martes, 5 de noviembre de 2024

APROPIARSE DE EMAÚS

"
Eso que hemos visto y oído
os lo anunciamos, 
para que estéis en comunión con nosotros 
y nuestra comunión es con el Padre 
y con su Hijo Jesucristo"
(1 Jn 1,3)

Hoy, escribimos de nuevo sobre los retiros de Emaús desde el testimonio particular y la vivencia personal, conocedor de que recibiré algunas felicitaciones y no menos críticas. No es mi intención ni mi propósito recibir ni lo uno ni lo otro. 

No pretendo acusar, aludir o herir a nadie, ni ahondar en juicios de valor negativos. Tampoco pretendo erigirme en un "sabio de Emaús". De hecho, asumo el contenido de este artículo como propio.

El único objetivo de este artículo es profundizar en este maravilloso método evangelizador para ayudar y ser ayudado, iluminar y ser iluminado, apoyar y ser apoyado.

En ocasiones, los servidores somos testigos de la aparición de tres tentaciones muy comunes en Emaús: pensamos que es "nuestro" y nos apropiamos del método, nos consideramos "expertos" y damos órdenes, queremos "perfeccionarlo" e introducimos cambios. 

Una actividad parroquial, una obra del Espíritu

Emaús es un retiro organizado por laicos para laicos. Es un método de nueva evangelización inspirado por el Espíritu Santo. Aún así, caemos en la tentación de creer que es "cosa nuestra" y que nos pertenece. O lo que yo llamo el "factor humano en las cosas de Dios".

No debemos olvidar que, ante todo, es una actividad o pastoral evangelizadora parroquial y que, por tanto, todo lo que ocurre en la parroquia es competencia y responsabilidad del párroco. 

El párroco es la máxima autoridad de Emaús en la parroquia. Por ello, no puede estar ajeno a lo que es Emaús ni tampoco los laicos pueden mantenerle al margen, y mucho menos, organizar retiros y dinámicas sin contar con él, ya sea en la propia parroquia o en otra.

Es él a quien Cristo deja llevar el timón de la barca, quien supervisa las fechas de los retiros, quien elige a los líderes "entrantes" con el consenso de los "salientes", quien ofrece formación y dirección espiritual, quien propone funciones y delega pastorales, etc. 
Por eso, aunque no es obligatorio, sí es conveniente que el párroco haga el retiro, para que de esa forma pueda discernir, con una perspectiva más amplia y equilibrada, la manera de canalizar la gracia y los frutos de los retiros en beneficio de la vida parroquial, y así, dotarlos de recursos humanos y/o económicos que redunden en un auténtico "avivamiento" de la comunidad.

Pero sobre todo, Emaús es una obra del Espíritu Santo que renueva almas y vivifica parroquias. Él es el verdadero artífice y protagonista, quien marca el rumbo, quien hace soplar el viento, quien controla las olas. Emaús es una barca guiada y gobernada por Jesucristo, supervisada y dirigida por el párroco, y tripulada y manejada por laicos activos y comprometidos con la parroquia, generosos y al servicio del Señor.
El objetivo principal de Emaús no es que "cumplamos faenas", que "hagamos tareas", que "surquemos mares por descubrir" o que nos erijamos en "expertos navegantes" Se trata de dejarnos tocar por Dios, de ser humildes, de servir con obediencia y de hacernos dóciles al Espíritu para testimoniar a Cristo y mostrarles a otros el camino a la casa del Padre. 

En definitiva, se trata de edificar parroquias al servicio de sus comunidades, de construir la Iglesia al servicio de las personas, de establecer el Reino de Dios en la tierra, aquí y ahora.

Líderes perpetuos, servidores "expertos"

La segunda tentación en la que a menudo caemos es lo que se denomina la "erótica del poder" o, en este caso, la "gula espiritual". A veces, pretendemos mandar, dominar y consumir espiritualmente, perpetuarnos en el liderazgo, convertirnos en servidores especializados, en expertos evangelizadores, o incluso en apóstoles arrogantes y autosuficientes, "sabedores de todo".
Es entonces, cuando sobrepasamos los límites de actuación que el propio método de Emaús marca, a saber, su carácter de servicio parroquial, y en ocasiones, "sobre-actuamos", nos embarcamos en una aventura que, más que evangelizadora es un activismo autosuficiente, zarpamos hacia otras parroquias y salimos al mar sin más dotación que nuestra mal supuesta capacitación.

Ello no quiere decir que nuestro servicio a Dios no deba ayudar a desarrollar futuros retiros en nuestra parroquia o en otras, e incluso, en otras ciudades o países. De lo que se trata es de ayudar a implantar y desarrollar los retiros en otras comunidades cristianas, no de "llevar" los retiros a otras parroquias, es decir, no implantar o demostrar a otros nuestra "prestancia marinera" y nuestro sabiduría de "lobos de mar".

Servir es "enrolarse", es ser parte de la "dotación", es remar y desplegar las velas. Liderar es dar ejemplo al surcar el mar, es "patronear" la barca, sabiendo que no somos el armador. 

Nada que cambiar ni "perfeccionar"

A medida que Emaús va adquiriendo una cierta dimensión, podemos caer en la tentación (seguro que con la mejor de las intenciones) de introducir cambios en las dinámicas, variaciones en las actividades o modificaciones en los procedimientos del retiro. 

Nos hacemos con una "brújula" propia, consultamos otras "cartas de navegación", anotamos nuestras propias ideas y conjeturas en el "cuaderno de bitácora" y pretendemos surcar "rutas peligrosas y desconocidas".
Es una reacción "muy humana" querer aportar cosas a Dios, proponer ideas, sugerir consejos, exponer interpretaciones y buscar resultados...pero esa no es nuestra misión en la evangelización. No es nuestra "hoja de ruta".

Dios es el dueño de la viña y es quien cosecha, nosotros sólo sembramos y abonamos. Dios es el dueño de la barca y es quien marca el rumbo, nosotros navegamos y faenamos. Emaús es un torrente de gracia del Espíritu Santo, nosotros sólo nos dejamos "empapar y navegar" por él. Dios no necesita nuestra ayuda ni nuestros consejos...más bien, somos nosotros quienes necesitamos su dirección.

