¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

jueves, 30 de julio de 2015

EN VACACIONES, SIGO SIENDO CRISTIANO





Hoy comenzamos nuestras merecidas vacaciones en familia y en la playa. 

Las vacaciones son un momento idóneo para reponer fuerzas físicas, psíquicas y espirituales; nos devuelven la libertad interior que el ajetreo de la rutina diaria nos quita a lo largo del año; nos devuelven, por unas semanas, la tranquilidad que nos es arrebatada por las esclavitudes y deberes mundanos. 

Y...la idea de no hacer nada nos tienta.

Pero qué mejor ocasión de tranquilidad y sosiego, donde la familia está reunida como primera célula de comunidad cristiana, para poder reflexionar y buscar juntos al Señor. 

Estrechar mucho más los lazos familiares, crecer en comunicación entre sus miembros y ayudar a aquel que más lo necesite; para "orar en bañador", para "broncearnos de Dios", para mirar a Jesús con las gafas de la fe, recibirle en chanclas y celebrar con Él en el "chiringuito". 

Las vacaciones no son un tiempo fuerte de meditación y arrepentimiento, como lo son el adviento y la cuaresma. Sin embargo, nos podemos acercar a Dios en la tranquilidad de nuestro descanso. Todo descanso viene de Dios.

Hagamos que nuestras vacaciones sean un espacio “de regeneración para el cuerpo y el espíritu; una oportunidad para descansar en el Señor y regresar pletóricos.

martes, 28 de julio de 2015

SACRAMENTOS SIN FE, ACTOS SOCIALES SIN SENTIDO


 

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia invisible de Dios, instituidos por Jesucristo y confiados a la Iglesia, a través de los cuales se otorga la santificación, es decir, confieren al creyente la dignidad de "hijos de Dios", y mediante los cuales, los creyentes exteriorizan su relación con Dios y profesan su fe.

Cuando los bautizados celebran un sacramento expresan, identifican y edifican su comunión eclesial. Sin fe no hay sacramentos, sino sólo actos sociales o ritos mágicos que no tienen nada que ver con la fe cristiana.

Matrimonio

Es una verdadera pena observar como en los últimos años se ha producido un notable aumento de matrimonios civiles en detrimento de los religiosos, en parte motivado por una progresiva secularización de la sociedad y en parte, por el alejamiento o la pérdida de fe de los propios bautizados.

Igual de triste es la constatación del hecho por el que los novios toman la decisión de casarse en una Iglesia sólo por el simple hecho de considerarlo más como un acto social de cierta enjundia que un camino comprometido de fe. 

Incluso, hay quienes demostrando una mayor incoherencia, piden al sacerdote (a quien apenas conocen y quien apenas les conoce) la eliminación parcial o total de la homilía "para agilizar" la celebración.

Pero mucho más preocupante es que nuestros sacerdotes católicos celebren bodas religiosas aún a sabiendas de esa falta de fe por parte de los contrayentes, conscientes de que no volverán o incluso sin tan siquiera conocerles con anterioridad, pues en muchas ocasiones, se trata de la primera vez (y la última) que pisan el templo.

Como signos externos de la fe vivida, por los cuales expresamos, afirmamos y renovamos ser seguidores de Cristo, no tiene justificación tanto administrarlos como recibirlos, si el resultado es convertirlos en meros eventos sociales, pues ello redunda en una absoluta pérdida de valor y de sentido de la fe de Cristo. No es posible separar sacramento y fe. Sin fe, el sacramento es inválido, es nulo.

Los propios sacerdotes, como testigos del sacramento del matrimonio sin fe, están obligando, desgraciadamente, a los esposos a cometer perjurio ante Dios, haciéndoles mentir y favoreciendo el hecho de que personas que pisan la Iglesia por primera y última vez el día de su boda, que rechazan la institución instaurada por Cristo, que no se toman en serio la confesión, la comunión y en definitiva, los sacramentos, accedan a protagonizar un espectáculo "obligado", sin poso de fe y de todo punto hipócrita. Amén de que con el código de Derecho Canónico en la mano, carecerían de validez y licitud.

Si alguno de los contrayentes no tiene fe y, por tanto, no tiene razón para creer en Cristo ni en la indisolubilidad del matrimonio, ¿por qué empeñarse en recibir un sacramento estéril y carente de valor? ¿Para qué administrarlo?

