¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

jueves, 31 de agosto de 2017

"AMOR EN ACCIÓN"




Hoy, un fuerza interior me llama a compartir con todos, a gritar al mundo, la inmensa alegría y el gran gozo que desborda mi corazón, después de haber estado sirviendo a Nuestra Señora la Santísima Virgen, en la misión mariana que los Heraldos del Evangelio hemos realizado en Guijo de Galisteo (Cáceres).

Como dice una gran amiga y hermana mía, "una misión que ha quedado impresa y tatuada en nuestros corazones"; una inolvidable vivencia del "amor en acción"; una hermosa y maternal experiencia de María; una sobrenatural primicia del cielo y una profunda presencia de Jesucristo.

Creo, sinceramente, que los que allí estuvimos, hemos experimentado un "cachito de cielo" a través de las múltiples sensaciones, de los imborrables sentimientos y de las innumerables y abundantes gracias que la "Bella Señora" ha derramado sobre quienes la hemos portado y sobre quienes la han recibido en sus casas y corazones.

Unas Gracias que nos han elevado a las alturas, de la mano de la Virgen Santísima, la "Llena de Gracia". No en vano, Ella es conquistadora de corazones, también en esa tierra extrema y dura de conquistadores.

Aún me emociono recordando los rostros iluminados de las personas que han abierto de par en par sus casas y sus corazones, para que María pasara a ser coronada como Reina y Señora. Rostros llenos de alegría, fe, paz, y emoción.... Rostros impresionados por la visión de María y ojos por los que escapaban lágrimas de puro amor...

Quiero agradecer desde lo más profundo de mi corazón, en primer lugar, a nuestros queridos hermanos de la Orden 1a. de los Heraldos del Evangelio, por la confianza depositada en nosotros, por la oportunidad de ser partícipes de esta experiencia de María, por el regalo de dejarnos portar a Nuestra Señora como esclavos suyos y, desde luego, por su total y absoluta entrega a la Virgen. 

También, gracias por enseñarnos a entregarnos a Ella en cuerpo y alma, a ser mejores seguidores de Cristo. Gracias por su infinita paciencia con nosotros, por ese amor que transmiten en cada minuto, en cada palabra, en cada paso...


En segundo lugar, quiero dar gracias por la impresionante atención y la calurosa acogida de todas esas humildes gentes de Guijo de Galisteo, por cómo se han volcado con la Virgen y con todos nosotros, por cómo han estado en todo momento pendientes de nuestras necesidades, por cómo se han desbordado como un río de amor por las estrechas calles del pueblo. 
Gracias por su firme fe y su profunda devoción mariana, que ha convertido esa bendita población en una huella indeleble del paso de María. 

Por supuesto, quiero agradecer y hacer mención especial a su párroco, D. Raúl, por su entrega y cariño hacia todos nosotros. Un joven sacerdote entregado por completo a su vocación, a su servicio a Dios y a su pueblo. 

Cura y tamborilero, "pastor con olor a oveja", es un hombre que contagia entusiasmo, que transmite la alegría del Evangelio y que demuestra su amor por Dios y por la Virgen... regalando caridad, fe y esperanza por cada rincón de su pueblo natal.

Finalmente y lo más importante, quiero agradecer a Jesús y a la Virgen, la oportunidad que nos conceden de ser instrumentos de Dios, de ser herramientas de Su infinito amor, de ser esclavos suyos al servicio del Reino.

Realmente, esta misión mariana ha sido una maravillosa vivencia del "amor en acción", como dijo Santa Teresa de Calcuta. Un amor que ha sobrevolado todo el pueblo, cada casa, cada tienda, cada establecimiento, cada rincón.

Una gran fiesta donde "no sé si el cielo bajó o el pueblo subió, pero los ángeles volaban en ese lugar, en medio de todos y sobre el altar, trayendo las manos llenas de bendiciones. Yo sé que estaba lleno de ángeles, sí y que el mismo Dios estaba allí. Y que si los ángeles vuelan, la iglesia se alegra, todos cantan y lloran, las almas se elevan y se asusta el infierno, se aleja el mal".


