¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

lunes, 31 de agosto de 2015

CAMBIOS PARADIGMÁTICOS: EVANGELIZAR PRIMERO, SANTIFICAR DESPUÉS.



“No sigan la corriente del mundo en que vivimos, 
sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. 
Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, 
lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto”. 
(Romanos 12, 2)


Toda la Iglesia cristiana del siglo XXI está llamada a la nueva evangelización. No se trata de un cambio de contenido sino de un cambio de paradigma.

La misión de la iglesia y la razón de su existencia es la evangelización: proclamar el primer anuncio (kerigma) y a ser testigos de Cristo. 

Para ello, es preciso tener una mejor y más clara visión del mundo en el que vivimos. Estamos en una nueva etapa de la historia del hombre en la que la secularización, el anticlericalismo, el acceso a la información, la globalización y los cambios paradigmáticos mundiales, entre otros, tratan de poner a prueba la fiabilidad y validez del mensaje de Cristo.

Por ello, estamos llamados a transformarnos en la totalidad de nuestras facetas y responsabilidades, ya sean personales o sociales. La fe sin obras está muerta y, desde luego, no es un acto individual. 

Nos hallamos ante la urgente necesidad de unidad en la tarea de nueva evangelización, pero esta sin duda, vendrá como resultado de un nuevo ardor y celo evangelizador. 

Estamos ante la imperiosa exigencia de implantar todos los esfuerzos que capaciten a la iglesia con los elementos necesarios (métodos, lenguaje, etc.) para su transformación y cambio de paradigma, para “ser lo que debe de ser”, y que, sin duda, tendrán un efecto significativamente positivo. Por otro lado, los esfuerzos de hacer prevalecer pastorales de simple mantenimiento o exclusivamente de santificación y sacramentalización están condenados al fracaso.

Todos los esfuerzos personales o individualistas para liderar procesos de evangelización carecen de probabilidades de éxito. Se requiere una serie de esfuerzos coordinados desde la base, que se desarrollen desde las estructuras eclesiásticas existentes hacia una visión general, los cuales marcarán el paso correcto en la nueva evangelización.

Estamos ante una oportunidad única para despertar a toda la iglesia en su conjunto, ocupada en santificar y ser santificada, en el exclusivo cumplimiento de los dogmas con un formato exclusivo, en su política interna, la contemporización con el mundo y la falta de eficiencia, a su llamado primordial y a la búsqueda de una pastoral misionera e inclusiva.

Estamos ante la maravillosa invitación a la unidad de la iglesia que, a la vez, piense tanto en sí misma como en alcanzar a aquellos que no tienen o han tenido oportunidad de oír el mensaje del evangelio.

Estamos ante una especial advertencia a no perder el sentido, en una locura esquizofrénica de envío sin considerar primero una transformación de pastorales de mantenimiento hacia pastorales de misión, un cambio de paradigmas para iglesias que se entristecen, que se apagan o sólo se mantienen, confundiendo así el significado del verdadero discipulado y de la misma esencia de la Esposa de Cristo.


¿DÓNDE ESTÁ TU TESORO?


“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, 
es decir, sin lavarse las manos. 
Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos 
restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, 
y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.
 Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: 
'¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras 
y no siguen la tradición de los mayores?'.
Él les contestó: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: 
‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. 
El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos’. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.” 
Marcos (7,1-8.14-15.21-23)

Ayer en misa, escuchábamos el Evangelio de Marcos que nos hablaba de la hipocresía humana y del corazón impuro. 

La observancia exterior de la ley no es suficiente para ser buenos cristianos. El Evangelio debe transformar el corazón y favorecer un encuentro personal con Jesucristo, instar a la búsqueda de la justicia y la paz, al socorro y auxilio de los pobres, de los débiles, de los oprimidos. Debe tener puesto el objetivo en el AMOR.

Muchos sucumben a la tentación de creerse mejores cristianos que los demás, incluso superiores, de sabérselas todas por el sólo hecho de observar los dogmas, las reglas y las tradiciones, en lugar de amar al prójimo. 

Entonces es cuando sus corazones se endurecen, lo cierran al Señor, dicen lo contrario de lo que hacen y terminan centrados en ellos mismos. Esa hipocresía que brota de sus corazones les convierte en seres egoístas, hipócritas, soberbios y orgullosos.

El Evangelio, norma de Dios para la conducta cristiana, a menudo es sustituido por preceptos de hombres que muchas veces se desvían de él o incluso van en contra suya. 

