¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

jueves, 22 de abril de 2021

LA MUERTE NO ES EL FINAL

"Nadie me quita la vida, 
sino que yo la entrego libremente. 
Tengo poder para entregarla 
y tengo poder para recuperarla:
 este mandato he recibido de mi Padre" 
(Juan 10,18)

Cesáreo Gabaráin, sacerdote católico español, compuso la emocionante canción cristiana "La muerte no es el final"que las Fuerzas Armadas Españolas adoptaron como himno para homenajear a los fallecidos en acto de servicio y que los cristianos deberíamos también hacerla nuestra.

La muerte no es el final, en efecto, porque nuestra esperanza se convierte en certeza cuando proclamamos que Jesucristo ha resucitado. Esa es la gran novedad, esa es la buena noticia del Señor: "Mira, hago nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21, 5).

En la Encarnación, el Santo y Justo se despoja de su divinidad para servir al Padre y al hombre: "Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron" (Juan 1, 11). Es más, lo rechazaron. Y ese rechazo lo llevó directamente a su muerte en la Cruz, libremente abrazada, convirtiéndose en fuente salvífica para todos los hombres y en el acto de amor servicial más sublime. 

En la Última Cena, el Maestro nos invita a imitarle, nos llama al servicio: "el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos" (Mateo 20,27-28).
En la Cruz, el Cordero nos entrega a la Virgen (tipo de la Iglesia) como relevo suyo y nos la ofrece como nuestra guía, ayuda y modelo perfecto de servicio, humildad, abnegación y obediencia: "Ahí tienes a tu madre" (Juan 19,27), para, como el discípulo amado, desde aquella hora, recibirla como algo propio.

En nuestra vida cotidiana, el Resucitado nos llama a servir como Él, a dar la vida por los demás, a morir en acto de servicio: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15,13). Dice Cristo que nadie le quita la vida sino que la entrega libremente. Sí, en efecto, el amor es la entrega libre de la vida por los demás. Y por tanto, la muerte nos tiene que encontrar en el servicio, en la muerte a uno mismo, a nuestro ego. 

Servir "exige" entregar la propia vida"Requiere" abajarse y humillarse. "Supone" despojarse de todo egoísmo, orgullo, posición o  comodidad. "Implica" desvivirse por los demás. Reclama escuchar al que sufre o atender al que tiene necesidad. Obliga a darse por completo hasta el final.

La muerte no es el final sino el principio de todo, de nuestro encuentro con Dios y de nuestra recompensa: el amor infinito de Dios que se funde con el amor gratuito del hombre en el servicio. Sin duda, en el encuentro abnegado y desinteresado con el prójimo, es el lugar donde hallamos a Dios.

Por ello, es imperativo, para el bien de las almas y nuestra propia santificación, salir al encuentro de quienes están desesperanzados, afligidos, solos o excluidos. Es preceptivo ofrecerles una sonrisa que les llene de alegría, un abrazo que les devuelva la dignidad, un oído dispuesto a escuchar. 

No hace falta esperar a una ocasión propicia. Todos los días son una maravillosa oportunidad de expresar con alegría ese amor de servir al prójimo. No es preciso esperar a servir en una parroquia, en un retiro, en una actividad evangelizadora o en una labor social. Cualquier ambiente es idóneo para entregar la vida por otros: en el familiar, en el laboral, en el social... 

El mundo está necesitado del amor de Dios, sobre todo, ahora que la pandemia asola la tierra. Y la manera de mostrárselo y ofrecérselo es sirviendo, amando, escuchando, ofreciendo una palabra de aliento y un hombro donde enjugar las lágrimas. 
El servicio surge de un amor genuino y gratuito que no es nuestro, sino de Dios, que es quien toma siempre la iniciativa. Por tanto, "preocuparse" por otros significa "ocuparse antes" por ellos que por nosotros. "Despreocuparse" por nosotros implica "abandonarnos" a la Providencia divina.

