¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

miércoles, 30 de mayo de 2018

EMAÚS: UNA INVITACIÓN DE JESÚS


"Porque donde están dos o tres
reunidos en m
i nombre,
allí estoy yo en medio de ellos"
(Mateo 18, 20)

El pasaje de San Lucas 24, 13-35 nos sitúa en la tarde del domingo de Resurrección, en la que dos discípulos de Jesús, tristes y abatidos, abandonan Jerusalén camino de Emaús, su aldea natal. Sus expectativas se han desvanecido. Su fe se ha apagado. Su esperanza en Cristo se ha perdido. El desánimo les devuelve a su rutina. 

El camino de Emaús se repite hoy también, cada día. Muchos cristianos que han perdido su fe, sus esperanzas y sus expectativas en Dios, salen de su Jerusalén particular (la Iglesia) para volver a Emaús (sus cosas). Y nos mueve a todos a una profunda reflexión: comprender que se trata de un camino de ida y vuelta, donde se produce un "diálogo a tres bandas", en el que el discípulo sin nombre somos cada uno de nosotros, y donde el Señor, que nos acompaña y que nos escucha, nos da las claves para retornar a nuestra fe en Dios, a nuestra esperanza en Sus promesas y a nuestro compromiso con Su Iglesia, y así, salir a compartir Su amor y nuestra alegría con el mundo.

Después de exponerle nuestras inquietudes y preocupaciones, Jesús nos explica su mensaje, "incendiando" nuestro corazón. Nos invita a compartir el pan con Él, "abriendo" nuestros ojos, para reconocerle, para tomar conciencia de que ha resucitado y que es real.

El camino de Emaús es una maravillosa invitación a dejarnos acompañar por Su ternura y Su amistad, para así, abandonar nuestra "rigidez de corazón" (egoísmo), nuestra "dureza de cerviz" (orgullo), nuestra "incircuncisión de oídos” (falta de fe), y escuchándole... "entender" todo, mientras vamos de camino.

Es una invitación a disponer nuestra alma para "sentir y dejar entrar su Palabra", para no "endurecer nuestro corazón como en Meriba" (Salmo 94) y Él "nos dará un corazón nuevo y nos incidirá un espíritu nuevo; quitará de nuestro cuerpo el corazón de piedra y nos dará un corazón de carne” (Ezequiel 36, 26), que sepa escuchar, que sepa entender y que sepa recibirle.

Es una invitación a disponer nuestro espíritu para reconocerle y advertir Su presencia real en la Eucaristía, donde, siendo copartícipes de Su Cruz, aprenderemos a caminar, a soportar las pruebas y las dificultades, a luchar contra el desánimo y la queja, a abandonarnos en sus manos.

Sin la Eucaristia, los corazones de piedra, los corazones cerrados, que no quieren abrirse, que no quieren escuchar, que condenan y se quejan, que lo saben todo, que no necesitan explicaciones, que son tercos y autosuficientes, no pueden reconocer a Jesús porque no le dejan espacio a Él, para llenarlos de fe, esperanza y caridad.

Nosotros, discípulos de Emaús, caminamos con multitud de dudas, desánimos, pecados y cobardías, y con las que tratamos de alejarnos de la Cruz, de las pruebas y anhelamos volver al calor del hogar. Sin embargo, es cuando escuchamos a Jesús, cuando nos arde el corazón. Es cuando nos sentamos a la mesa con Él, cuando le reconocemos.

Cristo Resucitado se nos revela a cada uno de nosotros, alternando presencia y ausencia: cuando está presente "no le vemos", y cuando se abren nuestros ojos, "desaparece". Y es que Jesús nos acompaña aunque no nos demos cuenta. Cuando se nos abren los ojos de la fe y el corazón de la comprensión, entonces le percibimos en cualquier situación de nuestra vida, aunque nuestros ojos no le vean físicamente.

Para sumergirse en este tema, os recomiendo la lectura del libro "Con el corazón en ascuas", de Henri J. M. Nowen, sacerdote católico holandés, quien, desgranando los puntos principales del pasaje de Emaús, nos ofrece una profunda y hermosa reflexión sobre el significado de la Eucaristía, en la que se revela lo más profundo de la experiencia humana: 

-la pérdida y la tristeza:"Señor, ten piedad"
-la atención y la escucha:"¡Es Palabra de Dios!"
-la invitación y la profesión de fe"Yo creo"
-la intimidad y la comunión: "Tomad y comed"
-el compromiso y la misión:"Id y predicad".

