¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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miércoles, 9 de junio de 2021

UNA DEUDA DE AMOR Y GRATITUD

"He combatido el noble combate,
he acabado la carrera,
he conservado la fe.
Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia,
que el Señor, juez justo, me dará en aquel día"
(2 Timoteo 4,7-8)

La conocimos hace dos meses en unos ejercicios espirituales en la casa de la Congregación Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús, en San Lorenzo de El Escorial.  Nos causó una profunda impresión, acariciando nuestros corazones, llenando nuestros ojos de lágrimas de emoción, y nuestras almas de gratitud. 

Escuchamos su testimonio vivo. Setenta y dos años de amor, fidelidad y servicio a Dios y a los hombres. Nos contó lo que Dios había obrado en su vida...una mujer de pequeña estatura pero de enorme fe, una discípula enamorada de Cristo...hablamos de la hermana Blanca.

A sus ciento dos años, la hermana Blanca ha sido un don de Dios y un regalo del cielo para quienes la han conocido de cerca. Como tantos consagrados, ha vivido su vocación con entrega, pasión y humildad. 
          
         
La hermana Blanca ha respondido afirmativamente a la llamada del Maestro. Ha sido un signo visible del amor de Dios por los hombres. Ha reconocido el misterio de la gracia. Ha conservado la fe y ha entregado su vida al Corazón de Jesús. 

Ahora, combatido el buen combate y terminada su carrera en la tierra, ciertamente, contempla el rostro del Señor, quien le ha reservado la corona de la justicia.

Por todo ello, la Iglesia tiene (tenemos) una deuda de amor y gratitud con los consagrados que, desde el silencio contemplativo y la discreción del trabajo apostólico, mantienen vivo el Cuerpo Místico de Cristo, desde su mismísimo Corazón. Esos santos, a veces tan olvidados...merecen nuestro reconocimiento y nuestro agradecimiento. Y por supuesto, nuestra intercesión y plegarias.
 
Por eso desde aquí, damos gracias a todos los consagrados que nos hacen presente el fuego ardiente del encuentro primero, que nos animan a seguir las huellas del Maestro y que, bajo la dirección y guía del Espíritu Santo, nos señalan el camino firme a la casa eterna.

Por eso desde aquí, damos gracias a Dios por todas las personas consagradas que, desde los diversos carismas, vocaciones y formas de vida y servicio, son presencia elocuente y evidente de Su Amor en el servicio, manifestación significativa de Su Gracia en el mundo y obra embellecedora de Su Iglesia.

¡Señor, danos consagrados santos!
¡Hermana Blanca, ruega por nosotros!

sábado, 29 de junio de 2019

MAJESTAD, NOS CONSTA...

Felipe VI no acudirá al centenario de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús que hizo Alfonso XIII
"El mundo entero recordará al Señor y al Señor volverá; 
lo adorarán, postrados ante él, todas las familias de los pueblos. 
Pues sólo del Señor es el imperio, él es el Señor de las naciones. 
Los nobles de la tierra le rendirán honores, 
ante él se inclinarán los moribundos y dejarán de ser."  
(Salmo 22, 28-30)

Hace un siglo, el 30 de Mayo de 1919, el rey Alfonso XIII leyó la oración de Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles (Madrid), con el Santísimo Sacramento expuesto:
"España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.
Sintiendo la tradición católica de la realeza española y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el reino de Dios en la paz de las almas, redimidas por Vuestra Sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley; reconocemos que tenéis por blasón de Vuestra Divinidad conceder participación de Vuestro Poder a los Príncipes de la tierra y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz.
Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna: luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia, todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma. 
Venga, pues, a nosotros tu Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la Ciencia y de las Letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias.
Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que tantos pueblos ha desangrado; continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia. Desde estas alturas que para Vos hemos escogido, como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios todos para que en la pacifica armonía de todas las clases sociales, encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, mas llevadero su trabajo.
Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la Nación y defensa del Derecho. Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida, pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de Vuestro Amor y en el regalado seno de Vuestro Corazón Adorable. Así sea."
Cincuenta años después, el 30 de Junio de 1969, el jefe del Estado, Francisco Franco, renovó esta ConsagraciÓn con la presencia de los, entonces, principes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía.