Emaús es un método evangelizador con un diseño meditado, con un esquema iluminado, con un formato probado, con unas dinámicas armónicas, equilibradas e infalibles y con una experiencia fructífera de más de 35 años en muchas parroquias, ciudades, países y culturas...como no puede ser de otra manera, porque es una gracia divina.
Emaús no pertenece a los veteranos ni a los pioneros sino a los necesitados, de la misma forma que la misión que Jesús encomendó a sus discípulos no era exclusiva suya sino que debía transmitirse y difundirse fielmente, sin cambiar nada, sin introducir nada, sin eliminar nada...hasta los confines de la tierra.

En ese mismo sentido, el Papa Francisco, en su encíclica Lumen Fidei, dice que la fe se transmite por contacto, de persona a persona, con el testimonio de un encuentro real con el Resucitado. 

Por eso, no podemos apropiarnos del amor de Cristo ni mucho menos transformar su luz, sino que debemos transmitir a otros lo que hemos recibido, como lo hemos recibido, para que ellos, a su vez, lo transmitan a otros.

Modificarlo significa desvirtuar el sentido original del método. Cambiarlo supone tratar de rectificar o de perfeccionar la gracia de Dios. Variarlo, retocarlo o rectificarlo significa acabar con Emaús. Porque entonces, ya no será Emaús...será otra cosa...


"Te doy gracias, Padre, 
Señor del cielo y de la tierra,
porque has escondido estas cosas 
a los sabios y entendidos,
y las has revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien."
(Lc 10,21)

martes, 3 de septiembre de 2024

LA IGLESIA MEDIEVAL: SACERDOTES, MONJES Y FRAILES


Hoy escribimos sobre las diferencias entre sacerdotes, monjes y frailes, tres figuras de la Iglesia de la Edad Media con características similares pero con diferencias en su vida religiosa... 

Sacerdote

Presente en todas las civilizaciones y religiones de la antigüedad, aunque con diferentes características y distintos nombres, el sacerdote era un hombre capaz, por vocación y formación, de pronunciar las palabras adecuadas, las fórmulas exactas y las oraciones correctas para dirigirse a Dios, quien le otorga la facultad de ofrecer sacrificios en nombre del pueblo.

El término sacerdote proviene de la palabra latina sacer, ‘sagrado’, combinada con la raíz indoeuropea *dhē- ‘hacer’. Así, en la antigüedad, el sacerdote era el que ‘hacía lo sagrado' 'realizaba los ritos sagrados’, ofrecía sacrificios a la divinidad. 

El sacerdote es el ministro del culto, el guía espiritual consagrado, el pastor que protege y cuida el rebaño de Jesús y que lo conduce a la salvación. Es quien celebra la Eucaristía y administra los sacramentos.
Para los judíos, el Sumo Sacerdote era el único que podía entrar al 'Santísimo' y custodiar el Arca de la Alianza. Era necesario pertenecer a la tribu de Leví, que no tenía tierra, porque su hogar era, de hecho, el Templo de Dios. 

Su función era la de ser el intermediario entre Dios y los hombres. Sin embargo, ésta cambia con la venida de Jesús, quien por su muerte en la cruz por todos los hombres, se convierte en el intermediario entre ellos y el Padre. 

Todos, en virtud del bautismo somos sacerdotes, con la facultad de hablar con Dios y dirigirnos a Él directamente. Es el llamado sacerdocio común, así definido para distinguirlo del sacerdocio ministerial de los presbíteros y obispos.

La función del sacerdocio ministerial es la misma que Jesús dio a sus apóstoles: guiar y proteger, ser pastores del rebaño. El Sacerdote trae la palabra de Dios entre los fieles, la explica y la interpreta en sus pasajes más oscuros y, mientras tanto, aconseja y consuela, alienta y apacigua, reprende, cuando es necesario. 

Es un alter Christus, es decir, es otro Cristo en la tierra.

Monje

La figura del monje nace en la Alta Edad Media, cuando el colapso del Imperio Romano había arrojado al continente europeo a una era de incertidumbre y peligro constante. La furia de los bárbaros, la pérdida de los valores y las leyes que habían gobernado el Imperio más grande y más fuerte que jamás haya existido, hicieron dramáticas las vidas de hombres y mujeres. 

En este escenario, muchos buscaron consuelo en el eremitismo, eligiendo abrazar un estilo de vida ascético y solitario, abandonando el mundo para habitar en cuevas inaccesibles, densos bosques o lugares inexpugnables, en los que dedicarse a la vida mística.

Esta elección extrema de anacoretismo se deriva de la experiencia de los ascetas orientales, quienes buscaban una mayor cercanía con Dios y la posibilidad de elevarse a la santidad precisamente a través del aislamiento total y una existencia marcada por las dificultades y la mortificación de la carne en sus formas más extremas. 

Entre los siglos II y III, los Padres del desierto, los ermitaños o anacoretas, impulsados por San Antonio Abad, se retiran al desierto para vivir en soledad. Después, los cenobitas, estimulados por San Pacomio, se organizan en pequeños grupos de monjes recluidos en monasterios o abadías y siguen una regla que rige su vida en común. El término monje deriva de monos (solo) y achos (dolor), unidos en la palabra griega monachos
Entre los siglos IV y VIII, sin embargo, la concepción del monacato importada a Occidente experimentará una evolución: San Benito de Nursia, fundador de la orden religiosa más antigua de Occidente, los benedictinos, comienza su experiencia religiosa como ermitaño, viviendo durante tres años en soledad y oración en una cueva cerca de Subiaco, y después establecerá la orden benedictina y edificará la Basílica de Montecassino, el primer ejemplo de una abadía medieval ‘moderna’. Desde entonces, monasterios y abadías cambiarán de cara. 

En estos lugares de trabajo y oración, los monjes ya no se dedicarán únicamente a la contemplación y a la lectura de las Sagradas Escrituras, sino que practicarán la oración comunitaria y ocuparán el tiempo de trabajo manual, por el bien del monasterio y la comunidad religiosa ('Ora et labora'). 