Es entonces cuando impera una fe infantil, estéril, sin fruto, que sólo genera bebés espirituales cuya misión exclusiva es la observancia literal de la Ley, y tristes, pues están todo el día “llorando”. Entonces la fe deja de ser fuente de alegría, de paz y de amor. Y cuando esto ocurre, esa fe no es de Dios, ni viene de Dios, ni llega a Dios. 

El papa Francisco dice: "No son las cosas exteriores las que nos hacen o no santos, sino el corazón que expresa nuestras intenciones, nuestras elecciones y el deseo de hacerlo todo por amor de Dios. Las actitudes exteriores son la consecuencia de lo que hemos decidido en el corazón. No al revés".

Si el corazón no se transforma, no podemos ser buenos cristianos. La lucha entre el bien y el mal no sucede fuera de nosotros sino dentro. Jesús dice: “tú tesoro está donde está tu corazón”.

El apóstol nos dice: “Ninguna cosa que de fuera entra en la persona puede hacerla impura; lo que hace impura a una persona es lo que sale de ella…Los pensamientos malos salen de dentro, del corazón: de ahí proceden la inmoralidad sexual, robos, asesinatos, infidelidad matrimonial, codicia, maldad, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y falta de sentido moral. Todas estas maldades salen de dentro y hacen impura a la persona” (Marcos 7, 15 y 21-23)

Entonces ¿Cuál es mi tesoro? ¿Dónde está mi corazón? ¿Soy puro exteriormente o interiormente? ¿Tengo un corazón hipócrita, impuro, con “doblez”? Si es así, ¿puedo tener unas manos y unos labios puros de amor, de misericordia y de perdón? 

Un corazón puro y libre de hipocresía me capacita para vivir según el espíritu de la Ley y alcanzar su finalidad, que es el amor.



IGLESIAS PORTAVIONES LLENAS DE SOLDADOS DE CRISTO




IGLESIAS DE SALIDA

Doug Spada, fundador de Worklife, una organización cristiana que promueve la vivencia de la fe en el trabajo secular, describe un nuevo paradigma de iglesias consistente en pasar de ser cruceros a portaaviones.

La idea es simple, estamos acostumbrados a las iglesias crucero, en donde la gente viene a recibir, pero la verdadera esencia de la iglesia es salir, por lo que la cuestión es si somos capaces de cambiar y convertirnos en portaaviones. 

Dicho de otra manera, una conversión pastoral como la que nos pide la Iglesia en este momento, requiere de un cambio de paradigma.

¿Cuál ha sido el paradigma reinante hasta hace nada?: pues que la iglesia existe para santificar. Como decía un vicario general: a mi me educaron para santificar, no para evangelizar.

Bajo este modelo la mejor de las parroquias es la que más gente acomoda un domingo, y la mejor de las experiencias religiosas es la que sucede cuando todo el mundo se dedica a rezar. 

Pero como dice por activa y por pasiva Rick Warren, el éxito de una iglesia se mide no por la gente que acomoda el domingo, sino por la gente que envía. 

En el pasado Sínodo para la Nueva Evangelización, el cual el papa Benedicto XVI abrió con una homilía en la que afirmó el retorno al paradigma primigenio: “la iglesia existe para evangelizar”, se pudo observar la convivencia de estos dos paradigmas en la Iglesia. 

Para algunos padres sinodales la Nueva Evangelización era simplemente santificar más y mejor, abrir más las iglesias, confesar más, decir más misas, etc,etc. Es normal que la gente opere bajo los parámetros en los que ha sido educada, y escuchando cosas así yo me pregunto hasta qué edad puede uno cambiar de paradigma en esta vida. A mi me gustaría conservar la frescura siempre y no ser esclavo de mi propio carisma, de mi formación, o de mis costumbres, para llegado el momento poder seguir adaptándome al cambio constante que pide Dios “he aquí que hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21,15)


CAMBIO DE PARADIGMA

El papa Francisco habla de una iglesia en salida, una iglesia en las periferias, una conversión pastoral...yo creo que no hemos asimilado todavía ni el 10% de lo que conlleva un cambio así. El paradigma es pasar de una iglesia de llegada, a una de salida. El paradigma es la evangelización.

Si asimiláramos lo que significa una iglesia en salida empezaríamos a cerrar parroquias, liberar sacerdotes de la santificación para que se dediquen a la evangelización, promover piedras vivas en vez de edificios, liberar laicos y discipular conversos.

Hay diócesis que ya lo hacen, pero es muy diferente hacerlo por necesidad, por la fuerza de los hechos cuando viene la insostenibilidad humana o económica, que hacerlo porque tenemos visión de conjunto.