A través de nuestra docilidad en el servicio y dejando actuar siempre al Espíritu Santo, Dios interviene en la historia del hombre, mostrando su gloria, su justicia y su misericordia. Nosotros, con nuestros "pequeños/grandes servicios de amor", contribuimos a la edificación del Reino de Dios en la tierra.
Y lo hacemos cuando dejamos nuestro "yo" a un lado para centrarnos en el "tú"; cuando salimos de nuestra zona de comodidad para "acomodar" a los demás; cuando dejamos nuestras prioridades personales para "volcarnos" en las de otros; cuando nos "abajamos" de nuestra posición para levantar al caído; cuando, a imitación de nuestro Maestro, nos "quitamos el manto y nos ceñimos la toalla para lavarles los pies" (Juan 13,4) porque “No es el siervo más que su amo” (Juan 15,20)

Pero, además, con nuestro servicio todo son ventajas, incluso, también para nosotros: nos sentimos profundamente amados por un Dios que se preocupa de sus hijos, recibimos Su gracia que nos modela para ser menos egoístas y más serviciales, y más "perfectos", más santos.



JHR

martes, 20 de abril de 2021

CREER NO BASTA

"Tú crees que hay un solo Dios. 
Haces bien. 
Hasta los demonios lo creen y tiemblan. 
¿Quieres enterarte, insensato, 
de que la fe sin las obras es inútil?" 
(Santiago 2,19-20)

A menudo pienso lo fácil que para muchos supone ser cristiano en la Iglesia, en un retiro, en un ambiente cristiano: con sólo creer, basta. Sin embargo, el apóstol Santiago dice que creer está bien pero que sólo con eso no basta, que es inútil porque también los demonios creen en Dios y eso no les hace seguidores de Cristo.

Creer o no creer, de un modo teórico, exige poco: tan sólo supone adoptar una posición, una opinión. Creer en Dios no es sólo pensar que existe y ya está. Jesús dice: "No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21). Saber que existe no nos da el acceso al reino de los cielos: implica hacer su voluntad.

Hacer la voluntad de Dios requiere algo más que habituarse a realizar o practicar algunas cosas, algo más que desempeñar un papel religioso o moral. Consiste, no tanto en "hacer" como "ser", es decir, en ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5,48).

"Ser perfectos" supone cumplir los mandamientos de Dios pero, antes, tenemos que conocer al Dios de los mandamientos. Porque creer en alguien no significa necesariamente conocerle. Conocer a Dios implica experimentarle en la propia vida, hacerle presente en cada momento, dejarse querer por su gran amor.

"Ser perfectos" implica conocerle en su Palabra, en los sacramentos. Requiere vivir la Eucaristía para ver a Cristo, quien desde el altar, se hace presente en su Cuerpo y en su Sangre, en su Alma y en su Divinidad.

Dios ha querido comunicarse a sí mismo, darse a conocer, y así, invitarnos a participar de Su vida divina. La fe es la respuesta del hombre a la revelación divina, manifestada en  confianza, obediencia y entrega totales.

"Ser perfectos" implica testificar y proclamar cada día a ese "Dios conocido", incluso con palabras. Supone ser coherente con aquello que hemos visto, oído y experimentado. Dice el apóstol Santiago: "La fe, si no tiene obras, está muerta por dentro" (Santiago 2,17), es decir, que la fe no es una idea teórica sino que se debe poner en práctica.
"Ser perfectos" significa alcanzar el cielo pero no se gana sólo por ir a misa, leer la Biblia o por ser buena persona. Es una relación con Dios y las relaciones no se "creen", se experimentan, se viven. Vivir la fe implica acción, supone un movimiento "ascendente", es decir, ir hacia Dios. 

"Ser perfectos" es un proceso que se desarrolla en todo momento y durante toda la vida. Supone paciencia, obediencia y perseverancia hasta el fin (Mateo 10,22). No se puede ser perfectos "a ratos" o dependiendo de donde estemos, o de cómo nos sintamos. 

"Ser perfectos" significa reconocer que, más allá de lo que se pueda experimentar directamente o de lo que se pueda cononcer científica o históricamente, Dios es el origen, la causa y el fin de todo lo creado, y por tanto, "verle y tocarle" es aceptar libre, total e incondicionalmente Su amor.




JHR

viernes, 16 de abril de 2021

PESCAR CON REDES ROTAS

"Paseando junto al mar de Galilea 
vio a dos hermanos, 
a Simón, llamado Pedro, 
y a Andrés, 
que estaban echando la red en el mar, 
pues eran pescadores.
Les dijo: Venid en pos de mí 
y os haré pescadores de hombres" 
(Mateo 4,18-19)

Jesús nos invita a seguirle, a ir en pos de Él para hacernos "pescadores de hombres". Y para afrontar este nuevo "oficio", el Señor nos enseña cómo pescar en su nombre con nuestras "redes". 