Dado que estos lugares de culto a menudo se encontraban en áreas impracticables e inaccesibles, era necesario que los monjes aprendieran a producir por sí mismos lo que se necesitaba para su sustento, no solamente comidas y bebidas, sino también medicamentos y remedios para el cuidado corporal y la higiene. 

Incluso hoy en día, existen monasterios y abadías en todo el mundo que ofrecen productos elaborados por los mismos monjes, o en cualquier caso, según las recetas que se han transmitido durante siglos: mermeladas, setas secas, aceite, dulces típicos, miel, caramelos, chocolates, vinos, licores y cerveza. Productos que, a menudo, constituían el único ‘nutrimento’ concedido a los monjes durante los períodos de ayuno, y que aún hoy son famosos (basta pensar en la famosa cerveza trapense). 

Además de estos productos alimenticios, la antigua tradición de los monjes nos ha traído remedios de salud y belleza, como tisanas, tónicos, cremas, compresas, aceites esenciales y medicinales, que preservan su eficacia y encanto inmortal en el tiempo.

También les debemos a los monjes la conservación y copia de textos antiguos, que las hábiles manos de los amanuenses han librado del paso del tiempo, y que artistas miniaturistas han enriquecido con espléndidas decoraciones para ser admiradas hoy.

Fraile

El término fraile también es de origen medieval, y está vinculado a la profunda transformación que sufrió la vida religiosa a finales de la Edad Media, después de la difusión de la Regla de San Benito, pero sobre todo con la ‘revolución’ traída por San Francisco de Asís, un hombre que, renunciando a todos los bienes materiales, consagró su vida a Dios, viviendo en pobreza absoluta.

A partir del s. XIII, con el nacimiento de las Órdenes mendicantes, algunos hombres de fe abandonan los muros de los monasterios para salir a las calles, mezclarse con la gente de las ciudades, con los pobres, con los enfermos, para brindarles consuelo y ayuda. Se reúnen en comunidades activas y productivas urbanas, los conventos, tanto a nivel espiritual como a nivel material

 
Fraile viene de la palabra latina frater, ‘hermano’, y así viven, como hermanos, en un ambiente de hermandad y comunión. Los frailes se caracterizaban, entre otras cosas, por un estilo de vida muy pobre y humilde, y una vestimenta modesta, con ropa sencilla y sólo sandalias para proteger los pies.

La sección femenina de 'fraile' es 'sor' (hermana) y la seglar, laico adscrito o 'terciario' (penitente). Los frailes conforman la Primera Orden, las sores la Segunda Orden, y los terciarios la Tercera Orden.

El nacimiento de esta nueva forma de vida religiosa surge como respuesta de la Iglesia a los movimientos de los cátaros y los valdenses. 

El fraile es una imitación de la experiencia de Jesús, renunciando a todo y viviendo en la pobreza, la castidad y la obediencia, obteniendo su sustento de la limosna a cambio de ayuda espiritual y oración. 

lunes, 2 de septiembre de 2024

¿OPCIÓN BENEDICTINA VS. OPCIÓN PAULINA?

"Cuando veáis la abominación de la desolación, 
anunciada por el profeta Daniel, 
erigida en el lugar santo (el que lee que entienda), 
entonces los que vivan en Judea huyan a los montes, 
el que esté en la azotea no baje a recoger nada en casa 
y el que esté en el campo no vuelva a recoger el manto"
(Mt 24,15-18)

Hoy traemos a la reflexión la obra del escritor y periodista norteamericano Rod Dreher "La opción benedictina(2018, Editorial Encuentro) en la que nos propone a los cristianos estrategias, en cierta medida, "esenias", para combatir la crisis de fe existente en nuestro Imperio de Occidente que está colapsando de la misma forma que lo hizo el romano hace quince siglos. 

Un colapso profetizado por el profeta Daniel (Dn 13), cumplido con Antíoco IV Epifanes (s. II a.C.) y por el mismo Jesús (Mt 24,15;Mc 13,14; Lc 21,20) como el signo escatológico del principio del fin de los tiempos, con la destrucción del Templo y de Jerusalén por los romanos (70 d.C.), y que, como toda la profecía bíblica, trasciende el espacio y el tiempo hasta nuestros días.

La actual invasión de "ideologías bárbaras" (hedonismo, materialismo, relativismo, consumismo, individualismo, esoterismo, egoísmo...) han irrumpido y se han instalado en el mismo corazón de nuestra sociedad.

No cabe duda de que nos encontramos ante la "abominación de la desolación" (perversiones y corrupciones, idolatrías y apostasías), una deformación que ha convertido a muchos en perfectos aliados de la maldad, con el objetivo de destruir los pilares de la civilización otrora cristiana y el colapso de la humanidad.

La "abominación de la desolación" (o "modernidad líquida") es una imposición en la que todas las certezas, valores y estructuras morales han sido eliminadas; en la que se ha perdido todo el sentido, la verdad, la belleza, la bondad y la identidad de las cosas; en la que todo se ha vuelto inestable y obsolescente, oscuro y confuso, inseguro y perverso.
El Señor nos 'propone' huir a los montes, a las azoteas y a los campos pero ¿qué significa eso?

Jesús utiliza el verbo 'huir' para referirse a que seamos prudentes, vigilantes, previsores...sabiendo que esto tiene que ocurrir. 'Huir' no es un signo de cobardía, sino de sabiduría y responsabilidad, de vigilancia y previsión.

Los 'montes' y, en general, los 'lugares altos', son lugares sagrados donde encontrar la presencia de Dios; son fuentes de poder y de gracia divinas, de silencio interior y de paz, donde recibir respuesta y protección divinasNo son montes literales sino simbólicos: los sacramentos, la vida de oración, la lectura de la Palabra de Dios, etc.

Los 'campos' son lo opuesto a las 'ciudades', bíblicamente hablando. Mientras los campos son espacios libres y abiertos donde 'sembrar', 'pastar' y 'divinizarse' con las cosas de Dios, las ciudades son espacios de esclavitud y cerrados donde 'comerciar', 'mercadear' y 'deshumanizarse' con las cosas del mundo.

Huir a los montes y a los campos es, en síntesis, discernir los 'signos de los tiempos' para que no nos pillen desprevenidos y para apartarnos de todo aquello que nos separa de Dios, es decir, del pecado. 

