¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 11 de marzo de 2021

LO MÁS DIFÍCIL PARA UN CRISTIANO

"Muchos discípulos suyos se echaron atrás 
y no volvieron a ir con él. 
Entonces Jesús les dijo a los Doce: 
¿También vosotros queréis marcharos?" 
(Juan 6,66-67)

Una vez has conocido de verdad a Cristo, "creer" puede resultar fácil (es imposible no hacerlo), pero lo más difícil para un cristiano es perseverar en lo que Jesús nos dice. 

Esto les ocurrió a muchos discípulos de Jesús y, concretamente, a los dos de Emaús, que habían creído en Jesús pero habían desfallecido. Durante su camino, escucharon atentamente al desconocido todo lo que les decía hasta llegar a su aldea. Podrían haberse despedido de Él y haberle deseado "buen viaje", pero no lo hicieron. Perseveraron y, al final, le reconocieron.

Y es que, ante Dios, todos empezamos con muchos bríos, a todos "nos arde el corazón", pero enseguida, casi todos desfallecemos; todos "prometemos todo" al principio de nuestro encuentro con Dios, pero después, incumplimos mucho o casi todo; todos comenzamos muy eufóricos, pero terminamos "perdiendo gas"; todos le seguimos durante un tiempo pero pronto nos "echamos atrás" o le "despedimos"... 

Y el Señor nos pregunta: ¿También vosotros queréis marcharos? (Juan 6,67) ¿Sois los que os quedáis al borde del camino, en terreno pedregoso o entre abrojos? (Lucas 8,5-8). ¿Sois como Demas, discípulo de Pablo, que le abandonó, enamorado de este mundo presente, y se marchó a Tesalónica? (2 Timoteo 4,10). 

Podríamos excusarnos ante Jesús, decirle que abandonar es "humano"... y esperar sin hacer nada a que su misericordia nos salve. Podríamos pensar (y no nos equivocaríamos) que es más "fácil" dejarse arrastrar por la corriente del mundo que nadar a contracorriente, que es más "cómodo" apartarnos cuando llega la prueba (Lucas 8,13). Precisamente por todo eso, Cristo vino a nosotros para "increparnos", para "cuestionarnos" y con el propósito de "divinizarnos", de "cristificarnos"...porque solos, no podemos.
Dice el Evangelio que "el que persevere hasta el final, se salvará" (Mateo 10,22). Esto es Palabra de Dios...y, como siempre, bastante clara: no dice "al principio", o "durante un tiempo", o "a ratos". Dice "hasta el final".

Esto rexuerda a los que se llaman católicos pero que sólo van a la Iglesia cuatro veces en su vida para que les "echen" algo: agua en su bautizo, regalos en su comunión, arroz en su boda y tierra en su funeral. Son los "practicantes no creyentes" de los que ya hablamos en otro artículo... los que "abandonan" sin irse del todo pero sin estar en nada.

Tampoco sirve de nada ser un cristiano "velocista" porque nuestra carrera es una "maratón". Ni ser un cristiano "efervescente" porque nuestro vino requiere "crianza y reposo en barricas". Ni eso de "lo importante es participar" porque los que abandonan y no cruzan la meta están "descalificados", no obtienen medalla, ni diploma, ni "corona de laurel". Ni tampoco ser católicos "de domingo" o de "eventos", mientras vivimos como paganos entre semana o durante el resto de nuestra vida.

La perseverancia cristiana significa no sólo continuidad sino, sobre todo, firmeza y constancia. La resistencia cristiana significa ser incansables e inasequibles al desaliento, ser "fielmente adictos" a Cristo y con la mirada fija en la meta. La persistencia cristiana significa conocer que el camino tiene dificultades, sufrimiento y oposición, saber que no es un "camino de rosas" sino que está lleno "espinas", pero que tiene un "final feliz".
 
