¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

lunes, 31 de julio de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (1): ACLÁRANOS LA PARÁBOLA

"En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le acercaron a decirle:
«Acláranos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
 el campo es el mundo; 
la buena semilla son los ciudadanos del reino; 
la cizaña son los partidarios del Maligno; 
el enemigo que la siembra es el diablo; 
la cosecha es el fin del tiempo, 
y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, 
así será al final de los tiempos:
 el Hijo del hombre enviará a sus ángeles 
y arrancarán de su reino todos los escándalos 
y a todos los que obran iniquidad, 
y los arrojarán al horno de fuego; 
allí será el llanto y el rechinar de dientes. 
Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. 
El que tenga oídos, que oiga»"
(Mt 13, 36-43)

Comenzamos, como cada año en agosto, las meditaciones en chanclas sobre el evangelio diario, paseando con Jesús por la orilla del mar, que nos explica las Escrituras. 

El pasaje que hoy meditamos se encuentra en el centro de los cinco discursos con los que Mateo estructura su evangelio: el sermón de la Montaña (c. 5-7), el misionero (c. 10), el parabólico (c. 13), el eclesial (c. 18) y el escatológico o sobre el fin de los Tiempos (c. 23-25). 

A pesar de que el Señor les ha explicado anteriormente la parábola (v. 13-24), los discípulos siguen sin enterarse y le vuelven a pedir que les aclare la parábola. Lo mismo que sigue pasando hoy:  ¡Cuántas veces Dios me explica las cosas y yo sigo sin enterarme! ¡Cuántas veces me cuenta los secretos del reino de los cielos y yo sigo albergando dudas! ¡Cuántas veces oigo sin entender y miro sin ver!
A través de esta conocida parábola, el Señor me muestra la lucha espiritual que se libra en el mundo y en mi corazón, y de cómo el bien y el mal se manifestarán conjuntamente al final de los tiempos. Me dice que la cizaña y el trigo crecen juntos...y me advierte que no es fácil distinguir claramente una del otro hasta llegado el momento de la siega. 

Las fortalezas y debilidades, las bondades y maldades, las verdades y mentiras... en definitiva, el bien y el mal...crecen juntos en mí (en mi propio corazón), en otros (en mi comunidad cristiana, en mi familia, en mi entorno laboral o social), y en el mundo en general (medios de comunicación, redes sociales, etc.). Por ello:

No puedo dejarme llevar por el relativismo imperante donde todo parece desdibujado y confuso, donde el mal y el bien parecen difusos e indiferentes, donde es difícil distinguir la verdad de los "fakes", porque ambos "conviven" juntos. 

No puedo crearme una conciencia egoísta y a mi medida, donde yo decida lo que está bien o mal, sino que debo hacerlo bajo la guía y el criterio de la Verdad para que no relativize, para que comprenda que no puedo ser neutral ante el mal ni ambiguo ante el pecado. 

No puedo erigirme juez para sentenciar y dictaminar quién es cizaña o quién es trigo. Tampoco puedo juzgar a mis enemigos, aunque los tenga perfectamente identificados. Para eso están los ángeles, que segarán la cosecha al final de los tiempos y separarán el trigo de la cizaña. Yo sólo debo tener claro lo que está bien y lo que está mal.
Jesús es muy explícito: en el granero de Dios no puede haber "malas hierbas", sólo grano dorado que brilla. Luz y oro brillantes, que son símbolos eucarísticos. Y es que sólo en su Palabra y en la Eucaristía, donde Cristo se hace presente y me habla, puedo identificar lo que está bien y lo que está mal, lo que es luz y lo que es tiniebla, lo que es verdad y lo que es mentira.

La Escritura me dice que Dios es "compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia...porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro" (Ef 2,4; Sal 103,10.14): conoce mis debilidades y mi necesidad de su gracia y perdón.

La Eucaristía me recuerda que Cristo "llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados" (1 P 2,24): vino al mundo a pagar por mis pecados.

Por eso, una vez plantada la buena semilla, no arranca ni corta de inmediato la mala hierba ni separa la cizaña del trigo: "no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas" (Sal 103,10): porque como buen Padre espera mi conversión (Lc 15,11-35), espera pacientemente que yo, cizaña, me convierta en trigo. 

Jesús termina con una expresión que aparece 7 veces en los Evangelios y también en el Apocalipsis de Juan. Parece muy obvia pero que guarda un significado profundo: "El que tenga oídos que oiga". 

El verbo oír, escuchar (en hebreo, Shemá) aparece 1.160 veces en la Biblia para expresar una llamada de atención y advertencia, de orientación y discernimiento pero también como un concepto de obediencia.

Tener oídos significa escuchar sin prejuzgar, con un corazón sencillo, dócil y dispuesto a obedecer. 

Oír, escuchar significa prestar atención a lo que Dios me dice meditándolo en el corazón y haciéndolo realidad en mi vida.

Por eso, Señor, acláranos la parábola para que sepamos "escuchar", para que seamos trigo que brilla.

JHR