Pero, volvamos a la reflexión de nuestro artículo. Según Dreher:

La opción benedictina es una forma de vida y una fuente de esperanza para un mundo perdido y que camina en tinieblas

No es un 'esconderse' en las catacumbas ni un 'sobrevivir' en guetos al resguardo del Enemigo, sino un 'reflexionar' y un 'diagnosticar' la crisis espiritual de nuestra civilización, porque la realidad demuestra que la humanidad se ha "deshumanizado" y necesita de Dios para ser rehumanizada y después, "divinizada". 

No es un 'bunkerizarse' en un retiro perpetuo ni un vivir al estilo "amish" lejos de la civilización, sino un 'prepararse', un 'formarse' para salir al mundo bien equipado, porque la realidad demuestra que muchos cristianos de hoy tienen una fe débil, una formación escasa o incluso creen que el cristianismo consiste en ser bueno con todos, vivirlo en la intimidad y con escaso compromiso.
No es un hacerse monje, ni un esenio, ni un girovago (errante espiritual) sino un considerarse exiliado en búsqueda constante de Dios, porque la realidad demuestra que hemos olvidado ordenar nuestra vida de oración, de formación, de adoración, de culto, de convivencia en torno a comunidades activas, comprometidas y en constante conversión como las del primer siglo.

Tampoco es un 'refugiarse' en movimientos religiosos que actúan a modo de 'burbuja espiritual' donde vivir una fe introspectiva y autorreferencial, sino una 'recarga de pilas', un 'oasis' donde descansar, recobrar fuerzas y beber de la sed que sacia para volver a salir a la inseguridad del desierto en busca de las 'ovejas perdidas'.

No es introducirse en una burbuja apartada de la hostilidad anticristiana, sino un vivir la "fe monástica" que profundice en la Palabra de Dios y la guarde en el corazón, que cuide la vida de oración, de sacramentos, que se implique en la vida parroquial y, finalmente, que dé paso a la opción paulina.

Sin embargo, tras la opción benedictina está la paulina:

La opción paulina es el complemento necesario a la opción benedictina, de la misma forma que toda retaguardia necesita de una vanguardia. 

No es un activismo evangelizador descabezado e irreflexivo, sino un salir de la seguridad del monasterio hacia los areópagos actuales, las polis, las ágoras y las vías públicas para seguir siendo "sal de la tierra", "luz del mundo" y "fermento de la masa".

Tampoco es un apostolado sentimental, sensiblero o cargado de "buenismo", sino un cumplimiento de la misión de ir al mundo entero, a la vida pública, a cada uno de nuestros entornos más cercanos y mostrar la alegría del Evangelio y el amor de Dios.
Tampoco es un proselitismo imperativo ni un conseguir 'conversiones forzosas' violentando la libertad de quienes se han alejado de Dios para que retornen a la Casa del Padre de manera obligatoria, sino acoger a los 'recién llegados' (prosélitos), cuidarlos, escucharlos, atenderlos, hacernos dignos de su confianza... en definitiva, amarlos. 

En conclusión, elijamos empezar con la opción benedictina pero, al mismo tiempo, desarrollar y alternar la opción paulina; conjuguemos retaguardia y vanguardia, oración y acción, discipulado y apostolado, formación y evangelización.


viernes, 30 de agosto de 2024

SANTIAGO EL MENOR, EL PRIMER OBISPO DE JERUSALÉN

"Había unas mujeres que miraban de lejos,
entre ellas María Magdalena, María,
madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé.
(Mc 15, 40)

Santiago (Iakōbos en griego; Ya'akov ben Halfay en hebreo), también conocido como San Jacobo o Yago, es hijo de Cleofás (Alfeo) y de María de Cleofás (Mc 10,3) y hermano del Apóstol Judas Tadeo, de Simón el Zelote y de José. Nació en Galilea y aparece en noveno lugar en todas las listas de los Doce.

Apodado "Santiago el Menor" (Mc 15, 40), probablemente porque era de baja estatura y para distinguirlo de Santiago el Mayor, el hijo de Zebedeo y hermano de Juan. Predicó en Palestina y Egipto.

Como ya hemos dicho en otros artículos, en la sociedad judía y patriarcal, el término "hermano" abarcaba un amplio número de parientes cercanos, y no necesariamente implicaba el ser "hermano de sangre", es decir, hijo de los mismos padres. 

Según algunos autores, Santiago tenía un gran parecido con Jesús, motivo por el que Judas besó a Cristo en Getsemaní para que sus perseguidores arrestaran a la persona correcta.

De carácter fuerte y ardiente, Santiago es "el hermano del Señor" (Mc 6, 3) que se entrevistó con Pablo (Gal 1, 9), el considerado "una de las columnas de la Iglesia" (Gal 2, 9); el que tomó la palabra durante el Concilio de Jerusalén (Hch 15, 13); el que quedó a cargo de la Iglesia de Jerusalén cuando se dispersaron los apóstoles por el mundo y fue su primer obispo (Hch 12,17); a quien (según San Pablo) se le apareció Jesús resucitado (1 Co 15,7); a quien Judas menciona como su hermano al inicio de su carta y el autor de la Carta de Santiago.
La Carta 'Católica' que lleva su nombre es una carta universal dirigida a las 'doce tribus de la diáspora', es decir, al nuevo pueblo de Israel, a toda la Iglesia. Es una 'Encíclica' que guarda muchas similitudes con el Sermón de la Montaña de Mt 5, en la que Santiago nos presenta un cristianismo muy concreto, didáctico y práctico. 

Nos insiste en la necesidad de vivir una fe auténtica y coherente, a no reducirla a una declaración verbal o abstracta, sino a expresarla de forma concreta y con buenas obras (Stg 2, 26), sobre todo, en el amor al prójimo y particularmente con el compromiso con los pobres.

Nos invita a perseverar en las pruebas y a aceptarlas gozosamente, a la oración para obtener de Dios el don de la sabiduría y a comprender que los verdaderos valores de la vida no están en las riquezas transitorias, sino en compartir las propias capacidades con los pobres y necesitados (Stg 1, 27).