Sí, cierto es que la Iglesia está llamada a acoger y a recibir a todos, sin excepción, pero al mismo tiempo, no debiera ofrecer un sacramento carente de valor y sentido. De ahí la necesidad de reforzar y profundizar en una verdadera preparación al matrimonio. No se trata de decir un sí incondicional; pero tampoco, un no rotundo; se puede decir, "todavía no". 

Los pastores están llamados a corroborar la verdadera comprensión y aceptación de la naturaleza del sacramento del matrimonio y de sus propiedades esenciales, es decir, de la unidad, de la indisolubilidad del matrimonio y de su apertura a la vida.

Hoy, los elementos fundamentales de la fe, que antes conocía cualquier niño, desde el signo de la cruz hasta el padrenuestro, son cada vez menos frecuentes. Y desde luego, albergar la pretensión de que los cursos pre-matrimoniales, insuficientes en tiempo y efectividad, contribuyan a paliar la ausencia de fe y compromiso cristianos, es como albergar la esperanza de que un bebé aprenda a leer y escribir cuando todavía no sabe caminar. 

Bautismo, Comunión y Confirmación


No es el matrimonio el único sacramento afectado por el sinsentido de la falta de fe verdadera. 

El bautismo, el primero de los tres sacramentos de iniciación a la vida cristiana, es otro de los damnificados

Con demasiado frecuencia, se celebran bautizos sin que la fe cuente algo en la vida de los padres o de los padrinos y sin que haya ninguna intención de educar a esos niños en la fe de Cristo.



La Primera Comunión es otro de los tres sacramentos de iniciación a la vida cristiana con el bautismo y la confirmación. 

A través de ella y después de cierta preparación (catequesis), es posible tomar por primera vez la hostia y el vino, es decir, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. 

Pero ¡Cuántas primeras comuniones se celebran sabiendo que será la primera y también la última, ante la falta de profesión de fe de los padres de los que comulgan!



El tercer sacramento de iniciación es la confirmación. Y tampoco se libra del conflicto. 

¡Cuántas confirmaciones se otorgan a jóvenes que ni creen ni practican; adolescentes que no se asoman por la Iglesia ni por error! 

¿Qué fe está siendo confirmada? ¿no habría que “despertar” la fe en quienes la tienen dormida? 


Una oportunidad única para evangelizar

Durante mucho tiempo, nuestra Iglesia ha sido administradora de sacramentos a bautizados pero no a evangelizados. 

Hoy, embarcados en la nueva evangelización, estamos llamados a empezar por dar a conocer a Cristo a quienes, por las razones que sean, se acercan ocasionalmente a los sacramentos.

En bodas, bautizos, comuniones, confirmaciones y funerales se nos brinda una oportunidad única para ello, pues en todos ellos aparecen bautizados (y no bautizados) que difícilmente aparecen por un templo en otros momentos de sus vidas. Es ahí donde debe hacerse un esfuerzo evangelizador de primer nivel. 

Los laicos tenemos la misión de hacer comprender el significado y el valor de los sacramentos a todos, y los sacerdotes el cometido de cuidar al máximo sus homílias y celebraciones, hacerlas atractivas y así, acercar a esas personas a Dios, sin presión, sin recriminar ni reprender. 

Cristo nos atrae por su infinito amor. Esa es la clave.






lunes, 27 de julio de 2015

"CRISTIANO SÍ, PERO....."





"El que no está conmigo está contra mí, 
y el que no recoge conmigo desparrama" 

(Mateo 12,30; Lucas 11,23)


Jesús nos advierte de las "medias tintas", de la tibieza del alma: Ser un "cristiano tibio" es una contradicción: o eres cristiano o eres tibio.

Ser un cristiano a medias, un "cristiano sí, pero ..." es del todo imposible. Seguir a Cristo es un camino que no admite duda, o le sigues o no.

Es inviable "recoger" y "desparramar" a la vez, de la misma manera que una mujer, no puede estar un "poco embarazada", un hombre no puede estar un "poco casado" o un cadáver, estar un "poco muerto". Así, como tampoco se puede ser un "poco cristiano".

Los tibios forjan "una fe a la medida", "a su manera, a su comodidad", "sin mucha exigencia", rebelándose contra “el estilo divino”, optan por "caprichos espirituales” y prefieren guiar sus vidas alejados de la voluntad de Dios. 



