¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

CONFLICTOS DENTRO DE UNA COMUNIDAD CRISTIANA


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En el ámbito de las relaciones personales existen, a menudo, gran cantidad de conflictos. Y la Iglesia, que está formada por personas que se relacionan, no es una excepción.

Las causas fundamentales son:

1. No todas las personas pertenecientes a la iglesia, lamentablemente, están capacitadas para el liderazgo o, bien, no tienen las habilidades adecuadas para relacionarse con éxito, es decir, carecen de carisma y/o talento. 

2. Es un hecho cierto que algunos sacerdotes tienen una sólida formación teológica pero carecen de habilidades de liderazgo (coaching), y no son capaces de gestionar grupos, ni de delegar en otros o ni de formar a otros para liderar.

3. A menudo, los sacerdotes, los coordinadores o líderes de las áreas pastorales no eligen su propio equipo sino que o lo heredan o les es impuesto. 

4. No existe química entre las personas que componen el grupo. Ni intención de que la haya.

5. Las prioridades no son comunes, ya sean en sentido vertical (sacerdote-miembros) u horizontal (miembros-miembros). Unos piensan unas cosas y otros, las contrarias.

6. Existen celos y envidias. Para algunas personas no es fácil aceptar que otros estén más capacitados que ellos o sencillamente, albergan celos de otros por creerse más aptos o por llevar más tiempo en la comunidad.

7. Existe una clara insubordinación. Con demasiada frecuencia, muchas personas creen tener una varita mágica que les otorga la capacidad de resolverlo todo y son incapaces de subordinarse o de obedecer.

8. Se establecen grupos estufas, grupos de intereses (lobbies) o alianzas entre algunos sectores de la comunidad (estado civil, pertenencia a grupos o movimientos, etc.) que no son nada saludables porque buscan bien su comodidad o bien su pertenencia a un grupo reducido en el que ansían siempre salirse con la suya, generando malestar y divisiones internas dentro de la comunidad.

9. La comunicación es pobre o inexistente. El sacerdote elige un camino pero no lo transmite o no es entendido. Las personas evitan relacionarse entre sí salvo cuando es inevitable en la misa dominical.

10. Existen diferentes niveles de compromiso o trabajo. Unos están están para casi todo; otros están para casi nada. Todos se consideran imprescindibles y es cuando aparece el resentimiento y las disputas entre ellos.

11. No existe caridad. Las personas se culpan unos a otros. Evidentemente, tales acciones son nefastas para las relaciones dentro del pueblo de Dios, donde debe imperar el amor y la misericordia. Destruyen la comunidad en lugar de construirla.

12. Las ideas o soluciones aportadas por otros se frustran o deniegan. A veces, en los consejos parroquiales se oye pero no se escucha. El consenso brilla por su ausencia.

13. No existe agradecimiento. El aspecto clave en la iglesia es la unidad  y la mejor manera de eliminarla pasa por no ser agradecidos.












martes, 29 de noviembre de 2016

LA CONVERSIÓN PASTORAL DE NUESTROS SACERDOTES



A veces tengo la impresión de que algunos sacerdotes piensan que la conversión pastoral misionera a la que llama Dios a toda su Iglesia, no va con ellos, sino que es sólo tarea de los laicos.

Es preciso que la "conversión misionera" comience por los sacerdotes, pues "su ministerio está totalmente al servicio a los laicos: al servicio de su fe, de su esperanza y de su caridad... y para ayudarles a vivir en plenitud su papel específico en la misión de la Iglesia". (Pastores dabo vobis n. 16 y n. 17).

Una conversión misionera de nuestras parroquias requiere que, primero, los sacerdotes sean audazmente misioneros, haciéndose "todo para todos, para salvar de cualquier manera a algunos" (1 Corintios 9,22), sin acomodarse en su papel de líderes ni permanecer en el ámbito “protegido” del círculo de sus más próximos.

Debido a la ausencia de "conversión misionera" de los sacerdotes de algunas parroquias, surgen, inevitablemente, quejas sobre ellos. Incluso, las personas comprometidas con sus parroquias, tienen quejas. Y, siendo honestos, algunas de ellas no son justas porque los sacerdotes no son perfectos, pero otras sí lo son, porque los sacerdotes no cumplen su misión.