En definitiva, el camino de Emaús es una invitación a vivir una vida eucarística: acudir a su mesa con nuestras rutinas diarias, con nuestras cruces y preocupaciones, confrontarlas con la palabra de Dios, que escuchamos y que Él nos explica, nutrirnos con el pan de vida que Jesús bendice y parte para nosotros, reconocerle y salir del banquete apresurados para testimoniar que ¡Jesucristo ha Resucitado!



martes, 29 de mayo de 2018

UNA NUEVA MORAL TERAPÉUTICA

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"Y no os acomodéis a este mundo; 
al contrario, transformaos 
y renovad vuestro interior 
para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: 
lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto." 
(Romanos 12,2)

Si realizáramos una encuesta en España, la mayoría de las personas nos dirían que se consideran católicos y que creen en Dios.

Sin embargo, muchos no sólo no se acercan a la Eucaristía ni siguen a Cristo, sino que actúan como si la ley moral de Dios no fuera válida para todos los tiempos o para todos los seres humanos"Dios es quien tú quieras que Él sea para ti".

Son personas que "construyen su propio Dios", según sus preferencias, un "dios a la medida" para elegir en qué creer y en qué no, que les permite a cada uno decidir lo que está bien o mal, acabar con una vida, elegir su género, etc.

Sin duda, asistimos a la imposición de una "nueva moral terapéutica" que aboga por la existencia de un Dios que tan sólo quiere que seamos "buenos", que seamos felices y nos sintamos bien con nosotros mismos, pero que no está particularmente involucrado en nuestras vidas, excepto cuando le necesitamos para resolver un problema. Un "dios al margen".

Se trata
de una visión errónea y distorsionada de Dios, retratado como una especie de "dios psicólogo", cuyo principal objetivo es aumentar nuestra autoestima. 

Resultado de imagen de antropocentrismoUn "dios" que insta a encontrarse a uno mismo dentro de si mismo, que defiende la libertad individual prohibiendo que el resto de la gente no pueda ni deba criticar las elecciones de vida que uno toma, y cuyo objetivo es la búsqueda de las cosas que más desee cada uno, es decir, disfrutar de la vida tanto como sea posible.

Una nueva m
oral relativista que impone que las personas pueden creer lo que quieran, sentirse lo que quieran,ser lo que quieran, hacer lo que quieran. Una ideología donde no hay "verdades absolutas", pues la verdad se forja en la mente de cada individuo. Una moral "tolerante y sin prejuicios", sin códigos ni principios inmanentes, donde lo correcto para ti, es lo correcto para ti y lo que es correcto para mí, es lo correcto para mí. Una moral "sin pecado"

Un nue
vo modelo de moral personalista que sitúa a la persona en el centro de todo que entiende al hombre al margen de toda referencia a Dios. El hombre es el “sujeto”  y el “objeto” de las valoraciones éticas, desligándose de Dios, según sus preferencias o necesidades.

Una nue
va moral subjetivista en la que Dios no propone leyes para que sean cumplidas en todas las circunstancias, ni determina lo que es bueno o malo, partiendo de normas generales y abstractas validas para todos los casos, sino que depende de cada situación determinada de cada persona. Una nueva moral donde los valores universales, o no existen o no tienen carácter normativo absoluto.
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Un “nuevo orden de valores” individualista que propugna una conciencia personal cerrada en si misma y convertida en árbitro absoluto de sus actos. Los mandamientos de Dios, en todo caso, son normas coyunturales que cambian con el tiempo, las circunstancias y las personas. Lo  único que Dios nos que pide es amor y bondad.

Una ética autónoma e independiente del mensaje de Cristo y basada en un antropocentrismo, que antepone la conciencia individual frente a la ley natural, el liberalismo frente a la obediencia al Creador, el igualitarismo frente al factor diferencial y único de cada ser humano. 

En realidad, estamos ante una nueva forma de rebelión, donde cada uno decide los que está bien o mal. La misma rebelión de nuestros primeros padres, Adán y Eva, que eligieron comer de la fruta del Árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. 