Mañana, 30 de junio de 2019, en el Centenario de la Consagracion de España al Sagrado Corazon de Jesús, más de 12.000 españoles asistirán a la conmemoración de su renovación "solos". Esta vez, sin rey de España, sin jefe del Estado, sin Gobierno de España.

El rey de España, Felipe VI, nuestro rey, a quien corresponde, como jefe de Estado, renovar la Consagración, ni estará ni se le espera. 

Aunque ha sido invitado (no formalmente porque ha rehusado), no ha querido hacer lo mismo que su bisabuelo hace 100 años.

Por ello, Majestad, nos consta que:

No tiene permiso del Gobierno de España (ni quizás el de la reina), que es quien autoriza todos sus actos, pero le ha venido "como anillo al dedo" para no enfurecer a la "bestia roja y atea" (cualquiera de las dos).

Resultado de imagen de consagracion de españa al sagrado corazonNo tiene tiempo ni agenda, porque está de viaje, preocupándose por contemporizar en "un" país que sea menos católico y más politicamente correcto. ¡Qué diferencia entre dos reyes!

No tiene fe ni compromiso con Dios, y por tanto, no reconoce la concesión del poder divino a los "Principes de la tierra", porque decide quitar el crucifijo el día de su coronación para no encomendarse a quien le permite coronarse, y por tanto, no puede usted reinar por la gracia de Dios.

No tiene sino una actitud aséptica y relativista con la que intenta impedir que Jesús reine en los corazones muchos españoles, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la Ciencia y de las Letras, en nuestras leyes e instituciones patrias.

No tiene otra pretensión temerosa (igual que muchos como usted) que convertir esta conmemoracion en una "Consagracion políticamente incorrecta y oculta", a la que ningún cargo público quiere asistir, a la que ningún medio quiere hacer referencia, a la que a ninguna autoridad parece importar... 

No tiene la gallardía de reconocer que la Casa Real, el Gobierno y muchas autoridades civiles, militares e incluso religiosas, prefieren ladearse, desde el centro geográfico de España, hacia la ultraizquierda política, para no salir en una foto junto a Dios.

No tiene la valentía de reconocer que para usted y para muchos, es más "tolerante" hablar de feminismo que de la Virgen María, que es más "correcto" hacerse la foto con el "orgullo" que con Jesucristo, que es "preferible" asistir a una fiesta de minorías que todos los medios cubren con especial interés, que a una de mayorías de la que nadie habla...

Pero, Majestad, su pretensión de instaurar una Monarquia laica, un Reino sin Dios, un país sin fe, le llevará indefectiblemente a su perdición, ante los hombres y, mucho más importante, ante el "Rey de reyes".

Majestad, los que mañana acudiremos al Cerro de los Ángeles, rezaremos por usted. Pero, Majestad, ¡que Dios le pille confesado!

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domingo, 25 de febrero de 2018

EL SECRETO DE MARÍA PARA SER SANTOS

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“Feliz, una y mil veces en esta vida, 
aquel a quien el Espíritu Santo 
descubre el secreto de María para que lo conozca”.

Dios quiso que María tuviera un papel fundamental en la historia de la salvación: unió cielo y tierra por medio de María. 

Resultado de imagen de la escalera de jacobMaría es la escalera de Jacob, que nos consuela cuando estamos tristes y cansados. Por Ella, los ángeles suben y bajan; por Ella nos alcanzan las gracias que necesitamos; por Ella, subimos al cielo. 

María es el camino que va desde el Padre a la humanidad como Madre de Jesucristo (Gálatas 4,4) y al mismo tiempo, es el camino que tienen que recorrer los hombres para ir al Padre, por medio de su Hijo (Efesios 2,18).

La Iglesia nos enseña que María está presente y al servicio de la única mediación de Cristo: "La misión maternal de María hacia los hombres, de ninguna manera obscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen en favor de los hombres (...) nace del Divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo (Lumen gentium, 60). 

La colaboración de María en el plan salvífico de Dios está basada y orientada hacia un encuentro íntimo y profundo con su Hijo, Jesucristo. 