Según el historiador Flavio Josefo, mientras predicaba en Jerusalén en el 62 d.C., fue arrojado desde el pináculo del Templo por orden del sumo sacerdote Anás II, y aunque sobrevivió, fue apedreado y, como tardaba en morir, fu rematado por un batanero que le aplastó el cráneo de un mazazo.

jueves, 29 de agosto de 2024

SIMÓN EL ZELOTE, EL "HERMANO" DE JESÚS


El apóstol Simón (del hebreo 'Shim’On', 'el que ha escuchado a Dios'), de oficio pescador, era hijo de Alfeo y de María, hermano de Judas Tadeo y de Santiago el menor (Mc 6,3). 

Según Lc 4,22 y otros textos apócrifos del s. II d.C. (Protoevangelio de Santiago, Evangelio de la infancia de Tomás, Evangelio de Pedro), los tres eran hijos biológicos (además de un cuarto, José, que no fue apóstol), concebidos de un matrimonio anterior de san José (a su vez, hermano de Cleofás), quien al enviudar y en edad avanzada (unos 80 años), tomó por esposa a la Virgen María (a su vez, cuñada de María de Cleofás). 

La Enciclopedia Católica, citando los textos contenidos en los libros apócrifos, afirma que san José tuvo seis hijos (2 mujeres: Salomé y María; y 4 hombres: Simón, Judas, Santiago y José) de un matrimonio anterior a María, quien al quedar viudo, desposó a María:
Cuando contaba con cuarenta años de edad, José desposó a una mujer llamada Melcha o Escha para algunos, Salomé para otros, con quien convivió cuarenta y nueve años y con quien tuvo seis chicos, dos hijas y cuatro hijos, el menor de los cuales fue Santiago (el Menor, llamado “el hermano del Señor”). Un año después de la muerte de su esposa, cuando los sacerdotes anunciaron por toda la Judea que ellos deseaban encontrar en la tribu de Judá algún hombre respetable para desposar a María, de entonces doce a catorce años de edad, José, quien ya tenía en dicho momento noventa años, fue a Jerusalén entre los candidatos, un milagro manifestó la elección de José realizada por Dios, y dos años después la Anunciación tuvo lugar.
Por tanto, los apóstoles Simón el Zelote, Judas Tadeo y Santiago el menor eran hermanastros de Jesús, quienes son mencionados como 'hermanos' (adelphoide Jesús (Mc 3,31-35; 6,3; Mt 12,47-50; Lc 8,19-21; Jn 7,3-10, Hch 1,14; 1 Co 9,5: Gal 1,19) en el sentido de 'familiares cercanos'

Este dato explica y rebate categóricamente las controversias en contra del dogma de la virginidad de María y a favor de la posibilidad de que Cristo hubiera tenido hermanos carnales. 

Simón, llamado el Zelote ('celoso', 'apasionado', 'fanático'), por pertenecer a esa secta político-religiosa integrista-nacionalista judía (Lc 6,15; Hch 1,13). Los zelotes eran nacionalistas judíos fanáticos que conformaban la resistencia armada y violenta contra la ocupación romana en Palestina. 

Una de las ramas más extremistas de los zelotes fueron los sicarios, o hombres de la daga, un grupo de asesinos que se mezclaban con la multitud durante los festivales para cometer su matanzas con su 'Sicari', o cuchillo corto y curvo. El historiador Josefo decía que los zelotes eran personas imprudentes, celosos en buenas prácticas y extravagantes en las peores clases de acciones.

Simón, llamado el Cananeo, por provenir de Caná de Galilea (Mt 10,4; Mc 3,18).  La tradición afirma que Simón era el novio de las 'bodas de Caná', a las que asistieron Jesús, su madre y sus discípulos (Jn 2,12). Aparece en todas las listas de apóstoles del Nuevo Testamento: en décimo en las de Mt 10,1; Lc 6,15; Hch 1,13y en undécimo lugar en la lista de Mc 3, 18.

Cuando Jesús lo llamó a seguirlo, Simón experimentó una transformación radical: Simón dejó atrás su postura radical, sus ideales revolucionarios y sus integrismos violentos para abrazar un mensaje de redención y reconciliación. 

Se convirtió en un hombre de fe y comprometido con Cristo, y estuvo muy cercano a Mateo, paradójicamente, extremo opuesto a Simón, dado su pasado pro romano como recaudador de impuestos del Imperio. 

Predicó el Evangelio en Egipto, Armenia y Persia con su hermano Judas Tadeo, donde fueron martirizados (el primero, cortado con una sierra por la mitad, y el segundo decapitado con un hacha) y sepultados, según San Fortunato, obispo de Poitiers (s. VI).

Existe una curiosidad en la escena del arresto de Jesús en el Huerto de los Olivos que leemos en Lc 22,38: "Señor, aquí hay dos espadas". Una evidentemente, era la de Pedro, quien la desenvainó cortándole la oreja a Malco, el sirviente del sumo sacerdote; y la otra, probablemente, la de Simón el Zelote, quien la mantuvo envainada, prueba de su abandono de toda violencia.

La figura de Simón el Zelote es, para todos los cristianos, un símbolo de fervor y compromiso inquebrantable, y u signo de inspiración para vivir nuestra fe con intensidad y determinación, con unidad y comunión, independientemente de nuestros orígenes, ideas o diversidades.

miércoles, 28 de agosto de 2024

JUDAS ISCARIOTE, EL QUE TRAICIONÓ A JESÚS

"El Hijo del hombre se va como está escrito de él; 
pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, 
¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!"
(Mt 26,24)

Judas (del hebreo 'Judá', Yəhûḏāh) Iscariote ('hombre de Keriot'), hijo de Simón y oriundo de Kerioth (Judea) a 30 kms de Jerusalén, era un judío nacionalista y codicioso, y el apóstol que traicionó a Jesús por treinta monedas revelando a los miembros del Sanedrín el lugar donde podían capturarlo, tal como había anunciado el propio Jesús durante la Última Cena (Mt 26,14-75; Lc 22,20). 

Su nombre aparece en tres listas de los 12 Apóstoles (Mt 10,4; Mc 3,19; Lc 6,19), siempre en último lugar, mientras que el Evangelio de Juan menciona que era el tesorero del grupo y que era un 'ladrón', porque se apropiaba del dinero destinado a los pobres (Jn 12,6).