Una bendición sobrenatural de un pueblo, desconocido para mí pero que, desde ahora, llevaré en mi corazón el resto de mi vida.

Mi corazón es de María y también, un poco de ese pueblo tan entrañable, Guijo de Galisteo.

GRACIAS







viernes, 25 de agosto de 2017

PARROQUIAS DE PUERTAS GIRATORIAS

A menudo, nos preocupamos porque nuestro comunidad de fe sea fructífera, porque nuestra Iglesia dé resultados, porque nuestra parroquia crezca. 

Sin embargo, el fruto de una parroquia no se mide por su número de asientos, sino por su número de discípulos. 

El objetivo no es que entren personas sino que salgan apóstoles. 
El método es dotar a nuestras parroquias de "puertas giratorias".

Las puertas giratorias permiten un uso simultáneo tanto para entrar como para salir. Unidas por un eje central les permite girar, ya sea mediante un motor o al ser empujadas por los usuarios.

La ventaja es que, por lo menos, las personas pueden entrar y salir al mismo tiempo.

Entonces ¿cómo construir una parroquia de puertas giratorias? ¿Cómo hacerla realidad?

Proyectar en oración

El Salmo 127, 1 dice: "Si el Señor no edifica la casa, sus constructores trabajan en vano".

Más que cualquier habilidad, talento o recurso, ¡necesitamos la guía, dirección y bendición de Dios! Si Dios no está en nuestra obra, trabajaremos inútilmente. 

Preguntemos al Arquitecto del universo ¿a dónde debemos ir? ¿qué debemos hacer?

Normalmente, le exponemos a Dios nuestros planes y le pedimos que se cumplan, cuando lo que deberíamos hacer es pedirle que nos ayude a interpretar lo que Él desea que hagamos

Orar con fe, confianza, humildad e insistencia es la forma adecuada de conocer la voluntad y su plan para nuestra parroquia.

No empecemos nada sin antes haberlo puesto en oración delante de Dios!!!

Cimentar en Cristo

En 1 Corintios 3, 10 y 13, el apóstol Pablo dice: " Según el don que Dios me ha concedido, yo puse los cimientos como buen arquitecto, y otro construye el edificio. Que cada uno mire cómo construye... Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está ya puesto, que es Jesucristo."

Nos muestra en ese pasaje tres grandes verdades: 

-Dios trabaja a través de las personas según las capacidades que nos ha dado. 
-El fundamento de la fe es Jesucristo. Sobre Él, construiremos siempre algo firme. 
-Los planes y programas humanos no duran. Los propósitos de Dios duran eternamente

Nuestras actividades deben girar en torno a anunciar a Cristo. Nuestro mensaje ha de ser, ante todo, cristocéntrico.

Si no llevamos a las personas a Jesús, nada de lo que hagamos tendrá sentido ni resultado.

Conocer nuestro público objetivo

Cuanto más conozcamos a las personas a las que tratamos de llegar, más fácil será acercarnos a ellos. 

Conocer nuestro "target" en la evangelización no es una mera táctica de marketing, es una metodología del Nuevo Testamento. Jesús conocía su público objetivo: "No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores para que se conviertan" (Lucas 5,32). 

Nuestra meta no pasa por ser exclusivos, sino más bien por ser efectivos. 

Así pues, definamos nuestro objetivo

-Geográficamente: ¿A dónde vamos? 
-Demográficamente: ¿Qué tipo de personas viven aquí? 
-Culturalmente: ¿Qué valoran las personas que viven aquí?
-Socialmente: ¿Qué necesidades tienen las personas que viven aquí?

Nuestro objetivo determina nuestra estrategia

Cuando pescamos ¿utilizamos el mismo tipo de cebo para todos los peces? ¿utilizamos el mismo tamaño de anzuelo para todos los peces? 

Cuando construimos ¿utilizamos el mismo tipo de material para todos los edificios? ¿utilizamos los mismos planos para cada especialidad?

