¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

sábado, 24 de septiembre de 2022

LA PUERTA DE LA VIDA

"Yo soy la puerta: 
quien entre por mí se salvará 
y podrá entrar y salir, 
y encontrará pastos"
(Jn 10,9)

La vida es una sucesión de puertas que se abren (oportunidades) y se cierran (decepciones). Con frecuencia, pensamos que somos nosotros quienes las abrimos y las cerramos, pero no es así. Es Dios quien las abre y quien las cierra: 

"Conozco tus obras; 
mira, he dejado delante de ti una puerta abierta 
que nadie puede cerrar, 
porque, aun teniendo poca fuerza, 
has guardado mi palabra 
y no has renegado de mi nombre" 
(Ap. 3,8)

Dios nos ofrece una puerta única y abierta que indica que Su misericordia es más grande que nuestros pecados y que siempre nos espera con los brazos abiertos. Pero para cruzarla, es preciso que depositemos nuestra confianza en Él y guardemos su Ley. 

"Entrad por la puerta estrecha. 
Porque ancha es la puerta 
y espacioso el camino que lleva a la perdición, 
y muchos entran por ellos. 
¡Qué estrecha es la puerta 
y qué angosto el camino que lleva a la vida!" 
(Mt 7,13-14).
Dios nos abre una puerta estrecha que indica que no es cómoda ni fácil de atravesar si llevamos demasiado equipaje. Pero si la cruzamos, se abre ante nosotros un camino de gloria.

Dios nos señala una puerta angosta que indica que no caben todas nuestras cosas, que debemos despojarnos de todas las piedras que llevamos en nuestras mochilas. Pero si la cruzamos, la vida plena se abre ante nosotros. 

La puerta ancha es Adán, por la cual, todos los hombres entramos en el mundo material, es decir, en la tierra. La puerta estrecha es Cristo, por la cual, todos los hombres (los que quieran) entramos en el mundo espiritual, es decir, en el cielo:

"Efectivamente, así está escrito: 
el primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente. 
El último Adán, en espíritu vivificante. 
Pero no fue primero lo espiritual, 
sino primero lo material y después lo espiritual. 
El primer hombre, que proviene de la tierra, es terrenal; 
el segundo hombre es del cielo"
(1 Cor 15,45-47)

Cristo es la puerta hacia la salvación. Él conduce al Padre (Jn 10,1; 14,6). Para cruzar la primera puerta, la de Adán, no es necesario hacer nada por nuestra parte, pero para cruzar la segunda, no vale sólo con saber dónde está y de qué material está fabricada. 

Es necesario hacer una elección, un acto de voluntad libre por nuestra parte: confiar, dejarnos guiar por Él y seguirle.



viernes, 23 de septiembre de 2022

DESPEDIDO DE EMAÚS: NADA NUEVO BAJO EL SOL

"Dame cuenta de tu administración,
porque en adelante no podrás seguir administrando"
(Lc 16,2)

El Evangelio de este domingo pasado mostraba la parábola del administrador infiel, un drama de rabiosa actualidad que me hizo reflexionar sobre mi vida de fe y sobre mi labor evangelizadora, concretamente, en los retiros de Emaús.

Durante la pandemia, los retiros de Emaús fueron duramente castigados, como el resto de los aspectos de nuestra vida material y espiritual. Muchos de ellos tuvieron que ser pospuestos o cancelados y otros, sufrieron importantes cambios de método y organización. 

Tras la vuelta a la "normalidad" (que de normal tiene poco o nada), los retiros de Emaús parecen haber dejado de tener la salud de antaño o quizás, parecen haber "perdido fuelle", o quizás, parte de su esencia. Desde entonces, cuesta bastante organizarlos como antes, es complicado encontrar servidores y caminantes, o al menos, a mi me cuesta un imperio "volver" como si hubiera perdido las ganas de perseverar.

Es como si Dios me dijera: "¡Para! ¡Déjalo! ¡Estás despedido! ¡Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando!". Sin embargo, como el administrador infiel, no trato de buscar excusas ni de poner objeciones sino que, incluso, reconociendo una cierta mala conciencia por mi derroche de talentos (porque el Señor lo conoce todo), me pongo a pensar o a idear variantes de los retiros, como si tratara de encontrar una "caja B" espiritual. 

Pienso: ¡Hay ser astutos y sagaces como son los "hijos de este mundo"! ¡Hay que buscar alternativas! ¡Hay que idear nuevas fórmulas para seguir con los retiros! ¡Hay que buscar una continuidad para garantizar mi apostolado porque "no me veo cavando, porque no tengo fuerzas, ni mendigando, porque me da vergüenza"!

Creo sinceramente que lo que nos sucede a muchos, es que nos ha entrado un cierto "mal de altura" o quizás, una cierta fiebre "amarilla": la "retiritis". Hemos caído en el "activismo" y seguimos empeñados en realizar una tarea de la que hemos sido despedidos. 

