"Ten valor y firmeza para cumplir fielmente
todo lo que te ordenó Moisés, mi siervo;
no te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda,
para que tengas éxito en todas tus empresas."
para que tengas éxito en todas tus empresas."
(Jos 1,7)
Cuando un cristiano quiere ser ambicioso, las cosas se distorsionan porque las personas confunden ambición con orgullo, valentía con presunción y arrojo con vanidad.
Sin embargo, Jesús fue ambicioso en la construcción de su Iglesia. Pablo tuvo arrojo de evangelizar a los gentiles. Josué fue valiente al tomar la tierra prometida.
Dios desea que tengamos una audaz visión, una actitud valiente y una sana ambición al servirle. Entonces, ¿Qué impide que seamos ambiciosos?
Confundimos humildad con miedo
Todos estamos creados y dotados de grandes fortalezas y grandes debilidades. Muchos creen que la humildad niega o reduce los dones, talentos o fortalezas que Dios nos ha regalado cuando en realidad, lo que implica es la capacidad de mantener el equilibrio y ser honesto con ambas.
El apóstol Pablo dice: "Sígueme como yo sigo a Cristo". Y añade: "Yo soy el principal entre los pecadores." El apóstol de los gentiles nos muestra sus fortalezas y sus debilidades. Es humilde pero a la vez valiente.
Dios quiere que seamos humildes, pero no miedosos. Y no lograr nada no es humildad, sino miedo. Recordemos la parábola de los talentos: el siervo que tuvo miedo y enterró su talento fue castigo por su Amo.
No nos preocupemos por ser humildes. Dios tiene muchas maneras de hacernos ser humildes. Preocupémonos por no utilizar todos nuestros talentos por miedo.
No nos preocupemos por ser humildes. Dios tiene muchas maneras de hacernos ser humildes. Preocupémonos por no utilizar todos nuestros talentos por miedo.
Confundimos abandono con pereza
En la carta a los Filipenses 4,12 el apóstol Pablo dice: "He aprendido el secreto de estar contento en cualquier situación".
Esto no significa que no debamos tener ambición o que nunca establezcamos metas en nuestro camino de fe. Pablo no estaba diciendo: "No tengo ningún deseo acerca del mañana. No espero nada en el futuro. No tengo ninguna ambición". Lo que quiere decir es que "he aprendido a disfrutar plenamente hoy, este momento, aunque no haya alcanzado mis metas todavía".
Como cristianos necesitamos aprender a ser felices mientras tratamos de alcanzar nuestros objetivos.
Si no estamos contentos con el lugar en el que Dios nos ha colocado hoy, no seremos felices mientras crezcamos y caminemos en la fe porque siempre caeremos en la trampa del pensamiento del "cuándo".
Si todo el mundo usara el abandono en Dios como una excusa para la pereza, ¿quién construiría comunidades cristianas? ¿Quién se preocuparía por el hambre en el mundo? ¿Quién lucharía por la justicia y la igualdad? ¿Quién se preocuparía por los pobres y desamparados?
Confundimos intención con espiritualidad
Satanás es un experto en hacernos pensar que somos pequeños. Hay un viejo dicho que dice que la calidad es lo opuesto a la cantidad. En realidad, ambas son importantes.
En nuestro servicio a Dios queremos llevar a Cristo a tantas personas como sea posible y deseamos que maduren en la fe pero si nuestra intención es valorada por la cantidad, entonces muchas veces se piensa que no existe espiritualidad. No confundamos intención con espiritualidad.
En nuestras oraciones, comencemos diciendo: "Dios, agranda mi ambición de servirte".
Necesitamos cultivar un corazón ambicioso para las cosas de Dios. Dios no nos quiere mediocres ni tibios. El Señor exige mucho pero da mucho. Dios es ambicioso porque no le valen las medias tintas ni la holgazanería. ¡Todo o nada!
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