Pero no siempre es momento de "faenar", no siempre se dan las condiciones óptimas para la pesca, bien porque hay tormenta, porque el mar impide zarpar, porque no tenemos las redes preparadas o porque están rotas. 

Es entonces cuando el Patrón del barco decide que no zarpemos y se cumple el dicho de que "cuando los pescadores no pueden zarpar, arreglan las redes"

A veces, es momento de "preparar" las redes, doblándolas, limpiándolas y remendándolas:

Doblar las redes significa evaluar métodos y planificar estrategias para poder desplegar las redes con mayor facilidad en la próxima jornada de pesca. Espiritualmente hablando, significa rezar. Sin la oración toda pesca es infructuosa.

Limpiar las redes significa subsanar errores cometidos, reconocer y purificar actitudes poco caritativas. Espiritualmente hablando, significa ser humildes. Sin humildad, cualquier tarea evangelizadora está abocada al fracaso.

Remendar las redes significa arreglar las relaciones rotas o dañadas, recomponer la unión y tensión de las redes o los peces se escaparán. Espiritualmente hablando, significa obedecer. Sin la obediencia cualquier tarea en común es inútil.

No se trata de salir a pescar de cualquier forma o con cualquier aparejo. Para que la pesca sea efectiva, nuestras manos tienen que estar dispuestas a tirar conjuntamente de las redes, nuestras mentes tienen que ser dóciles a las órdenes del patrón y nuestras redes tienen que estar perfectamente unidas, plegadas y limpias.

Cuando las redes están rotas nos ocurre como a los discípulos, pretendemos volver a nuestras "faenas de pesca" sin contar con el Patrón (Juan 21,3). Pedro, Tomás, Natanael y los Zebedeos (Santiago y Juan) "deciden" ir a pescar. Y aunque eran pescadores experimentados y sabían de sobra lo que tenían que hacer, no pescaron nada.

En la evangelización, nos ocurre a veces lo mismo: queremos ser autosuficientes, nos sentimos capacitados, nos creemos expertos, nos consideramos idóneos. ¡Cuántas veces pretendemos coger el timón y asumir el mando sin el permiso del Patrón! ¡Cuántas veces queremos dirigir el barco sin tener ni rumbo ni dirección! ¡Cuántas veces optamos por salir al mar sin tener las redes preparadas o incluso, rotas! 
Nuestras redes suelen romperse por orgullo: cuando no dejamos a Dios ser Dios, cuando pensamos que podemos hacerlo todo solos, cuando nos creemos sabios y veteranos en la "faena", o incluso, también cuando tememos a la tempestad, a las dificultades, cuando nos falta fe en Cristo.

Nuestras redes suelen enredarse por vanidad: cuando tenemos motivaciones incorrectas, cuando buscamos reconocimiento y prestigio, cuando nos dejamos llevar por las distracciones, cuando estamos demasiado pendientes y ocupados en nuestras cosas, cuando entablamos disputas y divisiones que conducen al desánimo y al abandono.

Cristo es el fundamento de la evangelización. Su gracia es lo que une y cohesiona nuestras redes. Sin el Espíritu Santo, nuestras están redes rotas y no sirven para pescar. 

Sin oración, nuestras redes estarán enredadas y no podrán desplegarse. Sin humildad, nuestras redes estarán llenas de suciedad, de orgullo, de activismo, de mundanidad. Sin obediencia, nuestras redes estarán rotas, divididas, inservibles. 

¡Reparemos nuestras redes rotas!




JHR

miércoles, 14 de abril de 2021

MILLONARIO EN MISERICORDIA

"No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. 
No he venido a llamar a los justos, 
sino a los pecadores a que se conviertan" 
(Lucas 5,31-32)

Los Evangelios contienen innumerables pasajes que nos muestran la especial relación que Jesús tenía con los pecadores: el de los publicanos Mateo (Mateo 9, 9-12) y Zaqueo (Lucas 19, 1 -10), el de la pecadora que lavó sus pies en casa del fariseo (Lucas 7, 36), el de la mujer adúltera (Juan 8, 1-11), el del buen ladrón (Lucas 23, 39-43), el del fariseo y el publicano (Lucas 18, 9-14) y las parábolas del hijo pródigo, la oveja perdida y la moneda perdida (Lucas 15).

Jesús desconcertaba y sorprendía a los escribas, fariseos y doctores de la Ley cuando visitaba, hablaba y se juntaba con todos aquellos a quienes los judíos odiaban y repudiaban: rechazados y marginados, publicanos y samaritanos, enfermos y leprosos, viudas y mujeres... 

