Muchos clubes, grupos e iglesias imponen como norma (para aceptar a otros), en primer lugar, un cierto comportamiento o unos determinados requisitos a cumplir, y de esa forma, poder creer en el Evangelio, y luego una vez conseguido ese derecho, dejan que uno pertenezca y se convierta en un miembro de su iglesia o grupo.
Cuando se trata de la iglesia, en realidad, debiera ser al revés: la fórmula debería ser la de las tres "b": Belong-Believe-Behave, es decir, pertenecer, creer, comportarse.
Es la forma que Jesús nos enseñó: se acercó a personas a quienes nadie admitía, como la mujer samaritana en el pozo (Juan 4: 1-42), los leprosos (Lucas 17: 11- 19) y el ciego (Marcos 10: 46-52) y el endemoniado (Marcos 5: 1-20), y la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8: 1-11) y la mujer pecadora que ungió sus pies ( Lucas 7: 36-50) Contrasta radicalmente con la idea de que las personas primero tienen que hacer las cosas bien.
Jesús, primero dejó que estas personas sintieran que pertenecían a su círculo, que los amaba, independientemente de su comportamiento y el pecado y de si elegían seguirlo o no.
Uno de los versos más poderosos es en Marcos 10:21, donde dice: "Jesús lo miró y lo amó", hablando sobre el encuentro de Jesús con el joven rico que eligió el dinero sobre el seguimiento de Jesús.
Aun sabiendo el resultado, Jesús todavía amaba al hombre y tuvo compasión de él, y eso es lo que Él nos llama a hacer- "hagas lo que hagas al más pequeño de estos, lo que hacen por mí" (Mateo 25:40).
En segundo lugar, algo que sigue de forma natural tras recibir el amor incondicional de Dios es que la gente cree. Ellos no tienen que creer en Jesús antes de que les mostrara su amor y compasión. Más bien, ellos creían a causa de ello. Su respuesta natural a tener sus pecados perdonados y ser amados como ninguna persona jamás podría hacerlo era poner su fe en Jesús y hacer un compromiso de seguirlo.
Y sólo después de la pertenencia y la creencia viene el tercer paso a comportarse. Debido a que ellos pertenecían, les llevó a creer. Porque creían, empezaron a comportarse de otra manera, comenzaron una transformación, una nueva vida.
Es el Espíritu Santo quien nos convence para aclarar nuestro comportamiento. Impugna nuestro orgullo, el egoísmo, la lujuria y la mentira, el chisme, el adulterio, la homosexualidad, etc.
Realmente es terrible cuando una iglesia dice, por ejemplo, que primero hay que dejar de ser homosexual antes de que pueda unirse a ellos, o que primero tiene que dejar de convivir con su novia o novio antes de que pueda unirse a ellos, algo está mal con esta concepción. Desde luego, no es lo que Cristo nos enseñó.
Además de que crea la división entre "nosotros/ellos", resaltando algunos pecados como peores que los nuestros... ¿No dejamos que la gente se una a nuestra iglesia porque son "homosexuales", y sin embargo tenemos gente nuestra que hacen negocios cuestionables? ¿No dejamos que las personas se unan a nuestra iglesia porque se acuestan juntos, pero no tenemos el problema en que uno de los nuestros sea un chismoso?
Mateo 7 nos recuerda que lo primero debemos ver la viga en nuestro propio ojo, para que podamos ver la paja en el ojo de nuestro hermano.
Jesús no vino a sanar a los sanos sino a los enfermos (Mateo 9:12). ¿Cómo podemos llegar a sanar a los enfermos si estamos prohibiéndoles asistir a nuestras reuniones o que se unan a nuestras iglesias? ¿Estamos diciendo que los que se han unido a la iglesia ya no pecan? ¿Estamos buscando una iglesia de “perfectos”?
Echa un vistazo a la iglesia a la que perteneces y pregúntate, ¿Cómo actuamos con los de fuera? ¿Condenamos a otros porque decidimos que su pecado es mucho peor que los nuestros? O ¿animamos a los pecadores para que vengan, de modo que puedan recibir amor y ser dirigidos hacia la persona que puede salvarles y ayudarles a cambiar su comportamiento?
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