María, en realidad, no quiere atraer la atención sobre su persona. Vivió en la tierra con la mirada puesta en Jesús y en el Padre celeste. Su deseo más fuerte fue (y es) que pongamos nuestra mirada de fe y de esperanza en el Salvador que el Padre nos envió. 


María alienta a la Iglesia y a los creyentes a cumplir siempre la voluntad del Padre, igual que Ella misma hace. Y así, sus palabras en Caná: "Haced lo que él os diga" (Juan, 2, 5), coinciden con las del Padre en el monte Tabor: "Este es mi hijo predilecto... Escuchadlo" (Mateo 17, 5). 

Resultado de imagen de san luis maria de montfortNuestra santidad pasa por hacer todo lo que Dios nos diga. Aquí está el valor de la vida de María: el cumplimiento de la voluntad divina. 

San Luis María Grignion de Montfort, en su carta espiritual, El Secreto de María (1712) nos explica la importancia de María en el plan salvífico de Dios y porqué María es la solución definitiva para todos los cristianos

María, el medio más sencillo, más seguro y más perfecto 

Dios nos llama a la santidad a todos los cristianos; nos ha creado para ser perfectos (Mateo 5, 48). Por ello, todos nuestros pensamientos, palabras y acciones, sufrimientos y todas las aspiraciones de nuestra vida deben orientarse a alcanzar la santidad. 

El Evangelio nos muestra los medios de salvación y santificación, la Iglesia nos los explica y los santos los llevan a la práctica: humildad de corazón, oración continua, mortificación universal, abandono a la Providencia y conformidad con la voluntad de Dios.


Sin embargo, para ponerlos en práctica, necesitamos de la gracia y la ayuda divina. Y precisamente porque Dios nos creo para ser santos, nos concede a todos su Gracia, pero no lo hace en la misma medida ni a todos por igual: "Pero tenemos carismas diferentes, según lo que Dios ha querido dar a cada uno" (Romanos 12, 6), pero sí a cada uno lo suficiente.

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Para obtener la Gracia, necesitamos encontrar a María, Madre de la divina gracia. 

María es el medio más sencillo, el camino más seguro y el modo más perfecto para llegar a Dios y a la perfección. Y lo es porque:

Encontró gracia ante Dios
Sólo María encontró gracia delante de Dios (Lucas 1, 30), tanto para sí misma como para toda la humanidad. 

Es Madre de la gracia
María concibió y dio vida humana a Jesucristo, autor de toda gracia. Por esto se la llama la Madre de la gracia. 

Es llena de gracia
Dios Padre, fuente única de todo don perfecto (Santiago 1,17) y de toda gracia, al darle su propio Hijo, le entregó a María todas las gracias.

Es la dispensadora de la gracia
Dios la escogió como tesorera, administradora y distribuidora de todas sus gracias. Con la colaboración de María, Dios comunica su vida y sus dones a los hombres. Y, según el poder que Ella ha recibido de Dios, reparte a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere de las gracias del Padre, de las virtudes del Hijo y de los dones del Espíritu Santo.

Es Madre de los hijos de Dios
De la misma forma que en el orden natural, todo niño debe tener un padre y una madre, en el orden de la gracia, todo verdadero hijo de la Iglesia debe tener a Dios por Padre y a María por Madre. 

Es Madre de los miembros de Cristo

María ha formado a Jesucristo, Cabeza de los predestinados y por tanto, debe formar también a los miembros de ésta, los verdaderos cristianos. 

Porque una madre no da a luz a la cabeza sin los miembros, ni a los miembros sin la cabeza. Por eso, quien quiera ser miembro de Jesucristo, lleno de gracia y de verdad (Juan 1,14), debe dejarse formar en María por la gracia de Jesucristo. 

Es colaboradora del Espíritu Santo
El Espíritu Santo se desposó con María, y en Ella, por Ella y de Ella produjo su obra maestra que es Jesucristo. Y dado que no la ha repudiado jamás, continúa produciendo todos los días a los predestinados en Ella y por Ella, de manera real, aunque misteriosa.

Nos lleva a la madurez en Jesucristo
María ha recibido de Dios un dominio especial sobre los predestinados para alimentarlos y hacerlos crecer en Jesucristo. 

