¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

miércoles, 9 de junio de 2021

UNA DEUDA DE AMOR Y GRATITUD

"He combatido el noble combate,
he acabado la carrera,
he conservado la fe.
Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia,
que el Señor, juez justo, me dará en aquel día"
(2 Timoteo 4,7-8)

La conocimos hace dos meses en unos ejercicios espirituales en la casa de la Congregación Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús, en San Lorenzo de El Escorial.  Nos causó una profunda impresión, acariciando nuestros corazones, llenando nuestros ojos de lágrimas de emoción, y nuestras almas de gratitud. 

Escuchamos su testimonio vivo. Setenta y dos años de amor, fidelidad y servicio a Dios y a los hombres. Nos contó lo que Dios había obrado en su vida...una mujer de pequeña estatura pero de enorme fe, una discípula enamorada de Cristo...hablamos de la hermana Blanca.

A sus ciento dos años, la hermana Blanca ha sido un don de Dios y un regalo del cielo para quienes la han conocido de cerca. Como tantos consagrados, ha vivido su vocación con entrega, pasión y humildad. 
          
         
La hermana Blanca ha respondido afirmativamente a la llamada del Maestro. Ha sido un signo visible del amor de Dios por los hombres. Ha reconocido el misterio de la gracia. Ha conservado la fe y ha entregado su vida al Corazón de Jesús. 

Ahora, combatido el buen combate y terminada su carrera en la tierra, ciertamente, contempla el rostro del Señor, quien le ha reservado la corona de la justicia.

Por todo ello, la Iglesia tiene (tenemos) una deuda de amor y gratitud con los consagrados que, desde el silencio contemplativo y la discreción del trabajo apostólico, mantienen vivo el Cuerpo Místico de Cristo, desde su mismísimo Corazón. Esos santos, a veces tan olvidados...merecen nuestro reconocimiento y nuestro agradecimiento. Y por supuesto, nuestra intercesión y plegarias.
 
Por eso desde aquí, damos gracias a todos los consagrados que nos hacen presente el fuego ardiente del encuentro primero, que nos animan a seguir las huellas del Maestro y que, bajo la dirección y guía del Espíritu Santo, nos señalan el camino firme a la casa eterna.

Por eso desde aquí, damos gracias a Dios por todas las personas consagradas que, desde los diversos carismas, vocaciones y formas de vida y servicio, son presencia elocuente y evidente de Su Amor en el servicio, manifestación significativa de Su Gracia en el mundo y obra embellecedora de Su Iglesia.

¡Señor, danos consagrados santos!
¡Hermana Blanca, ruega por nosotros!

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