¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 22 de enero de 2024

CINCO PIEDRAS Y UNA HONDA

"Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. 
En cambio, yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, 
Dios de los escuadrones de Israel al que has insultado. 
El Señor te va a entregar hoy en mis manos, 
te mataré, te arrancaré la cabeza y hoy mismo entregaré tu cadáver 
y los del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra. 
Y toda la tierra sabrá que hay un Dios de Israel. 
Todos los aquí reunidos sabrán que el Señor no salva con espada ni lanza, 
porque la guerra es del Señor y os va a entregar en nuestras manos"
(1 Sam 17, 45-46)

Todos conocemos la historia de David, el pastor de ovejas, y Goliat, el gigante filisteo que nos relata el capítulo 17 de la primera carta de Samuel y cuyo mensaje principal es aprender a combatir con problemas "gigantes", a ser conscientes de la necesidad de ser humildes para vencer a los poderosos y arrogantes "Goliats" de nuestra vida. Y, sobre todo, saber que la victoria sólo es posible, no por nuestras propias fuerzas o méritos, sino por nuestra fe en Dios.

Pero vayamos un poco más atrás en la historia bíblica para poder centrar las reflexiones que hoy queremos compartir y saber quiénes son nuestros enemigos. 

Nuestros Enemigos
Génesis 10,1-32 enumera una lista de 70 nombres, llamada "las Generaciones de Noé" o "Tabla de Naciones" (recogida también en el apócrifo Libro de los Jubileos, 8-9) que representa la expansión de la humanidad después del diluvio y donde dice que los filisteos son descendientes de Misráin (que significa Egipto), hijo de Cam (segundo hijo de Noé) y del que proceden también los pueblos hostiles que Israel encuentra en la Tierra Prometida (cusitas, cananeos, jebuseos, etc.). 
La Biblia se refiere en varias ocasiones a Egipto como "la tierra de Cam" (Sal 78,51;105,23-27;106,22;1 Cro 4,40) y muestra la enemistad entre camitas y semitas, entre egipcios y judíos, y que alude tanto al éxodo “He decidido sacaros de la opresión egipcia y llevaros a ... una tierra que mana leche y miel” (Ex 3,17) como al protoevangelio: "Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, ésta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón" (Gn 3,15).

La descendencia de Cam, es decir, los filisteos, eran adoradores de Baal, el dios fenicio de la lluvia, la virilidad y el poder, asociado al Diablo o Belcebú (Baal-zebub o "Señor de las moscas" o "Príncipe de la Tierra"). Representado por un toro simboliza a todos los dioses falsos del mundo. Aparece mencionado en casi cien ocasiones en el Antiguo Testamento y está relacionado con los pecados de adulterio e idolatría (1 Re, 18, 20-39; Os 2, 1-25).

También adoraban a Astarté (Ishtar o Astoret), diosa mesopotámica que representa a la madre naturaleza, los placeres sexuales y también la guerra. A ésta se la nombra como esposa de Baal y como prostituta (Jue 2,13; 10,6; 1 S 7,3-4; 12,10). También conocida con el nombre de Asera o Ashêrâh (Jue 6,25; 1 R 18,19).
 
Por tanto, Goliat de Gat, el guerrero gigante de tres metros de altura, representa el poder violento e idolátrico del mundo pagano, al que tiene que enfrentarse David, joven pastor de ovejas, que representa a Cristo y, por prolongación, al cristiano

Nuestros Combates
Cuando Goliat ve a David, se siente ofendido en su orgullo: "¿Me has tomado por un perro?" Aquí, el término griego utilizado para "perro" es kaleb, el mismo utilizado en Dt 23,18 para referirse a "prostitutos masculinos". Goliat, lleno de ira, desprecia y amenaza  a David con todo su poder y violencia, y le desafía a entablar batalla.

David acepta el violento desafío del gigante. Inicia el combate dialéctico: alaba y glorifica a Dios y no se adjudica el triunfo para sí, sino que se lo atribuye a Dios: "Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. En cambio, yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, Dios de los escuadrones de Israel al que has insultado. El Señor te va a entregar hoy en mis manos, te mataré, te arrancaré la cabeza y hoy mismo entregaré tu cadáver y los del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra. Y toda la tierra sabrá que hay un Dios de Israel".