Uno no construye un portaaviones con los restos de un crucero desarbolado y sin apenas tripulación cuando ya se ha quedado sin gente. Para hacer un gran buque hacen falta planes, hacen falta obreros, hace falta inversión. Hay que formar gente que sepa hacer algo distinto a navegar, hay que traer gente de otras ramas del ejército como son los pilotos de avión que en principio no estaban diseñados para estar en el mar. Hay que pensar en soluciones nuevas, protagonistas nuevos, y entender que el portaaviones está en función de salir fuera porque su razón de ser es convertirse en una base flotante que responda con movilidad a las cambiantes necesidades estratégicas.

Los portaaviones son una inversión a medio y largo plazo, y no simplemente una operación de maquillaje de un crucero a corto plazo. Porque el crucero ni tiene la eslora, ni la capacidad, y por más que queramos reconvertir a la Nueva Evangelización estructuras caducas que no fueron diseñadas para ella sino para santificar, aunque la mona se vista de seda, en mona se queda.

La idea de un nuevo paradigma es de lo más sugerente, porque nos da la clave explicativa necesaria a nivel de visión para realizar los cambios consecuentes. Como dice la Escritura “donde no hay visión, el pueblo perece” (Prob. 29,18). 

Cuanto antes entendamos que el Papa que tenemos no es una improvisación, sino que es la culminación de un cambio de paradigma que se remonta a la Lumen Gentium y tiene como carta magna la Evangelli Nuntiandii, más pronto podremos pasar del paradigma a sus consecuencias y entender que una iglesia en salida no es simplemente salir de excursión del crucero a pescar más pasajeros.

Cada vez me convenzo más de que el mayor enemigo de la evangelización somos nosotros mismos. Ni la agresiva cultura secular, ni la persecución, ni la falta de recursos. Es nuestra propia cortedad de miras, la falta de radicalidad y consecuencia, la simple falta de escucha de lo que la Iglesia está diciendo.

Somos como esas señoras que lo acumulan todo, no queremos descartar nada, y no somos capaces de entender lo que el cambio de paradigma nos propone porque simplemente estamos demasiado ocupados haciendo mil cosas que objetivamente no evangelizan. Y vaya si nos duelen prendas a la hora de deshacernos de ellas. Nos dan insatisfacción, pero no somos capaces de tirarlas por la borda. 

Hay gente meritoria, sí, que empieza a operar un crucero con mentalidad de portaaviones. Hacen sus dos o tres excursiones evangelizadoras, pero esencialmente siguen trabajando para un crucero. Es verdad que no es culpa de ellos, muchas veces es dónde les han puesto, y no está en su mano vender diez cruceros y comprarse un portaaviones nuevo. Pero eso no les exime de la responsabilidad de hacer ver a sus superiores que no están trabajando en el paradigma adecuado, el que les pide la superioridad más alta.

TODOS SOMOS SOLDADOS

“Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace”. (Mateo 8,9)

Un soldado (el cristiano) es un militar, es decir, alguien que milita en un ejército (la Iglesia) y que defiende la integridad territorial (el mensaje de Cristo) y la soberanía nacional (el reino de Dios).

Un ejército (la Iglesia) es un grupo organizado tácticamente (Alpha, entre otros) y fuertemente armado (unión en la fe y el amor), con un propósito específico (evangelizar), para el cumplimiento de una misión (plan de Dios) en un mismo sentir (la fe) y con una misma visión(la visión de Dios).

El Ejército de Dios no está formado sólo por hombres y mujeres que van a la guerra; la nueva evangelización es un sector especializado dentro del Ejército que sirve a Cristo.

Decir: “soy un Soldado de Jesucristo” es un término válido para todos aquellos que están en el servicio del ministerio; y saben que su tarea principal es la de presentar a Cristo y pelear por la liberación de las almas.

Todos podemos denominarnos Soldados de Jesucristo, si estamos integrados a la milicia; como dice el apóstol Pablo: “peleando la buena batalla de la f
e”.


ALISTADOS EN EL EJÉRCITO DE DIOS

“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”. 
(2 Timoteo 2,3-4) 

El Ejército de Dios, es muy similar al Ejército de las Fuerzas Armadas de un país. Son hombres y mujeres rigurosamente adiestrados, separados de la vida común, y especialmente preparados para misiones específicas, que tienen que ver con asuntos de seguridad y rescate de vidas; pueden ser tareas de equipo, o misiones especiales en forma individual.

Las personas que forman parte del Ejército de Dios, son cristianos que tienen una llamada al ministerio; esto es, personas que son diferentes del ciudadano común; que tienen una vida de servicio a la comunidad; que se dedican especialmente al rescate de las almas y la liberación de los cautivos en el reino espiritual. 