Es posible que, ante las alternativas que podamos ofrecer, el Dueño valore nuestra rápida aunque deshonesta respuesta, que aplauda nuestra astuta aunque inútil toma de decisiones o nuestra sagaz manera de intentar "salvar nuestro futuro como administradores de la viña"... pero no revocará su decisión: nuestro despido seguirá siendo efectivo.

Una vez despedidos, Dios nos dice: "Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas". Y yo me pregunto: ¿Qué quiere decirme el Señor? ¿A qué se refiere?
Estoy seguro de no encontrarme en una crisis existencial aunque, a veces, el aparente silencio de Dios parezca ocultarme su propia presencia. Es en Su Palabra, viva y eficaz, donde nuevamente me ofrece una secreta y reveladora epifanía.

Concretamente, en la lectura de ayer, Qohélet (el libro de Eclesiastés) reforzaba ese pensamiento crítico y me interpelaba: 
"¡Vanidad de vanidades! ¡todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece. Sale el sol, se pone el sol...y vuelve a salir....gira  que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver, ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol. De algunas cosas se dice: 'Mira, esto es nuevo'. Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos, mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos."
Aunque ciertamente estas palabras pudieran parecer escépticas, pesimistas, fatalistas o catastrofistas, no me indican un mensaje desesperanzador ni de amargura infinita. El término Qohélet (de la raíz qabal que significa "reunir, convocar, congregar") no designa un nombre propio sino que se refiere a quien desempeña una función o tarea. 

Se refiere a cada uno de nosotros, a ti y a mi. Y aunque muchas veces no hayamos obrado legítimamente (conforme a la voluntad de Dios), aunque todos nuestros afanes parezcan ser inútiles, aunque toda nuestra fatiga al buscar e indagar "cosas nuevas" parezcan ser fútiles, aunque parezca que no hay recompensa, nos llama a reaccionar ante lo vano, lo vacío y lo inconsistente de nuestros pensamientos, aferrados a este mundo que "pasa" y que conduce a un final estremecedor para todos: la muerte. 

Hoy, el Señor continúa hablándome a través de Qohélet, en el "silencio a gritos" de Su Palabra: "Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo...¿Qué saca el obrero de sus fatigas? " 

De nuevo, me interpela: ¿Cómo puedo saber lo que tengo que hacer en cada momento? ¿Qué debo hacer con el tiempo que se me ha dado? La respuesta sólo la encontraré en Dios, que es quien da sentido a mi vida y a todo lo que me sucede.

Podría pensar ¿Qué saco de mis fatigas? ¿Es que todo lo que haga es inútil? ¿Es que nada produce fruto o recompensa? No se trata de resignarme ni de "arrojar la toalla". Sabedor de la eterna misericordia de Dios y testigo de la resurrección de nuestro Señor, tengo la certeza de que sí hay algo más después de esta vida, de que sí hay recompensa: eternidad.

Dios ha sembrado en la profundidad de mi alma y de mi corazón el deseo de eternidad. No tendría sentido vivir sólo para sufrir y morir. Por eso, tengo que encontrar sentido a cada momento y circunstancia de mi existencia. Necesito saber que mis acciones no están limitadas por el tiempo en este mundo, sino que tienen eco en la vida eterna.
El Señor, con su pedagógica y progresiva revelación, me exhorta a buscar mi propia santidad y la de otros, acompañando a las personas que han conocido su amor divino y que tienen gran necesidad de Él. Me llama a edificar una comunidad donde compartir la esperanza y donde formarme en la fe, en el conocimiento de Dios, hasta que alcance mi destino final y eterno en su presencia.

¡No imagino una vida sin Cristo! ¡Nada tendría sentido ni cabría esperanza alguna! ¡Todo sería vanidad de vanidades! ¡Estaría encerrado en una prisión esperando un fatal desenlace!

¡No! Dios no nos ha creado para la muerte. O como dice un amigo mío: "la muerte no es el final". ¡No lo es!

Por eso, seguiré buscando la gracia, la misericordia y el amor de Dios en la vida eucarística hacia la que me conduce el camino de Emaús. Seguiré con mi corazón en ascuas, "ganando amigos para Dios" allí donde estén, acogiendo a "los pobres en el espíritu" en mi parroquia, y junto a ellos, buscaremos sitio en las moradas eternas y no en las temporales. 

Porque "Nada hay nuevo bajo el sol". Lo nuevo está por encima, en el cielo, en la vida eterna.