Nos enfrentamos ante una nueva forma de inmoralidad, donde todo vale, donde todo está permitido. La misma que existía en tiempos de Noé, o en tiempos de Sodoma y Gomorra.

Estam
os ante una nueva forma de idolatría. La misma que el pueblo de Israel creó, formando su propio dios a partir de un becerro de oro.

En definitiva una nueva forma de soberbia cuyo padre y artífice es el de siempre: el Diablo, el gran enemigo de Dios.




jueves, 24 de mayo de 2018

UN MUNDO EN OSCURIDAD


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“La luz ha venido al mundo y los hombres han preferido la oscuridad”.
( Juan 3, 19 )


Día tras día, no dejo de sorprenderme de lo que veo a mi alrededor. Y lo que veo es oscuridad, tinieblas...incluso dentro de la Iglesia. Nuestro mundo está sumido en la oscuridad. Ha elegido vivir sin Dios. ¡Un mundo sin Dios es un mundo de oscuridad!¡Un mundo en tinieblas! 

Ante este panorama, ¿quién llevará a este mundo a la luz

"Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". (Juan 8, 12). Dios vino a nosotros, se hizo hombre para darnos la luz de la fe … ¡pero preferimos la oscuridad!


Antes de volver al Padre, nos dio una misión: "Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". (Mateo 28,19; Marcos 16,15; Lucas 24, 47-48)
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Y para ello y tras Pentecostés, nos envió al Espíritu Santo para iluminarnos y para ser luz para otros:"Vosotros sois la luz del mundo (...)Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos". (Mateo 5, 14-16).

Cristo nos exhorta a proclamar al mundo su luz! ¡Nos insta a ser luz en la oscuridad! ¡No podemos guardar silencio! ¡Despertemos! ¡No podemos tener miedo de llevar la luz de Cristo a este mundo!

¿Cómo? El Evangelio nos dice: “El que obra según la verdad sale a la luz”. Dejemos que la luz del Espíritu Santo ilumine nuestras vidas y actuemos según la verdad que recibimos de la Eucaristía, permitiéndonos saborear la presencia silenciosa y trascendente de Dios y volvernos hacia la luz del Señor.

Luz desde nuestras vocaciones

Pero ¡Cuidado! Existe el peligro de que el sacerdote se considere como “auto portador de luz“. Entonces, no trae la Luz de Dios al mundo, sino su propia luz. Lo que el mundo espera del sacerdote es Dios y la luz de su Palabra proclamada sin ambigüedad ni falsificación.

Acudamos a Dios en una celebración litúrgica llena de respeto, silencio y santidad. No inventemos nada en la liturgia. Recibamos todo de Dios y de la Iglesia. No busquemos espectáculo o éxito. No busquemos hacer política social ni reivindicativa.

Ser sacerdote no es hacer muchas cosas. Ser sacerdote no equivale a ser activista sino a estar con el Señor, en la Cruz. 
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La liturgia es el lugar donde el hombre se encuentra con Dios cara a cara. Es el momento más sublime en el que Dios nos enseña a “conformarnos a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8, 29). 

La liturgia no es y no debe ser motivo de dolor, lucha, reivindicación o conflicto. Lo esencial es volverse hacia Cristo,  nuestra única luz, nuestra única reivindicación, nuestro único objetivo.

Pudiéramos caer en la tentación de fabricar un sacerdocio de acuerdo a nuestra dimensión humana, sin perpetuar, sin extender el sacerdocio de Cristo, obediente, pobre y humilde. En realidad el sacerdote no es solo un “alter Christus”, sino que es verdaderamente “ipse Christus”, ¡él es Cristo mismo! Y es por eso que, siguiendo a Cristo y a la Iglesia, ¡el sacerdote siempre será un signo de contradicción en medio del mundo! 
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¡Actuemos todos de acuerdo con la Verdad! También nosotros como laicos, en nuestra familia, profesión, entorno social, económico, político, ¡que Cristo sea nuestra Luz! ¡No tengamos miedo de testificar que nuestra alegría proviene de Cristo! ¡No escondamos la fuente de nuestra esperanza! ¡Por el contrario, proclámemosla! ¡Testifíquemosla! ¡Evangelicemos! ¡La Iglesia nos necesita! ¡A todos!

