"¿Porque me has visto has creído?
Bienaventurados los que crean sin haber visto"
(Jn 20,19)
Tomás "el mellizo", como se conoce al apóstol Tomás, no es un nombre propio sino tautológico, es decir, repetido innecesariamente, que proviene de "Ta'uma" (en arameo, "gemelo") y "Dídimos" (en griego, "mellizo"). Lo curioso es que desconocemos de quién era mellizo (Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2).
Según la tradición, era primo segundo de Jesús (igual que san Juan el Bautista) y su verdadero nombre, Judas. Era oriundo de Galilea y de oficio pescador, y partió en el 52 d.C. hacia Partia, Persia e India, donde tuvo una importante labor evangelizadora.
Murió mártir en Calamina (actual Malipur), cerca de Madrás, en el Monte Santo Tomás (India) donde fue traspasado con una lanza por el rey de la India, quien le había encargado construir un palacio.
Los Evangelios Sinópticos sólo nos cuentan su nombre pero en el Evangelio de san Juan aparece en cinco ocasiones como Tomás el Dídimo ('el Mellizo'):
- cuando le dicen a Jesús que su amigo Lázaro ha muerto, Tomás dice: "Vamos también nosotros y muramos con él". Fue testigo presencial de la resurrección de Lázaro (Jn 11,2-16)
- cuando en la Última Cena, Jesús dice: "adonde yo voy, ya sabéis el camino", Tomás le pregunta: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn 14,1-6)
- cuando los apóstoles le anuncian la resurrección de Jesús (1ª aparición, en la que no estaba presente), Tomás se niega a admitirla: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo" (Jn 20,24-25)
- cuando, ocho días después, Jesús vuelve a aparecerse a los apóstoles, estando presente Tomás (2ª aparición), le invita a poner su dedo en las llagas que dejaron los clavos en sus manos y la herida de la lanza en su costado. Entonces, Tomás hace la más grande profesión de fe: “Mi Señor y mi Dios” y Jesús le contesta: "¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto"(Jn 20, 26-29)
- cuando Jesús vuelve a a aparecerse a los apóstoles en el lago Tiberíades (3ª aparición) está junto a Pedro, Natanael, los Zebedeos (Santiago y Juan) y otros dos discípulos suyos de los que no menciona su nombre (Jn 21,2)
Como vemos, Tomás era pesimista y desconfiado por naturaleza. Su primera reacción era siempre no hacer lo que le decían que hiciera y no creer lo que le decían que creyera. Las buenas nuevas para él eran siempre demasiado buenas para ser verdad. Aún así, era un hombre de valor, de devoción y de fe, aunque como la de un niño pequeño.
Además de las menciones en la Sagrada Escritura, Tomás aparece en varios libros apócrifos:
- Evangelio de Tomás: atribuido al apóstol por gnósticos y maniqueos del primer siglo, pero considerado herético por los Padres de la Iglesia y por varios escritores cristianos de los primeros siglos como Hipólito de Roma, Orígenes, Eusebio de Cesarea, Cirilo de Jerusalén, etc.. Algunos biblistas actuales dicen que san Juan escribió su Evangelio como respuesta a este apócrifo.
- Hechos de Tomás: escrito a principios del s. III d.C., es también un texto gnóstico y maniqueo que narra la obra evangelizadora del apóstol en la India noroccidental y que lo identifica como Judas, uno de los cuatro 'hermanos' de Jesús mencionados en Mc 6,3.
- Evangelio del Pseudo Tomás: distinto al primero y escrito probablemente a finales del siglo II, tal vez en Siria, y encuadrado en el grupo de los apócrifos de la infancia de Jesús.
- Pistis Sophia: texto gnóstico escrito en el siglo III, menciona a Tomás como uno de los tres testigos encargados de transmitir las enseñanzas de Jesús, junto a los apóstoles Felipe y Mateo.
La figura de Tomás nos enseña una gran lección: aunque dudemos o no entendamos, lo importante es estar siempre cerca del Señor para pedirle, como hicieron los apóstoles, que aumente nuestra fe (Lc 17,5).
Tengo la certeza de que la verdadera fe es una obediencia inquebrantable a Dios, incluso sin "ver", aún sin "entender", porque nuestra naturaleza humana está demasiado caída y alejada de la divina como para ser capaces de ver, conocer y de entender todo.
A los cristianos no nos hace falta seguir el dicho de "ver para creer". La obediencia a Dios es:
- signo del amor cristiano: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15)
- fruto de la acción del Espíritu Santo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23)
- medio de bendiciones: "Si observas y cumples todos los preceptos, el Señor, tu Dios, enviará bendiciones" (cfr. Dt 28,1-2).
No obstante, y si Jesús quiere, de la misma forma que le dió a Tomás "pruebas" de su resurrección, nos dará señales para que sepamos cuál es el camino.
Y si no nos las da, tan fácil como escuchar lo que Él mismo nos dice: "Bienaventurados los que crean sin haber visto" (Jn 20, 29).
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