No se consolidan dentro de la Iglesia, no forman parte del cuerpo de Cristo, no se comprometen, no son capaces de abrir la puerta de su corazón para que Jesús entre, le piden condiciones a Dios: "sí, pero...así"; "sí, pero a mi manera"; "sí, pero cuando me venga bien, cuando tenga un rato, cuando acabe lo que tengo que hacer..."

Conocen a Dios pero no lo involucran en sus vidas; hacen todo con sus propias fuerzas. Saben lo que tienen que hacer pero no lo hacen porque siguen su propia agenda. 


Su prioridad no es Dios, andan tan enredados y absortos en "sus cosas" que abandonan "las de Dios" y si luego, "tienen tiempo", ya pensarán en dedicarle tiempo.

Miden su moral con los "ojos del mundo", no con los de Dios. Anhelan estar en el bautizo y en el funeral, "en misa y repicando", en el reino de Dios y en el mundo. Aman al prójimo pero no como a sí mismos. sirven a Dios pero con excusas y restricciones de tiempo, dinero, energía y compromiso.

Utilizan la fe cuando les interesa, pero no la viven ni la disfrutan. Su modo de vida les gusta y no quieren ser transformados. Son infelices y están perdidos en la queja, su corazón se envenena porque su rutina no les deja disfrutar de su vida; el estilo de Dios no va con ellos, no les interesa.



domingo, 26 de julio de 2015

TIRAR DEL CARRO



"El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; 
duerma o se levante, de noche o de día, 
el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. 
La tierra da el fruto por sí misma; 
primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. 
Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega."
(Marcos 4, 26-29)



En los últimos cinco años he conocido bastantes parroquias y a sus párrocos, con quienes he colaborado, siempre que me lo han pedido. En las conversaciones y reuniones que hemos tenido, siempre me he encontrado con la misma preocupación: "No sé qué hacer para que venga más gente a la parroquia".

Y aquí es donde está el problema. Estamos más preocupados de los aspectos cuantitativos que de los cualitativos. Y una cosa tengo clara: las personas no se van de la Iglesia porque no crean en Dios. Se van porque en las parroquias no les ofrecemos "calidad".

¿Por qué las parroquias no crecen?

Podríamos quedarnos en la superficie y responder que existen muchos factores externos actuando contra la fe y la Iglesia. Podríamos excusarnos diciendo que el mensaje de Cristo no es algo que interese mucho a la gente hoy en día. Prodríamos hacer una larga lista para calmar nuestras conciencias pero prefiero verlo con un ejemplo:

Fijémonos en el dibujo como símil de una parroquia: Dos personas están empujando y tirando con gran dedicación de un carro con cuatro ruedas cuadradas, transportando un montón de ruedas perfectamente redondas y sumamente funcionales. Ambos son conscientes de que avanza despacio, lo cual resulta bastante frustrante.

Si les preguntáramos a las dos personas del dibujo ¿por qué no avanzan?, podrían respondernos: “Porque tenemos mucha carga y muchas dificultades en contra nuestra”, o “Porque nuestro camino es una cuesta muy empinada.” o " Necesitamos más gente que nos ayude"

Todas serían verdad. A menudo, sacerdotes y laicos sentimos que hay una carga pesada y muchas dificultades en contra, y a veces el camino se hace bastante cuesta arriba o también, que somos pocos,. Pero el dibujo revela que estas circunstancias externas no son el auténtico problema, pues aunque éstas fueran muy favorables, el auténtico problema seguiría existiendo. 

El potencial biótico

Todo lo que necesitamos para ver crecer la iglesia ya ha sido provisto por Dios. El problema es que no hacemos uso de ello. En vez de utilizar las herramientas que Dios nos ha dado, tratamos de empujar y tirar de la iglesia con nuestras propias fuerzas. Y quizás incluso pensamos que usar “ruedas cuadradas ”es algo especialmente espiritual.

Lo importante aquí es coger esas ruedas redondas que han sido provistas de forma tan abundante en la iglesia y ponerlas donde corresponde de acuerdo con el plan de Dios. Tenemos un montón de ruedas redondas que ya existen en la iglesia. La diferencia es que algunas parroquias las utilizan, y otras no.”