De modo que, así como un niño recibe todo su alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, del mismo modo los predestinados sacan todo su alimento y fuerza espirituales de María.

Habita en los verdaderos cristianos
Dios Padre ha dicho a María: "Hija mía, pon tu tienda en Jacob", es decir, "pon tu morada en mis predestinados", prefigurados en Jacob. 

Dios Hijo ha dicho a María: "Madre querida, entra en la heredad de Israel", es decir, "en mis elegidos." 

Dios Espíritu Santo ha dicho a María: "Echa raíces, ¡fiel Esposa mía!, en el pueblo glorioso", es decir, "en mis escogidos." 

Por tanto, María habita en todos los elegidos y está presente en sus corazones, y siempre que se lo permitan echará en ellos las raíces de una profunda humildad, de una caridad ardiente y de todas las virtudes.

Es el molde viviente de Dios

San Agustín llama a María "molde viviente de Dios". Y, en efecto, lo es, porque sólo en Ella se formó Dios como hombre perfecto, y sólo en Ella se transforma el hombre perfectamente en Dios por la gracia de Jesucristo, en cuanto lo permite la naturaleza humana. 

Un escultor puede hacer una obra perfecta gracias a su habilidad, fuerza, conocimientos, la perfección de sus herramientas y trabajando sobre una materia dura y sin forma. O, utilizando un molde. 

La primera manera es larga, difícil y expuesta a muchos riesgos: basta un golpe desafortunado del cincel para echarlo todo a perder. La segunda, en cambio, es rápida, sencilla, suave, más barata y menos fatigosa, siempre que el molde sea perfecto, represente con exactitud la figura a reproducir y que la materia utilizada sea maleable y no oponga resistencia a su manejo.

María es el molde maravilloso de Dios, hecho por el Espíritu Santo para formar a la perfección a un Hombre-Dios por la encarnación y para hacer al hombre partícipe de la naturaleza divina, mediante la gracia. 

María es el molde en el cual no falta ni un solo rasgo de la divinidad y quien se "amolde" a Ella y se deje esculpir, recibirá todos los rasgos de Jesucristo suavemente y proporcionado a nuestra debilidad, sin grandes trabajos ni angustias, de manera segura, sin peligro de ilusiones, puesto que el demonio no tuvo ni tendrá jamás entrada donde esté María; de manera santa e inmaculada, sin rastro alguno de pecado.

Es el paraíso de Dios
No existe criatura alguna (incluidos los ángeles y santos), en donde Dios manifiesta su gloria con tanta perfección como en María. Ella es el paraíso de Dios, su mundo inefable, donde el Hijo de Dios ha entrado para realizar obras portentosas, guardarlo y complacerse en él.

Dios creó un paraíso:
-para el hombre peregrino: la tierra.
-para el hombre glorificado: el cielo.
-para sí mismo: María.

Sabemos que Dios está en todas partes, pero en ningún sitio se le puede encontrar tan cercano y al alcance de la debilidad humana como en María, pues para esto bajó a Ella. 

Nos une a Dios
María se halla totalmente orientada hacia Dios y cuanto más nos acercamos a Ella, más íntimamente nos une a El. 

Cuando encontramos a María, encontramos a Jesús, y por Jesús al Padre. Entonces, encontramos todos los bienes, toda la gracia y amistad de Dios, la plena seguridad contra los enemigos de Dios, la verdad completa para combatir el error, la facilidad absoluta y la victoria definitiva en las dificultades, la dulzura y el gozo colmados en las amarguras de la vida.

Es consuelo en el sufrimiento
Encontrar a María no quiere decir, vivir exento de cruces y sufrimientos. ¡Al contrario! Sufriremos más que los demás porque María, hace partícipes a sus hijos, de la cruz de Jesucristo.

Ella nos reparte grandes cruces y, a la vez, nos comunica también la gracia de cargarlas con paciencia y hasta con alegría. Endulza las cruces que da a los suyos y las convierte (por decirlo así) en golosinas o dulces cruces. Nos anima a cargar con más y mayores cruces, ayudándonos con más y mayores gracias.

El secreto de la santidad pasa por la verdadera devoción a María


El secreto consiste, pues, en encontrar de verdad a la excelsa y santísima María para hallar la abundancia de todas las gracias. 