Y el primer paso está en nuestras familias. Ser padre y madre en el mundo de hoy es una aventura llena de sufrimiento, obstáculos y preocupaciones. Tengamos el coraje de educar a nuestros hijos a la luz de Cristo. A veces tendremos que luchar contra el viento dominante y soportar la burla y el desprecio del mundo. ¡Pero no estamos aquí para complacer al mundo! “Proclamamos un Cristo crucificado, un escándalo para los judíos y una locura para los gentiles” (1 Corintios 1, 23-24) 


Luz desde nuestra misión

¡No temamos! ¡No nos rindamos! La Iglesia, a través de la voz de los Papas y de la tradición de la Iglesia, nos confía una misión profética: testificar ante todos sobre nuestra confianza plena y gozosa en Dios.

Odiemos el mundo oscuro de Satanás y sus ideologías, que niegan la naturaleza humana y destruyen la familia, que imponen una nueva moral individual, hedonista y global y nos sumergen en la oscuridad más absoluta. No podemos "adaptarnos" al espíritu de los tiempos, al relativismo, al conformismo. 

Thomas Stearns Eliot, poeta británico, dijo: “En un mundo de fugitivos, la persona que tome la dirección opuesta parecerá huir”. ¡Seamos de aquellos que tomamos la dirección opuesta! ¡Atrevámonos a ir contra! Para nosotros, cristianos, la dirección opuesta no es un lugar, es una Persona, es Jesucristo, nuestro Amigo y nuestro Redentor. 

Dios quiere que le necesitemos, ¡qué gracia! ¡qué alegría! Occidente ha sido evangelizado por los Santos y los Mártires. ¡Nosotros, hijos de la luz, seremos los santos y los mártires que las naciones están esperando en una Nueva Evangelización! ¡Nuestro mundo está sediento de Cristo! ¡No le decepcionemos! 

Respondamos a la llamada de Dios para seguirlo, dejarlo todo por él, por su luz. ¡Dios es el único amigo que nunca nos decepcionará! Cuando Dios llama, es radical. Significa que va todo el camino hasta la raíz. ¡No estamos llamados a ser cristianos mediocres a ser católicos tibios! ¡No, Dios nos llama a todos al regalo total, al martirio del cuerpo o del corazón!

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¡Fueron hombres y mujeres, como nosotros, los que aceptaron seguir a Jesús hasta el final, radicalmente, los que construyeron la civilización cristiana. 

¡Regresemos a la Fuente! ¡Seamos audaces! En este mundo de fealdad, mentira y maldad, de tumulto y tristeza, seamos dignos representantes de la belleza, de la verdad y la bondad!. Y así, experimentar la única alegría que no pasa, la única felicidad que permanece.

Pidamos a la Santísima Virgen María saber decir “fiat”, es decir, sí, plenamente, como ella, para recibir la luz del Espíritu Santo como lo hizo ella…

… pidamos a Nuestra Santísima Madre tener un corazón como el suyo, un corazón que no le niega nada a Dios, un corazón ardiente con amor por la gloria de Dios, un corazón ardiente para anunciar a los hombres las Buenas Nuevas, un corazón generoso, un corazón tan abundante como el corazón de María, tan abundante como el de la Iglesia, y tan rico como el del Corazón de Jesús ! ¡Que así sea!

lunes, 21 de mayo de 2018

LO QUE NOS DEFINE SON NUESTRAS ACCIONES


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"Por sus frutos los conoceréis."
(Mateo 7,20)

Nuestros frutos son nuestras acciones, lo que hacemos, lo que decimos. Son, en definitiva, lo que somos porque son el resultado de nuestras decisiones. 

Sin embargo, parece que los cristianos somos más conocidos (y criticados) por lo que estamos en contra que por los que somos o hacemos. Y a pesar de que hay mandamientos en los que Dios nos dice "No", creo firmemente que la identidad de un católico debería ser conocida por lo que es y por cómo lo aplica a su vida, es decir, por sus obras.

Podemos tener muy buenas intenciones de llevar una vida cristiana mejor, pero si nunca pasamos de las intenciones, si nunca damos un paso más a la acción, nos quedamos en la teoría y de nada nos sirve: "Hermanos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? Si la fe no tiene obras, está muerta en sí misma." (Santiago 2, 14 y 17).