Muchas parroquias focalizan su crecimiento tanto en el FRUTO... …que se olvidan de la RAÍZ que produce ese fruto. Y la raíz es Dios. Dios diseñó todo el universo y también su Iglesia con capacidad de crecimiento y desarrollo natural o biótico (dícese de los organismos vivos o relacionado con ellos). Pensó una Iglesia que tuviera vida en si misma: "Yo planté y Apolo regó, pero quien hizo crecer fue Dios." (1 Corintios 3, 6).

El punto clave es dejar a Dios ser Dios para que la parroquia crezca, en lugar de pretender hacerlo nosotros mismos, por nuestros propios esfuerzos. Ejemplo:Un árbol no se esfuerza por crecer; no se pone metas de crecimiento ni utiliza modelos. Crece porque tiene vida en sí mismo. Su desarrollo natural está debajo de la superficie. Crece porque su raíz le da sentido: al tronco, las ramas y el fruto. Por supuesto, la tierra debe ser buena, el abono, correcto y el agua, abundante.

De
la misma manera, el desarrollo natural de la Iglesia se concentra en aquello que está debajo de la superficie (características cualitativas). La Iglesia, en general y las parroquias, en particular, tienen potencial biótico, es decir,  capacidad inherente de multiplicarse y reproducirse por si mismas. 

El potencial biótico, es un criterio que el mismo Dios ha introducido en su creación y no somos “nosotros” los encargados de producir el crecimiento de la Iglesia, sino permitir que actúe el potencial biótico. 

Como no podemos ejercer control sobre los factores externos, nuestra tarea es concentrarnos en los factores internos de la Iglesia, que impiden el crecimiento y la multiplicación de la misma. Lo que tenemos que hacer es sembrar, cosechar, y “dormir y levantarnos” y lo que no tenemos que hacer (porque no podemos) es “producir el fruto” . El fruto es una obra divina. 

Para liberar el potencial biótico de crecimiento es preciso descubrir los principios/características/dones que Dios mismo ha puesto en cada parroquia cómo Dios actúa en cada persona. 

Algunos piensan que el secreto es tener un culto dirigido a la gente alejada; otros, dirigido a los creyentes; otros, ponen en práctica nuevos métodos de evangelización; mientras otros hacen crecer el número de asistentes a su parroquia pero sin demasiados frutos.

Por eso, es preciso diferenciar entre un enfoque “según modelos” y un enfoque “según principios”:

- Los “modelos” son conceptos que alguna parroquia ha experimentado positivamente, pero no tienen por qué ser la solución idónea para otras que están en otra situación. 
- Los “principios”, sin embargo, son aquellos elementos que resultan ser aplicables para todas las parroquias en todo el mundo.

Analicemos estos principios/características/dones:

Principios cualitativos de parroquias en crecimiento

Liderazgo capacitador

“para el recto ordenamiento de los santos 
en orden a las funciones del ministerio, 
para edificación del Cuerpo de Cristo” 
(Efesios 4, 12)

Lo primero es diferenciar el tipo de liderazgo existente en la parroquia:

-“Liderazgo capacitado”: la existencia de un líder (el párroco) muy brillante, con muchos dones y una gran visión de futuro, quien necesita voluntarios que le ayuden a convertir su visión en realidad: aquí está el gurú-líder con su gran visión, allí el resto de la feligresía que sirve de buena gana a su poderoso líder para realizar los sueños de su vida.

-“Liderazgo capacitador”: El líder (el párroco) no trata de aumentar su propio poder para convertirse en todopoderoso. Justamente lo contrario. Considera como una de sus labores más importantes el ayudar a los cristianos a desarrollar mayores niveles de responsabilidad según el plan de Dios, equipándolos, apoyándolos, motivándolos y aconsejándolos. 

El líder debe convertirse en un “catalizador de dones” de su gente, en facilitador y potenciador de talentos y capacitar a otros para el servicio. "O entrenamos o entretenemos."

El liderazgo necesita orientarse: 
  • hacia el cumplimiento de metas
  • hacia las relaciones interpersonales
El crecimiento “por si mismo” depende de: 
  • Líderes que saben lo que poseen (Juan 13,3)
  • Líderes que potencian a otros (discipulado)
Los sacerdotes de las parroquias que crecen no tienen por qué ser superestrellas. De hecho, el modelo "superestrella" puede ser un obstáculo para el crecimiento de la parroquia. Dios generalmente no lleva a cabo sus planes a través de estrellas superdotadas: "Dios no elige a los capacitados. Capacita a los elegidos".