Dios, dueño absoluto de todo, puede comunicar directa y extraordinariamente lo que de ordinario, sólo concede por medio de María. Según Santo Tomás, en el orden de la gracia, Dios no se comunica de ordinario a los hombres sino por medio de María.

Para llegar hasta Dios y unirse con Él, es indispensable acudir a la misma persona escogida por Él para descender hasta nosotros, para hacerse hombre y comunicarnos sus gracias. Esto se realiza mediante una auténtica devoción a la Santísima Virgen.

El secreto es la sencillez, seguridad y eficacia de María como el camino más perfecto para llegar a Dios. 

El secreto para llegar al conocimiento y al amor del Padre es seguir el camino de entrega total por María. Por María vino el Hijo de Dios al mundo, para que todos tengamos vida y la tengamos en plenitud, y por María, el Espíritu Santo nos forma, como formó a Jesús, hasta la madurez y perfección de hijos de Dios. 

El secreto es la consagración total a Jesucristo por María, es decir, una "entrega incondicional", una "esclavitud de amor", una "servidumbre de voluntad", un "compromiso total", que nos lleva a hacerlo todo “con María, por María, en María y para María".

Te animo a que hagas como yo: optar al privilegio de ser esclavo de amor, consagrándose a María y, así, llegar a Jesús y por Él a la santidad junto a Dios. Mientras, en el camino recibirás el amor de María junto con sus innumerables gracias. 

¿A qué esperas?





sábado, 22 de julio de 2017

¿RECONOZCO LA LLAMADA DE DIOS?

"Me he aparecido a ti 
para hacerte ministro y testigo 
de lo que has visto de mí 
y de lo que te voy a mostrar." 
(Hechos 26,16).

Escuchar y seguir la llamada de Dios ha sido una de las cosas más maravillosas que me han ocurrido en mi vida. 

Después de mucho tiempo de recibir muchas llamadas que siempre rechacé, comencé a tener algunas nociones de que iba por un camino que no había sido elegido por mí. Pero fue en un retiro de Emaús cuando descolgué el teléfono, cuando escuché, cuando supe, que Dios me llamaba para servirle. Y eso es lo que hice.

Pero ¿Cómo estar seguro de haber sido llamado por Dios?

Lo primero que quiero decir es que todos somos llamados por Dios. Todos recibimos su llamada. El apóstol Pablo escribe, animando a todos: "Os pido que caminéis de una manera digna de la vocación que habéis recibido." (Efesios 4, 1). Todos somos llamados a una vocación. Podemos huir de ella, pero no podemos escondernos de ella.

La conversación entre Pablo y Jesús, relatada en el libro de los Hechos, es bastante útil para conocer si hemos sido llamados por Dios. Pablo comparte su testimonio con el rey Agripa: Es una frase sencilla en la que podemos ver seis aspectos de cómo Dios nos llama a cada uno de nosotros:

1. Encuentro personal: "me he aparecido a ti.."

El principio de todo es que Jesús se nos aparece. A veces, de repente y de forma evidente (como a Pablo en el camino de Damasco), y otras, más sutilmente (como a los dos de Emaús). 
Sea de una forma u otra, cuando Jesús se nos aparece, comienza nuestra relación con él.

Para conocer el plan de Dios para mi vida es necesario encontrarme con Jesús. Si no descuelgo y acepto la llamada, no puedo escucharle. El plan de Dios pasa siempre por Jesucristo.

Para la reflexión:  ¿Me he encontrado con Jesús y le he respondido?

2. Propósito personal:  "... para hacerte..."

Dios nos ha creado a cada uno con un propósito particular; ha puesto en nuestros corazones una necesidad interior, una misión para servirle. Nos ha dado un papel protagonista a cada uno en su plan divino de salvación. Dios quiere que seamos santos como Él y se ha asegurado en ofrecernos todos los medios para conseguirlo. 

Cuando un soldado se alista en el ejército, se le da un rango y una función. 

