"Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo;
Natanael el de Caná de Galilea;
los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: 'Me voy a pescar',
Ellos contestan: 'Vamos también nosotros contigo'.
Salieron y se embarcaron;
y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla;
pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: 'Muchachos, ¿tenéis pescado?'.
Ellos contestaron: 'No'.
Él les dice: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis'.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces.
Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: 'Es el Señor'."
(Juan 21, 1-14)
Como cada día, meditando el Evangelio, me he sentido interpelado cuando me he visto plenamente reflejado en los discípulos.
Y es que todos somos Pedro, cuando decimos "me voy a pescar, me voy a servir". Todos somos los discípulos, cuando decimos: "nosotros también vamos a servir contigo". Y así, una vez que hemos decidido "salir", nos "embarcamos" para "pescar".
Sin embargo, y aunque nuestro servicio es (o debería ser) para la gloria de Dios y el bien de las almas, a menudo, nos empeñamos en hacerlo según nuestras propias ideas, para nuestra gloria personal o para nuestro propio disfrute espiritual, y amparados únicamente en nuestros talentos, fuerzas y capacidades.
Remamos y bregamos todo el día y toda la noche, y no logramos pescar nada. Tratamos de pescar en "nuestras aguas", con "nuestras redes", con "nuestras barcas", desde "nuestros lados", y no pescamos nada.
Creemos saber lo que tenemos que "hacer", porque somos veteranos y, sin embargo, olvidamos lo que tenemos que "ser", porque somos orgullosos.
Creemos estar sirviendo a Dios, porque lo hemos hecho muchas veces y, sin embargo, ni siquiera le preguntamos cómo ni le consultamos dónde.
Creemos ser unos buenos apóstoles, porque evangelizamos y, sin embargo ni siquiera trabajamos en Su nombre o conforme a Su mensaje, sino a "nuestra manera".
Pescar implica que nosotros desaparezcamos, que pasemos desapercibidos, que escuchemos a Dios para que el mundo le vea a Él, le escuche a Él.
Pescar significa dejarnos aconsejar por el Maestro Pescador cuándo, cómo y dónde debemos echar las redes (sus redes) para que la pesca (su pesca) sea abundante.
Pescar conlleva dejarlo todo (ideas, comodidades, gustos, manías, apegos), renunciar a todo, desprenderse de uno mismo para seguir a Cristo, para reconocer al Señor.
¿Nos vamos a pescar?
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