JHR

domingo, 11 de septiembre de 2022

ENEMISTAD DESDE EL PRINCIPIO

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"Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, 
entre tu descendencia y la suya; 
él te aplastará la cabeza y tú sólo tocarás su calcañar".
(Gn 3, 15)

La profecía o proto evangelio del Génesis promete una mujer, Nuestra Señora, que será la enemiga en grado superlativo de la serpiente. Esta Mujer vencerá al Demonio, por medio de su linaje, es decir, de su Hijo Jesucristo, que le aplastará la cabeza.

La rotundidad de la victoria de María es subrayada por la maldición hacia la serpiente: "Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás del polvo de la tierra todos los días de tu vida" (Gn 3,14), que es una antigua expresión oriental para referirse a la máxima humillación.
Dios, en la economía de la Gracia, es decir, en el reparto de su don gratuito en beneficio de los hombres, ha querido que todo comenzara por una mujer, María. La Santísima Virgen María es el principio del orden de la restauración y de la salvación, porque con su fiat, nos dio a Cristo. Todo comienza con Ella. 

En el último libro de la Escritura, el Apocalipsis, el Diablo, lleno de ira, orgullo y desprecio, en su plan derrotista contra Dios, entabla combate contra Cristo, la descendencia de María"El dragón se irritó contra la mujer, y se fue a hacer la guerra al resto de su descendencia, a los que guardan los mandamientos de Dios y son fieles testigos de Jesús." (Ap 12, 17).

La co-redención de María como la Nueva Eva, es el complemento de Cristo como el Nuevo Adán. Entonces, si hay un Anticristo, ¿hay una Antimaría? Y si la hay ¿Cómo sería?

El Dragón y las Bestias

En los capítulos 12 y 13 del Apocalipsis, San Juan nos presenta la visión de la batalla espiritual anticipada en el Génesis: entre la Mujer (el pueblo de Dios, la Iglesia, la Virgen María) y el gran Dragón (Satanás, los demonios) con sus aliados:

La Bestia del mar busca destruir al hombre como creación de Dios. Representa a todos los poderes o imperios anti divinos. 

Podría referirse a la corrupción política/social/económica, cuyos representantes son: Comunismo, Marxismo, Masonería, Materialismo, Capitalismo, Globalización, que tratan de destruir/aplastar a los cristianos.
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La Bestia de la tierra busca, por un lado, instrumentalizar, falsificar y desfigurar a Cristo y negar su divinidad; y por otro, descomponer la Iglesia, causando confusión y división con falsas doctrinas, ideologías y gnosticismos

Podría referirse a la corrupción ideológica, cuyos representantes son: Nueva EraGnosticismo, Paganismo, Laicismo, Feminismo, Ideología de género, Espiritismo, Brujería, Eutanasia, Aborto, etc.  que tratan de competir/imitar con el cristianismo
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Estas imágenes de las Bestias son representaciones del poder satánico contra Cristo y su Iglesia, es decir, del Anticristo. Intentan provocar un tránsito hábil, consistente y agresivamente elaborado, mediante un contubernio diabólico y corrupto a todos los niveles, hacia una desfiguración de Cristo y de María.

La Prostituta
El capítulo 17 describe otra espeluznante visión: la Gran Babilonia, madre de todas las prostitutas y de los abominables ídolos de todo el mundo. Personifica a todo lo contrario a la Virgen María. 

Podría referirse a la corrupción religiosa, cuyos representantes son: Iglesia apóstata (teología de la liberación, sincretismo católico, etc.),Protestantismo, Islam, Sectas, etc.
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Así, mientras por un lado, está la Mujer Vestida de Sol, que es la Virgen María, la Iglesia, la Embarazada que da a luz; por el otro, está la gran Babilonia, que es la "Anti-María", la "anti-Iglesia" que seduce a las naciones con su falsa belleza exterior y ofrece placer en lugar de amor. 

El Diablo no actúa directamente sino que trata de imitar a Dios, utilizando diferentes instrumentos y signos distintivos de la ‘Antimaría’ (rabia, indignación, vulgaridad y orgullo) con el objetivo de anular y corromper los grandes dones de la mujer (sabiduría, prudencia, paciencia, serenidad y humildad). Pero, como nos muestra el evangelio, no tendrá éxito: "El poder del infierno no la derrotará" (Mt 16,18).

El demonio sólo puede hacer imitaciones deformadas. Satanás es un "fake", un burdo imitador que trata, vana  y grotescamente, de plagiar a Dios. Y sabe que ha sido derrotado desde el principio.

sábado, 10 de septiembre de 2022

CAER EN LA COMODIDAD ESPIRITUAL


"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, 
y yo os aliviaré"
(Mt 11,28)

Vivimos en una sociedad egoísta y hedonista que nos "vende" continuamente la necesidad de buscar el bienestar y la comodidad a través del placer, como sinónimo de felicidad.

