"Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo"
(San Jerónimo)
Con demasiada frecuencia me encuentro a muchos hermanos de fe decir que no leen la Biblia porque les cuesta dedicarle tiempo, porque no son capaces de ponerse a ello, porque dicen no entenderla, porque no saben por dónde empezar, porque les da pereza o porque no lo ven necesario.
Sin embargo, estos mismos que ponen esa gran cantidad de "peros" para leer la Palabra de Dios, reconocen leer innumerables libros espirituales, sobre la vida de santos, sobre revelaciones particulares... o incluso afirman estar "enganchados" a series o películas sobre la vida de Jesús, porque les resulta más cómodo que leer la Biblia...
No cabe duda que vivimos en un mundo saturado de información, en una sociedad de la inmediatez, del "aquí y ahora" y del "mínimo esfuerzo". Y cuando no entendemos algo o nos cuesta, sencillamente, lo abandonamos: o nos lo ponen fácil o tiramos la toalla, o "nos lo cuentan" de forma rápida y sencilla o "pasamos del tema".
Muchas veces me he preguntado el por qué de este "analfabetismo bíblico", el por qué los católicos tenemos esta asignatura pendiente y no somos capaces de poner los medios para aprobarla.
Pero algo sí es evidente: si no leemos y escuchamos la Palabra de Dios, no podemos considerarnos verdaderos cristianos porque no conocemos realmente a Cristo. Tampoco madura nuestra fe y nos quedamos en un infantilismo espiritual. San Jerónimo es tajante cuando dice que "ignorar la Biblia es ignorar a Cristo" porque como afirma Hugo de san Víctor: "toda la Escritura habla de Cristo y se cumple en Cristo".
Dios se "ha molestado" en dejarnos a nuestra disposición un testamento de su alianza, un legado de su amor, en el que nos cuenta todo lo que necesitamos saber sobre Él, todo lo que debemos hacer para ser felices. Además, la Iglesia se "ha preocupado" de custodiarla, interpretarla y explicarla durante más dos mil años, pero nosotros quizás no lo valoramos suficientemente.
No me imagino a los herederos de una gran fortuna dejando de acudir a la lectura de un testamento con la excusa de no entender el lenguaje jurídico o con el pretexto de no tener tiempo para esas cosas.
Quizás es que no consideramos a la Palabra de Dios como un gran tesoro. La Escritura es la historia de la relación entre Dios y su pueblo, entre el Creador y sus criaturas, entre Cristo y su Iglesia. Es el testimonio del amor de Dios por el hombre y, sin embargo, con nuestras acciones demostramos que ese amor no es recíproco.
San Jerónimo nos recuerda que "nunca podemos leer solos la Escritura porque encontramos demasiadas puertas cerradas y caemos fácilmente en el error", refiriéndose a que no debemos realizar interpretaciones libres y personales de la Biblia como les pasa a muchas otras denominaciones cristianas.
Es importante leer la Biblia a la luz del Magisterio de la Iglesia, en comunidad sí, pero no sólo limitarnos a escucharla en misa. Por eso, siempre es conveniente formar grupos de Biblia en las parroquias, aunque pocas lo tienen entre sus programas pastorales, quizás por falta de interés.
No diremos que no leer la Biblia es pecado. Sin embargo, como dice el apóstol Santiago: "el que sabe cómo hacer el bien y no lo hace, ese está en pecado" (Stg 4,17). Y seguramente, si no escuchamos lo que Dios nos dice en su Palabra, estemos incurriendo en un pecado de omisión.
Además, san Pablo nos exhorta a "empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios (Ef 6,17). Y yo me pregunto, ¿cómo vamos a dar testimonio de nuestra fe y de Cristo si no empuñamos la "espada del Espíritu"? ¿cómo vamos a llamarnos cristianos si no conocemos a Cristo? ¿cómo vamos a razonar nuestra fe con nosotros mismos o con otros si no creemos o no confiamos en la Escritura?
Desde mi experiencia personal, la Palabra de Dios despierta nuestra sed de Dios, acrecienta y madura nuestra fe, ilumina nuestro camino, fortalece nuestra esperanza en las promesas que contiene y enardece nuestro corazón como les ocurrió a los dos de Emaús. No puede haber madurez espiritual si se desconoce la Escritura, no puede haber cristiano auténtico si se es un analfabeto bíblico.
Cuando profundizas en la Palabra de Dios se produce un resultado impresionante: ¡quieres conocer más a Dios! ¡Te enamoras más y más del Señor! ¡Quieres más y más de Él! Pero explicar con palabras esta sensación es imposible. Es preciso experimentarla.
Me uno a la pasión del profeta Jeremías cuando escribe: "Si encontraba tus palabras, las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón" (Jer 15,16). Y por supuesto, a las del mismo Jesucristo: "Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y guardan lo que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca" (Ap 1,3).
Os invito a escuchar una preciosa canción que habla de la Palabra de Dios: Word of God
Y, desde luego, os animo a crear grupos parroquiales de Biblia para leerla y meditarla. Estoy seguro de que la disfrutaréis a medida que escuchéis lo que Dios quiere deciros.
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