¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

lunes, 1 de diciembre de 2025

PARÁBOLAS DE JESÚS: PEDAGOGÍA DIVINA

 
"Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. 
Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; 
se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. 
Les habló muchas cosas en parábolas"
(Mt 13,1-3)

Las parábolas de Jesús que encontramos en los sinópticos son un recurso literario de la pedagogía divina y bíblica que contiene narraciones breves, reales o ficticias que ilustran una verdad moral o espiritual y que afirman que una cosa es "como" otra.

Jesús toma imágenes del mundo visible (material) acompañadas de una verdad del mundo invisible (espiritual), convirtiendo la naturaleza en testigo del espíritu. Algunos definen la parábola como una "historia terrenal con significado celestial".

No son fábulas, pues no intervienen animales con características humanas. Tampoco alegorías, pues se basan en hechos u observaciones creíbles de la naturaleza o elementos de la vida cotidiana.

Las gran mayoría de las parábolas se encuentran contenidas en los evangelios sinópticos de Mateo (29), Marcos (11) y Lucas (32), y menos presentes en el de Juan. También se encuentran 15 parábolas en el evangelio apócrifo de Tomás y 3 en el evangelio apócrifo de Santiago. 

La parábola del hijo pródigo
Es la más conocida de las parábolas bíblicas, narrada en el evangelio de Lucas (Lc 15,11-32y nos muestra la misma esencia de Dios: su amor y su perdón incondicionales. Con esta enseñanza, Jesús nos exhorta a ser como Dios (Mt 5,48).
El padre: Dios, cuyo amor es gratuito, incondicional y misericordioso que define también el apóstol san Pablo (1 Cor 13,4-8). El amor de Dios es:
  • un amor paciente y benigno que siempre espera sin imponer
  • un amor verdadero y compasivo que no se irrita ni lleva cuentas del mal 
  • un amor que siempre perdona y restaura sin rencor y sin importar lo que hayamos hecho
  • un amor sincero y desinteresado que no envidia sino que se alegra
El hijo menor: los pecadores que se alejan de Dios y "dilapidan" su vida de forma irresponsable pero que cuando caen, regresan a Dios con un corazón arrepentido y humillado, que siempre los recibe con compasión, les devuelve su dignidad de hijos suyos y los "resucita" a una vida de gracia.

El hijo mayor: los que se consideran justos y "exigen" a Dios recompensas por sus méritos. Son orgullosos, hipócritas y resentidos con los pecadores y con Dios. No perdonan y culpan a Dios, que también les muestra compasión y perdón.

La parábola del sembrador
Es la más larga de las parábolas del reino y narrada por los tres evangelios sinópticos (Mt 13,3-23, Mc 4,3-20 y Lc 8,5-15que nos enseña que, aunque la gracia es igual para todos y está a disposición de todos, la libertad del hombre produce respuestas y frutos diferentes en aquellos que escuchan o no el mensaje del reino. La semilla es igual, lo que varía es el terreno donde cae.
Probablemente, todos los que escuchaban a Jesús tenían experiencia en la siembra porque pertenecían a un pueblo agrícola, y conocían también la diferencia entre una cosecha abundante o una malograda. Por eso, llama la atención que los discípulos le pregunten a Jesús por qué les habla en parábolas.

Jesús, con su santa paciencia y su infinita misericordia, les explica la parábola:

El sembrador: Cristo
La semilla: la palabra de Dios, el mensaje de Dios para cada persona
La tierra: diferentes circunstancias, diferentes tipos de personas y diferentes reacciones al escuchar la buena nueva:
  • tierra al borde del camino: los que oyen (pero no escuchan) el mensaje de forma superficial, pero no le prestan atención ni le dan importancia. Los pájaros: las distracciones y tentaciones del diablo.
  • tierra rocosa: los que reciben el mensaje con alegría, pero no profundizan ni dejan que alcance lo más hondo de su ser. No crecen espiritualmente porque no permiten que el mensaje eche raíces. Su fe es infantil. Las rocas: la dureza del corazón.
  • tierra espinosa: los que dan más importancia a las preocupaciones de la vida, las riquezas y los placeres (los espinos). No hay lugar en su corazón para Dios.
  • tierra buena: los que reciben el mensaje de Dios con el corazón abierto, están preparados para dejar que Dios reine en sus vidas y los guíe en todo momento. Tienen pureza de intención y deseo de conocer y amar a Dios.
El fruto: la conversión, la transformación de la vida de las personas. Pero no sólo dan su propio fruto sino que, ellas mismas esparcen la semilla sobre otros terrenos y fructifican.
Lo que el Maestro les quiere mostrar es la necesidad de tener el corazón bien dispuesto a la gracia y sobre las malas consecuencias que produce la dureza de corazón (Is 6,9-10; Hch 28,26-27). 

Les hace ver lo afortunados que son porque ellos ven y oyen al Mesías y, sin embargo, el pueblo, que lleva siglos ansiando su venida, no le reconoce por su dureza de cerviz, por su falta de apertura de corazón. Oyen pero no escuchan, miran pero no ven.

El fruto depende de la libertad del hombre
La semilla tiene poder de fructificar siempre; pero el fruto depende de la libertad y la voluntad del hombre, que puede estar condicionada por el diablo, por la propia inconstancia, por las dificultades –externas o internas-, o por la seducción del mundo y las riquezas. 

La misma variedad de frutos muestra la calidad de la fe y de las buenas disposiciones en los que la escuchan y llevan a la práctica el mensaje evangélico. 

El amor no puede imponerse, sino que debe ser aceptado con libertad. La voluntad de Dios no puede forzar, sino que aceptarla debe ser una decisión personal de cada uno. La fe no puede obligarse, sino que debe acogerse con un corazón dócil para que arraigue y de fruto.

La exhortación de Jesús es “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mt, 13,9; Lc 8,8) que indica la necesidad de discernimiento y examen de nuestro corazón.

¿Qué tipo de terreno soy? ¿En qué tipo de terreno estoy sembrando? ¿Permito que la semilla arraigue en todas las áreas de mi vida? ¿Doy fruto para la gloria de Dios? ¿Siembro en otros?

Enlaces de algunas de las parábolas más significativas y conocidas:



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