Los tres evangelios sinópticos exponen de la misma forma la traición de Judas aunque Mateo es el único que menciona el precio de 'treinta monedas', además del dominio que tenía Jesús sobre la situación en el huerto de los Olivos, sabedor que todo ello daba cumplimiento al plan de Dios anunciado en la Escritura (Sal 41,6-9; 69,1-37; 109,8).

Judas devolvió las treinta monedas de su traición a los sacerdotes, que fueron consideradas 'dinero ensangrentado' y fueron destinadas a comprar un 'campo de tierra roja' (arcillosa) entre el monte Sión y la ciudad de David, que fue llamado 'hacéldama', que quiere decir 'campo de sangre' (Hch 1,19).
Sobre la muerte de Judas, existen dos versiones en la Escrituras: 
  • que se suicidóahorcándose, desesperado por la magnitud de haber denunciado a Jesús (Mt 27,5)
  • que cayó de cabeza, reventó por medio, y se esparcieron todas sus entrañas, en el campo comprado con las monedas de la traición (Hch 1,18)
Y dos interpretaciones:
  • que Mateo pone el foco en la asfixia espiritual que le produce a Judas la traición a Jesús, mientras que Lucas lo hace en su codicia y su vacío interior. 
  • que Mateo, que se dirige a un público judío, muestra la muerte de Ajitofel (2 Sa 17,23), mientras que Lucas, que escribe para un público de origen pagano (griego), se inspira en la muerte de Nabot (1 Re 21 y 2 Re 9,25-26). Ambas muertes tipifican a la de Cristo.
Para Lucas, la traición de Judas representa la acción del injusto sobre el justo (Lc 20,9-18; 11,47-51). 

Igual que Nabot (dueño de la viña, como Cristo es dueño de la 'viña' de Israel), a causa de la insidia de Jezabel, esposa de Acab, fue calumniado por dos testigos falsos y llevado fuera de la ciudad por sus acusadores, donde experimentó una muerte ignominiosa, Jesús fue vejado y asesinado con la misma clase de suerte: una muerte ignominiosa en la cruz.
 
Por otro lado, el libro apócrifo y herético, el "Evangelio de Judas", escrito en el s. II d.C. por gnósticos cainitas (que veneraban a Caín por haber sido reprobado por el Dios de los judíos), propone una versión alternativa y tergiversada de la traición de Judas, desechada y condenada por la Iglesia.

Para los cainitas, Judas es el único (iluminado) de los discípulos que ha entendido las enseñanzas de Jesús y el único (gnóstico) que conoce el significado de acusar a Jesús. Su traición es un acto de obediencia a la voluntad de Dios para que se cumpla la Escritura y, con su muerte en la cruz, redimir al mundo. 

Lo cierto es que todos, en algún momento de nuestra vida, somos o hemos sido Judas. 

¡Cuántas infidelidades y traiciones son el resultado de nuestro corazón materialista, avaricioso y egoísta que se aleja del Señor y que le lleva a morir por nuestros pecados! 

¡Cuántas veces nos dejamos seducir por el Tentador y le somos desleales e infieles aunque nos encontremos en el círculo íntimo de amigos de Cristo! 

¡Cuántas veces 'regateamos' el precio de nuestra fe y le 'robamos' tiempo al Señor porque queremos que sea un Dios a nuestra medida y según nuestro parecer!

Sin embargo, la paciencia y la misericordia de Dios nos llama 'amigos' (Mt 26,50) en  el huerto de Getsemaní (nuestra vida) cuando le traicionamos con un 'beso' hipócrita (Lc 22-48).

La traición de Judas nos muestra a los cristianos la necesidad de:
  • ser auténticos, coherentes e íntegros en nuestra relación con Dios, porque si no, seremos unos hipócritas y unos 'Judas'. 
  • no dejarnos seducir por la codicia materialista o el interés egoísta, porque nuestro tesoro está en el cielo.
  • arrepentirnos sinceramente cuando caigamos, y buscar la reconciliación y el perdón de Dios, porque lejos de Dios no hay vida.

lunes, 26 de agosto de 2024

TOMÁS, EL QUE DUDÓ Y CREYÓ

"¿Porque me has visto has creído?
Bienaventurados los que crean sin haber visto"
(Jn 20,19)

Tomás "el mellizo", como se conoce al apóstol Tomás, no es un nombre propio sino tautológico, es decir, repetido innecesariamente, que proviene de "Ta'uma" (en arameo, "gemelo") y "Dídimos" (en griego, "mellizo"). Lo curioso es que desconocemos de quién era mellizo (Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2)

Según la tradición, era primo segundo de Jesús (igual que san Juan el Bautista) y su verdadero nombre, Judas. Era oriundo de Galilea y de oficio pescador, y partió en el 52 d.C. hacia Partia, Persia e India, donde tuvo una importante labor evangelizadora. 

Murió mártir en Calamina (actual Malipur), cerca de Madrás, en el Monte Santo Tomás (India) donde fue traspasado con una lanza por el rey de la India, quien le había encargado construir un palacio.