Una fe sin obras es una fe sin vida. La fe se vive, no se cree. Es como cuando nos plateamos el uno de enero la intención de ponernos a dieta, ir al gimnasio o dejar de fumar, y llega el día y no lo cumplimos. Todas esas buenas intenciones...no sirven de nada si no las llevamos a cabo, no dan ningún fruto, ningún bien.

Como dice el apóstol Santiago, ¿Crees en Dios? Bien! Los demonios también creen en Dios y eso no les define. Lo que les define son sus malas obras. ¿Vemos la diferencia? 

Con nosotros los cristianos pasa lo mismo: creemos en Dios, sabemos la diferencia entre el Bien y el Mal, conocemos los Mandamientos, el catecismo, el Credo, etc. pero si no actuamos, si no vivimos todo eso con acciones, no sirve. Repito: no sirve. Eso no es cristianismo, es "buenismo".

Entonces ¿Cuales son los frutos de un cristiano?

Amor

"El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor."
(1 Juan 4, 8)

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El amor es un valor intrínseco para cualquier católico seguidor de Cristo. En realidad, no creo que nadie pueda realmente llamarse cristiano y no mostrar amor. Dios es amor y si nosotros somos sus hijos, debemos entregarnos al amor. Primero hacia Él y, luego hacia todos los demás.

No importan las circunstancias, ofrecer una mano amiga, un abrazo, una escucha es lo que nos diferencia del resto del mundo. Dios nos ama, incluso cuando no reflejamos su misma imagen. Debemos ofrecer esta misma realidad a otros, amar a pesar de todo.

Bondad


"Sed bondadosos y compasivos; 
perdonaos unos a otros, 
como Dios os ha perdonado por medio de Cristo" 
(Efesios 4,32)

La Bondad de Dios se nos ha mostrado al enviar a su Hijo Jesucristo para perdonarnos nuestros pecados. Aunque no merecemos Su misericordia, que tan generosamente nos ha dado, Jesús nos continúa extendiendo sus brazos, con independencia de nuestra situación. 

De la misma manera, nosotros como cristianos debemos ser conocidos por la bondad, la misericordia y el perdón que mostramos a los demás. Puede que no siempre sean merecidos, pero siempre debemos recordar que ninguno de nosotros, tampoco somos merecedores de la misericordia de Dios.

Pureza 


"Hermanos, considerad lo que hay de verdadero, 
de noble, de justo, de puro, de amable, de buena fama, 
de virtuoso, de laudable" 
(Filipenses 4, 8)

Cuando los cristianos hablamos de "pureza", no debemos entender que nos referimos exclusivamente a la "carne". No solo debemos ser conocidos por nuestra pureza en las relaciones, sino también en nuestras palabras, acciones y motivaciones.

Paciencia 


"El amor es paciente, es servicial; 
el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso"
(1 Corintios 13, 4) 


En el acelerado mundo de hoy en día, la paciencia es la clave. Y aunque al resto del mundo le gusten las soluciones rápidas y el "aquí y ahora", la Palabra de Dios nos llama a ser pacientes en todas las cosas. No siempre es la tarea más fácil, pero siempre es el camino correcto a elegir.


Servicio 


"Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos." 
(Juan 15,13)

Imagen relacionadaEl sacrificio hecho en la cruz muestra la misericordia inconmensurable que Dios ofreció a su pueblo. Y si bien nunca podremos igualar el infinito sacrificio que tuvo lugar hace casi 2.000 años, esto no quiere decir que no debemos continuar con el legado que tenemos ante nosotros. 

Los cristianos debemos ser conocidos por nuestro altruismo y servicio. Dar la vida por los amigos significa negarse a si mismo para afirmar a los demás. Una cualidad que reflejará el rostro de nuestro Señor en el cielo.




Abnegación


"preocupándoos no sólo de vuestras cosas, 
sino también de las cosas de los demás."

(Filipenses 2, 4)



¿Damos sólo para recibir? ¿Damos lo justo o damos en abundancia? La imagen total de la abnegación: "Lo que necesites, estoy aquí para dártelo"



La abnegación es un atributo que pone a los demás delante de nosotros y Dios delante de todos los demás. Aunque puede no ser siempre la tarea más fácil, mostrar abnegación dice más acerca de nuestro corazón que cualquier otra cosa.

Pensemos que todo lo que tenemos nunca fue realmente nuestro. Todo es prestado, nada nos pertenece.