Sin embargo, estoy convencido de que no es posible que se produzca una conversión misionera ni que mejore el sacerdocio de nuestros queridos curas si no hay nadie que les diga en qué pueden mejorar. Desde la humildad y la corrección fraterna sin ánimo de crítica, he aquí algunas de las quejas más comunes:

Es controlador

Todas las decisiones son tomadas exclusivamente por el sacerdote. Todos pueden dar su opinión pero la decisión final, la toma él.

Está siempre a la defensiva

Normalmente, evita asumir desafíos. No se puede hablar con él acerca de un problema. Se niega a admitir que puede estar equivocado o que hace algo mal. 

Es rutinario

Disfruta tanto con las rutinas y las estructuras, que nunca intenta cambiar nada. Siempre está en actitud pasiva en lugar de activa.

Es miedoso

Ya sea por complacer a la gente o por falta de fe, teme el riesgo, hasta el punto de paralizar al equipo.

Es perezoso

En una ocasión, escuché esto de un sacerdote:"No hagáis lo que yo hago. Hacer lo que yo os digo, porque yo no voy a hacer nada."

Es impredecible 

Es inconsistente, sale por donde menos imaginas y hace que la gente nunca sepa a qué atenerse.

Es perfeccionista

No importa lo mucho que se avance, en lugar de celebrarlo, siempre está preguntando  ¿Y ahora que más?

Es confuso

Cuando marca el camino o establece la visión, los que tienen que ponerlo en práctica no le entienden. Y se frustran.

Es orgulloso

Se lleva toda la gloria y las medallas. ¡No hay más que decir!.

Es indeciso

Nunca es capaz de tomar una decisión. Y todo el mundo espera. Y espera. Y todo se para.

Está siempre ocupado

A veces está tan ocupado pensando en sus cosas, que los que tratan de seguirlo sienten que no se les escucha.

Es hipócrita

Su vida personal, y la que ven sus más allegados, no coincide con su imagen pública.

Está siempre agotado

Es un problema grave estar siempre anclado en la queja o en el cansancio, pues esa actitud lejos de motivar, desilusiona a los que le escuchan.



En la mayoría de las ocasiones, el sacerdote es totalmente ajeno a todas estas formas negativas. Por eso, desde una mayor distancia y una perspectiva externa, todos debemos ayudarles por el bien de toda la Iglesia de Cristo. 

Resultado de imagen de conversion pastoralEl dinamismo de una parroquia en misión permanente supone un proceso pedagógico con un itinerario pastoral en el que formamos corazones de discípulos misioneros en todos nosotros: bautizados, confirmados, ordenados para el ministerio sacerdotal y consagrados.

Nuestro discipulado misionero exige una conversión pastoral, es decir, la audacia de hacer más evangélica, discipular y participativa, la manera como construimos la Iglesia, según Cristo la fundó. 

La construcción de la Iglesia es tarea de todos pero comienza por aquellos que la lideran y guían. Y todo para la Gloria de Dios. 

La conversión personal de todos debe despertar nuestra capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de Dios en nuestras vidas. 

Por ello,  obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y laicos, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Apocalipsis 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta.






domingo, 27 de noviembre de 2016

EL APÓSTOL PABLO: REFERENCIA DE SERVICIO A DIOS





Me gusta el apóstol San Pablo. Siempre me ha gustado. Es mi referente porque me siento muy identificado con él y con su conversión.

El apóstol Pablo nos ofrece una enseñanza vivificante a través de su ministerio y de su prolífico legado de cartas dirigidas a las distintas iglesias (otra de las cosas que comparto con él, la escritura).

Es el discípulo más ferviente (o a mi me lo parece) en cuanto a seguir a Jesucristo. "Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo." (1 Corintios 11, 1). Pablo sigue directamente a Jesús, que es la Piedra Angular, el Ejemplo por antonomasia... pero mientras que Cristo no tiene pecado, Pablo sí. Ahí está la cuestión: lo que también comparto con Pablo es la misma humanidad pecaminosa, y a pesar de ello, trato de seguir el ejemplo de nuestro Señor. 

Se me ocurren seis razones por las que me identifico con el apóstol, porque San Pablo era:

1Converso

Su conversión tumbativa y el cambio drástico en su modo de proceder son dos hechos que ocurrieron durante su camino a Damasco. 