Y nosotros, en la búsqueda de esa falsa "felicidad", caemos en la tentación de aferrarnos a nuestras conveniencias y complacencias, a todo aquello que nos da placer y seguridad, a todo lo que nos resulta fácil o nos hace sentir bien... y terminamos aburguesándonos, acomodándonos. También, espiritualmente.

Para ser un verdadero cristiano, no es suficiente con "hacer" lo que hago en un ambiente favorable, como puede ser acudir a una iglesia, ser parte de una peregrinación o servir en un retiro espiritual. Eso puede hacerme caer en la comodidad y en la rutina si no tengo el enfoque correcto. 

Ser cristiano en un ambiente favorable y seguro es muy fácil, no requiere de mucho esfuerzo. Pero hace falta valor y coraje para hacerlo en el resto de ambientes. Hace falta mucha confianza y fe para dejar todo lo que me conforta, todo lo que me agrada, todo lo que me produce bienestar... y seguir a Cristo de verdad.

El mensaje cristiano es muy claro"Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga" (Mt 16,24). Dios me llama a salir de mis comodidades, a dejar mis zonas de confort y a seguirlo, como hicieron patriarcas, profetas y apóstoles. Pero, además, me promete que "me aliviará" (Mt 11,28).

Seguir a Cristo es una decisión individual y libre que nadie puede tomar por mí. Decir "Maestro, te seguiré adonde vayas" (Mt 8,19) no es una frase hecha para quedar bien o ser "políticamente correcto". Supone compromiso, esfuerzo y negación de mí mismo pero, sobre todo, obediencia, humildad y confianza en Dios. 

Todo lo que vale la pena requiere trabajo, riesgo y sacrificio. A veces, supone dejar confort y tranquilidad, o incluso, amigos y familia. Por eso, cuando me acomodo en mi vida cristiana, cuando me convierto en un cristiano "complaciente", no dejo de pensar que algo va mal, que algo falla. 
Y es que no soy capaz de imaginarme a Jesús buscando seguridad y complacencia. No veo a Cristo cediendo a las comodidades que le ofrecía Satanás en el desierto. No le veo cediendo a una vida tranquila en su pueblo natal y acomodado con sus santos padres o con su grupo de los Doce. No le veo evitando los riesgos de enfrentarse a aquellos que le querían muerto ni huyendo de la Cruz.

Por eso, necesito estar alerta y muy atento a las tentaciones de bienestar y seguridad con las que el Enemigo busca alejarme de Dios. 

Necesito discernir que ser cristiano no es buscar amigos ni "grupos estufa" donde estar calentito y a gusto, ni acomodarme a un estilo de vida cristiana "de mínimos"

Necesito meditar que ir a misa, asistir a reuniones de grupo o servir en un retiro puede convertirse en una "rutina cristiana" de ritos y costumbres si no los vivo con un corazón apasionado

Y es que la rutina...oxida, corroe y mata. 

Entonces ¿Qué hacer?

Se me ocurren tres cosas que pueden ayudarme a discernir el significado de ser cristiano y evitar que la rutina "oxide" mi fe y "corroa" mi pasión:

Conocer más Dios. Hablo de formarme, de saber más de Dios, de conocer lo que el Señor quiere de mí, de profundizar en su palabra y en su iglesia. Porque conociendo más a Dios, puedo y quiero estar más con Él.

Estar más con Dios. Hablo de oración, de espacios de diálogo con Él, de adoración y de Eucaristía. Porque sabiendo dónde está, puedo y quiero establecer una relación más estrecha con Él y cumplir la misión que me ha encomendado.

Atender las necesidades de los demás. Hablo de servicio, de entrega, de procurar el bien de mi prójimo. Porque sirviendo a Dios, puedo y quiero servir a los demás como Él hizo, a quienes están necesitados de Dios. 

Sólo así conduciré mi vida por el camino cristiano que Dios me muestra. Sólo así cargaré mi cruz como mi Maestro. Sólo así moriré a mi egoísmo para alcanzar la gloria.


JHR

jueves, 8 de septiembre de 2022

EL NUEVO LENGUAJE, ENTRE ORWELL Y TOLKIEN

la crisis del lenguaje es una crisis ética. Cuando el lenguaje expresa y comunica, no estamos ni en la incomunicación ni en lo que llamaremos hipercomunicación, propia del solaz del fingimiento que posibilita la existencia en red, de la que Facebook, por caso, es un ejemplo paradigmático y sintomático a la vez.la crisis del lenguaje es una crisis ética. Cuando el lenguaje expresa y comunica, no estamos ni en la incomunicación ni en lo que llamaremos hipercomunicación, propia del solaz del fingimiento que posibilita la existencia en red, de la que Facebook, por caso, es un ejemplo paradigmático y sintomático a la vez.
la crisis del lenguaje es una crisis ética. Cuando el lenguaje expresa y comunica, no estamos ni en la incomunicación ni en lo que llamaremos hipercomunicación, propia del solaz del fingimiento que posibilita la existencia en red, de la que Facebook, por caso, es un ejemplo paradigmático y sintomático a la vez.
la crisis del lenguaje es una crisis ética. Cuando el lenguaje expresa y comunica, no estamos ni en la incomunicación ni en lo que llamaremos hipercomunicación, propia del solaz del fingimiento que posibilita la existencia en red, de la que Facebook, por caso, es un ejemplo paradigmático y sintomáti
"Pues está escrito: 
¡Por mi vida!, dice el Señor,
ante mí se doblará toda rodilla,
y toda lengua alabará a Dios"
(Rom 14,11)