Uno de los problemas en la iglesia es que todavía estamos usando cebos y anzuelos, materiales y planos (métodos y lenguajes) que funcionaban hace varias décadas y que ahora ya no funcionan

Tenemos que ser más más creativos cuando se trata de llegar a cada nueva generación. Para ser eficaces, debemos ser flexibles y estratégicos

Construir personas, no edificios

Cristo fundó su Iglesia sin edificios. No era lo más importante. Lo importante era llevar su mensaje a las personas, a los necesitados.

La Iglesia no son los edificios ni las parroquias ni las catedrales. La Iglesia son las personas.

Debemos construir personas, atendiendo sus necesidades, no las nuestras. 

Comenzar por grupos pequeños

Las casas donde las personas viven, donde comparten su vida, donde se reúnen, son los espacios más adecuados para recibir la mejor formación.  

La fe se vive en comunidad y ésta comienza en casa y sigue en la parroquia.

"Día tras día, en los patios del templo y de casa en casa, nunca dejaron de enseñar y proclamar la buena noticia de que Jesús es el Cristo" (Hechos 5, 42). 

Las células sanas (grupos de fe) son la clave para reproducir el cuerpo (Iglesia), y los propósitos de Dios son el ADN de las células sanas.

Multiplicar líderes que sirvan

La Biblia dice: "Todos vosotros sois el único cuerpo de Cristo, y cada uno de vosotros es parte separada y necesaria de él" (1 Corintios 12, 27). 

Si queremos multiplicar nuestras parroquias, tenemos que multiplicar líderes. Y podemos hacerlo más rápido repitiendo continuamente dos principios clave para movilizar más personas en el servicio:

-"¡Vosotros sois!". Eliminamos la burocracia y dejamos que la gente lidere. 
-"¡Lo suficientemente buenos!". No esperamos alcanzar la perfección para comenzar. 

Crear una estructura sencilla

Crear y desarrollar una estructura de liderazgo sencilla nos permitirá maximizar el servicio y minimizar el mantenimiento. 

En lugar de simplemente conservar nuestra maquinaria institucional y mantener todos los programas en marcha, las parroquias deben agilizar la forma en la que funcionan las cosas. 

Cuando tenemos una estructura organizacional complicada empiezan los conflictos internos y las personas se desaniman o se queman. 

La realidad es que para que una parroquia siga creciendo, debe seguir cambiando.

MISIONES MARIANAS: LA VIRGEN NO PARA...

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La Virgen no para!!!

La Virgen Santísima no para de derramar gracias y de conquistar los corazones de aquellos hijos suyos que la reciben en sus hogares, durante las Misiones Marianas que realizamos los Heraldos del Evangelio y los cooperantes, en colaboración con los trabajos de evangelización y apostolado que se realizan en las parroquias donde actuamos.

La misión mariana es un acto de valentía que realizamos acompañados de un gozo y una alegría inimaginables hasta que no se vive una.

La misión mariana es un acto de orgullo que realizamos portando a la Virgen como esclavos suyos y mostrando al mundo a Jesucristo, a través suyo, pues no en vano, Ella es la intercesora más eficaz de todos nosotros ante Dios.

La misión mariana comienza con la llegada triunfal de la Virgen Peregrina de Fátima a una parroquia, portada solemnemente en cortejo por los Heraldos del Evangelio y los cooperantes, acompañada por el coro y orquesta, que toca y canta “El trece de mayo”.

Una vez en el altar, la Santísima Virgen es coronada como Reina de cielos y tierra.

Le sigue una misa sentida en la que un Heraldo del Evangelio explica el sentido de la misión mariana en la parroquia y cómo proceder para recibir a la Virgen en casa.

Durante una semana, la Virgen peregrina por casas, domicilios, tiendas, oficinas y distintos establecimientos de todas aquellas personas que desean recibir a Nuestra Señora.

En cada lugar donde llega la Virgen, se saluda a la familia y se pide a algún miembro de ella que corone la imagen de Nuestra Señora, convirtiéndola así en reina de su hogar y su familia. 