Imagen relacionadaPasó de ser un perseguidor y asesino de cristianos a ser un seguidor de Cristo y defensor de su pueblo:"El que antes nos perseguía, ahora anuncia la fe que trataba de destruir" (Gálatas 1,23).

Salvando las distancias, durante mucho tiempo, yo también odié a los cristianos y a la Iglesia. Y al igual que él, tras mi conversión, pasé de ser un opositor, a ser un seguidor de Cristo y defensor de su Iglesia, cuando le escuché decirme: "¿por qué me persigues?

Yo también me he encontrado a Cristo resucitado (en mi camino de Emaús). Él me ha perdonado y me ha encargado una misión: "Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

2. Auténtico

Pablo fue un hombre honesto precisamente por ser cristiano. Estaba completamente convencido de lo que hacía: "Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento. Mi conciencia, bajo la acción del Espíritu Santo, me asegura que digo la verdad. Tengo una tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor. Quisiera ser objeto de maldición, separado incluso de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza. (Romanos 9, 1-3).

Yo también me considero un hombre auténtico, sin doblez, honesto y comprometido. Pero nada de eso es por mérito propio, sino precisamente por ser cristiano y por dejarme guiar por la acción del Espíritu Santo. 

Lo importante es el hecho de que Cristo es La Verdad y que mi labor principal es acercar esa Verdad a los demás.

3. Discípulo misionero

"No considero mi vida de ningún valor ni precioso para mí, si sólo puedo terminar mi curso y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20, 24).

"He peleado la buena pelea, he terminado la carrera, he mantenido la fe. De aquí en adelante me esconden la corona de la justicia". (2 Timoteo 4, 7-8).

"Yo hago mi ambición de predicar el evangelio, no donde Cristo ya ha sido nombrado, para que no construya sobre el fundamento de otra persona". (Romanos 15, 20)

He llegado a comprender, como el apóstol, que mi vida no tiene sentido si no es para acercar a Cristo a los demás; que el propósito de mi vida es la misión. Por eso, es una de mis prioridades pedirle ayuda al Espíritu Santo, para que me conceda sus dones; sobre todo, el de aumentar mi fe. 

4. Valiente

"[He servido a Cristo] con trabajos mucho mayores, mucho más prisioneros, con innumerables palizas, ya menudo cerca de la muerte. Cinco veces recibí a manos de los judíos las cuarenta pestañas menos una. Tres veces me golpearon con varas. Una vez me apedrearon. Tres veces naufragué; Una noche y un día estuve a la deriva en el mar; El peligro de los pueblos, el peligro de los gentiles, el peligro de la ciudad, el peligro en el desierto, el peligro en el mar, el peligro de los falsos hermanos; En fatiga y dificultad, a través de muchas noches sin dormir, en hambre y sed, a menudo sin comida, en frío y exposición. Y, aparte de otras cosas, hay la presión diaria en mí de mi ansiedad por todas las iglesias". (2 Corintios 11, 23-29).

Para Pablo, servir a Cristo trata de asumir un compromiso inquebrantable. Una "misión posible", aunque nada fácil. 
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Siempre digo que "ser cristiano es peligroso" en el sentido de que, a diferencia de lo que muchos "cristianos" piensan desde su fe de cumplimiento" ("cumplo y miento") y su convicción de mantenimiento ("mantengo y miento"), seguir a Cristo no basta con decir "ser cristiano" o acudir a misa. 

Ser cristiano es elegir un camino incómodo, nada confortable. El mismo Cristo nos dijo: "No he venido a ser servido sino a servir" (Mateo 20, 17-28). No se trata pues de un mensaje que nos conduce a una vida espiritual estática y tranquila. 

A partir de que tu decisión, tu sí, te compromete a seguirlo hasta el final, el camino se torna difícil y en ocasiones, muy "cuesta arriba"

Requiere "cargar con tu propia cruz", abandonar tu "zona de confort", e incluso, a los tuyos. Requiere altas dosis de coraje y valentía, y encierra mucho trabajo, bastantes decepciones y algo de sufrimiento. Vamos,  que Cristo es para valientes o para locos (2 Corintios 11,23). Y yo estoy muy loco.

5. Pecador

Pablo sabía que no era un hombre perfecto. Consciente de sus pecados y de sus defectos, ayudaba a otros a luchar por la santidad: desde la aceptación de los instintos de la carne, es Dios quien nos levanta hacia Él, quien nos ama y nos quiere "hacer suyos", es decir santos como Él.