La crisis moral, de valores y creencias que vive esta sociedad orwelliana, que manipula la información, que vigila nuestros actos en los medios y que reprime nuestras libertades a base de prohibiciones y decretos, se ha trasladado también al lenguaje. 

Las palabras y las frases han perdido su dimensión semántica, sintáctica y morfológica, vaciando su significación para convertirse en "poses fingidas", estereotipos, eufemismos, clichés y tópicos que se pronuncian sin pudor, sin expresión y sin sentido, transformando el lenguaje en "puro ruido"

Decía san Agustín que "las palabras son signos que se caracterizan por referirse a cosas con una cierta intención" (De Magistro 7,20), y que, además, están reguladas por unas normas lingüísticas. Sin embargo, hoy esas normas se ignoran a propósito con una cierta intención: manipular ideológicamente.

Los Ministerios del Estado "globalista" llamado ONU, que Orwell en su distópica novela 1984llamaba Oceanía, se han puesto en marcha: 
  • el Ministerio del Amor, se encarga de adoctrinarnos y reeducarnos para que sigamos el "pensamiento único"
  • el Ministerio de la Paz, se encarga de que estemos en continuo conflicto unos con otros, de forma que "divide y vencerás"
  • el Ministerio de la Abundancia, se encarga de planificar nuestra economía diciéndonos qué, cómo, cuánto y a quien debemos consumir, empobreciéndonos cada día más
  • el Ministerio de la Verdad,  se encarga de controlar los medios y las redes sociales, con el objetivo de establecer una "versión oficial" de cómo son las cosas.
El Enemigo de Dios y del hombre se ha dado cuenta que es preferible "deconstruir" la sociedad que "destruirla". La diferencia estriba en que, mientras "destruir" implica demoler completamente, "deconstruir", supone un proceso de sutil desmantelamiento de las estructuras, mediante técnicas vanguardistas ("progres") para reutilizar sus elementos de forma selectiva e interesada. 

Y así ha ocurrido en los usos y costumbres, en los medios de comunicación, en las leyes, en la política, en la arquitectura, en la gastronomía y, también, en el lenguaje, a través de lo que Orwell llama "neolengua o nueva lengua".

El "Estado" ha ideologizado el lenguaje hasta el punto de convertirlo en una propaganda atea y anti divina que pretende abstraer las verdades absolutas, transformándolas en eufemismos y elementos artificiales, para dominar el pensamiento de sus ciudadanos.

Un "nuevo lenguaje" que es la mismísima esencia del "anillo único" de Tolkien: "Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos a las tinieblas". 

Un "anillo" que habla, que fascina, tienta y atrae a quien lo utiliza. Un anillo creado para "gobernarnos a todos".
"One Ring to rule them all, 
One Ring to find them, 
One Ring to bring them all, 
and in the darkness bind them"

Este neolenguaje o deconstrucción del lenguaje pone el énfasis en la apariencia, o sugiere, al menos, que su esencia se encuentra en lo superficial, en lo banal y que los conceptos, valores e ideales son relativos y dependen del estado de ánimo personal. 

Su consecuencia más obvia es el llamado "lenguaje inclusivo", una invención del "Estado" globalista  que, con la excusa de la lucha contra la discriminación, por la igualdad y la inclusión, pretende modificar el habla y el lenguaje, con el propósito de cambiar nuestra mentalidad y convertirnos a todos en ciudadanos unitarios, normalizados y sumisos que hablan de la misma manera y con el mismo propósito.
Sin embargo, el “lenguaje inclusivo” no genera en sí mismo una sociedad más igualitaria ni más justa ni más verdadera. Tan sólo un modo de hablar que a muchos nos parece, como mínimo, ridículo. Pero para quienes lo utilizan, se trata de un reconocimiento mutuo de integración y pertenencia a ese pensamiento único. Es decir, utilizándolo, saben quiénes son de los "suyos" y quiénes no, y por lo tanto, "dividen" y "señalan".