Los Evangelios Sinópticos sólo nos cuentan su nombre pero en el Evangelio de san Juan aparece en cinco ocasiones como Tomás el Dídimo ('el Mellizo'):
  • cuando le dicen a Jesús que su amigo Lázaro ha muerto, Tomás dice: "Vamos también nosotros y muramos con él". Fue testigo presencial de la resurrección de Lázaro (Jn 11,2-16)
  • cuando en la Última Cena, Jesús dice: "adonde yo voy, ya sabéis el camino", Tomás le pregunta: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn 14,1-6)
  • cuando los apóstoles le anuncian la resurrección de Jesús (1ª aparición, en la que no estaba presente), Tomás se niega a admitirla: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo" (Jn 20,24-25)
  • cuando, ocho días después, Jesús vuelve a aparecerse a los apóstoles, estando presente Tomás (2ª aparición), le invita a poner su dedo en las llagas que dejaron los clavos en sus manos y la herida de la lanza en su costado. Entonces, Tomás hace la más grande profesión de fe: “Mi Señor y mi Dios”  y Jesús le contesta: "¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto"(Jn 20, 26-29)
  • cuando Jesús vuelve a a aparecerse a los apóstoles en el lago Tiberíades (3ª aparición) está junto a Pedro, Natanael, los Zebedeos (Santiago y Juan) y otros dos discípulos suyos de los que no menciona su nombre (Jn 21,2)
Como vemos, Tomás era pesimista y desconfiado por naturalezaSu primera reacción era siempre no hacer lo que le decían que hiciera y no creer lo que le decían que creyera. Las buenas nuevas para él eran siempre demasiado buenas para ser verdad. Aún así, era un hombre de valor, de devoción y de fe, aunque como la de un niño pequeño. 
Además de las menciones en la Sagrada Escritura, Tomás aparece en varios libros apócrifos:
  • Evangelio de Tomás: atribuido al apóstol por gnósticos y maniqueos del primer siglo, pero considerado herético por los Padres de la Iglesia y por varios escritores cristianos de los primeros siglos como Hipólito de Roma, Orígenes, Eusebio de Cesarea, Cirilo de Jerusalén, etc.. Algunos biblistas actuales dicen que san Juan escribió su Evangelio como respuesta a este apócrifo.
  • Hechos de Tomás: escrito a principios del s. III d.C., es también un texto gnóstico y maniqueo que narra la obra evangelizadora del apóstol en la India noroccidental y que lo identifica como Judas, uno de los cuatro 'hermanos' de Jesús mencionados en Mc 6,3.​ 
  • Evangelio del Pseudo Tomás: distinto al primero y escrito probablemente a finales del siglo II, tal vez en Siria, y encuadrado en el grupo de los apócrifos de la infancia de Jesús. 
  • Pistis Sophia: texto gnóstico escrito en el siglo III, menciona a Tomás como uno de los tres testigos encargados de transmitir las enseñanzas de Jesús, junto a los apóstoles Felipe y Mateo.
La figura de Tomás nos enseña una gran lección: aunque dudemos o no entendamos, lo importante es estar siempre cerca del Señor para pedirle, como hicieron los apóstoles, que aumente nuestra fe (Lc 17,5). 

Tengo la certeza de que la verdadera fe es una obediencia inquebrantable a Dios, incluso sin "ver", aún sin "entender", porque nuestra naturaleza humana está demasiado caída y alejada de la divina como para ser capaces de ver, conocer y de entender todo. 

A los cristianos no nos hace falta seguir el dicho de "ver para creer". La obediencia a Dios es:
  • signo del amor cristiano: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15) 
  • fruto de la acción del Espíritu Santo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23)
  • medio de bendiciones: "Si observas y cumples todos los preceptos, el Señor, tu Dios, enviará bendiciones" (cfr. Dt 28,1-2).
No obstante, y si Jesús quiere, de la misma forma que le dió a Tomás "pruebas" de su resurrección, nos dará señales para que sepamos cuál es el camino. 

Y si no nos las da, tan fácil como escuchar lo que Él mismo nos dice: "Bienaventurados los que crean sin haber visto" (Jn 20, 29). 

domingo, 25 de agosto de 2024

FELIPE, EL QUE CONFIABA EN JESÚS

"Al día siguiente, Jesús resolvió partir hacia Galilea.
Se encontró con Felipe y le dijo: 'Sígueme'.
Felipe era de Betsaida, el pueblo de Andrés y de Pedro.
Felipe se encontró con Natanael y le dijo:
Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la Ley 
y también los profetas.
Es Jesús, el hijo de José de Nazaret. "
(Jn 1, 43-45)

San Juan nos dice que Felipe era oriundo de Betsaida y de oficio pescador, como Pedro y Andrés; que era amigo de Natanael de Caná; que había conocido a Jesús; que fue también discípulo de Juan el Bautista (como todos los apóstoles galileos) y que fue de los primeros a quien Jesús le dijo “Sígueme.

Las listas de los Evangelios Sinópticos y los Hechos de los Apóstoles registran a Felipe en quinto lugardespués de  Pedro, Andrés, Santiago y Juan (Mt 10,3; Mc 3,18; Lc 6,14; Hch 1,13), pero es en el Evangelio de san Juan donde se le nombra y donde se relata cómo cuando Felipe conoció a Cristo, inmediatamente fue a buscar a Natanael y le dijo: “lo hemos encontrado, de quien Moisés... y los profetas, escribieron.”  Natanael recibió la noticia con reticencia y desconfianza pero Felipe no le argumentó nada ni trató de convencerlo, simplemente le dijo: “Ven y verás” (Jn 1, 43). 

Este pasaje joánico nos dice tres cosas importantes sobre Felipe: primero, muestra el correcto acercamiento hacia el que recela de Cristo, indicándole el camino pero sin quebrantar su libertad; segundo, su total confianza en Cristo; y tercero, su vocación misionera.

San Juan menciona también la participación del apóstol en la multiplicación de los panes, como el hombre encargado de la logística y a quien Jesús, para probarlo, le pregunta: “¿Con qué compraremos panes para que coman estos?(Jn 6, 5-7). También, narra su intervención durante la Última Cena cuando le dice a Cristo:"Muéstranos al Padre" (Jn 14, 8).
             
Los estudiosos no están muy de acuerdo sobre la figura de Felipe. En Hch 6,5 se presenta a Felipe como uno de los siete diáconos ordenados. Algunos dicen que éste es otro Felipe. Otros, que realmente éste es el apóstol. 

Si es el mismo Felipe, entonces su personalidad cobra más importancia porque significa que tuvo una fructífera campaña misionera en Samaria, dirigiendo al eunuco etíope a Cristo (Hch 8,26), quedándose con Pablo en Cesarea (Hch 21,8) y siendo una de las figuras importantes de la iglesia primitiva. 

El Evangelio señala expresamente que "era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro" (Jn 1, 44), lo que unido al hecho de que Andrés y él son los únicos apóstoles que tienen nombres griegos, y a la intercesión conjunta de ambos por los griegos que querían ver a Jesús (Jn 12, 21-22), hace suponer que Felipe y Andrés eran parientes o amigos.