"No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; y lo que detesto, eso es justamente lo que hago. Yo sé que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: eso es lo que hago. En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo. Doy gracias a Dios por Jesucristo, nuestro Señor. Así que yo mismo con el espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.
"(Romanos 7,15, 18, 22-25).

Y es que en muchas ocasiones me pasa como al apóstol: que no entiendo o no sé lo que a hago o por qué, aunque una cosa tengo clara: que mi mirada está fija en alcanzar la perfección, es decir, la santidad. 

No pretendo decir que yo sea mejor cristiano que otros o más perfecto. 

Muy al contrario, soy consciente de lo mucho que me falta para la santidad pero mi corazón ardiente me impulsa a correr hacia Él, que es perfecto y santo; me insta a mirar hacia adelante y nunca hacia atrás; me insta a "dejarlo todo por Él".

"No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús(Filipenses 3,12).

"Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

Esto es, fundamentalmente, lo que sostiene mi fe: que Jesucristo vino a salvar a hombres como yo, pecadores; que Dios me ofrece misericordia, que es amor inmerecido, amor a un miserable; que Dios es  absolutamente asombroso, porque nos ama a pesar de nosotros mismos. Y por eso, en mi debilidad, pongo toda mi confianza en Dios.

6. Comprometido


El compromiso de Pablo con Cristo se hace evidente en su madurez espiritual, en su humildad y en su servicio a los demás.

Pablo estaba convencido que seguir a Cristo significa servir a los demás, y aunque formalmente educado a los pies de un maestro famoso (Hechos 22, 3), Pablo sirvió a otros sin tratar de deslumbrar ni de exaltarse a sí mismo. Por el contrario, instó a todos los cristianos a vivir como él: completamente para la gloria de Dios en Cristo.

Por eso, al igual que Pablo, mi compromiso es servir a los demás para la gloria de Dios. Hablo en serio: no me gustan nada las medallas ni las palmaditas en la espalda ni los reconocimientos. ¿Por qué? Porque es por eso que todas las cosas existen (incluido yo): para la gloria de Dios.


"Porque de él y por él y para él son todas las cosas. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén."(Romanos 11,36).




viernes, 18 de noviembre de 2016

PROVERBIOS 31: DEDICADO A LA MUJER DE MI VIDA




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Hoy quiero hacer un homenaje a la mujer perfecta, a la esposa ideal: la mía.

El libro de Proverbios en su capítulo 31, versículos 10 al 31, la define:

10. Una mujer perfecta, ¿quién la encontrará? Vale mucho más que las perlas.


Yo la encontré hace 30 años. Dios la puso en mi camino. Una noche de verano en el Paseo de la Castellana. Y sí...vale mucho más que las perlas. Vale su peso en oro

11. Confía en ella el corazón de su marido y no cesa de tener ganancia.

Siempre he confiado en ella. Puse mi fe en ella. Le dí mi "sí" hasta el final. Siempre he salido ganando. 

Siempre he visto su valía y he confiado plenamente en sus capacidades porque siempre ha demostrado ser merecedora de toda mi confianza por su completa lealtad. Confianza que se ha ganado a pulso, a lo largo de los años, y que crece día a día. 

12. Ella le procura el bien y nunca el mal todos los días de su vida.

Durante nuestra vida juntos, ella siempre se ha preocupado de mi bienestar, de mi comodidad, de mi felicidad, de mi fe.

No hace las cosas porque la obliguen, sino porque desea hacerlas. Su motivación es el amor que nos tiene a mí, a nuestros hijos y a su hogar, por lo que se siente feliz haciendo lo que hace. 

13-15. Busca lana y lino, y trabaja con su mano solícita. Es como una nave mercante que de lejano trae sus víveres. Se levanta cuando todavía es de noche, distribuye la comida a su casa y las tareas a sus criadas


Siempre atenta, siempre solícita, siempre dispuesta.

Siempre velando por el bien de la familia, sin temor a realizar cualquier labor, por desagradable que ésta sea.

Controla y rige la casa de día y de noche.

No sólo trabaja no solamente con diligencia, sino también con buena voluntad, sabiendo que sus esfuerzos están bien empleados. 