Compromiso 

"Decid sencillamente sí o no"
(Mateo 5,37)



Cuando nosotros, como cristianos, decimos que haremos algo, debemos asegurarnos de cumplir con ese compromiso. Aunque todos cometemos errores y nos quedamos cortos, reflejar una imagen del compromiso de Jesús con los demás muestra uno de sus mayores atributos de un católico.

En los caminos de Cristo, debemos mostrarle al mundo que pueden confiar en nosotros, y que nuestra palabra no se romperá.




Respeto 

"Respetad a todos, amad a los hermanos, reverenciad a Dios, honrad al rey."
(1 Pedro 2,17) 


Podemos encontrar personas con diferentes puntos de vista a los nuestros, pero esto no significa que no debamos ser respetuosos, aún estando en desacuerdo.

Debemos ser conocidos como una comunidad de personas respetuosas, que incluso en desacuerdo, podemos mostrar amor y gracia.




martes, 1 de mayo de 2018

EL PODER DEL EVANGELIO

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"Yo no me avergüenzo del evangelio, 
que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree..."
 (Romanos 1,16)

En nuestro mundo, donde todo es relativizado, son muchos los que creen y afirman que el Evangelio es un conjunto de "propuestas o ideas" que pueden adoptarse o no, y que muchas de ellas están obsoletas. Incluso, dentro de la Iglesia católica, hay quienes lo piensan.

Es por ello, que aquellos que creemos firmemente en el poder y la rotundidad del mensaje del Evangelio, a veces, somos considerados radicales, ilusos e incluso ignorantes. Pues, para ellos, "la perra gorda".

No sólo no nos avergonzamos del mensaje evangélico, sino que tenemos la certeza y la convicción absoluta de su veracidad, igual que el apóstol Pablo (Romanos 1,16). ¿Por qué? ¿Qué poder puede haber en una "propuesta" o en una "idea"? ¿Cómo pueden estas ideas o propuestas ser lo suficientemente poderosas como para lograr la salvación de todos los que creen en ellas?

Jesucristo 

Jesucristo predicó el Evangelio con poder y autoridad tanto a judíos como a gentiles, y sus vidas cambiaron para siempre: "Todos se maravillaban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la ley." (Marcos 1, 22). 

Resultado de imagen de enseñaba con autoridadEl poder y la autoridad con la que hablaba no venían de su capacidad ni de su liderazgo como hombre, ni tampoco porque hablara por iniciativa propia, sino porque fue enviado por su Padre (Juan 8,42).


Jesús no enseñó "su" doctrina ni tampoco una doctrina humana, transmitió la Palabra del Padre: “Porque yo les he comunicado lo que tú me comunicaste”(Juan 17, 8). Actuó y enseñó con autoridad, no en la autoridad de la ley, sino en la autoridad que le viene "de lo alto".
Jesús habló con contundencia, claro y directo, y por ello se hizo merecedor de burlas, enemistades, persecución y, finalmente, la muerte. Jesús no pretendía quedar bien con nadie ni buscaba el aplauso de nadie: “Yo no busco mi gloria” (Juan 8, 50).

En este sentido, alguien que reconoció su autoridad le dijo a Jesús:”Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios con franqueza, y que no te importa de nadie, porque no miras la condición de las personas” (Mateo 22, 16).
Jesús habló con autoridad porque conocía el mensaje de Dios Padre: “En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto…” (Juan 3, 11). Jesús tenía la certeza de que su mensaje era verdadero y por eso, hablaba con propiedad y con conocimiento de causa: “…os he dicho la verdad que oí a Dios” (Juan 8,40). Nadie pudo nunca decir que Jesús mintió o engañó. Sabía lo que decía, creía en lo que decía, por eso hablaba con profundo convencimiento.
Jesús enseñó con coherencia: predicó con su vida. Él no sólo dice la verdad, "Él es la Verdad" (Juan 14, 6), sino que además es creíble. Sus obras dan testimonio de Él (Juan 5, 36). Las palabras de Jesús fueron confirmadas con sus hechos (Marcos 16, 20).
Jesús enseñó con sabiduría, con elocuencia, desde el corazón; no era una elocuencia aprendida, artificial o postiza como la de los fariseos o los escribas (Marcos 1, 22), quienes eran los ‘encargados’ de hablar o enseñar por oficio. Decían de Jesús: “…Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre” (Juan 7, 46). “….y la gente se agolpaba sobre Él para oír la Palabra de Dios” (Lucas 5, 1). Incrédulos, quienes conocían sus orígenes humanos, se preguntaban: “¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros?” (Mateo 13, 54). Es la misma experiencia de los dos discípulos de Emaús que habían escuchado a Jesús resucitado: “¿No ardían nuestros corazones cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas 24, 32).
Jesús, más que nadie, sabía que la autoridad no es para mandar sino para servir, para formar, para el bien, aunque Él hubiera podido parecer duro en alguna ocasión. Lo que decía Jesús, aunque su palabra no siempre fue consoladora o dulce, era expresión del amor de Dios y buscaba el bien a través de la corrección. Y porque Jesús ama, les echa en cara, por ejemplo, a los fariseos su hipocresía (Mateo 23, 13-36) y a Pedro su error de querer desviarlo del camino de la cruz (Mateo 16, 21-23).