Cuando Jesús se nos aparece, no sólo lo hace para salvarnos, sino para salvar al mundo a través de nosotros.
Quizás algunos de nosotros hallamos visto en nuestro corazón una "llamada perdida" que todavía no hemos respondido. Y, posiblemente, en ausencia de información de primera mano, hacemos suposiciones sobre lo que nos quería decir o hacemos conjeturas sobre lo que deberíamos hacer. 
Pero es todo más sencillo: Descuelga y responde. Apartemos un rato diario de nuestra agenda y pongámonos frente al Santísimo, o en "lo escondido", para orar y escuchar de Dios, y Él mismo nos lo dirá. 

A mí me ocurrió (y me sigue ocurriendo) así. Y es que tenía muchas "llamadas perdidas" suyas que no había atendido.

Para la reflexión: ¿Sé cuál es la función que me ha asignado?

3. Servicio: "...ministro..."

Un ministro es alguien que ejerce un ministerio, un servicio, una función. Jesús quiere que seamos sus ministros, sus servidores, sus instrumentos. Incluso hasta ser esclavos suyos.

Desgraciadamente, no todos los cristianos colocan a Jesús como el Señor de sus vidas, porque posiblemente piensan que es su Salvador, pero no su Señor. La Iglesia se ha convertido en un lugar de privilegio, en un club privado donde sólo hay "señores" que reciben pero no hay "servidores" que den.

Dios nos llama, ¿aceptaremos o rechazaremos la llamada?

¿Has entregado y consagrado, en calidad de esclavo, tu cuerpo y tu alma, tus bienes interiores y exteriores, tus buenas acciones pasadas, presentes y futuras, tu familia y todo lo que tienes, sin reservas ni excepciones a Jesús? 

Sólo después de consagrarnos a Él (a través de María), recibimos la función que nos encomienda: esclavos de su amor y misericordia.

Para la reflexión: ¿Sirvo a Jesús?

4. Testimonio: "... y testigo..."

Un testigo es el que da testimonio. Dios también nos llama a ser testigos suyos, a dar testimonio de su mensaje de amor, de nuestra experiencia de Jesús, de su plan para toda la humanidad.

¿Hemos asumido el papel de un testigo? ¿Nos molesta el hecho de que tantos en el mundo están luchando por encontrar esperanza? ¿Estamos buscando maneras de dar audazmente un relato de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas?

Para la reflexión: ¿Doy testimonio de Jesús?

5. Observación: "... de lo que has visto de mí..."

Sólo podemos testimoniar lo que hemos visto de Jesús. Si no le hemos visto, ¿qué vamos a compartir con otros?

Es posible que algunos, para no testimoniar a Jesús, se esconden detrás de la excusa de que "mi fe es de ámbito personal", cuando la realidad es que no han visto a Dios como para tener un impacto tal que es imposible ponerle excusas; o bien, se limitan a interiorizar una fe superficial o de cumplimiento, heredada de sus padres y entorno. 

Yo también he pensado que la fe era algo íntimo que cada uno debía vivir para sí. Pero ahora sé que es porque no me había encontrado con Cristo cara a cara, porque para compartir a Jesús con otros, primero debemos verlo. Debemos experimentarlo. Y después no puedes callártelo.

Para la reflexión: ¿Comparto a Jesús con otros?

6. Crecimiento: "y de lo que te voy a mostrar"

Una vez que le has conocido y mantienes una relación personal con Cristo, tu testimonio de fe cambia porque Jesús se revela progresivamente, a lo largo de tu vida y a través de las personas a quienes sirves y amas. Maduras y creces espiritualmente con Él.

Nuestro caminar con Jesús es un viaje diario y continuo. No se trata de una llamada que comienza y después, se cuelga.

Nuestro testimonio de su acción en nuestra vida debe ser continuamente actualizado a medida que nos moldea, regenera, purifica y perfecciona. A medida que continúa mostrándonos nuevos aspectos sobre el plan y la voluntad divina. Él nos lo promete: enseñarnos más de sí mismo y así crecer, mientras caminamos con Él.

Para la reflexión: ¿crezco y experimento más de Jesús?

Todos somos llamados por Dios. No hay excusas para no atender su llamada. Ser cristiano es reconocer a Jesús y compartir lo que nos ha dado, con un mundo necesitado y sediento de Dios.

¿Vas a contestar a Jesús?