El mundo es antagónico a la fe. No es fácil seguir a Cristo en una sociedad relativista, racionalista, progresista y, sobre todo, materialista. Y menos...si nos asalta la duda, o si  padecemos dolor y sufrimiento, o si somos presa de la injusticia. Lo más probable es que "arrojaremos la toalla". Lo sabemos...por eso, hace falta perseverancia, que es también fortalecer nuestra voluntad.

Cargar la cruz y seguir a Cristo no es nada fácil. Estamos avisados: requiere esfuerzo, ánimo y valentíaPor eso, es tan importante estar muy cerca del Maestro, "seguirle a poca distancia", ser "su sombra". Por eso, es tan necesario no "descolgarnos" ni "perder de vista" a Dios ni a su Iglesia. Por eso, es tan crucial que "cultivemos" nuestra vida interior y que seamos "constantes en la oración" (1 Tesalonicenses 5,17).

Perseverar es imitar a Cristo camino del Calvario. Es levantarse una y otra vez a pesar del enorme peso de la cruz. Es enfocarse en la meta y no en el sufrimiento. Es encaminarse al martirio sin desfallecer, porque al final está la recompensa de la resurrección. 
Toda la Palabra de Dios es una guía de perseverencia y, concretamente, el Apocalipsis, un manual para resistir hasta el final. Perseverar es imposible sin ir de la mano del Señor y sin escuchar su voz. 

Cristo nos da ánimos continuamente, nos promete que perseverar no es infructuoso, y nos asegura que resisitir no es "en balde": "Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados (...) Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido (...) Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios(Apocalipsis 2,2-3 y 7).




JHR

sábado, 29 de septiembre de 2018

LA IGLESIA NECESITA...


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"Él hace que el cuerpo crezca, 
con una red de articulaciones que le dan armonía y firmeza, 
tomando en cuenta y valorizando las capacidades de cada uno. 
Y así el cuerpo se va construyendo en el amor."
(Efesios 4, 16)

Hace poco, en un retiro de Emaús, tuve la oportunidad de saludar personalmente a un sacerdote excepcional de Villanueva de la Calzada.  Y aunque no he tenido la ocasión de hablar más profundamente con él, me consta porque le leo, que tiene las cosas muy claras sobre lo que necesita la Iglesia, y entre otras, son las siguientes:

La Iglesia n
ecesita audacia y valentía para no dejarse arrastrar por la inercia de "lo de antes" ni acomodarse en la seguridad de "lo de siempre".

La Iglesi
a necesita transformar la caduca y obsoleta estructura  diocesana: las catequesis de iniciación cristiana, la distribución del clero, la pastoral de la economía, la pedagogía de la espiritualidad, etc. ¡Ya no funcionan!

La Iglesia nece
sita hacer autocrítica: dejar de estar "a la defensiva" cuando algo va mal, dejar de despejar balones fuera cuando se vacían las parroquias o cuando son ineficaces, dejar de culpar a la sociedad.

La Igles
ia necesita parroquias sanas, fuertes, vivas, vibrantes, que den ánimo y esperanza a otras parroquias y párrocos del entorno. Como organismo vivo que es, necesita que esté sana para crecer. Si una parroquia no está creciendo, es porque está enferma y puede que se esté muriendo. Algo estamos haciendo mal y por ello, debemos hacer todo lo necesario para diagnosticar el mal y corregirlo. No podemos permanecer pasivos.

Imagen relacionada¿Cuál es entonces el secreto para que una parroquia esté sana, fuerte, viva y vibranteEn una palabra: ¡Equilibrio!

Dios ha diseñado y creado el universo con este principio del equilibrio. También nuestro cuerpo tiene 12 sistemas diferentes y absolutamente necesarios para mantener su salud. Cuando éstos no están en equilibrio y no cumplen sus funciones determinadas, lo llamamos "enfermedad".

De igual manera que cuando nuestra vida no está equilibrada, enfermamos y morimos, si nuestra parroquia está desequilibrada, enfermará y morirá. 

