¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

lunes, 14 de diciembre de 2020

SCIENCE WILL (NOT) WIN

"Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios,
esos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, 
para recaer en el temor, 
sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, 
en el que clamamos: '¡Abba, Padre!'. 
Ese mismo Espíritu da testimonio 
a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; 
y, si hijos, también herederos; 
herederos de Dios y coherederos con Cristo; 
de modo que, si sufrimos con él, 
seremos también glorificados con él" 
(Romanos 8,14-17)

Al contrario que ocurría en otras épocas pasadas de catástrofes globales, guerras o pandemias en las que las personas dirigían su mirada a Dios y se refugiaban en las iglesias, hoy con la irrupción del Covid-19, el hombre ha dado la espalda a Dios y los templos permanecen prácticamente vacíos.

Sin embargo, la secularización del hombre ya le había distanciado de Dios como consecuencia de su "conversión" al materialismo, una ideología imperialista que aseguraba progreso sin normas y bienestar sin prejuicios, aunque no mostraba el reverso de la moneda: la esclavitud del "consumismo"

Una vez realizado el distanciamiento de Dios, el hombre esclavo del materialismo, ha sido consciente de su salud comprometida y de su vida en riesgo por una enfermedad global y descontrolada (el Covid-19) y ha tratado de buscar una nueva salida que le ayude a conseguir su anhelada felicidad a través del distanciamiento social o aislamiento, que también esconde otra cara oculta: la esclavitud del "individualismo".

Después de meses de confinamiento y de medidas de "falsa seguridad", después de miles de pérdidas humanas, después del conculcamiento y quebrantamiento de las libertades más fundamentales, después de la destrucción de miles de puestos de trabajo y de la desaparición de muchas empresas, después de la ruina sanitaria, social y económica de miles de familias, después del colapso financiero mundial... 

...el hombre esclavo del hedonismo, aislado y encarcelado, sin Dios y sin prójimo, se encuentra ante una situación que no consigue satisfacerle, y sucumbe al miedo en la oscura incertidumbre de la soledad. Su angustia no le permite ser capaz de vislumbrar la solución definitiva a su búsqueda de felicidad.

A través del consumo y del aislamiento, es evidente que el hombre no ha conseguido ni progreso ni seguridad, ni paz ni felicidad. Tan sólo vacío y soledad. 

El temor que le provoca el sufrimiento, la enfermedad y la muerte, le hacen abandonar todas sus anteriores prerrogativas y fijar ahora sus expectativas en una nueva alternativa: el progreso científico

Pero, ni por un instante, se ha planteado extender sus brazos hacia el cielo y pedirle ayuda a Dios, el médico divino.

Esta falta de fe en Dios me trae a la memoria el pasaje de Lucas 8,18 en el que Jesús afirma que "Dios hará justicia a los que le claman día y noche", y en el que se pregunta si "cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?".

El hombre ha puesto su fe en la ciencia, en la razón y el conocimiento humanos, abandonando la sabiduría divina. Y así, ha iniciado una carrera frenética en la búsqueda de remedios médicos (que esconden oscuros intereses económicos y políticos) que ha desembocado en la obtención de una vacuna "eficaz" en un tiempo récord.

Y tras el hallazgo de la supuesta solución a sus problemas, las fuerzas ocultas supranacionales han comenzado el proceso de vacunación mundial de la población a cargo, entre otras, de la multinacional farmacéutica Pfizer, con un lema que es toda una reivindicación imperialista: "Science will win". 
 
"La ciencia vencerá" es otra parodia del Enemigo, Satanás, que siempre trata de imitar de forma burda y blasfema a Dios. Con este insurrecto slogan, el "imperialismo científico" lanza un utópico grito de victoria frente a lo que denomina "fundamentalismo religioso". Con esta arenga triunfalista, el "paganismo racional" señala a la religión como  una "superstición anti-progreso". Con otra mentira diabólica de "seguridad y bienestar", "lo empírico" pretende acabar con "lo trascendental". 

Nos encontramos ante la "continua" infidelidad del hombre hacia Dios; la rebelión del odio, el  "Non serviam", iniciado en el cielo por el Dragón y trasladado a la humanidad por la serpiente en el Edén; el pecado que seduce a través de sucesivas metamorfosis ideológicas impuestas por hombres como Galileo, Newton, Darwin, Einstein, Plank o Hawking, y que persiste hoy con los nuevos y expertos abanderados imperialistas: las multinacionales farmacéuticas del Nuevo Orden Mundial que lanzan una consigna con la que quieren hacer creer que la ciencia puede curar a todos los hombres del sufrimiento, la enfermedad y la muerte.
Es parte de un "todo" que está escrito. Estamos frente a "la bestia que sale de la tierra" de Apocalipsis 13,11, es decir, la "ideología y la propaganda imperial" cuya misión es también utilizar a los científicos como los "nuevos Moisés" del mundo en el desierto de la globalización, y a la ciencia como las "nuevas tablas de la Ley" por las que todos han de regirse, bajo "pena de muerte". 
Unas "nuevas tablas" que transformarán toda nuestra vida política, económica, laboral y social, deconstruyendo el mundo para esclavizar completamente al hombre, dirigiéndole al transhumanismo, y así, someterle definitivamente al poder infernal del Imperio, adorando a la "bestia" y abandonando a Dios.

Sin embargo, los cristianos, que sabemos lo que el nombre Jesús significa, esto es, “Dios salva”, tenemos la certeza de que la victoria y la salvación son exclusivas de Dios. Nosotros no le tememos a la muerte primera. 

San Pablo en su carta a los Romanos nos da la clave de nuestra esperanza cristiana: 

"Pues considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará

Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 

Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto. Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo. Pues hemos sido salvados en esperanza. Y una esperanza que se ve, no es esperanza; efectivamente, ¿cómo va a esperar uno algo que ve? Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia. 

Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. 

Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio.... Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 

¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?; como está escrito: Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado

Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura (nadapodrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor" (Romanos 8, 18-39).

Por eso, nuestra lucha espiritual consiste en seguir desenmascarando y resistiendo el poder diabólico de aquel que ya ha sido derrotado. Y esta batalla tiene recompensa: la gloria con la que el Hijo del Hombre venció al mundo. 

Bajo la tutela y la ayuda del Paráclito, obtenemos la fortaleza en nuestra debilidad para seguir perseverando en la fe. En nuestra unión con Cristo, nos mantenemos fieles a la voluntad del Padre. En nuestra esperanza en Sus promesas, nada nos separa de Su amor.


Science will not win 
because Jesus has already won
"Yo he vencido al mundo"
(Juan 16,36)

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