Goliat, lleno de ira y orgullo por su derrota dialéctica, inicia el combate físico: despreciando a David e insultando a su Dios, arremete con velocidad y violencia contra él. Pero David, lejos de sentir temor y con tranquilidad, coge una piedra de su zurrón y la coloca en su honda. Mientras todos están convencidos de que “Goliat es tan grande, que no puede derrotarlo”, David piensa: “Goliat es tan grande, que no puedo fallar”. 

Y lanzando la piedra con su honda, le da de lleno en la frente a Goliat y cae de bruces a tierra. David corre hacia él, desenvaina la espada del gigante y le corta la cabeza. David sabía que la batalla estaba ganada de antemano. Y lo sabía porque su mejor arma era su fe en el poder de Dios.
El pasaje de David y Goliat simboliza el combate espiritual entre el bien y el mal, la lucha entre el cristiano y el mundo pagano, idólatra y dominado por las bajas pasiones, la pelea con nuestras dificultades, problemas y batallas personales.

El "David de hoy" es  también insultado y despreciado, amenazado y acosado por el "Goliat de siempre" que trata de infundir temor para desmoralizarnos y para que nos rindamos. Un gigante que nos impone el culto idolátrico a sus falsos dioses, a sus ideologías y, convencido de su fácil victoria, nos desafía a entrar en combate.

Entonces ¿qué debemos hacer?

Nuestras Armas
El relato nos dice que "Saúl ordena armar a David con su propia armadura:yelmo, coraza y espada" (v. 38) pero David la rechaza porque "no está acostumbrado a caminar así" (v. 39) y prefiere ir a la batalla con "su bastón, cinco piedras lisas del torrente, su zurrón de pastor y su morral (v. 40). 

En la lucha espiritual, no podemos utilizar cualquier "armadura humana". Debe ser una armadura espiritual: "Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos del aire" (Ef 6,10-12). 
El pasaje habla de que David cogió su bastón, del griego ballein, que significa "lanzar, arrojar" y que ha sido traducido al latín como fustíbalo u honda de fuste. El fustíbalo era una honda más grande que la ordinaria, unida a un palo de madera de 1,5 m y que permitía arrojar piedras de mayor peso y con mayor velocidad. Ambos términos, bastón y honda, simbolizan el apoyo del cristiano en la fe y el alcance de la Palabra de Dios.

Las cinco piedras, probablemente, se refieren a virtudes (fortaleza, prudencia, justicia, templanza y humildad) que debemos recoger del "lecho del río de agua viva", que es Cristo eucaristía (Jn 7,37), y el zurrón es nuestro corazón, donde colocamos aquellas y también, donde guardamos nuestro alimento, la Palabra de Dios.

Enfrentándonos a nuestros Goliats
Todos los cristianos nos enfrentarnos a nuestros propios “Goliats”, todos tenemos que afrontar pruebas, desafíos y tentaciones. Y lo debemos hacer siguiendo el ejemplo de David, en la confianza plena en Quien todo lo puede.

Nuestro combate pasa por tener muy presente que tenemos que proveernos y guardar en nuestro zurrón todas las "piedras" necesarias para superar los desafíos, así como la "honda" para utilizarlas, y que encontramos estando muy cerca del Señor, en la oración, en los sacramentos...
Y sobre todo, "¿qué diremos? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros" (Rm 8,31).  Sabemos que el mal está derrotado de antemano porque Cristo ha vencido ya, porque vive y porque "sabemos que está con nosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (Mt 28,20). 

Esta es nuestra fe. El arma más poderosa para afrontar nuestros miedos, nuestros problemas y nuestras dificultades, incluso cuando todo parece en contra o cuando parece imposible salir victorioso, porque sabemos que "para Dios nada hay imposible" (Lc 1,37).

Sólo con una fe firme podremos, al final, repetir las palabras de san Pablo: "He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe" (Rm 4,7). 


JHR

lunes, 31 de julio de 2023

MEDITANDO EN CHANCLAS (1): ACLÁRANOS LA PARÁBOLA

"En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le acercaron a decirle:
«Acláranos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
 el campo es el mundo; 
la buena semilla son los ciudadanos del reino; 
la cizaña son los partidarios del Maligno; 
el enemigo que la siembra es el diablo; 
la cosecha es el fin del tiempo, 
y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, 
así será al final de los tiempos:
 el Hijo del hombre enviará a sus ángeles 
y arrancarán de su reino todos los escándalos 
y a todos los que obran iniquidad, 
y los arrojarán al horno de fuego; 
allí será el llanto y el rechinar de dientes. 
Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. 
El que tenga oídos, que oiga»"
(Mt 13, 36-43)

Comenzamos, como cada año en agosto, las meditaciones en chanclas sobre el evangelio diario, paseando con Jesús por la orilla del mar, que nos explica las Escrituras. 