Los que sirven al Ejército de Dios deben ser fieles al Señor y a la llamada; si lo hacen de cualquier manera, el pueblo sufrirá grandes daños, y muchas almas salvadas correrán peligro de recaer como prisioneros del enemigo.

En el Ejército de Dios, los Soldados son los diferentes equipos de trabajo y apoyo dentro del ministerio. Alrededor del líder espiritual se forman grupos especializados, que son entrenados para colaborar y desarrollarse en el campo de batalla, y en otras diversas tareas. 

El ejército se forma de varios grupos, adiestrados en diferentes áreas de trabajo, donde cada cual tiene su parte de responsabilidad para que todo salga bien, y que cada misión se cumpla con éxito.

ADIESTRADOS PARA EL SERVICIO

“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, 
sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”. 
(2 Corintios 10,4)

Hablar del Ejército, es hablar de grupos especiales y servicios; y es también hablar de armas y de guerra.

La Santa Biblia enseña que las armas del cristiano son espirituales, y son muy poderosas para destruir las fortalezas del enemigo.

En el Ejército de Dios, todos necesitan ser adiestrados para la guerra, y todos necesitan saber usar las armas espirituales. 

El soldado debe ser adiestrado primero para su propia supervivencia como cristiano, y luego, para pelear por la liberación de los demás; el soldado debe ser adiestrado para saber cómo pelear, cómo defenderse, como atacar, y cómo conquistar en el reino espiritual. 

Según los dones y talentos que tenga una persona como soldado cristiano, su fidelidad a Dios, su obediencia a las autoridades, su conocimiento bíblico, su testimonio espiritual, se ve cuando está capacitada, y en qué grupos o actividades se integra.

Dios da capacidades físicas, mentales y espirituales a cada soldado, según las tareas que tenga que cumplir; según el nivel de dificultad de las batallas que tendrá que enfrentar; y según las responsabilidades que tendrá en su cargo. 

El soldado fiel es aquel que vive en santificación, para no caer en pecados ni en tentación; es un cristiano que no da lugar al diablo, sino que vive para servir y agradar a Dios.

SE NECESITAN VERDADEROS SOLDADOS

Para ingresar a cualquier ejército, primero el aspirante debe pasar unas pruebas y ser aceptado.

Tiene que presentar una serie de requisitos mínimos exigidos para poder realizar con éxito la tarea que se le va a encomendar; someterse a rigurosos exámenes físicos, intelectuales, psicológicos y conocimientos en general; sus antecedentes son examinados. Después de pasar por este exhaustivo proceso, se decidirá si está capacitado o no, para alistarse. Muchos de los que lo intentan, no logran pasar las pruebas.

De la misma manera, para poder integrarse a los diversos grupos de servicios en la iglesia, (es decir, servir en el ministerio), los soldados aspirantes deben ser probados y aprobados. Cada cual tiene sus dones espirituales y talentos de Dios, que serán usados para el provecho y edificación del Cuerpo de Cristo. 

La persona debe estar dispuesta a pasar por las pruebas, someterse a las diferentes disciplinas, y esforzarse en ser fiel en la tarea o sector que le ha sido encomendado.

A veces no estamos sirviendo en el puesto que nos gustaría, o en aquel lugar especial donde sabemos que Dios nos ha llamado; pero eso es parte del proceso del crecimiento y aprendizaje. Dios tiene un tiempo para cada persona. En el momento correcto, cada miembro será puesto en el lugar que le corresponde, para el perfecto funcionamiento del Cuerpo de Cristo.

SOLDADOS DE JESUCRISTO

Un Soldado de Jesucristo es alguien que:
  • está dispuesto a arriesgar su propia vida por amor a Cristo, quien lo salvó, por amor al mensaje del evangelio, por amor al prójimo. 
  • vive en santificación permanente. 
  • no peca, y si cae en pecado se arrepiente inmediatamente. 
  • deja todo y a todos por seguir a Cristo. 
  • recibe con los brazos abiertos lo que Dios le da, aunque no le guste. 
  • se abstiene de todo aquello que desagrada a Dios. 
  • acata la disciplina que sus líderes le imponen. 
  • cumple todas las tareas que se le asignan. 
  • hace sacrificios espirituales y carnales con alegría. 
  • no se detiene ante ningún argumento. 
  • reconoce que su vida no es suya, sino de Dios. 
  • no toma decisiones por sí mismo, hace lo que Dios manda. 
  • está dispuesto a cualquier enfrentamiento con las tinieblas, sin temor. 
  • lucha por su salvación y por las de otras personas, conocidas o no. 
  • se dedica a una vida espiritual completa, que vive por y en el Espíritu de Dios.

sábado, 29 de agosto de 2015

CRISTIANOS EN UN MUNDO POSTMODERNO








"Cuando los hombres dejan de creer en Dios, 
no es que no crean en nada, es que creen en cualquier cosa"

-Humberto Eco-

La creciente secularización de la sociedad occidental hace absolutamente necesaria la puesta en marcha de cauces de intercomunicación y acercamiento de la Iglesia a la sociedad postmoderna.