La Virgen colma de gracias y bendiciones a cuantos la reciben y la portan.

Tras la coronación, se suele rezar un misterio del rosario y se acaba con la bendición sacerdotal.

Si aún no has formado parte de una misión mariana, te animo a probarlo.

Repetirás.


"VEN Y VERÁS", MI RESPUESTA A SU LLAMADA


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"Ven y verás"
(Juan 1, 46)

Siempre me he sentido muy identificado con el apóstol Pablo por la similitud de mi conversión y la suya. No obstante, ayer durante la misa en la que celebrábamos la fiesta de San Bartolomé, me di cuenta de que los inicios de mi camino de evangelizador se asemejan bastante a los de este apóstol.

Poco conocía yo de Bartolomé, cuyo nombre (en griego, Βαρθολομαίος) procede del arameo bar-Tôlmay, "hijo de Tôlmay" o "hijo de Ptolomeo", y quien es mencionado en los tres evangelios sinópticos, siempre en compañía de Felipe.

Sin embargo, en el Evangelio de Juan no aparece con el nombre de Bartolomé, sino con el de Natanael porque para los galileos del siglo I era habitual adoptar nombres griegos.

Natanael fue uno de los discípulos a los que Jesús se apareció en el Mar de Tiberiades después de su resurrección y según se narra en los Hechos de los Apóstoles, fue testigo de la ascensión de Jesús (Hechos 1, 13).

Bartolomé marchó a predicar el evangelio a la India y, más tarde a Armenia, junto a San Judas Tadeo, donde encontró el martirio y la muerte por Astiages, rey de Armenia y hermano del rey Polimio, a quien San Bartolomé había convertido al cristianismo.

Bartolomé fue llamado por Jesús a través de Felipe según relata el Evangelio de Juan 1, 45- 51. Es aquí donde me identifico plenamente con él.

Resultado de imagen de natanael y jesusHace dos años, una persona (cuál Felipe) me dijo algo parecido a lo que éste le dijo a Natanael, según narra el Evangelio de Juan. Invitándome a asistir a un retiro me dijo: "Hemos descubierto a Jesús en Emaús". A lo que entonces yo, respondí escéptico: "¿Puede salir algo bueno de un retiro?" Y él me respondió exactamente con las mismas palabras: "Ven y verás".

Lo que ocurrió después...se parece tanto a lo que le dijo Jesús a Natanael... que no salgo de mi asombro, ahora que lo reflexiono.

Yo vivía mi apostolado debajo de una higuera (mi parroquia), evangelizando sí...pero desde mi zona de confort, a la sombra, pensando que allí era un sitio ideal desde el que poder ver a Jesús, aunque desde lejos.

Cuando, durante el retiro, me encontré cara a cara con Él, me dijo: "Te quiero a mi lado como un auténtico cristiano".

A lo que yo le respondí:"¿De qué me conoces?".

Él me dijo: "Yo ya te había visto antes de que tú me vieras".

En ese momento, le reconocí y sí...como dice el Señor en el Evangelio de Juan, "he visto mayores milagros después de que el me dijera eso".

Fui y vi. Y le di mi "sí ".

Cada uno de nosotros hemos conocido a Cristo gracias a otra persona. El "sí" de otros nos lleva a nuestro "sí". Por eso, en cada cristiano, a lo largo de los siglos, se repite el pasaje de Felipe, Natanael y Jesús.

"Gracias, Señor, por todos aquellos que me han llevado a Ti.
 ¿Qué sería de mí sin la ayuda de mis hermanos en la fe? 

Gracias, Jesús, por ser ese tesoro que he recibido de otros. 
Gracias, por la oportunidad de venir y verte, 
de conocerte más de cerca y de descubrir tu amor.

¡Cuánta gente no ha escuchado hablar de Cristo! 
¡Cuántos saben de Él, pero no lo conocen en realidad, y por eso no lo aman! 
Y cuántos de ellos viven a nuestro lado, trabajan junto a nosotros,
 pasan por nuestras mismas calles. 
No podemos guardarnos el mayor tesoro de la humanidad para nosotros mismos. Tenemos que compartirlo, transmitir la gran noticia: 
¡hemos encontrado a Aquél que tanto anhela el corazón humano!