Si alguien desempeña este papel (o tiene que desempeñarlo porque la parroquia así lo espera), es generalmente un indicio seguro de que algo no va bien en esta iglesia.

Ministerio según los dones del Espíritu

“Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, 
como buenos administradores de las diversas gracias de Dios.” 
(1Pedro 4, 10)

Dios ya ha decidido qué cristiano debe asumir mejor cada ministerio en la parroquia. La función del párroco es ayudar a sus feligreses a identificar sus dones e integrarlos en los ministerios pastorales que se correspondan con sus dones.

Cuando vivimos según nuestros dones espirituales ya no trabajamos con nuestras propias fuerzas, sino que el Espíritu Santo trabaja en nosotros. De esta forma, aunque seamos “sólo personas normales” podemos lograr, en el sentido literal de la palabra, cosas extraordinarias.

La mayoría de los cristianos, o bien no participan en ningún ministerio pastoral, o trabajan en uno que no se corresponde con sus dones. Muchos ni siquiera identifican cuáles son sus dones. 

Una persona que realiza un servicio que no se corresponde con sus dones se parece a las ruedas cuadradas del dibujo.  

Por otra parte, las ruedas redondas en el interior del carro representan a un cristiano que no tiene ninguna labor en la iglesia.

No hay factor que influya más en el sentimiento de gozo al vivir la vida cristia­na que vivirla conforme a nuestros dones espirituales. Se experimentan tres efectos: primero, soy más feliz; segundo, soy más eficiente; y tercero, soy más malinterpretado que antes por otros cristianos. Quizás éste es el precio que hay que pagar por querer seguir la llamada de Dios.

Espiritualidad ferviente y contagiosa

“Sean diligentes, y no flojos. 
Sean fervorosos en el Espíritu y sirvan al señor.
Tengan esperanza y sean alegres. 
Sean pacientes en las pruebas y oren sin cesar.” 
(Romanos 12,11-12)

Lo más importante no es la forma en la que la espiritualidad sea expresada (carismática, no carismática, litúrgica, no litúrgica, etc.), sino el hecho de que la fe sea vivida realmente con compromiso, pasión y entusiasmo. El grado de fervor espiritual es el aspecto que diferencia las parroquias en crecimiento de las que no crecen.

Esta característica cualitativa también demuestra que los métodos que utiliza una parroquia son en realidad un aspecto secundario. Una parroquia que vive su fe con fervor espiritual experimentará éxito con muchos métodos distintos. Por el contrario, en las parroquias en las que este aspecto está ausente, los mejores métodos no lograrán nada. ¿De qué vale el motor más moderno cuándo el depósito de gasolina está vacío?

Por desgracia, nosotros los cristianos a menudo nos inventamos estrategias que acaban estrangulando este fervor espiritual.

Estructuras funcionales

El sábado ha sido hecho para el hombre, 
y no el hombre para el sábado.” 
(Marcos 2,27)

Las estructuras de la parroquia no son nunca un fin en sí mismas, sino sólo un medio para un fin. Todo lo que no esté a la altura de este requisito (por ej. estructuras de liderazgo degradantes, horarios de misas poco apropiados, o programas que no llegan a su audiencia de forma efectiva) se cambia o se desecha. 

Entonces, ¿de dónde viene la resistencia a este principio? Es simplemente el resultado de la tendencia de las personas a volverse más cómodas y más tradicionales a lo largo de la vida. El tradicionalismo implica que las formas de la parroquia tienen que permanecer tal cual las hemos conocido y la convierten en una parroquia de mantenimiento y por lo tanto, no de crecimiento.  

Lo ideal de las estructuras es que sean funcionales, no estáticas.

Culto inspirador

“Estén siempre alegres, oren sin cesar
y den gracias a Dios en toda ocasión; 
ésta es, por voluntad de Dios, su vocación de cristianos.
No apaguen el Espíritu,”
(1 Tesalonicenses 5, 16-19)

Muchos sacerdotes creen que deben adoptar ciertos modelos de culto de otras parroquias porque supuestamente éstos representan un principio de crecimiento de la iglesia. Pero la cuestión no es si nuestros cultos están dirigidos a creyentes o no creyentes; si se celebran con un lenguaje “espiritualizado” o empleando uno más cotidiano; si alabamos utilizando una liturgia determinada o lo hacemos de una manera más espontánea. No son factores decisivos para el crecimiento de la iglesia.