Jesús enseñaba en tono imperativo, motivando a sus oyentes a dejar la pasividad. Su mensaje requería de la acción inmediata.


Los apostoles

Resultado de imagen de apostoles en pentecostesEl apóstol Pedro y los demás apóstoles, por el poder del Espíritu Santo después de Pentecostés,  proclamaron estas mismas poderosas "ideas" a miles de judíos: "Todos estaban impresionados ante los prodigios y señales que hacían los apóstoles" (Hechos 2, 43)) y más tarde, a los gentiles: "Todavía estaba hablando Pedro, cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Todos los fieles circuncisos que habían venido con Pedro se extrañaban de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los paganos, pues los oían hablar lenguas extrañas y glorificar a Dios."(Hechos 10, 44-46).

Resultado de imagen de pablo apostol de cristoEl apóstol Pablo predicó el mensaje del Evangelio de la misma manera, una y otra vez en las sinagogas (Hechos 13, 5), en los mercados (Hechos 17,17), por los ríos (Hechos 16, 13-15), en las cárceles (Filipenses 1, 12-14) , uno a uno (Hechos 16, 19-31) y a grandes multitudes (Hechos 21,40). Sus tres viajes misioneros fueron en realidad una "Evangelización con poder".


A lo largo de más de 2.000 años, Jesús ha construido su Iglesia con el poder de su Espíritu mediante cristianos que no se avergonzaron de declarar con autoridad y con poder estas "ideas". Incluso, muchos murieron por esas "ideas".

Moisés

En el Antiguo Testamento, Moisés se resistía a predicar porque no se veía capaz de predicar y le preguntó a Dios "qué pasaría si no le creyeran o no le escuchasen" (Éxodo 4)Dios tomó el bastón de Moisés y le infundió su poder para liberar a los israelitas de la tiranía de Egipto y el odio de Faraón.


Imagen relacionadaMuchos, como Moisés, siguen dudando del poder del Evangelio; siguen dudando que Dios pueda coger algo ordinario y convertirlo en extraordinario. Pero, puede y lo hace: "Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan - para nosotros - es fuerza de Dios" (1 Corintios 1,18). 

En el Nuevo Testamento, Dios tomó un conjunto de "ideas", el Evangelio, y lo infundió con poder divino. Durante dos milenios, él ha usado este mensaje poderoso para liberar millones y millones de la tiranía del pecado y el odio a Satanás.

Para muchos, el mensaje de "propuestas" del Evangelio es "de locos". Es demasiado simple. Es demasiado estrecho, pero es la certeza en este mensaje lo que nos salva (2 Tesalonicenses 2,13).

Lo interesante de este conjunto de "propuestas poderosas" es que puede y debe conducir a la igualdad real (Gálatas 3,28), a la unidad racial (Efesios 2, 14-18) y a la generosidad radical (Hechos 4, 31-33). Esto es exactamente lo que se desarrolló en la iglesia primitiva.


Y, sí, necesitamos no sólo "creer" pues los demonios creen y no por ello, se salvan, sino, además, aplicar leste poder del Evangelio en nuestras vidas, en nuestras parroquias y en nuestro entorno.

Sólo así, podremos proclamarlo en voz alta y sin miedo ni vergüenza, gracias al poder y a la autoridad que vienen "de lo alto".