Es el propio Jesús quien nos describe las bases sobre las que se asienta el crecimiento de una parroquia sana y fuerte en Efesios 4,  en Juan 17 y en Hechos 2.

Una parroquia crece al amparo de una comunidad: 
- a propósito y con propósito, que conjugue visión y misión.
viva y acogedora, que reciba y envíe personas
- alegre y floreciente, que ilusione y cree impulso
- agradecida y cordial, que no mire al pasado con nostalgia

Una parroquia profundiza con un discipulado:
- bien formado y educado en un liderazgo capacitador.
- que planifique y desarrolle estrategias.
- que realice diagnósticos. 
- que ejecute los objetivos y evalúe los resultados.

Una parroquia se fortalece con oración: 
- que discierna lo que viene de Dios y lo que es simple éxito mundano.
- que ofrezca sacramentos al alcance de todos.
- que celebre un culto enriquecedor que motive y movilice a todos.

Una parroquia trasciende con un servicio:
- que tenga una pastoral dirigida a la persona.
- que dinamice estructuras.
- que huya de un laicado "atrofiado" y "anestesiado".
- que evite el clericalismo y el providencialismo.

Una parroquia crece con la evangelización:

compartiendo métodos y experiencias de conversión.
- dando plenitud a los dones y carismas que tienen sus fieles.
- sin inventar ni abolir nada.
- sin pedir a Dios que bendiga lo que hacemos, sino sumarnos a lo que ya está bendiciendo. 

Es necesario estar continuamente corrigiendo y analizando el equilibrio de estos cinco principios de toda comunidad parroquial, porque existe una tendencia a priorizar aquello en lo que sentimos fuertes y a abandonar lo que nos da más trabajo o nos requiere mayor cantidad de tiempo: una parroquia puede ser fuerte en comunidad, pero débil en evangelización; otra puede ser fuerte en el culto, pero débil en el discipulado; incluso otra puede ser fuerte en el evangelización, pero débil en el servicio. 

Imagen relacionadaCentrándonos por igual en cada uno de las cinco puntos, nuestras parroquias desarrollarán un sano equilibrio que hará posible su crecimiento duradero y sólido.

Cristo nos recuerda que hay que podar un árbol para que crezca. En la Iglesia faltan jardineros que se dediquen a la poda… Y eso genera árboles devaluados… que dan poco fruto o que no dan ninguno.

Cristo nos recuerda que ya ha vencido. Nadie se alista a un ejército en retirada, nadie es de ningún equipo perdedor. Sólo es posible avanzar con una moral de victoria. Hay que ilusionar y crear pasión.

lunes, 27 de noviembre de 2017

¿DEBE UN CRISTIANO SER AMBICIOSO?

"Ten valor y firmeza para cumplir fielmente
 todo lo que te ordenó Moisés, mi siervo; 
no te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda, 
para que tengas éxito en todas tus empresas."
(Jos 1,7)

Cuando un cristiano quiere ser ambicioso, las cosas se distorsionan porque las personas confunden ambición con orgullo, valentía con presunción y arrojo con vanidad.

Sin embargo, Jesús fue ambicioso en la construcción de su Iglesia. Pablo tuvo arrojo de evangelizar a los gentiles. Josué fue valiente al tomar la tierra prometida. 

Dios desea que tengamos una audaz visión, una actitud valiente y una sana ambición al servirle. Entonces, ¿Qué impide que seamos ambiciosos?

Confundimos humildad con miedo

Todos estamos creados y dotados de grandes fortalezas y grandes debilidades. Muchos creen que la humildad niega o reduce los dones, talentos o fortalezas que Dios nos ha regalado cuando en realidad, lo que implica es la capacidad de mantener el equilibrio y ser honesto con ambas.
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El apóstol Pablo dice: "Sígueme como yo sigo a Cristo". Y añade: "Yo soy el principal entre los pecadores." El apóstol de los gentiles nos muestra sus fortalezas y sus debilidades. Es humilde pero a la vez valiente.