En general, los fariseos consideraban "pecadores" o "impuros" a todas las personas que no seguían la interpretación que hacían ellos de la Ley (quizás porque ellos se consideraban justos, puros y por encima de la Ley), sin duda, mostrando el resentimiento egoísta "del hermano mayor" en la parábola del hijo pródigo.
Jesús los reprendía (como un padre lo hace con sus hijos) cuando le increpaban por juntarse con ellos, mostrándoles, frente a su dura, egoísta y condenatoria actitudla gran compasión de Su humano corazón y la infinita misericordia de Su divina persona. Él mismo, el Justo y Santo, es la Misericordia Divina personificada.

San Juan Pablo II escribe su segunda encíclica, Dives in misericordia ("Rico en misericordia") en 1980 para mostrar al mundo el rostro de Dios a través de Jesucristo, encarnación y revelación de la Misericordia: "Quien me ha visto a mi, ve al Padre" (Juan 14, 9). 

Jesús, al compartir su vida y su amor con aquellos considerados pecadores, cumple la misión encomendada por el Padre mostrando Su rostro compasivo, y frente a quienes los rechazan y condenan, los libera de su experiencia de culpabilidad, los invita a la conversión, les devuelve su dignidad, y comiendo con ellos, anticipa el gran banquete de su encuentro definitivo con Dios.

Cristo, con sus palabras y hechos, manifiesta no sólo al Padre sino también al Espíritu Santo, es decir, se hace signo visible de la Santísima Trinidad"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor" (Lucas 4,18; Isaías 61,1).

Veinte siglos después, con el avance de la ciencia y la técnica, el hombre sigue dando la espalda a la misericordia y tampoco parece necesitarla. Sin embargo "el hombre moderno se muestra a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y lo peor, con la opción entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre el amor o el odio, entre la justicia y el pecado. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado, y que pueden aplastarle o salvarle" (San Juan Pablo II, Dives in misericordia I, 2).

El infinito amor de Dios se transforma en misericordia, superando la norma estricta (y a veces estrecha) de la justicia. La Divina Misericordia no es un amor cualquiera. Es un misterio insondable de su propio ser trinitario: infinito, gratuito, y generoso, manifestado en Cristo encarnado, muerto y resucitado para la salvación de todos los hombres, de todos los pecadores, y en consecuencia, de todos sus amigos: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer" (Juan 15,13-15).

San Pablo en Efesios 2,4 dice que "Dios es rico en misericordia". Dios es millonario en amor. Nos lo regala de forma gratuita y desinteresada en Cristo y no puede destruirse por ningún comportamiento nuestro. Así es el amor de Dios: fiel y paciente. Nada que ver con nuestro "amor humano": infiel, impaciente e interesado. 

Un amor infinitamente más grande que todos los pecados de la humanidad de todos los tiempos juntos. El amor misericordioso del Padre sale al encuentro del hombre pecador en Jesucristo, le abraza, le devuelve su dignidad y le conduce a la salvación por el Espíritu Santo.
Jesús, la Divina Misericordia, se acerca al drama humano, a todos nosotros, pecadores, habla con nosotros, come con nosotros en cada Eucaristía, y sin acusarnos, sin señalarnos, sin discriminarnos ni marginarnos, nos ayuda a tomar conciencia de nuestra situación desviada, nos hace presente el amor que Dios siente por sus hijos y nos invita a convertirnos, a cambiar de vida.

Nos enseña que todos somos débiles y frágiles, que todos pecamos y que no tenemos derecho a juzgar y a condenar a los demás: "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros" (Mateo 7,1-5). 

Nos muestra que todos somos hijos pródigos de un Padre amoroso que nos acoge compasivamente, a pesar de nuestras debilidades, infidelidades, equivocaciones y pecados, y nos invita a alegrarnos con Él: “¡Alegraos conmigo!, porque he encontrado la oveja que se me había perdido”, “¡Alegraos conmigo!, porque he encontrado la moneda que se me había perdido”, “¡Alegraos conmigo!, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lucas 15,3-32).

Nos invita a "ser perfectos, como nuestro Padre celestial es perfecto" (Mateo 5,48), "a amarnos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor" (1 Juan 4,7-8).

Dios es rico en misericordia, es millonario en amor, es infinito en compasión, ilimitado en gracia, y quiere que nosotros también seamos felices, santos y perfectos

¡Es tan fácil serlo! Sólo hay que hacer presente el amor en nuestra vida: "Amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22,37-40).