La deconstrucción del lenguaje (Jacques Derrida) no es sino  el empeño subjetivo, radical y relativista de visibilizar el anhelo nietzscheano de la emancipación plena del ser humano, que no es otro que el objetivo diabólico y nihilista de tergiversar la verdad, de confundir bien y mal, y, en definitiva, separar al hombre de Dios.
Es el intento de deslegitimar el valor del logos, la palabra hablada, elemento de suma importancia en nuestra civilización judeo-cristiana, y desvincular el concepto de "verdad", separando "significado" y "significante", transformando y descontextualizando el sentido de las palabras (y de las cosas).

Es la pretensión de la afirmación personal de los propios valores éticos y la refutación del origen metafísico de las cosas: la negación del ser, de sus principios, de sus propiedades y de sus causas primeras. En definitiva, es la negación de Dios y la afirmación del "superhombre" nietzscheano

Es el anhelo de un "alter realismo" ausente de normas, de estructura y de método que deriva en un individualismo social que se opone radicalmente a la conciencia personal y social, que no se conforma con la realidad tal cual es, sino que recela de ella y pretende cambiarla para emanciparse a una realidad todavía por venir. 

Es la refutación nihilista, relativista y dictatorial de toda creencia, de todo principio moral, religioso, político o social. La negación de la Verdad absoluta y la afirmación de valores irreales reconstruidos. 

Es la esperanza desesperada, la certeza incierta, la identidad indeterminada, consecuencia de una actitud de rebeldía que hunde al ser humano a la oscuridad más absoluta y le aleja de la luz divina y trascendente. 

Es la manifestación del impío, el misterio de la iniquidad, que san Pablo anunció a la Iglesia de Tesalónica, que ocurriría antes de la venida del Señor :

"Porque el misterio de la iniquidad está ya en acción;
apenas se quite de en medio el que por el momento lo retiene,
entonces se manifestará el impío...
La venida del impío tendrá lugar, por obra de Satanás,
con ostentación de poder, con señales y prodigios falsos,
y con todo tipo de maldad para los que se pierden,
contra aquellos que no han aceptado 
el amor de la verdad que los habría salvado.
Por eso, Dios les manda un poder seductor, 
que los incita a creer la mentira;
así, todos los que no creyeron en la verdad 
y aprobaron la injusticia,
recibirán sentencia condenatoria"
(2 Tes 2,7-12)

lunes, 5 de septiembre de 2022

EL BUEN SACERDOTE, AL SERVICIO DE LA VERDAD


El cardenal Robert Sarah, en su último libro titulado "Al servicio de la verdad", que (como los anteriores) está inspirado en su propia experiencia, nos cuenta su vivencia de la fe como sacerdote, desde la entrega total a Cristo y a su Iglesia. 

Para el cardenal africano, el buen sacerdote es alguien cuya vida brilla como el sol porque es el representante de Cristo. Es la imagen de la mujer vestida de sol de Apocalipsis 12: la Iglesia no es el sol, es la luna que refleja los rayos del sol que es Cristo, y por tanto, sus sacerdotes deben reflejarlo también.
 
El buen sacerdote comprende la importancia del sacrificio personal y la renuncia como seguimiento de Cristo, que es, en definitiva, lo que significa amar: sacrificar tiempo, recursos y energías por los demás y renunciar a la propia comodidad. 

El buen sacerdote es aquel que cuando no está hablando con Dios, está hablando de Dios. Habla siempre la Verdad a sus "hijos espirituales", aunque duela o no sea "políticamente correcta". Exactamente lo mismo que hizo Cristo: hablar sin medias tintas, sin tapujos. Sin miedo a la verdad.

El buen sacerdote no se deja instrumentalizar como una marioneta por el pensamiento dominante ni por lo "políticamente correcto"; cuida la liturgia y no la inventa ni la transforma a su capricho ni al de los demás, porque sabe que su misión es reproducir la liturgia que se actualiza en el mismo Cielo. 

El buen sacerdote es celoso. Sarah dice que “el celo es interés": interés verdadero por las personas. Celo por las almasEntusiasmo por la salvación de los hombres en cuerpo y alma. No se pertenece jamás a sí mismo sino al Señor. 

El buen sacerdote no es remolón ni perezoso, no malgasta el tiempo ni lo dedica al ocio ("padre del vicio"). Sabe que la pereza es un mal hábito que evita la actividad sin la que no se pueden lograr objetivos. Por eso, está siempre pendiente del cumplimiento de su misión.

El buen sacerdote no cede su pensamiento a las redes sociales ni se convierte en esclavo de internet, o en autómata del móvil, porque sabe que cuanto más se "navega", más se ahoga uno y cuanto más se "alimenta" de contenidos digitales, menos se metabolizan. Sabe que la sociedad es el más fiel reflejo de internet que consume "pasivamente" y actúa movida por sensaciones y sentimientos, que no piensa por cuenta propia, ni desde la verdad ni desde la razón. Y que es imprudente...
Sarah coincide con Francisco en ver en el clericalismo una de las mayores amenazas para la vida de la Iglesia hoy, un clericalismo que él llama "pragmatismo empresarial", un activismo que no está iluminado por la Palabra de Dios ni por la oración ni por el celo por las almas, y que se presenta como bondad cuando es, como mucho, eficacia mundana.