Dios quiere que seamos humildes, pero no miedosos. Y no lograr nada no es humildad, sino miedo. Recordemos la parábola de los talentos: el siervo que tuvo miedo y enterró su talento fue castigo por su Amo.

No nos preocupemos por ser humildes. Dios tiene muchas maneras de hacernos ser humildes. Preocupémonos por no utilizar todos nuestros talentos por miedo.

Confundimos abandono con pereza

En la carta a los Filipenses 4,12 el apóstol Pablo dice: "He aprendido el secreto de estar contento en cualquier situación".

Esto no significa que no debamos tener ambición o que nunca establezcamos metas en nuestro camino de fe. Pablo no estaba diciendo: "No tengo ningún deseo acerca del mañana. No espero nada en el futuro. No tengo ninguna ambición". Lo que quiere decir es que "he aprendido a disfrutar plenamente hoy, este momento, aunque no haya alcanzado mis metas todavía"

Como cristianos necesitamos aprender a ser felices mientras tratamos de alcanzar nuestros objetivos.

Si no estamos contentos con el lugar en el que Dios nos ha colocado hoy, no seremos felices mientras crezcamos y caminemos en la fe porque siempre caeremos en la trampa del pensamiento del "cuándo".

Si todo el mundo usara el abandono en Dios como una excusa para la pereza, ¿quién construiría comunidades cristianas? ¿Quién se preocuparía por el hambre en el mundo? ¿Quién lucharía por la justicia y la igualdad? ¿Quién se preocuparía por los pobres y desamparados?

Confundimos intención con espiritualidad

Satanás es un experto en hacernos pensar que somos pequeños. Hay un viejo dicho que dice que la calidad es lo opuesto a la cantidad. En realidad, ambas son importantes. 

En nuestro servicio a Dios queremos llevar a Cristo a tantas personas como sea posible y deseamos que maduren en la fe pero si nuestra intención es valorada por la cantidad, entonces muchas veces se piensa que no existe espiritualidad. No confundamos intención con espiritualidad.

En nuestras oraciones, comencemos diciendo: "Dios, agranda mi ambición de servirte". 

Necesitamos cultivar un corazón ambicioso para las cosas de Dios. Dios no nos quiere mediocres ni tibios. El Señor exige mucho pero da mucho. Dios es ambicioso porque no le valen las medias tintas ni la holgazanería. ¡Todo o nada!

domingo, 27 de noviembre de 2016

EL APÓSTOL PABLO: REFERENCIA DE SERVICIO A DIOS





Me gusta el apóstol San Pablo. Siempre me ha gustado. Es mi referente porque me siento muy identificado con él y con su conversión.

El apóstol Pablo nos ofrece una enseñanza vivificante a través de su ministerio y de su prolífico legado de cartas dirigidas a las distintas iglesias (otra de las cosas que comparto con él, la escritura).

Es el discípulo más ferviente (o a mi me lo parece) en cuanto a seguir a Jesucristo. "Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo." (1 Corintios 11, 1). Pablo sigue directamente a Jesús, que es la Piedra Angular, el Ejemplo por antonomasia... pero mientras que Cristo no tiene pecado, Pablo sí. Ahí está la cuestión: lo que también comparto con Pablo es la misma humanidad pecaminosa, y a pesar de ello, trato de seguir el ejemplo de nuestro Señor. 

Se me ocurren seis razones por las que me identifico con el apóstol, porque San Pablo era:

1Converso

Su conversión tumbativa y el cambio drástico en su modo de proceder son dos hechos que ocurrieron durante su camino a Damasco. 

Imagen relacionadaPasó de ser un perseguidor y asesino de cristianos a ser un seguidor de Cristo y defensor de su pueblo:"El que antes nos perseguía, ahora anuncia la fe que trataba de destruir" (Gálatas 1,23).