JHR

lunes, 12 de abril de 2021

DANIEL 7: VISIÓN DE LAS CUATRO BESTIAS DEL MAR


"Vi que los cuatro vientos del cielo agitaban el océano. 
Cuatro bestias gigantescas salieron del mar, 
distintas una de otra. 
La primera era como un león con alas de águila (...) 
Había una segunda bestia semejante a un oso (...)
Después yo seguía mirando 
y vi otra bestia como un leopardo (...) 
Después seguí mirando 
y en mi visión nocturna contemplé una cuarta bestia, 
terrible, espantosa y extraordinariamente fuerte (...)
Era distinta de las bestias anteriores, 
porque tenía diez cuernos (...)
y vi que de entre ellos salía otro cuerno pequeño; 
y arrancaron ante él tres de los cuernos precedentes. 
Aquel cuerno tenía ojos humanos, 
y una boca que profería insolencias" 
(Daniel 7, 2-8)

Continuamos profundizando en el libro profético de Daniel y que podríamos llamar el "Apocalipsis del Antiguo Testamento", pues contiene una interpretación espiritual de la historia universal y un mensaje de esperanza para el Pueblo de Dios perseguido a causa de su fe.

Los capítulos 1 al 6 contienen la parte narrativa en la que se muestra cómo Dios se revela en visiones a los reyes de la tierra para demostrarles que nada de lo que sucede en el mundo es fruto del azar, sino la realización de su designio oculto, revelado a sus elegidos. 
Los Imperios aparecen, luchan entre sí y se suceden unos a otros.  Cada nuevo Imperio supera en crueldad al precedente. Los reyes se atribuyen características divinas pretendiendo usurpar el lugar de Dios. Pero es Él quien dirige misteriosamente el curso de los acontecimientos de la Historia hastaa el establecimiento definitivo de su Reino. Dios es quien pone y quita gobiernos, quien humilla a los soberbios, quien reina eternamente.

Los capítulos 7 al 12 contienen la parte apocalíptica del libro que tiene sus antecedentes en las profecías de Ezequiel y Zacarías. Ahora  es Daniel quien recibe las revelaciones y visiones a través de sueños (Daniel 7 y 8) con la visión de las cuatro bestias, del hijo del hombre, del carnero y del macho cabrío; de la Palabra (Daniel 9) con la visión de las setenta semanas; de anuncios angélicos (Daniel 10-12) con la visión del hombre vestido de lino, el anuncio del fin del Imperio Medo-persa y el surgimiento del Imperio Griego-macedonio. 

La visión de Daniel relatada en el capítulo 7 comienza conla aparición de cuatro gigantescas bestias que surgen del mar (Daniel 7,1-8), a continuación, ve a un anciano sentado en un trono y la venida entre las nubes del cielo de un "hijo de hombre" (Daniel 7,9-18), para finalmente, detenerse ante la cuarta bestia, sus diez cuernos y el cuerno pequeño (Daniel 7,19-28). Esta visión guarda una perfecta sincronía escatológica con la visión del cielo de San Juan en Apocalipsis 4 al 6 y con la visión de la bestia surgida del mar del vidente de Patmos en Apocalipsis 13 y 17.
Las cuatro bestias
El sueño de Daniel comienza así: Vi que los cuatro vientos del cielo agitaban=Dios permite al hombre que "agite" sus pasiones, luchas y revoluciones. Es Dios quien pone y quita reyes (Jeremías 51,1-2; Daniel 2,20-21; Romanos 13,1-6; Apocalipsis 7,1), el océano=caos y también pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas (Apocalipsis 17,1, 15). Cuatro bestias gigantescas salieron del mar, distintas una de otra=fuerzas físicas/terrenales, reyes, gobiernos o imperios humanos "carnívoros" por naturaleza, es decir, asesinos, destructores y depredadores. Diferentes al Cordero del Reino de Dios. No suben del mar al mismo tiempo, sino que siguen un orden cronológico, una tras otra.

León
Daniel 7,4
"La primera era como un león con alas de águila; 
la estaba mirando y de pronto vi que le arrancaban las alas, 
la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre 
y le dieron un corazón humano".
 
El leónsímbolo de Ishtar (diosa babilónica del amor y de la guerra), representa al Imperio Babilónico-caldeo, a Babilonia (Jeremías 50,44). Simboliza el poder político, el orgullo, la fuerza, la agresividad que desgarra y devoraLa visión del león coincide con la "cabeza de oro" de la gran imagen de Daniel 2,32. 