16-17. Desea un campo y lo compra, con el fruto de sus manos planta una viña. Ciñe sus lomos de fortaleza y emplea la fuerza de sus brazos.

Gran ecónoma y mejor negociante, mira siempre por el bien de nuestra casa. Jamás derrocha. No se le caen los anillos y trabaja mucho más que yo. Se esfuerza al máximo en todo.



18-21. Constata que su industria prospera, su lámpara no se apaga por la noche. Echa mano a la rueca y sus dedos giran el huso. Tiende su brazo al desgraciado y alarga la mano al indigente. No teme la nieve para su casa, porque toda su familia lleva doble vestido.


Es previsora, se anticipa a los problemas y no deja cabos sueltos. Siempre dispuesta al trabajo, siempre atenta a las necesidades de todos nosotros. No sólo se preocupa por mí y nuestra familia, sino también por las necesidades de la familia de Dios y en general, de los demás. 

22-25. Ella se hace cobertores, lino fino y púrpura la visten. En las puertas de la ciudad su marido es estimado, cuando se sienta con los ancianos del país. Teje telas de lino y las vende, y procura cinturones a los mercaderes. Se reviste de fortaleza y de gracia, y mira gozosa el porvenir.


Siempre elegante. siempre impoluta. Siempre es una perfecta compañera de quien jamás me he avergonzado en público. Todo lo contrario.


Trabaja también fuera pero desde su casa, es decir, nunca abandona su primer deber, que es ser el centro del hogar, sino que además, desarrolla otras actividades que enriquecen su vida.

Es precavida y se anticipa a las necesidades.


26-27. Abre su boca con sabiduría, y en su lengua hay una doctrina de bondad. Vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad.


Nunca dice necedades ni maldades ni palabras malsonantes. Y nunca está ociosa. Siempre tiene algo que pensar, algo que hacer.


Es administradora, una mujer de negocios, sabia para tomar decisiones, prudente, gana bien, supervisa y planea. Su responsabilidad es grande, pero su capacidad para enfrentarla también lo es. Dios la respalda y la sostiene



28. Sus hijos se levantan para proclamarla dichosa, su marido para hacer su elogio: "Muchas hijas se han mostrado virtuosas, pero tú superas a todas".

Resultado de imagen de la mujer virtuosaNuestros hijos están orgullosos de ella. Es ejemplo y referencia para ellos. Y yo también estoy muy orgulloso de ella y la elogio, aunque no todo lo que debiera.

Es ejemplo para toda mujer como madre, como ama de casa, como trabajadora externa, como esposa ideal y como cristiana.

La amamos por lo que es y por lo que vale. Y todo está basado en su relación con Dios, a quien reconoce todo el mérito y toda la gloria. Su foco de atención no está en las cosas materiales ni en su propia belleza, sino en agradar al Señor.


30-31. Engañosa es la gracia, vana la belleza; la mujer que teme al Señor, ésa debe ser alabada. Dadle del fruto de sus manos y que en las puertas de la ciudad sus obras proclamen su alabanza.


Lo que ella hace está bien hecho y es digno de ser alabado. No sólo es guapa y bella exteriormente; también y sobre todo, lo es interiormente. Una mujer de fe, una mujer cristiana y temerosa de Dios. Admirada y digna de confianza, dentro y fuera de casa.



Esa es mi mujer. Una mujer que trae gloria a su Señor y bendiciones a su familia. 









miércoles, 2 de noviembre de 2016

SUBAMOS A NUESTRA PARROQUIA AL SIGUIENTE NIVEL

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Todos buscamos una fórmula secreta para subir a nuestra parroquia al siguiente nivel, ya sea espiritualmente, numéricamente, personalmente, o todo lo anterior. 

Si bien el trabajo duro es imprescindible, se me ocurren algunas ideas fáciles de implementar en nuestra parroquia y que nos ayudarán a subir al siguiente nivel de desarrollo parroquial.

1. Orar continuamente

Independientemente de lo grande o pequeño que sea nuestro servicio o tarea, debemos orar diariamente para encontrar la guía de Dios. Las oraciones concretas, específicas y directas pueden parecernos duras o intimidatorias, pero el Dios al que servimos es concreto, específico y directo. Siempre nos responde.