Salvando las distancias, durante mucho tiempo, yo también odié a los cristianos y a la Iglesia. Y al igual que él, tras mi conversión, pasé de ser un opositor, a ser un seguidor de Cristo y defensor de su Iglesia, cuando le escuché decirme: "¿por qué me persigues?

Yo también me he encontrado a Cristo resucitado (en mi camino de Emaús). Él me ha perdonado y me ha encargado una misión: "Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

2. Auténtico

Pablo fue un hombre honesto precisamente por ser cristiano. Estaba completamente convencido de lo que hacía: "Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento. Mi conciencia, bajo la acción del Espíritu Santo, me asegura que digo la verdad. Tengo una tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor. Quisiera ser objeto de maldición, separado incluso de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza. (Romanos 9, 1-3).

Yo también me considero un hombre auténtico, sin doblez, honesto y comprometido. Pero nada de eso es por mérito propio, sino precisamente por ser cristiano y por dejarme guiar por la acción del Espíritu Santo. 

Lo importante es el hecho de que Cristo es La Verdad y que mi labor principal es acercar esa Verdad a los demás.

3. Discípulo misionero

"No considero mi vida de ningún valor ni precioso para mí, si sólo puedo terminar mi curso y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20, 24).

"He peleado la buena pelea, he terminado la carrera, he mantenido la fe. De aquí en adelante me esconden la corona de la justicia". (2 Timoteo 4, 7-8).

"Yo hago mi ambición de predicar el evangelio, no donde Cristo ya ha sido nombrado, para que no construya sobre el fundamento de otra persona". (Romanos 15, 20)

He llegado a comprender, como el apóstol, que mi vida no tiene sentido si no es para acercar a Cristo a los demás; que el propósito de mi vida es la misión. Por eso, es una de mis prioridades pedirle ayuda al Espíritu Santo, para que me conceda sus dones; sobre todo, el de aumentar mi fe. 

4. Valiente

"[He servido a Cristo] con trabajos mucho mayores, mucho más prisioneros, con innumerables palizas, ya menudo cerca de la muerte. Cinco veces recibí a manos de los judíos las cuarenta pestañas menos una. Tres veces me golpearon con varas. Una vez me apedrearon. Tres veces naufragué; Una noche y un día estuve a la deriva en el mar; El peligro de los pueblos, el peligro de los gentiles, el peligro de la ciudad, el peligro en el desierto, el peligro en el mar, el peligro de los falsos hermanos; En fatiga y dificultad, a través de muchas noches sin dormir, en hambre y sed, a menudo sin comida, en frío y exposición. Y, aparte de otras cosas, hay la presión diaria en mí de mi ansiedad por todas las iglesias". (2 Corintios 11, 23-29).

Para Pablo, servir a Cristo trata de asumir un compromiso inquebrantable. Una "misión posible", aunque nada fácil. 
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Siempre digo que "ser cristiano es peligroso" en el sentido de que, a diferencia de lo que muchos "cristianos" piensan desde su fe de cumplimiento" ("cumplo y miento") y su convicción de mantenimiento ("mantengo y miento"), seguir a Cristo no basta con decir "ser cristiano" o acudir a misa. 

Ser cristiano es elegir un camino incómodo, nada confortable. El mismo Cristo nos dijo: "No he venido a ser servido sino a servir" (Mateo 20, 17-28). No se trata pues de un mensaje que nos conduce a una vida espiritual estática y tranquila. 

A partir de que tu decisión, tu sí, te compromete a seguirlo hasta el final, el camino se torna difícil y en ocasiones, muy "cuesta arriba"

Requiere "cargar con tu propia cruz", abandonar tu "zona de confort", e incluso, a los tuyos. Requiere altas dosis de coraje y valentía, y encierra mucho trabajo, bastantes decepciones y algo de sufrimiento. Vamos,  que Cristo es para valientes o para locos (2 Corintios 11,23). Y yo estoy muy loco.