El criterio clave es otro: ¿Es el culto una experiencia inspiradora para aquéllos que acuden a él? 

Muchos cristianos van a misa para cumplir con un deber, una obligación, no acuden a la parroquia porque sea una experiencia tan maravillosa que no se la perderían por nada, sino para hacer un favor a Dios, al cura, o a alguna otra persona.  Algunos incluso creen que su “lealtad”, al soportar pacientemente una experiencia desagradable en misa, es bendecida por Dios.

Para ellos, actuar como los dos hombres del dibujo es algo bastante normal, quizás incluso muy espiritual. 

Grupos pequeños de vida cristiana

Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, 
partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.
Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. 
El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar.” 
(Hechos 2,46-47) 

Las parroquias que crecen han desarrollado un sistema de grupos pequeños donde los cristianos pueden encontrar íntima comunión, ayuda práctica y una profunda interacción espiritual. En estos grupos las personas no sólo hablan de las homilías, textos de la Biblia, libros o charlas de expertos, sino que aplican enfoques divinos a sus asuntos cotidianos.

Lo que se desarrolla en los grupos pequeños es la esencia misma de la verdadera vida de la iglesia de Jesucristo.

Evangelización según las necesidades de las personas

 Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; 
con los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley - aun sin estarlo - 
para ganar a los que están bajo ella.
Con los que están sin ley, como quien está sin ley para ganar a los que están sin ley,
 no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo.
Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. 
Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos.” 
(1 Corintios 9,20-22)

El crecimiento de la iglesia es inconcebible sin evangelización. ¿De qué otra forma va a crecer la iglesia si no es a través del proceso de compartir el Evangelio para atraer cada vez a más personas a la iglesia de Jesucristo? 

La clave es que la iglesia dirija sus actividades evangelizadoras hacia las preguntas, inquietudes y necesidades de las personas. Escuchar sin presión, sin crítica y en libertad. 

Los métodos manipu­ladores “agresivos” representan justo lo contrario de la práctica que aprendemos de las iglesias que crecen. Su secreto es que comparten el Evangelio de una forma que responde a las verdaderas preguntas y necesidades de los alejados o no creyentes.

Relaciones afectivas

“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. 
Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado.
En esto reconocerán todos que son mis discípulos, en que se amen unos a otros” 
(Juan 13, 34-35)

Existe una relación muy significativa entre la capacidad de amar de una parroquia y su potencial de crecimientoLas parroquias que crecen manifiestan un “coeficiente afectivo” perceptiblemente más alto que las que están estancadas o en decrecimiento.

Preguntemos cuánto tiempo pasan unos miembros con otros, fuera de las actividades de la parroquia. ¿Con cuánta frecuencia se invitan unos a otros a comer o a tomar un café? ¿Qué generosidad muestra la parroquia a la hora de hacer elogios? ¿En qué medida es el sacerdote consciente de los problemas personales de los miembros de la parroquia? ¿Cuánto se ríe en la parroquia?

El amor sincero y práctico dota a una parroquia de un poder magnético mucho mayor que el de todos los esfuerzos metodológicos. En el mejor de los casos, promocionar a las iglesias con nuevos métodos se puede comparar a las flores artificiales. Éstas pueden parecer engañosamente reales, pero no tienen olor. Sin embargo, el amor auténtico esparce esa misteriosa fragancia que pocos pueden resistir.

No puede faltar ningún principio cualitativo

Hay tres cosas que podemos decir sobre estos principios:

1- son principios universalmente válidos (esto significa que son aplicables a parroquias en todo el mundo).
2- son aplicables a nuestra propia situación (los resultados variarán de una parroquia a otra).
3- son necesarios tanto para el crecimiento cualitativo como cuantitativo de la parroquia

Si real­mente nos preocupa llegar a tantas personas como sea posible, no nos podemos permitir el lujo de sacrificar ninguno de estos principios cualitativos.

Los principios del crecimiento de la Iglesia no son otra cosa que los propios principios de Dios.

El principio "por sí mismo" (Automatismos de crecimiento)

Finalmente, llegamos al verdadero punto culminante: el principio “por sí mismo”. 