Lo que daña hoy a la Iglesia son los malos sacerdotes, lobos en piel de cordero”, que “dicen servir al rebaño cuando realmente se sirven de él para sus propios fines”.  Buscan, sobre todo, ser atractivos, "estar en la onda", pero están en un camino equivocado porque la Iglesia no trabaja para sí, no trabaja para aumentar los propios números ni el propio poder, sino para el hombre y para Cristo.

El cardenal nos deja claro lo que es un buen sacerdote, y análogamente, lo que significa ser un buen cristiano: alguien que brilla en un mundo de oscuridad, que se sacrifica por los demás, que habla con Dios y de Dios siempre, que no se deja manipular por el pensamiento dominante, que es celoso y comprometido por el Reino de Dios y que está iluminado por la oración y la Palabra. 

El buen sacerdote, el buen cristiano... es el que está siempre al servicio de la Verdad, al servicio de Cristo, al servicio del reino de Dios.

sábado, 3 de septiembre de 2022

¿UNA SERPIENTE OCULTA DEL VATICANO?

 

La Sala de Audiencias Pontificias del Vaticano, conocida como Aula Pablo VI o Sala Nervi (nombre de su autor, el arquitecto i) y con capacidad para más de 6.000 personas, tiene un diseño, tanto exterior como interior, lleno de simbolismos ocultos (siete, para ser exactos) que han llevado a muchos a formular variadas especulaciones sobre la existencia de una gran serpiente (o dragón) en el Vaticano.

Si nos fijamos en su estructura exterior, podemos apreciar un singular parecido del techo con la forma aplastada de la cabeza de una serpiente, en la que el forjado ondulado simula las escamas de un reptil, y los dos ventanales a cada lado, sus alargados ojos. 
 
Si pasamos a su diseño interior, podemos percibir cómo la forma de los ventanales evidencian una especie de ojos con pupilas transparentes; el diseño del techo es un entramado de 41 nervios perforados a modo de escamas; el altar simula una boca abierta con dos columnas a modo de dos grandes colmillos puntiagudos; y el pasillo se asemeja a una gran lengua alargada.
    

   
Si nos detenemos en su composición artística, podemos advertir una prueba más de la evidencia simbólica del reptil. La escultura que preside el centro del altar, La Resurrezione, es una estructura de bronce entramado construida en 1971 por el escultor Pericle Fazzini, quien afirma que representa un apocalipsis atómico: "Cristo emergiendo de un cráter producido por una bomba nuclear, una explosión atroz, un vórtice de violencia y energía".
     
La cabeza del Cristo, vista desde los laterales, se asemeja a la cabeza de una serpiente o, incluso, su cuerpo, al de de un dragón alado...Desde mi punto de vista, cualquier cosa, menos la imagen majestuosa y gloriosa del Resucitado.
      
Quizás nos preguntemos ¿Qué pretende representar esta iconografía tan anómala? ¿Qué significado tiene su ubicación en el corazón de la Iglesia? ¿Con qué intención se construyó esta simbología para que el Papa hablara desde la cabeza de una serpiente?
 
Unos mantienen la hipótesis de que estos símbolos guardan una estrecha relación con los Iluminati, sociedad secreta, a menudo, vinculada con la Iglesia y que habla por boca del Papa. Algunos, los asemejan a un altar diabólico o "trono de Satanás" (Apocalipsis 2,13). Y otros, a una raza imaginaria extraterrestre: los reptiloides reptilianos, humanoides con figura de lagarto o dragón, también llamados draconianos.

Pero aparte de especulaciones imaginarias y de teorías cospiranoicas, la respuesta que da la Iglesia está basada en la presencia de la serpiente en la Sagrada Escritura

-en el Jardín del Edén, como recuerdo del pecado original de Adán y Eva (Génesis 3,1-24).

-en la corte del Faraón de Egipto, como signo del poder de Dios, cuando la vara de Moisés se convierte en serpiente y devora las varas de los magos del faraón (Éxodo 7,10-12) , provoca las siete plagas (Éxodo 7,15-12,51) y separa las aguas del Mar Rojo (Éxodo 14,8-31). 

-en Meribá, como símbolo del castigo de Dios a Moisés y a Aarón, cuando les niega la entrada en la tierra prometida por su falta de fe (Números 20,1-11).
También, en la ambivalencia simbólica de la serpiente en la Palabra de Dios como animal salvador o como reptil maldito:

-símbolo de salud (Sabiduría 16,10-13).
-símbolo de astucia (Génesis 3,1; Mateo 10,16).
-signo de seducción (Génesis 3,13).
-adversario y enemigo de la Mujer, que representa a la Iglesia (Génesis 3,15).
-representación del Diablo (Apocalipsis 12, 9).