Se trata de un problema de confrontación dimensional, que siempre ha estado latente a lo largo de la historia de la Iglesia, lo que hace estar en permanente estado de lucha, de constantes adaptaciones y cambios, aunque manteniéndose fiel a sus esencias.

La fe ha de ser vivida por el cristiano EN y DESDE la temporalidad, debe saber armonizar lo inmutable con lo mutable, la paradoja de vivir, en tiempos cambiantes, una esperanza de vida intemporal.

La Nueva Evangelización, permaneciendo fiel al mensaje de Cristo, ha de ser nueva porque así lo exigen los cambios culturales, nueva porque es necesario rejuvenecer el rostro de la Iglesia, nueva porque hay que utilizar métodos más eficaces y sobre todo, nueva porque todos los cristianos, laicos y sacerdotes, hemos de aprender a predicar con el ejemplo.

Nuestro mundo ya no es el que era. Su gran enfermedad no es la crisis moral, ni la crisis de fe, es la falta de esperanza

El hombre postmoderno vive angustiado y expectante por abrirse a la esperanza pero está desengañado y de vuelta de todo, es descreído, relativista, materialista, consumista, hedonista y desconfiado y se muestra refractario a todo lo que suene a verdades absolutas e intemporales.

No tiene oídos, ni tiempo para poder escuchar teorías o "meta-relatos", sean del signo que sean; Pero también es muy agudo y perspicaz, y distingue a distancia lo que es genuino de lo que no lo es; lo que pide y exige no son tanto razones sino testimonios, actitudes, vivencias.



Por ello, nuestro testimonio cristiano hoy para que sea fidedigno ha de ser auténtico e ir acompañado del servicio y entrega generosa a los demás: “obras son amores y no buenas razones”, algo que en nuestro mundo cala hondo. 


No se trata ya tanto de hablar y hablar… cuanto de hacer presente a Dios en el corazón de los hombres de hoy.

No se trata de "tener que ser", sino "ser": Ser valientes, auténticos, genuinos, tolerantes, dispuestos a servir y a escuchar como prueba evidente de que Cristo está presente en nuestros corazones..




viernes, 28 de agosto de 2015

SOLO QUIEN SABE OBEDECER HONRA AL PADRE



"Cada uno en esta vida debe someterse a las autoridades.
Pues no hay autoridad que no venga de Dios,
 y los cargos públicos existen por voluntad de Dios.
Por lo tanto, el que se opone a la autoridad
se rebela contra un decreto de Dios,
y tendrá que responder por esa rebeldía."
 (Romanos 13, 1-2)

En nuestra sociedad individualista, donde la afirmación de uno mismo, el ego y el reconocimiento social priman sobre todas las cosas, se hace muy difícil entender la obediencia como una virtud. Se ve más como un sometimiento, una humillación e incluso una debilidad: es bueno mandar, es malo obedecer.

Pero para nosotros, los cristianos, el punto de referencia es Cristo. Es el modelo a imitar. Y Cristo nos mostró el verdadero espíritu de sumisión y obediencia, a su Padre celestial, a sus padres humanos, a las leyes religiosas de su tiempo y a las autoridades civiles . Y nos enseñó a sus discípulos que la obediencia es una virtud fundamental, clave en el servicio.

Para entender la obediencia, debemos entender la autoridad. Ante todo, es necesaria para que un grupo de personas pueda formar una unidad, funcionar al unísono, organizados y coordinados.

La autoridad no es arbitrariedad, no es privilegio, no un medio para satisfacer los propios deseos...es un servicio. 

La autoridad auténtica huye de los parabienes, de los aplausos, de las medallas, de las felicitaciones. El que manda debe ser quien más sirve y su mando está al servicio de los “mandados”; cada uno sirve desde su puesto.

La obediencia no suprime la libertad ni tampoco es sometimiento del más débil al más fuerte. No es una imposición del poder. Es el mejor camino de desarrollo personal: mientras me formo, obedezco y mientras obedezco, aprendo, me desarrollo y adquiero disciplina. 