5. Pecador

Pablo sabía que no era un hombre perfecto. Consciente de sus pecados y de sus defectos, ayudaba a otros a luchar por la santidad: desde la aceptación de los instintos de la carne, es Dios quien nos levanta hacia Él, quien nos ama y nos quiere "hacer suyos", es decir santos como Él.

"No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; y lo que detesto, eso es justamente lo que hago. Yo sé que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: eso es lo que hago. En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo. Doy gracias a Dios por Jesucristo, nuestro Señor. Así que yo mismo con el espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.
"(Romanos 7,15, 18, 22-25).

Y es que en muchas ocasiones me pasa como al apóstol: que no entiendo o no sé lo que a hago o por qué, aunque una cosa tengo clara: que mi mirada está fija en alcanzar la perfección, es decir, la santidad. 

No pretendo decir que yo sea mejor cristiano que otros o más perfecto. 

Muy al contrario, soy consciente de lo mucho que me falta para la santidad pero mi corazón ardiente me impulsa a correr hacia Él, que es perfecto y santo; me insta a mirar hacia adelante y nunca hacia atrás; me insta a "dejarlo todo por Él".

"No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús(Filipenses 3,12).

"Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

Esto es, fundamentalmente, lo que sostiene mi fe: que Jesucristo vino a salvar a hombres como yo, pecadores; que Dios me ofrece misericordia, que es amor inmerecido, amor a un miserable; que Dios es  absolutamente asombroso, porque nos ama a pesar de nosotros mismos. Y por eso, en mi debilidad, pongo toda mi confianza en Dios.

6. Comprometido


El compromiso de Pablo con Cristo se hace evidente en su madurez espiritual, en su humildad y en su servicio a los demás.

Pablo estaba convencido que seguir a Cristo significa servir a los demás, y aunque formalmente educado a los pies de un maestro famoso (Hechos 22, 3), Pablo sirvió a otros sin tratar de deslumbrar ni de exaltarse a sí mismo. Por el contrario, instó a todos los cristianos a vivir como él: completamente para la gloria de Dios en Cristo.

Por eso, al igual que Pablo, mi compromiso es servir a los demás para la gloria de Dios. Hablo en serio: no me gustan nada las medallas ni las palmaditas en la espalda ni los reconocimientos. ¿Por qué? Porque es por eso que todas las cosas existen (incluido yo): para la gloria de Dios.


"Porque de él y por él y para él son todas las cosas. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén."(Romanos 11,36).




miércoles, 2 de noviembre de 2016

SUBAMOS A NUESTRA PARROQUIA AL SIGUIENTE NIVEL

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Todos buscamos una fórmula secreta para subir a nuestra parroquia al siguiente nivel, ya sea espiritualmente, numéricamente, personalmente, o todo lo anterior. 

Si bien el trabajo duro es imprescindible, se me ocurren algunas ideas fáciles de implementar en nuestra parroquia y que nos ayudarán a subir al siguiente nivel de desarrollo parroquial.

1. Orar continuamente

Independientemente de lo grande o pequeño que sea nuestro servicio o tarea, debemos orar diariamente para encontrar la guía de Dios. Las oraciones concretas, específicas y directas pueden parecernos duras o intimidatorias, pero el Dios al que servimos es concreto, específico y directo. Siempre nos responde.

2. Obedecer a Dios

Una vez que Dios nos responde, debemos obedecer. No tengamos miedo a ensayar esa nueva canción para el coro; no dudemos en lanzar ese servicio de atender a los que sufren y que nos saca de nuestra zona de confort; no demoremos el esfuerzo por ser más acogedores con las personas que nos visitan; no temamos establecer nuevos grupos de discipulado o titubeemos al renovar nuestros métodos evangelizadores.