Pero tras su mención junto a los demás apóstoles en Pentecostés, no vuelve a ser nombrado, y poco sabemos a ciencia cierta acerca de su vida, salvo por la literatura apócrifa: 
  • "Hechos de Felipe" (s. IV)​ narra su predicación en Grecia, Siria y Frigia junto a Bartolomé (Natanael), sus predicciones y milagros, y su martirio en Hierápolis (Frigia).
  • "Leyenda dorada"(compilada en los s. XIV y XV) afirma también que fue martirizado en Hierápolis, siendo crucificado tras haber sido lapidado.
  • "Evangelio de Felipe" dice que María Magdalena era su 'compañera', 'hotre', que en copro se refiere a una compañera sentimental (mujer), espiritual (discípula) o una simple acompañante.
Hombre práctico y normativo, de hechos y números, de corazón caliente y cabeza pesimista, este sencillo galileo fue quien marcó la cruz como signo de cristiandad y de victoria.

Su símbolo apostólico es una canasta, por su participación en el milagro de la multiplicación de los peces y los panes. También, se le representa con una cruz en forma de "T", instrumento con el que obró durante su vida muchos milagros.

sábado, 24 de agosto de 2024

BARTOLOMÉ, EL QUE ESTABA DEBAJO DE UNA HIGUERA

 
"Felipe se encontró con Natanael y le dijo: '
Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés
en la Ley y también los profetas.
Es Jesús, el hijo de José de Nazaret'.
Natanael le replicó: '¿Puede salir algo bueno de Nazaret?'
Felipe le contestó: 'Ven y verás'.
Cuando Jesús vio venir a Natanael, dijo de él:
'Ahí viene un verdadero israelita: éste no sabría engañar'.
Natanael le preguntó: '¿Cómo me conoces?.
Jesús le respondió: «'Antes de que Felipe te llamara,
cuando estabas bajo la higuera, yo te vi'.
Natanael exclamó:
Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel"
(Jn 1, 45-49)

Celebrábamos ayer, 24 de agosto, la festividad de san Bartolomé, de quien sólo sabemos su nombre (Natanael), su procedencia (Caná de Galilea) y que fue el único discípulo de familia noble, pues hay muy pocos datos de él en los textos neotestamentarios.

Aparece en las cuatro 'listas' de Apóstoles: tanto en la de los Hechos (Hch 1,13) como en las de los Evangelios Sinópticos (Mt 10,3; Mc 3,18; Lc 6,14) pero nse le menciona más en el Nuevo Testamento ni se sabe nada con certeza acerca de su vida. 

Por otro lado, san Juan, que no menciona en su evangelio ninguna lista de apóstoles, tampoco lo nombra pero sí coloca a Natanael dentro del círculo íntimo de Jesús, nombrándolo en dos ocasiones, lo que puede ser un indicio de que se trate de Bartolomé:
  • La primera ocasión es el pasaje que nos ocupa y en el que después de cierto escepticismo por prejuicios, Natanael, por mediación de su amigo Felipe, y ante un elogio como pocos de Jesús, lo reconoce como el Mesías y realiza una rotunda confesión de fe. 
  • La segunda vez es en el episodio de la pesca milagrosa en el lago Tiberíades (Jn 21,1-14), ya como discípulo, testigo de Cristo Resucitado y perteneciente al grupo de los Doce. Estuvo presente en la venida del Espíritu Santo en Pentecostés (Hch 1,12-14).

La mayoría de los biblistas llegan a la conclusión de que Bartolomé y Natanael son la misma persona porque:

  • Bartolomé o “hijo de Talmay o Tolomeo" no es un nombre propio sino patronímico, como Barjona o "hijo de Jonás" para referirse a Pedro, o Barrabás, para referirse al "hijo del rabino", mientras que Natanael sí es un nombre propio que significa "don de Dios".
  • Bartolomé no aparece en el evangelio de san Juan, mientras que Natanael no aparece en los Sinópticos (lo mismo que Nicodemo, que sólo aparece en san Juan). 
  • Bartolomé sale siempre emparejado con Felipe en las "listas de apóstoles" de los sinópticos, y según san Juan, Felipe era un viejo amigo de Natanael que le guió a Jesús. 
  • Natanael era de Caná de Galilea donde Jesús eligió a la mayoría de los Doce Apóstoles (excepto a Mateo). 
  • En la aparición de Jesús a orillas del Mar de Tiberíades, Natanael está presente junto con algunos discípulos que se nombran y otros dos, que no. 
El libro apócrifo "Actas de Felipe", afirma que evangelizó en Licaonia y Frigia, y habla de su martirio en el Ponto y el Bósforo. 

Sin embargo, Eusebio (s. IV d.C.) afirma que predicó en la India y que dejó una copia del Evangelio de Mateo en arameo. 

Otros dicen que difundió el evangelio por Mesopotamia, Persia, Azerbaiyán y Armenia, junto a Judas Tadeo.

Unos dicen que murió degollado y decapitado, otros que desollado vivo y luego crucificado, con la cabeza hacia abajo, en Albanopolis (Armenia) por orden de Astiages, por haber convertido a su hermano Polimio, rey de Armenia. 
Bartolomé es representado en el arte (El Juicio Final, de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina) desollado, sosteniendo un cuchillo y su piel con sus propias manos que muestra que un apóstol que, literalmente, "se dejó la piel" por Cristo. Sus reliquias son veneradas en la iglesia de San Bartolomeo all'Isola, a orillas del Tíber en Roma. 

Algo importante para Bartolomé debió ocurrir "debajo de la higuera" para que el hombre de Caná pasase del escepticismo y los prejuicios a la completa adhesión y seguimiento a Cristo.

Lo mismo que nos ocurre a nosotros cuando albergamos ciertos prejuicios, aprensiones o escrúpulos hacia algunas personas, circunstancias o situaciones de  fe. Es entonces cuando el Señor nos sorprende con "sus casualidades", que nos desmontan completamente y nos hacen caer "rostro a tierra".

La historia de Natanael nos mueve a todos los cristianos a no contentarnos sólo con escuchar a otros decir quien fue Jesús, sino a "ir y ver", a tener una experiencia viva y real del Resucitado, a implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús. 

Sólo así podremos reconocerle y decirle: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel» (Jn 1, 49).