También, me doy cuenta de que quien está a la cabeza tiene más datos, ve todo el conjunto, sabe a dónde dirige el todo, coordina distintos esfuerzos, etc.

La obediencia tiene como principales virtudes la humildad, la generosidad y la responsabilidad, que, al mismo tiempo, potencia, y entre sus principales obstáculos, la envidia, la soberbia, la pereza y el egoísmo.

Cuando obedecemos, cumplimos la voluntad de Dios, pero no de un modo absoluto o fundamentalista, sino por el origen divino de toda autoridad: al crear al hombre como un ser social, Dios quiso que hubiera una autoridad.

La obediencia debe ser inteligente y voluntaria, enriquecedora. Es un servicio al bien. Requiere madurar e involucrarse personalmente al hacer las cosas, sin huir de los problemas, sin humillarse ni someterse, pero tampoco, por supuesto, rebelarse.

P. Eduardo Volpacchio


ANTES SENCILLO QUE MUERTO

 



“Mira, lo que hallé fue sólo esto: Dios hizo sencillo al hombre, 
pero él se complicó con muchas razones.” 
(Eclesiastés 7, 29)

A los seres humanos nos gusta complicar las cosas. En un mundo de consumo e inmediatez, vivir con sencillez es complicado. Y es que nos hemos vuelto muy sofisticados, lo queremos todo y lo queremos ya.

Nos complicamos la vida con un sinfín de artificios, afanes, compromisos, apariencias, modas y comportamientos y estamos más pendientes de la complicación y del bienestar, que de la entrega y el sacrificio. 

Compramos cosas que no necesitamos, con dinero que no tenemos, para impresionar a personas que no queremos.

Ser cristiano implica sencillez, naturalidad y humildad. Jesucristo vivió una vida sencilla, desde su nacimiento hasta su muerte, huyó de la pomposidad, del boato y de la apariencia. “porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.”(Lucas 14, 11). Habló de forma natural y sencilla, mediante parábolas y palabras fáciles de entender. Se rodeó de los apóstoles, personas humildes y normales.

“Dios ha elegido lo que es común y despreciado en este mundo, lo que es nada, para reducir a la nada lo que es. Y así ningún mortal podrá alabarse a sí mismo ante Dios.” (1 Corintios 1, 28-29)

La verdadera razón de todas estas complicaciones que inventamos y que nos esclavizan, no es otra que la búsqueda del propio reconocimiento. 

Nuestra tendencia y nuestro gran error es darnos importancia a nosotros, pensar que todo depende de nuestra capacidad y esfuerzo, de nuestros conocimientos y aptitudes, del “YO”.

Pero la sencillez es ABRIR EL CORAZÓN Y DEJAR ENTRAR A DIOS, desterrando el odio, el orgullo y el egoísmo. Es abnegación, humildad y misericordia.

La sencillez es ABRIR LA MENTE Y DEJARSE INTERPELAR POR DIOS, desterrando el prejuicio, la rebeldía y la duda. Es entrega, mansedumbre y confianza.

La sencillez nos lleva a reconocer que lo que tenemos es un regalo de Dios, que su cuidado es asunto suyo, y que está al servicio de los demás.

“… pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta. 

(Filipenses 4, 11-13)

miércoles, 26 de agosto de 2015

NUEVA EVANGELIZACIÓN

La nueva evangelización significa que hay que VOLVER a evangelizar, como en la Iglesia Primitiva del siglo I, puesto que la secularización domina nuestro mundo del siglo XXI y produce una acelerada y generalizada descristianización.

Significa DIAGNOSTICAR para, después, RESTAURAR en los corazones los valores que ejemplificó con obras el propio Jesucristo, como el amor, la caridad, la fraternidad, la igualdad, la solidaridad… y que han sido sustituidos por el progreso, la productividad, la eficacia, el éxito o el consumo de "usar y tirar", que bien podrían definirse como propios del "Anticristo", que no es más que la sustitución de Cristo (Dios) por el Hombre, tal y como ocurrió en el Edén.

Significa también que hay que hacerlo de una MANERA NUEVA, con NUEVOS MÉTODOS y NUEVAS ESTRATEGIAS, para no incurrir en los errores del pasado y afrontar los nuevos retos, desafíos así como las circunstancias actuales.

Significa Iglesias con puertas abiertas de ENTRADA Y SALIDA, donde ponernos todos en "modo misión", en nuestras periferias (familiar, social, cultural, tecnológica, económica, etc.) ofreciendo dialogo sin presión, atención y ayuda con esperanza, valentía, alegría.