3. Confiar en Dios

Incluso si algo no va tan bien como esperamos, Dios premiará nuestros esfuerzos. La gente de la parroquia necesita ver líderes que no tienen miedo a fallar o a equivocarse. Nuestra confianza en Dios siempre dará fruto, aunque no sea de la manera que nosotros esperemos.

4. Ser valientes

¿Queremos llegar a más personas? Probemos cosas nuevas. Si queremos resultados distintos, debemos probar cosas distintas. Hagámoslo aunque fallemos; Intentémoslo aunque nos cueste. Mostremos a todos que no tenemos miedo. 

5. Abandonarse al Espíritu Santo

Dejarse llevar, abandonarse al Señor y a Su Espíritu son las claves para llevar a nuestra parroquia al siguiente nivel de desarrollo. No se puede controlar cada área de la parroquia (es extremadamente difícil, si no imposible). Sólo Dios puede.

Debemos escuchar y responder en la dirección que sopla el Espíritu Santo tan ciega y desinteresadamente como nos sea posible. Surfear las olas espirituales que Dios nos envía.

6. Delegar

Formar líderes y delegar en otras personas la autonomía para tomar decisiones, y apoyarlas, independientemente de que sean "exitosas", creará personas capacitadas que confiarán en nuestros sacerdotes como líderes de la parroquia y los respetarán. Guíarlos, no controlarlos; formar discípulos, no seguidores; desarrollar personas en lugar de dirigirlas, y luego dejarlos ir y verlos volar.

Nos sorprenderemos al ver cómo esto llevará no sólo a las personas, sino también a nuestra parroquia al siguiente nivel de desarrollo. Dejemos el control al Espíritu Santo y no a nuestra propia voluntad.

7. Comprometernos 

Las únicas maneras de que cualquier plan de desarrollo de la parroquia sea exitoso son el seguimiento persistente y el compromiso. 

Necesitamos comprometernos realmente y comprometer a otros a vivir con estos principios y a desarrollarlos dentro de la parroquia. Las personas apreciarán y respetarán nuestro deseo de crecer y nuestra responsabilidad por hacer desarrollar la parroquia, y estarán siempre a nuestro lado cuando las cosas se pongan difíciles. Porque, sin duda, habrá momentos difíciles. 

Confiar en el líder de adoración para que elija las canciones apropiadas para una determinada homilía puede resultar en algo inesperado. 

Creer en el líder de acogida para que elija nuevas técnicas de saludo y recibimiento de las personas puede acabar con el temor de alguien a venir a misa.

Delegar en el líder de evangelización para optar por nuevos métodos y programas puede dar un fruto mayor del que imaginamos.

Facultar al líder de discipulado para optar por nuevas maneras y formas de dirigir las catequesis pueden involucrar más aún a los asistentes.

Resultado de imagen de no temasNo dejemos que estas cosas nos asusten. Dios dice: "No temas, estoy contigo". 

Proporcionemos pautas para el crecimiento y establezcamos espacios para la crítica constructiva. Permitamos que otros desarrollen sus dones y habilidades de liderazgo. Veamos estos momentos difíciles como oportunidades para todos crezcamos y nos desarrollemos.

Cuando hagamos todo esto, en plena faena, es seguro que habrá momentos de debilidad, desesperación o fracaso. Pero como todo en la vida, no dejemos que estos pequeños contratiempos nos desanimen y eviten nuestra proposición de intentarlo.

Se necesita mucha valentía y coraje para salir y hacer lo que el Señor hizo y nos llama a hacer: hacer todo nuevo. 

Se necesita práctica para aprender a dejarse llevar por Dios y a delegar en otros. 

Se necesita fortaleza para hacer nuevas cosas cuando los acontecimientos se vuelven en nuestra contra. 

Pero no nos arrepintamos de hacer ninguna de estas cosas. Sin duda, nos llevarán a todos nosotros y a nuestra parroquia al siguiente nivel. Y estaremos más cerca de Dios y de su voluntad.