¿Curiosidad o voluntariedad?  
¿Casualidad o intencionalidad? 
¿Eventualidad o premeditación?

LA IDOLATRÍA DEL CUERPO

"Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, 
sólo a él darás culto"
 (Mt 4, 10)

Cada domingo, de camino a misa, no deja de sorprenderme ver a tanta gente haciendo deporte, ya sea yendo al gimnasio, corriendo, montando en bicicleta o jugando al paddle. ¡Qué lejos han quedado esos domingos en los que la gente se vestía con sus mejores galas para ir a misa o para salir a pasear con la familia! ¡Hemos cambiado la chaqueta por el short!

Aunque el culto al cuerpo ha existido en todas las culturas y épocas, el hedonismo narcisista se ha convertido en la nueva religión contemporánea, olvidando que somos una unidad de cuerpo y alma (Gadium et spes 3), para dedicar tiempo, recursos y esfuerzos a cuidar el primero, y a desatender completamente el segundo. 

El ser humano busca la perfección física y se olvida de la pureza espiritual. Elige rendirse culto a sí mismo y se lo niega a Dios. Ha reemplazado la Iglesia por el gimnasio, la fe por la estética, los sacramentos por las dietas y el día del Señor por el día del deporte.

Ha cambiado lo trascendental por lo trivial, lo divino por lo mundano, lo espiritual por lo material, como si, en la práctica, Dios no existiera. Ha dejado de creer en Él y de adorarlo, para exaltarse a sí mismo. 
La divinización del cuerpo se ha convertido en objeto sagrado de deseo humano, al que se colma de todo tipo de atenciones, cuidados y caprichos. Se trata de una clara expresión del materialismo imperante: un cuerpo constituido a voluntad o "comprado" a la cultura imperante.

En el fondo, esta búsqueda de la eterna juventud, perdida tras la caída de Adán, debería hacernos meditar sobre el verdadero sentido de nuestra vida: ¡el hombre ha sido creado para la eternidad! 

Sin embargo, el pánico escénico por la vejez y la muerte, nos hace buscar, paradójicamente, una efímera e insuficiente "eternidad" de 90/100 años. Algo absurdo, como nos recuerda el Señor: ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? (Mt 6,27).

El culto al cuerpo es una forma de idolatría tan antigua como el propio ser humano, que le hace colocarse "más allá del bien y del mal", que le motiva a "querer ser como Dios". Una liturgia física donde el templo es el gimnasio, el dios es el cuerpo y el altar la propia imagen. Una veneración corporal instigada por la ideología del mundo que anima a preocuparse por una vida física, individual y autosuficiente que pone la mirada en el terreno material, en el "yo", que nunca tiene suficiente y que nunca le conduce a la verdadera plenitud.

Vivimos en la era de la apariencia, de la fachada y del postureo. Una época donde la devoción por el cuerpo se ha convertido en una obsesión generalizada, en una adicción por mostrar "nuestro gran yo" y que "produce" a la misma vez, "talibanes del músculo" y "anémicos espirituales", más preocupados por el embalaje que por el regalo, más preocupados por la carcasa que por el motor. 
Esta lucha "telomérica" contra el envejecimiento y la muerte no debería olvidar que el cuerpo no es el contenido de la persona sino su continente. Una forma finita y temporal que empieza a degradarse nada más nacer, cuando comienza la destrucción celular. Pensar que el cuerpo nos define como personas es como pensar que la cáscara es la parte más delicada del huevo. 

Como dijo Benedicto XVI, existe una gran diferencia entre rendir culto al cuerpo o cuidarlo, entre idolatrarlo o su respetarlo:  "El equilibrio entre la dimensión física y la espiritual lleva a no idolatrar al cuerpo, sino a respetarlo y no hacer de él un instrumento que hay que potenciar a cualquier coste, utilizando incluso medios no lícitos".

Además, la Iglesia nos enseña que es importante cuidar el cuerpo pero no ensalzarlo: "la exigencia del respeto a la vida y a la salud del cuerpo, bienes preciosos de Dios, pero no hace de ella un valor absoluto. Se opone a una concepción neopagana que tiende a promover el culto del cuerpo, a sacrificar todo a él, a idolatrar la perfección física y el éxito deportivo. Semejante concepción, por la selección que opera entre los fuertes y los débiles, puede conducir a la perversión de las relaciones humanas". (CIC, 2288-2289).

¡Busquemos formar un alma limpia y pura, un cuerpo glorioso, espectacular y reluciente, con una piel eterna tersa y suave, para estar a “la última” junto a Dios!