El secreto de las parroquias que crecen no consiste en "empujar y tirar del carro" con la fuerza y el esfuerzo huma­no, sino en liberar y desarrollar el potencial que Dios ha puesto en ellas. Entonces el crecimiento se produce por sí solo.

El crecimiento de la parroquia es algo que nosotros los seres humanos no podemos hacer.Nosotros debemos sembrar y recoger; podemos dormir y levantarnos. Sin embargo, lo que no podemos hacer es traer fruto. Nuestro trabajo simplemente está en estimular los automatismos de crecimiento que el mismo Dios utiliza para construir su iglesia.

Pero, ¿cómo ocurre esto? Para contestar a esta pregunta es útil revisar las ocho características cualitativas. Cada característica cualita­tiva consiste en dos partes: un sustantivo (por ej. liderazgo, ministerio, espiritualidad, estructuras) y un adjetivo (por ej. capacitador, según el don del Espíritu, ferviente, funcional).

El secreto de cada una de estas características cualitativas no está descrito por los nombres (cada parroquia tiene un tipo de liderazgo, ministerios, espiritualidad o estructuras). Más bien, el secreto se esconde en la aplicación práctica de lo que representa cada uno de los adjetivos.
Una mirada más detallada a estos adjetivos revela que tienen algo que ver con el hecho de posibilitar el funcionamiento de esos automatismos de crecimiento que Dios utiliza para construir su iglesia.

Volvamos al dibujo del carro: En vez de empujar y tirar del carro (la parroquia) nosotros mismos, tenemos que descargar algunas de estas ruedas que ya están en el carro, ponerlas en el sitio adecuado, desplegar la velas y disfrutar de la alegre experiencia de que el soplo del Espíritu Santo ponga el carro en marcha (aparentemente) “por sí mismo”.


Nuestra preocupación principal: la calidad de nuestra parroquia


La clave para el crecimiento es la calidad de la parroquia, que se mide por las ocho características cualitativas

La cantidad (aumento de asistentes a la parroquia) es el fruto.

Esta perspectiva tiene importantes aplicaciones para el trabajo práctico de las pastorales de la parroquia. En vez de empezar con la pregunta: “¿Cómo podemos conseguir que venga más gente a la iglesia?”, preguntémonos: “¿Cómo podemos crecer en cada una de las ocho áreas cualitativas?”. Detrás de este enfoque se halla la convicción con base teológica y empírica de que el crecimiento cualitativo en estas áreas siempre resultará en un crecimiento cuantitativo.

"Todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos.
Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos.."
 (Mateo 7,17-18)

Una regla sin excepción

Todas las parroquias que tienen en cuenta cada una de las ocho características cualitativas, crecen:
  • Sacerdotes y laicos están comprometidos con el crecimiento de la parroquia.
  • Todos están usando sus dones espirituales para edificar la parroquia.
  • La mayoría de los miembros viven la fe con fervor y contagioso entusiasmo.
  • Las estructuras/métodos se evalúan en función de su servicio al crecimiento de la parroquia o no.
  • La Eucaristía y el culto son los momentos culminante de la semana.
  • El amor y la fraternidad de la comunidad se experimenta en grupos pequeños. 
  • Todos, según sus dones, ayudan a cumplir con el mandato de Cristo de evangelizar. 
  • El amor de Cristo impregna casi todas las actividades de la parroquia. 

Las ocho características cualitativas representan lo que podemos y debemos hacer según la voluntad de Dios, 

Nosotros solos, sencillamente, no podemos “fabricar” el crecimiento cuantitativo de la parroquia, sino que debemos centrar nuestros esfuerzos en mejorar la calidad de la parroquia para asegurarnos de que Dios derrame su Espíritu y Bendición sobre nuestra parroquia.

El apóstol Pablo habla de la relación entre el trabajo humano y el divino cuando usa las siguientes palabras: “Yo (observe que Pablo aquí está hablando de sí mismo) planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer” (1 Corintios 3,6). Esto aclara lo que ya saben los agricultores incluso sin haber oído estas palabras, es decir, lo que pueden “producir” y lo que no. Pueden plantar, regar y recoger. Pero no pueden hacer crecer. Sin embargo, saben que el plantar, abonar y regar tienen una gran influencia en la esperada cosecha.



Fuente:

 "Desarrollo natural de la Iglesia", Christian A. Schwarz