Dios nos ha escogido y bendecido con un propósito: 
para ser testigos de su verdad y su justicia en este mundo."

(Homilía de S.S. Francisco, 18 de enero de 2015).


Ahora, soy un poco más "auténtico" apóstol de Cristo. 

Ahora, soy también un poco más "Bartolomé".

miércoles, 23 de agosto de 2017

POR SUS CUALIDADES LOS RECONOCERÉIS

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"Los paganos, admirados de la fraternidad entre los seguidores de Jesús, 
murmuran envidiosos: 'Mirad cómo se aman', 
mientras ellos sólo se odian entre sí. 
'Mirad cómo están dispuestos a morir el uno por el otro', 
mientras que ellos están más bien dispuestos a matarse unos a otros."
 (TERTULIANO, Apologético, 39, 1-18)

En el anterior artículo, reflexionábamos sobre los frutos del Espíritu. Hoy hablaremos de otras cualidades por las que se reconocía a un cristiano en el siglo I y que no deberían quedar en el olvido.

Los primeros cristianos vivían lo que creían. Se ayudaban unos a otros, lo compartían todo, visitaban a los que estaban en la cárcel debido a su fe, cuidaban a sus hijos… Es decir, hacían visible el amor de Dios.

Esta concepción de Iglesia como comunidad basada en el amor, donde todos vivían la fe fue el fermento que expandió el cristianismo en los primeros siglos.

Hoy, veinte siglos después, la cuestión es ¿no habrá sido precisamente el abandono de esa concepción la que ha determinado un  evidente retroceso y una cierta decadencia de la Iglesia? ¿Nos miran los alejados con admiración y envidia? ¿Exclaman eso de "mirad cómo se aman"?

El amor de los cristianos conlleva intrínsecamente cualidades como:

Sacrificio/Servicio

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"Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, 
para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." 
(Juan 3,16)

El sacrificio de Jesús en la cruz muestra el inconmensurable amor de Dios hacia la humanidad. 

Es el sacrificio perfecto y nada ni nadie puede igualarlo, pero esto no quiere decir que no debamos continuar con el legado que nos dejó Jesús a través del servicio a Dios y a los demás. 

El amor es la condición para seguir a Cristo, el servicio es lo que verifica la autenticidad del amor. 

Los cristianos debemos ser conocidos por servir a Dios y al prójimo hasta el extremo, sin esperar nada a cambio. 

Abnegación/Entrega

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"Preocupándoos no sólo de vuestras cosas, 
sino también de las cosas de los demás. "(Filipenses 2, 4)

La abnegación presenta una imagen que dice: "Todo lo que necesites, estoy aquí para darme a ti". Es una cualidad que antepone los demás a uno mismo, y a Dios ante todo.

La abnegación es la actitud que Jesucristo nos enseñó: "negarse a si mismo para entregarse por completo, hasta el extremo de dar la vida por los demás",

Si el servicio es la verificación del amor, la abnegación es lo que garantiza la entrega desinteresada en el servicio a Dios y a los demás.

Compromiso/Testimonio

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"Sea vuestro lenguaje: 'Sí, sí; No, no: 
que lo que pasa de aquí viene del Maligno."
(Mateo 5,37)

Cuando los cristianos decimos que haremos algo, debemos asegurarnos de que lo haremos. 

A pesar de que todos cometemos errores, reflejar la imagen del compromiso con los demás muestra uno de los mayores atributos de Jesús.

Debemos mostrarle al mundo que somos dignos de confianza, y que nuestra palabra no se rompe.

Pero lo más importante es que debemos mostrarle al mundo a Jesús, proclamar su mensaje de amor y dar testimonio de él con nuestra vida, obras y palabras.

Si la abnegación es la garantía de la entrega, el testimonio es la confirmación del compromiso con la verdad.