El pasaje que hoy meditamos se encuentra en el centro de los cinco discursos con los que Mateo estructura su evangelio: el sermón de la Montaña (c. 5-7), el misionero (c. 10), el parabólico (c. 13), el eclesial (c. 18) y el escatológico o sobre el fin de los Tiempos (c. 23-25). 

A pesar de que el Señor les ha explicado anteriormente la parábola (v. 13-24), los discípulos siguen sin enterarse y le vuelven a pedir que les aclare la parábola. Lo mismo que sigue pasando hoy:  ¡Cuántas veces Dios me explica las cosas y yo sigo sin enterarme! ¡Cuántas veces me cuenta los secretos del reino de los cielos y yo sigo albergando dudas! ¡Cuántas veces oigo sin entender y miro sin ver!
A través de esta conocida parábola, el Señor me muestra la lucha espiritual que se libra en el mundo y en mi corazón, y de cómo el bien y el mal se manifestarán conjuntamente al final de los tiempos. Me dice que la cizaña y el trigo crecen juntos...y me advierte que no es fácil distinguir claramente una del otro hasta llegado el momento de la siega. 

Las fortalezas y debilidades, las bondades y maldades, las verdades y mentiras... en definitiva, el bien y el mal...crecen juntos en mí (en mi propio corazón), en otros (en mi comunidad cristiana, en mi familia, en mi entorno laboral o social), y en el mundo en general (medios de comunicación, redes sociales, etc.). Por ello:

No puedo dejarme llevar por el relativismo imperante donde todo parece desdibujado y confuso, donde el mal y el bien parecen difusos e indiferentes, donde es difícil distinguir la verdad de los "fakes", porque ambos "conviven" juntos. 

No puedo crearme una conciencia egoísta y a mi medida, donde yo decida lo que está bien o mal, sino que debo hacerlo bajo la guía y el criterio de la Verdad para que no relativize, para que comprenda que no puedo ser neutral ante el mal ni ambiguo ante el pecado. 

No puedo erigirme juez para sentenciar y dictaminar quién es cizaña o quién es trigo. Tampoco puedo juzgar a mis enemigos, aunque los tenga perfectamente identificados. Para eso están los ángeles, que segarán la cosecha al final de los tiempos y separarán el trigo de la cizaña. Yo sólo debo tener claro lo que está bien y lo que está mal.
Jesús es muy explícito: en el granero de Dios no puede haber "malas hierbas", sólo grano dorado que brilla. Luz y oro brillantes, que son símbolos eucarísticos. Y es que sólo en su Palabra y en la Eucaristía, donde Cristo se hace presente y me habla, puedo identificar lo que está bien y lo que está mal, lo que es luz y lo que es tiniebla, lo que es verdad y lo que es mentira.

La Escritura me dice que Dios es "compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia...porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro" (Ef 2,4; Sal 103,10.14): conoce mis debilidades y mi necesidad de su gracia y perdón.

La Eucaristía me recuerda que Cristo "llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados" (1 P 2,24): vino al mundo a pagar por mis pecados.

Por eso, una vez plantada la buena semilla, no arranca ni corta de inmediato la mala hierba ni separa la cizaña del trigo: "no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas" (Sal 103,10): porque como buen Padre espera mi conversión (Lc 15,11-35), espera pacientemente que yo, cizaña, me convierta en trigo. 

Jesús termina con una expresión que aparece 7 veces en los Evangelios y también en el Apocalipsis de Juan. Parece muy obvia pero que guarda un significado profundo: "El que tenga oídos que oiga". 

El verbo oír, escuchar (en hebreo, Shemá) aparece 1.160 veces en la Biblia para expresar una llamada de atención y advertencia, de orientación y discernimiento pero también como un concepto de obediencia.

Tener oídos significa escuchar sin prejuzgar, con un corazón sencillo, dócil y dispuesto a obedecer. 

Oír, escuchar significa prestar atención a lo que Dios me dice meditándolo en el corazón y haciéndolo realidad en mi vida.

Por eso, Señor, acláranos la parábola para que sepamos "escuchar", para que seamos trigo que brilla.

JHR