Tiene alas de águila=capaz de desplegar ejércitos rápidamente, de cubrir grandes distancias y de elevarse por encima de toda nación. También hace referencia a sus dos reyes principales: Nabucodonosor y Baltasar.

Que le arrancan=Nabucodonosor es humillado, pierde la razón y el esplendor (Daniel 3 y 4). Baltasar muere la misma noche que Daniel interpreta su sueño.  Significa el fin del Imperio de Babilonia y el comienzo del imperio medo-persa con Ciro, rey de Persia (Daniel 5). Concuerda con “Derribad el árbol y cortad sus ramas, arrancad sus hojas y desparramar sus frutos” (Daniel 4,14). 

La levantan del suelo=es restaurado y el reino restituido, la ponen de pie como un hombre=se le devuelve su dignidad y su gloria, le dan un corazón humano=deja de ser una bestia orgullosa para convertirse en un ser humano. Nabucodonosor se convierte a Dios (Daniel 4,16-36).

Oso
Daniel 7,5
"Había una segunda bestia semejante a un oso; 
estaba medio erguida, con tres costillas en la boca, entre los dientes. 
Le dijeron: «Levántate. Come carne en abundancia".
 
El oso, símbolo de ferocidad, violencia y fuerza, representa al Imperio Medo-persa y coincide con el "pecho y los brazos de plata" de Daniel 2,32 y con el carnero de Daniel 8,1-4. Simboliza el poder social, lo terrenal y los bienes materiales (sus zarpas son como de "plata").

Está medio erguido=disparidad existente en la alianza entre los medos y los persas, y tiene tres costillas en la boca, entre los dientes=tres reinos conquistados: Asiria, Babilonia y Egipto.

Le dicen que se levante y que coma carne en abundancia=se alza sobre los pueblos y las naciones del medio oriente, pisoteándolos y devorándolos, extendiendo sus fronteras hasta la India (en el este), el Danubio (en el norte), Arabia y Egipto (en el sur) durante 300 años.

Leopardo
Daniel 7,6
"Después yo seguía mirando y vi otra bestia como un leopardo, 
con cuatro alas de ave en el lomo, 
y esta bestia tenía cuatro cabezas. Y le dieron el poder".
 
El leopardo, símbolo de rapidez y agilidad, representa al Imperio Griego-Macedonio y coincide con los "muslos de broncede la gran imagen de Daniel 2,32. Simboliza el poder económico, la avaricia, la codicia y la acumulación de riquezas (el leopardo tiene la piel dorada y como llena de "monedas").

Tiene alas de ave en el lomo=velocidad potenciada personificada en Alejando Magno, quien en poco tiempo construye un gran imperio: rey de Macedonia (336 a. C.), sojugza a los griegos (335 a. C.), vence a los persas (334 a. C.), conquista Egipto (331 a.C.), conquista Partia, Media y Bactria e invade la India (330-324 a. C.). 

Tiene  cuatro cabezas=Tras su muerte (323 a. C.), cuatro de sus generales (Antígono, Tolomeo, Lisímaco y Seleuco) se dividieron el imperio y formaron cuatro reinos: Grecia/Macedonia, Tracia/Asia Menor, Egipto/Palestina y Siria/Mesopotamia, y se le da el poder=dominio y autoridad sobre el mundo conocido (Daniel 2,39).

Cuarta bestia
Daniel 7,7-8
"Después seguí mirando y en mi visión nocturna 
contemplé una cuarta bestia, 
terrible, espantosa y extraordinariamente fuerte;
 tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba; 
y las sobras las pateaba con las pezuñas. 
Era distinta de las bestias anteriores, porque tenía diez cuernos. 
Miré atentamente los cuernos, 
y vi que de entre ellos salía otro cuerno pequeño; 
y arrancaron ante él tres de los cuernos precedentes. 
Aquel cuerno tenía ojos humanos, 
y una boca que profería insolencias".

   
La cuarta bestia  representa al Imperio Romano. Equivale a las "piernas de hierro” de Daniel 2,40 y tiene muchas similitudes con la bestia de Apocalipsis 13: "sale del mar, tiene poder y autoridad, diez cuernos y siete cabezas, mata a espada".

Terrible, espantosa, fuerte=su poder violento y destructor conquista tres continentes: sur y oeste de Europa, el oeste de Asia y el norte de África, y distinta a las anteriores=varias formas de gobierno: monarquía, república, triunvirato, césares, emperadores y reyes. 