2. Obedecer a Dios

Una vez que Dios nos responde, debemos obedecer. No tengamos miedo a ensayar esa nueva canción para el coro; no dudemos en lanzar ese servicio de atender a los que sufren y que nos saca de nuestra zona de confort; no demoremos el esfuerzo por ser más acogedores con las personas que nos visitan; no temamos establecer nuevos grupos de discipulado o titubeemos al renovar nuestros métodos evangelizadores.

3. Confiar en Dios

Incluso si algo no va tan bien como esperamos, Dios premiará nuestros esfuerzos. La gente de la parroquia necesita ver líderes que no tienen miedo a fallar o a equivocarse. Nuestra confianza en Dios siempre dará fruto, aunque no sea de la manera que nosotros esperemos.

4. Ser valientes

¿Queremos llegar a más personas? Probemos cosas nuevas. Si queremos resultados distintos, debemos probar cosas distintas. Hagámoslo aunque fallemos; Intentémoslo aunque nos cueste. Mostremos a todos que no tenemos miedo. 

5. Abandonarse al Espíritu Santo

Dejarse llevar, abandonarse al Señor y a Su Espíritu son las claves para llevar a nuestra parroquia al siguiente nivel de desarrollo. No se puede controlar cada área de la parroquia (es extremadamente difícil, si no imposible). Sólo Dios puede.

Debemos escuchar y responder en la dirección que sopla el Espíritu Santo tan ciega y desinteresadamente como nos sea posible. Surfear las olas espirituales que Dios nos envía.

6. Delegar

Formar líderes y delegar en otras personas la autonomía para tomar decisiones, y apoyarlas, independientemente de que sean "exitosas", creará personas capacitadas que confiarán en nuestros sacerdotes como líderes de la parroquia y los respetarán. Guíarlos, no controlarlos; formar discípulos, no seguidores; desarrollar personas en lugar de dirigirlas, y luego dejarlos ir y verlos volar.

Nos sorprenderemos al ver cómo esto llevará no sólo a las personas, sino también a nuestra parroquia al siguiente nivel de desarrollo. Dejemos el control al Espíritu Santo y no a nuestra propia voluntad.

7. Comprometernos 

Las únicas maneras de que cualquier plan de desarrollo de la parroquia sea exitoso son el seguimiento persistente y el compromiso. 

Necesitamos comprometernos realmente y comprometer a otros a vivir con estos principios y a desarrollarlos dentro de la parroquia. Las personas apreciarán y respetarán nuestro deseo de crecer y nuestra responsabilidad por hacer desarrollar la parroquia, y estarán siempre a nuestro lado cuando las cosas se pongan difíciles. Porque, sin duda, habrá momentos difíciles. 

Confiar en el líder de adoración para que elija las canciones apropiadas para una determinada homilía puede resultar en algo inesperado. 

Creer en el líder de acogida para que elija nuevas técnicas de saludo y recibimiento de las personas puede acabar con el temor de alguien a venir a misa.

Delegar en el líder de evangelización para optar por nuevos métodos y programas puede dar un fruto mayor del que imaginamos.

Facultar al líder de discipulado para optar por nuevas maneras y formas de dirigir las catequesis pueden involucrar más aún a los asistentes.

Resultado de imagen de no temasNo dejemos que estas cosas nos asusten. Dios dice: "No temas, estoy contigo". 

Proporcionemos pautas para el crecimiento y establezcamos espacios para la crítica constructiva. Permitamos que otros desarrollen sus dones y habilidades de liderazgo. Veamos estos momentos difíciles como oportunidades para todos crezcamos y nos desarrollemos.

Cuando hagamos todo esto, en plena faena, es seguro que habrá momentos de debilidad, desesperación o fracaso. Pero como todo en la vida, no dejemos que estos pequeños contratiempos nos desanimen y eviten nuestra proposición de intentarlo.

Se necesita mucha valentía y coraje para salir y hacer lo que el Señor hizo y nos llama a hacer: hacer todo nuevo. 

Se necesita práctica para aprender a dejarse llevar por Dios y a delegar en otros. 

Se necesita fortaleza para hacer nuevas cosas cuando los acontecimientos se vuelven en nuestra contra. 

Pero no nos arrepintamos de hacer ninguna de estas cosas. Sin duda, nos llevarán a todos nosotros y a nuestra parroquia al siguiente nivel. Y estaremos más cerca de Dios y de su voluntad.