Respeto/Reverencia

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"Respetad a todos, amad a los hermanos, reverenciad a Dios, honrad al rey. 
Esclavos, someteos con todo respeto a los amos; 
no sólo a los buenos y amables, sino también a los de carácter duro."
(1 Pedro 2,17-18)

Los cristianos encontramos todos los días personas con puntos de vista diferentes a nosotros, lo que no significa que no debamos ser respetuosos en nuestro desacuerdo. 

Los cristianos debemos ser conocidos como una comunidad de personas respetuosas con todos que, incluso en desacuerdo, pueden mostrar amabilidad y consideración.

Pero el principal respeto y gratitud de un cristiano es hacia a Dios, a través de la Eucaristía y Adoración. Los cristianos son reconocidos porque son personas respetuosas y agradecidas a Dios.

Si el testimonio es la confirmación de nuestro compromiso con Dios, el respeto es la demostración de nuestra adoración y reverencia a Dios.



POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS




"Por sus frutos los conoceréis. 
¿Acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de los cardos? 
Así también, todo árbol bueno da frutos buenos, 
pero el árbol malo da frutos malos.
Un árbol bueno no puede dar frutos malos, 
ni un árbol malo frutos buenos." 
(Mateo 7, 16-18)

Parece que los cristianos de hoy somos más conocidos por las cosas que no somos que por las que somos (o deberíamos ser). Y creo firmemente que deberían reconocernos por nuestros frutos. 

Como sabemos, los frutos del Espíritu "son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna". Son los frutos que todo cristiano debería dar, cualidades que todo cristiano debería mostrar.


La Biblia, en la carta del Apóstol Pablo a los Gálatas 5, 22-23 los enumera: "amor, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad".

Amor/Caridad 

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"El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor."
(1 Juan 4, 8) 

El amor es un valor intrínseco de los que han conocido el amor de Dios, los que se llaman seguidores de Cristo. Quien da este fruto refleja a Cristo en su vida permitiéndole actuar en su vida (Gálatas 2, 20).

En realidad, no creo que nadie pueda llamarse verdaderamente cristiano y no mostrar amor.

No importan las circunstancias a las que nos enfrentemos, amar a los demás es lo que nos distingue del resto del mundo.

San Agustín decía que "la caridad fraterna es la única que distingue a los hijos de Dios de los hijos del diablo. Pueden todos hacer la señal de la cruz, responder amén, hacerse bautizar, entrar en la iglesia, edificar templos. Pero los hijos de Dios sólo se distinguen de los del diablo por la caridad. Puedes tener todo lo que quieras; si te falta el amor, de nada te vale todo lo demás."

Alegría/Gozo

"Vivid alegres; buscad la perfección, animaos unos a otros" 
(2 Corintios 13, 11a)


Es el fruto que emana, de forma natural, del amor. Es una alegría que no se apaga ante los problemas; todo lo contrario, crece y se fortalece cuando nos enfrentamos a ellos y que se hace más necesaria que nunca. 

Cuando se está en comunión con Dios amor, el cristiano es feliz y busca hacer felices a los demás.

Es un gozo que supera cualquiera otro fundado en las cosas del mundo.


Paz/Serenidad


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"Vivid en armonía y en paz, y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros." 
(2 Corintios 13, 11b)

La paz es la perfección que armoniza la alegría, porque supone el gozo de ser amado por Dios y que brota del corazón. 

La paz aporta al cristiano serenidad y le mantiene en una constante alegría a pesar de cualquier dificultad o problema.

Benignidad/Indulgencia


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"Desterrad la amargura, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad" 
(Efesios 4, 31).

Es una disposición permanente a la indulgencia y a la afabilidad. Es un fruto que nos ayuda a ser gentiles y ayuda a defender la verdad sabiendo ‘discutir’. 

Aporta una dulzura especial en el trato con los demás. 

La benignidad no critica ni condena a los demás; no grita ni insulta; no se amarga ni se enoja.

Bondad/Misericordia 

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"Sed bondadosos y compasivos; perdonaos unos a otros, 
como Dios os ha perdonado por medio de Cristo. 
(Efesios 4, 31-32)


Los hombres hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, por lo que tenemos la capacidad de ser bondadosos.