Significa entender a Jesús no como una opción de fe individual, guardada en un cajón y sacada a airear los domingos por la mañana, antes del "aperitivo", sino como una FUERZA COLECTIVA, impulsora del cambio y transformación de esta sociedad orientada exclusivamente al ego personal, al "YO" , y conducirla hacia el REINO DE DIOS.

Si "la mujer del César no sólo tiene que ser honrada, sino parecerlo”.... con mayor motivo, la esposa de Cristo debe "ser" y "ser ejemplo" al mundo.

La familia de Dios está formada por todos y para todos, no debe ser el ámbito exclusivo de unos pocos.



EL SENTIDO DE LA VIDA: SERVICIO Y AMOR, Y VICEVERSA






¿Quién no se ha preguntado alguna vez por qué o para qué vivimos? ¿Quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos? Nuestra naturaleza humana es lo único que nos impulsa a buscar el sentido último de nuestra vida. Los animales no tienen esa capacidad.

Plantearse y encontrar el sentido de la vida no es tarea fácil. De hecho, muchos nunca se han planteado siquiera esta cuestión y viven por inercia una vida vacía y sin sentido.

Sin embargo, el sentido último de nuestra vida es lo que nos motiva, lo que nos impulsa, lo que nos llena y lo que nos hace felices. Lo que nos ayuda a superar los obstáculos y nos permite ser más eficaces, enfrentar los problemas desde una perspectiva superior.

¿La vida es un vacío creado por el caos y la casualidad o se fundamenta en un propósito eterno diseñado por un creador supremo?

Optar por lo primero es vivir en base a los sentimientos, donde la prioridad soy yo mismo. Optar por lo segundo, es vivir en base a la fe, donde la prioridad es Dios.

El gran error de vivir en los sentimientos consiste en buscar las cosas materiales, las cosas que creemos que nos hacen felices o que nos agradan, pero nos anclamos en lo fácil, en lo egoísta, en lo banal, en el “YO”.

Vivir en la fe es tener la certeza de que hemos sido creados con un propósito, por una razón, para una misión. El secreto de la existencia está en saber para quién se vive y tiene que referirse necesariamente a alguien. Y ese alguien es Dios, que nos ama tal y como somos, sin limitaciones, para siempre, pase lo que pase, hagamos lo que hagamos. 
Vivir en la fe consiste en buscar a Dios y las cosas de Dios, aquello por lo que estamos dispuestos a sacrificarnos, por lo que estamos dispuestos a dejarlo todo y por lo que vale la pena luchar de verdad.

Dios sale al encuentro del hombre: “porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3,16). 

Y porque hemos sido creados a su imagen y semejanza, el sentido último de nuestra vida es servir a Dios y a los demás, o lo que es lo mismo, el AMOR.

Jesucristo nos muestra el camino: El SERVICIO. Él da sentido a su vida (y a la nuestra) sirviendo y muriendo por amor: “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mateo 20, 28).

He aquí el sentido de nuestra existencia: AMOR y SERVICIO, y viceversa.

martes, 25 de agosto de 2015

UN AMOR QUE NO CONOCÍA



Alecksi no esperaba mi visita hoy. Ni siquiera sabía que yo existía.

Búlgaro de nacimiento y madrileño de padecimiento, pasa de los cincuenta y tantos. 

Está solo en este mundo pero sus ojos desprenden amor y alegría. Las arrugas de su rostro reflejan años de no poco trabajo y sacrificio. Pero él no se rinde, nunca lo ha hecho.

Me he presentado y le he preguntado si quería pasear. Con una sonrisa de oreja a oreja me ha dicho en un castellano del centro de Europa: Claro!!!

Hemos caminado durante más de media hora entre pinares. 
Lo de menos ha sido la conversación, ni tan siquiera el sol, ni los pájaros. 
Lo de más ha sido su alegría, que es la mía, su sufrimiento que es el mío, su coraje y fuerza de voluntad que me han cautivado.

Hace un mes estaba postrado en una cama.

Hoy sube y baja desde su habitación en la 5ª planta, diecisiete veces al día, y no por prescripción médica.

Tiene memorizados los escalones: 65, es decir más de mil al día, exactamente 1105.

Reconozco que hoy no he ido a la clínica movido por un empeño narcisista, ni una búsqueda ansiosa de recompensa egoísta, ni tan siquiera por mi deber cristiano. Lo he hecho, sin más. Bueno, sin más no: lo he orado antes.

Hoy he aprendido una lección de vida porque Dios me ha regalado su amor a través de Alecksi.

Hoy no soy mejor que ayer pero el corazón se me sale del pecho.

No ha sido generosidad. Ha sido amor mutuo, de tú a tú, de corazón a corazón.