Tiene grandes dientes de hierro=fuerza y poder de las legiones del ejército romano con las que tritura, somete y esclaviza a los enemigos, y con los que come y descuartiza=martirio, las sobras las patea con las pezuñas=controla algunas regiones lejanas mediante gobernadores.
  
Tiene diez cuernos=equivalen a los diez dedos de hierro y barro de Daniel 2,41-43 y representa que son fuertes y débiles a la vez. Diez no es un número literal sino una sucesión o serie indefinida. Algunos interpretan que son los reyes seleúcidas: Seleuco I Nicator (305-281 a.C.), Antíoco I Soter (281-261 a.C.), Antioco II Theos (261-246 a.C.), Seleuco II Calinico (265-226 a.C.), Seleuco III Sóter Cerauno (226-223 a.C), Antíoco III Megas (223-187 a.C.), Seleuco IV Filopátor (187-175 a.C.), Antíoco IV Epifanes (175-164 a.C.), Antíoco V Eupátor (164-162 a.C.), 12 reyes menores(164-69 a.C.) y Antíoco XII Asiatico (69-64 a. C.)

Otros afirman que son las tribus bárbaras que invaden el Imperio Romano: los hunos/mongoles, los francos/normandos, los anglos/sajones/jutos, los godos/visigodos, los lombardos, los alanos/suevos y los escitas/iraniosY arrancaron ante él tres de los cuernos precedentes=desaparecen los hérulos (493 d. C.), los vándalos (533 d. C.) y los  ostrogodos (554 d. C.).

Tiene un cuerno pequeño con ojos humanos=poder, liderazgo o sistema religioso antidivino. Algunos afirman que se trata del rey seleúcida Antioco IV, Epifanes, quien persiguió al pueblo de Dios y profanó el Templo,
Y una boca insolente=idolatrías y herejías/Anticristo. Hace falsas promesas y engaños. Equivale a la bestia de Apocalipsis 13 de boca grandilocuente y blasfemaLucha contra los santos y los derrota=fuerza antidivina que persigue y martiriza al pueblo de Dios.

El Trono, el "Hijo de hombre" y el cuerno
A pesar del surgimiento y creciente auge del mal de las bestias y de las blasfemias del cuerno pequeño, aparece un trono con un anciano sentado, Dios, se abren los libros y se destruye a las bestias. Entonces aparece un "Hijo de hombre" entre las nubes, Jesucristo, a quien se le da "el poder, el honor y el reino eterno" y todos le servirán.

Mientras llega el "Hijo de hombre", el cuerno lucha, por un tiempo corto y limitado, contra los santos a quienes intenta aniquilar, hasta que Dios intervenga, haga justicia, éstos tomen posesión del reino y el mundo se transfigure por el poder divino.

sábado, 10 de abril de 2021

DANIEL 2: EL SUEÑO DE NABUCODONOSOR

"Apareció una gran estatua. 
Era una estatua enorme 
y su brillo extraordinario resplandecía ante ti, 
y su aspecto era terrible. 
Aquella estatua tenía la cabeza de oro fino, 
el pecho y los brazos de plata, 
el vientre y los muslos de bronce, 
las piernas de hierro, 
y los pies de hierro mezclado con barro.
Mientras estabas mirando, 
una piedra se desprendió sin intervención humana, 
chocó con los pies de hierro y barro de la estatua, 
y los hizo pedazos. 
Se hicieron pedazos a la vez el hierro y el barro, 
el bronce, la plata y el oro, 
triturados como tamo de una era en verano; 
el viento los arrebató 
y desaparecieron sin dejar rastro. 
Y la piedra que había deshecho la estatua 
creció hasta hacerse una montaña enorme 
que ocupaba toda la tierra"
(Daniel 2,31-35)

El libro de Daniel pertenece a los libros proféticos del Antiguo Testamento y se enmarca dentro del género apocalíptico que relata acontecimientos presentes y futuros mediante visiones simbólicas y eventos cósmicos

Daniel relata hechos ocurridos durante el exilio del pueblo judío en Babilonia en el siglo VI a.C., y anuncia el cumplimiento de la profecía mesiánica con la venida de Jesucristo.

Gran interprete de sueños, se gana el favor del rey Nabucodonosor al explicarle el sueño que tiene y que nadie sabe interpretar, acerca de una enorme estatua hecha pedazos por una gran piedra que se convierte en montaña y llena toda la tierra. 
 