La bondad es la compasión que nos mueve a preocuparnos por los demás y a buscar su bienestar. 

Es la benignidad dirigida a los que sufren y necesitan ayuda.

Paciencia/ Templanza


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"Sed humildes, amables y pacientes. Soportaos unos a otros con amor." 
(Efesios 4, 2)

En este acelerado mundo de hoy, la paciencia es la clave. Mientras el mundo ansía la inmediatez, la Palabra de Dios nos llama a ser pacientes en todas las cosas. 

Y aunque no siempre es tarea fácil, es el camino correcto para un cristiano.

Un cristiano paciente supera las turbaciones que implica la lucha permanente contra las fuerzas invisibles y visibles. 

La paciencia facilita un encuentro armonioso con quienes nos relacionamos. nos ayuda a controlar las situaciones difíciles e impide el resentimiento y la venganza. 

Longanimidad/Perseverancia

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"Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas" 
(Lucas 21, 19)

Es el coraje o el ánimo cuando hay dificultades que se oponen al bien; es un ánimo sobrenatural para concebir y ejecutar las obras de la verdad. 

Este fruto permite al cristiano saber esperar la acción de la Divina Providencia, cuando ve que, según la lógica humana, se retrasa el cumplimiento de sus designios. 

Es un fruto que permite superar las dificultades.

Mansedumbre/Humildad

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"Bienaventurados los mansos, 
porque ellos poseerán en herencia la tierra."
(Mateo 5, 4)
Un cristiano evita la cólera, el resentimiento y las reacciones violentas.

La mansedumbre hace al cristiano suave en sus palabras, en el trato con los demás y frente a la prepotencia.

Es el fruto que nos asemeja a Jesús, manso y humilde de corazón.

Fidelidad/Lealtad


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"Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida". 
(Apocalipsis 2,10)


Un cristiano defiende la fe en público y no la oculta por miedo o vergüenza. 

La fidelidad es la facilidad para aceptar todo lo que creemos, la firmeza para afianzarnos en ello y la seguridad de su cumplimiento sin sentir dudas.


Modestia/Discreción 


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"Vestíos con decencia, con recato y modestia" 
 (Proverbios 11,2)


Un cristiano evita todo lo que sea áspero y mal educado; este fruto se aprecia en su forma de vestir, en su forma de hablar, en su comportamiento, etc..

El que da este fruto no se fija en cosas indecorosas y vulgares. Es discreto y cuidadoso en todo.

El mayor ejemplo de modestia y discreción (como de todos los frutos del espíritu) es la "Llena de Gracia", la Santísima Virgen María.



Pureza/Limpieza

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"Hermanos, considerad lo que hay de verdadero, de noble, de justo, 
de puro, de amable, de buena fama, de virtuoso, de laudable. 
(Filipenses 4, 8)
Cuando hablamos de "pureza", nos referimos a algo más que al sexo. No sólo debemos ser conocidos por nuestra pureza en las relaciones, sino también en nuestras palabras, acciones y motivaciones.


Un cristiano se contiene y mantiene a raya la concupiscencia en lo que concierne al comer, al beber, al divertirse y en los otros placeres de la vida terrenal. 

La contingencia ordena los instintos es como consecuencia de la dignidad de los hijos de Dios que tenemos y mantiene el orden en el interior del hombre.


Castidad/ Continencia


"Que cada uno sepa usar de su cuerpo con santidad y respeto 

sin dejarse arrastrar por los malos deseos, como hacen los paganos que no conocen a Dios." 
(1 Tesalonicenses 4, 4-5)

La castidad es la victoria sobre la carne y ayuda a que el cristiano sea más un templo vivo del Espíritu Santo. 

Quien da este fruto es cuidadoso y delicado en todo lo que se refiere al uso de la sexualidad. 

Quien es casto (ya sea virgen o casado) experimenta la alegría de la íntima amistad de Dios: "felices los limpios de corazón, porque verán a Dios."