Hoy he vuelto a recordar que Dios nos ama tal y como somos, a todos y cada uno de nosotros, con nuestros nuestros talentos y nuestras penurias. 

Y nos ama no porque hagamos esto o lo otro.


NOS AMA Y PUNTO!!!

IGLESIAS DE PUERTAS ABIERTAS



  
“Pensad en una madre soltera que va a la Iglesia, a la parroquia
y le dice al secretario: 'Quiero bautizar a mi niño'.
Y el que la acoge le responde: 'No. Tú no puedes porque no estás casada'.
Esta chica que tuvo el coraje de continuar con su embarazo 
y no devolver a su hijo al remitente 
¿qué encuentra? Una puerta cerrada.

Pensad en dos novios que quieren casarse 
y se presentan en la secretaría de una parroquia 
y, en vez de apoyo o de felicitaciones, oyen enumerar los costes de la ceremonia
o les preguntan si sus documentos están bien.
En lugar de abrir las puertas, las cerramos.
en lugar de ser facilitadores de la fe, somos controladores.”

Papa Francisco


Quien se acerca a la Iglesia debe encontrar las puertas abiertas y no fiscales de la fe. Y así, si seguimos este camino y con esta actitud, no estamos haciendo bien a la gente, al Pueblo de Dios." Jesús creó los siete sacramentos y con este tipo de actitud creamos un octavo: ¡el sacramento de la aduana pastoral!”.

Se trata de una dura crítica para quienes pretenden ser más papistas que el papa y que posiblemente tendrían que entender que cerrar esa puerta es siempre un contrasentido y está muy lejos de la misericordia divina y del mensaje de Jesucristo.

En el evangelio de Marcos 10, 13-16, Jesús reprocha a los discípulos la intención de alejar de él a los niños que la gente llevaba para pedir una caricia. 

Los discípulos proponían “una bendición general y después todos fuera”, pero ¿qué dice el Evangelio? Que Jesús se indignó diciendo “dejad que vengan a mí, no se lo impidáis. A quien es como ellos pertenece el Reino de Dios”.

Es “una tentación que tenemos; la de adueñarnos, apropiarnos del Señor”. Lo mismo le pasaba al hijo mayor de la parábola del hijo prodigo o a los mismos apóstoles cuando Jesús los reprende por impedir a la gente acercarse a él. No lo hacían por maldad: querían sólo ayudarle. Lo mismo hicieron aquellos que en Jericó, trataron de hacer callar al ciego que, advertido de la presencia de Jesús, gritaba para atraer su atención y hacerse salvar.

Dios es grande, perdona siempre, ama al pecador pero aborrece el pecado y, en el peor de los casos, ¿qué culpa tienen los niños o los que buscan encarecidamente a Dios? Jesús quiere que todos se acerquen a Él. Nunca se pueden cerrar las puertas de la Iglesia a quien con un buen fin acude a ella. Las iglesias no son oficinas donde presentar documentos y papeles cuando se pide entrar en la gracia de Dios.  Fuera burocracia!!!

Hay mucho resentimiento entre los “justos” y los “rectos.” Hay mucho juicio, condena y prejuicio entre los “santos.” Hay mucha ira entre la gente que está tan preocupada por evitar el “pecado.”

¿Qué hace más daño, la lujuria del hijo menor o el resentimiento del mayor? ¿Quién está más perdido, el hijo que regresa o el que ha estado siempre en casar? ¿Qué alegra más al padre, el arrepentimiento del menor o la recriminación del mayor?

Todos estamos llamados a confiar en el amor misericordioso de Dios, que lo perdona todo y a convertirnos, ya seamos uno u otro hijo.

Jesús dice: En la casa de mi Padre hay sitio para todos. (Juan 14,2). Cada hijo de Dios tiene su sitio, todos ellos son hijos de Dios. Tenemos que dejar de lado cualquier intento de comparación, cualquier rivalidad o competición, y rendirnos al amor del Padre entrando en casa y festejando el regreso de nuestro hermano. 

Mientras permanezcamos fuera, en la oscuridad, sólo podremos experimentar la queja y el resentimiento. Fuera de la luz, nuestro hermano menor parece más querido por el Padre que nosotros; más aún, fuera de la luz, ni siquiera lo reconocemos como nuestro hermano.


Jesús es enviado por el Padre para revelar el amor duradero de Dios hacia todos sus hijos (perdidos o resentidos) y para ofrecerse a sí mismo como el camino para llegar a casa. Jesús es el camino de Dios para hacer que lo imposible sea posible, para dejar que la luz conquiste la oscuridad, para dejar que todos se acerquen al Padre.