fue igual, ya no fui el mismo. No podía serlo. Me levanté y lo seguí. Tampoco podía explicarlo. Algo cambió mihasta entonces, duro y áspero corazón. Su llamada retumbó en mi interior como un eco interminable que aún perdura. 

Fue esa peculiaridad para atraerme, esa sutileza para afirmar preguntando "¿te he dicho alguna vez que te quiero?", esa delicadeza para preguntar afirmando "Sígueme", la que puso "patas arriba" toda mi forma de pensar y actuar, ampliando mi perspectiva y cambiando completamente mi mirada egoísta y ensimismada en mis intereses, para dirigirla hacia Dios y hacia los demás. 

Fue esa voz endulzada de gracia interrogativa, que jamás quebranta la libertad, la que me invitó a descubrir cómo, en realidad, me lo había dicho continuamente a lo largo de toda mi vida, pero yo no me había dado cuenta. Ese día no fue el día que Dios pasó por mi vida. Él ya estaba en ella, pero yo no lo veía. Fue el día en que yo pasé por el amor de Dios.

Fue esa mirada cautivadora, auténtico "flechazo de amor", la que me mostró como Dios-Amor va siempre por delante ("me primerea", como dice el Papa Francisco), abriendo el camino, liderando, dando ejemplo, invitándome a hacer lo mismo que Él: a servir, a amar.
Como hizo Mateo, dejé atrás mi "oficio de recaudador", mi profesión de "usar" y "abusar" de otros, mi propósito de "recibir" y "sacar provecho" de los demás, para "actualizar y resetear" mi vida, para dejar de vivirla de una forma egoísta e interesada y entregarla a los intereses del Reino, a la voluntad de Dios.

Así es Cristo

Amor auténtico y desinteresado que da la vida por sus amigos (Juan 15,13). 

Amor pleno y profundo que trasciende todo conocimiento, que enardece el corazón, cuando lo ocupa, cuando lo llena y lo habita (Efesios 3,17-19)

Amor eterno e infinito (Salmo 135,1) que no deja indiferente a nadie y que mueve a invitarle a "casa", como hizo Mateo o como hicieron los dos de Emaús. 

Ningún mérito es propio ni nuestro. Todos son de Jesucristo. Y cuando interiorizas esta Verdad, Ella misma te hace libre. Entonces, sigues a Cristo y haces tuya la pregunta:

 ¿Te he dicho alguna vez que te quiero?

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