La interpretación de Daniel del sueño de la gran estatua que se narra en el capítulo 2, se refiere a los imperios que se sucederían hasta la llegada del reino de Dios: 

Cabeza de oro
Daniel 2,37-38
              

Representa a Nabucodonosor y al Imperio Babilónico (605-539 a. C.)El oro refleja el esplendor, la importancia y uso que el Imperio babilónico daba a este metal precioso: los tributos se cobraban en oro, el trono de Nabucodonosor era de oro y su pretensión era que Babilonia fuera una ciudad de oro.

Pecho y brazos de plata
Daniel 2,39
             

Simboliza a Dario y Artajerjes y al Imperio Medo-Persa (539-331 a. C.). La plata representa los tributos del imperio persa, que se cobraban en en este metal..

Vientre y muslos de bronce
Daniel 2,39
               

Representa a Alejandro Magno y al Imperio Griego-Macedonio (331-168 a. C.). El bronce refleja el uso de este material tan utilizado por los griegos para fabricar todo tipo de objetos: estatuas, cascos, corazas, escudos, espadas, herramientas, instrumentos musicales, vasijas, muebles, utensilios, etc.

Piernas de hierro 
Daniel 2,40
                    
Simboliza a César Augusto y al Imperio Romano (168-476 a. C.). El hierro representa el carácter estricto, duro, rudo, frío, bélicoso, duradero y férreo imperial romano. 

Las dos piernas simbolizan las vias romanas por las que se podía caminar a lo largo y ancho del Imperio, y también la división del Imperio cuando, en el 395 d. C., el emperador Teodosio lo repartió entre sus dos hijos: 

-para Arcadio, el Imperio Romano de Oriente formado por los Balcanes, Anatolia, Oriente Próximo y Egipto, y que se convertiría en el Imperio Bizantino, con capital en Bizancio, denominación griega de Constantinopla.

-para Honorio, el Imperio Romano de Occidente formado por la península Itálica, la península Ibérica, las Galias, Britania, el Magreb y las costas de Libia.
Pies de hierro con barro o arcilla
Daniel 2,41-43
Representan diez reinos, pueblos, naciones o gobiernos:

-para los  preteristas, a los reyes seléucidas, sucesores del Imperio de Alejandro Magno.

-para los historicistasa la "Europa de los diez", que se convertiría después en la Unión Europea, a quien se denomina escatológicamente como "La Roma revivida" o "La nueva Roma".

-para la mayoría de los exegetas, a los diez pueblos germánicos bárbaros (diez dedos) que invadieron el Imperio romano. 

La mezcla de hierro y barro representa la romanización de algunos de estos pueblos germánicos, la desaparición de tres: hérulos o vikingos (439 d. C.), vándalos (533 d. C.) y ostrogodos (538 d. C.) al rehúsar su conversión al cristianismo, y la continuación de siete que formarán Europa que, aunque unidos, cada uno será un país independiente (no se mezclarán como no puede mezclarse el hierro y el barro): 

-hunos/mongoles: Europa central
-francos/normandos: Francia
-anglos/sajones/jutos: Gran Bretaña
-godos/visigodos: España y Portugal
-lombardos: Italia
-alanos/suevos: Grecia y Asia Menor
-escitas/iranios: Oriente Próximo y norte de África

Estos "siete reinos" restantes, coinciden con la visión de los "siete cuernos" de la bestia que surge del mar de Juan en Apocalipsis 13,1.

La gran piedra que hace añicos la estatua 
Daniel 2,44-45
Simboliza el reinado de Jesucristo, quien con su Encarnación, Muerte y Resurrección se convierte en la piedra angular, en el fundamento sólido del reino de Dios en la tierra:

"La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. 
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. 
Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo" 
(Salmo 118,22-24; Hechos 4,11)

"He puesto en Sión como fundamento una piedra,
una piedra probada,
una piedra angular preciosa,
un fundamento sólido"
(Isaías 28,16; Romanos 9,33; 1 Pedro 2,6)

"La roca era Cristo" 
(1 Corintios 10,4)


En un próximo artículo, veremos como esta visión de la estatua de Nabucodonosor está asociada y relacionada, en el capítulo 7, con otra posterior que tiene su hijo y sucesor, Baltasar sobre cuatro bestias gigantescas y distintas que surgen del mar, y que también tiene relación con la visión de Juan en Apocalipsis 13 y 17.